Terremoto de San Juan


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Enero 15, 1944 Terremoto de San Juan
"Estaba en la cocina y tenía un sifón en la mano cuando sentí el primer remezón. Corrí a prenderme del brazo de mi marido, que leía el diario en el patio, bajo una palmera. Yo presentía algo, y por eso quería que cenáramos temprano. Pensaba que iba a venir una tormenta, porque había unas nubes tan extrañas como jamás había visto en mi vida."
Todos o casi todos los habitantes de San Juan creyeron, aquella tarde de hace 25 años, que las nubes oscuras —una rareza en la zona, cuyo cielo diáfano es legendario— auguraban un fenómeno meteorológico desconocido. ¿Pero cuál?. Jamás llueve en la capital de la provincia, apenas si el viento suele aventurarse por sus calles, llda Stefanini de Gómez, 52, pronto confirmó sus presagios: fue el sábado 15 de enero de 1944, a las nueve y cuarto de la noche, cuando la ciudad cayó desplomada luego de 25 segundos de un espanto que no se borrará de ninguna memoria.
Doña llda, que ahora vive en San Luis —donde la entrevistó Primera Plana— sigue su relato: "Con mi esposo, corrimos a la calle, donde un momento antes había estado mi madre. Allí la encontramos, caída sobre unos alambres, pero ilesa. Pero ya la confusión se adueñaba de la gente, y olas de polvo sumían a San Juan en un infierno. Menos fortuna tuvieron nuestros vecinos de enfrente, los Brusotti; la señora quedó atrapada entre los escombros, gritando que salvaran a sus hijitos. La nena, de dos años, pudo salvarse, pero Armandito, de cuatro años, falleció unas horas más tarde". Ambas familias vivían al 1400 de Corrientes, en el barrio de Concepción, epicentro del siniestro.
Pedro Sinibaldo Ruades, 53, llevaba entonces una semana en su nueva casa de Belgrano 856: después del sismo, sólo quedaron los cimientos de adobe, el material con el que entonces eran levantadas la mayoría de las viviendas. "Me estaba bañando cuando sentí el sacudón —dice Ruades en su tienda de Villa Krause—. Atiné a envolverme con un toallón y agarrar a Nelly [su hija de cuatro años, entonces] y salir a la calle." Su mujer, Leonor Baragaño, lo imitó; ya fuera, "recordamos que Alicita había quedado en la cuna; tenía tres meses: la encontramos rodeada de escombros, mirando las primeras estrellas, sin un solo rasguño, gracias a Dios,"
Norma Videla, 53, una maestra jubilada, regresaba en bicicleta. "Como tenía prisa por volver —cuenta— empecé a pedalear más fuerte. Me asusté al comprobar que la bicicleta se me iba de un lado para otro. Creí que había perdido el equilibrio al pedalear con fuerza, la cuestión es que me fui al suelo, aunque no bien terminé de caer vi que las casas se venían abajo y comprendí en seguida que era un terremoto."
El más violento de la historia argentina, superior al de Talavera de Esteco (Salta, 1692), el de Mendoza (marzo de 1861, que destruyó la ciudad), el de Sampacho (Córdoba, 1934) y hasta uno que se había abatido sobre San Juan en 1894. El 98 por ciento de los edificios quedaron destruidos: las muertes sumaron unas 10.000. Si bien los temblores continuaron durante la trágica noche, todo el daño provino de aquellos horrendos 25 segundos; el ulular de las sirenas, el estruendo de las mamposterías al derrumbarse, los quejidos de las víctimas, no pudieron, sin embargo, con la solidaridad de los sanjuaninos.
Al poco rato florecían los puestos de socorro y los hospitales de campaña: uno de ellos fue instalado en la plaza 25 de Mayo, cerca de los restos de la Casa de Gobierno y de la Catedral, cuyo reloj permaneció detenido en la hora trágica, hasta que demolieron la torre. En esa plaza, el día siguiente al sismo, Radio Colón instaló un estudio de emergencia, desde donde salieron los pedidos de ayuda hacia los cuatro puntos cardinales.
Por otra radio, la del Estado, una voz casi ignorada empezó su largo monólogo de una década: la del coronel Juan Domingo Perón, quien un mes atrás acababa de ser confirmado en el cargo de Secretario de Trabajo y Previsión. Perón se puso al frente de la colecta nacional que se inició apenas aventado el siniestro; fue uno de los movimientos clave de su estrategia política, y él mismo lo reconoció ante sus amigos: "Esto es lo que yo necesitaba, ¡un terremoto!".
Fue, también, el pretexto que lo unió con una oscura actriz llamada María Eva Duarte: el 22 de enero de 1944, durante el festival realizado en el Luna Park de Buenos Aires para recaudar fondos destinados a San Juan, el teniente coronel Aníbal Imbert presentó a quienes habrían de casarse un año después. La colecta agolpó 41millones de pesos (unos 3.500 millones de hoy, si se los convierte al precio actual del dólar) y sirvió a los opositores para burlarse de la pareja: "Perón, Evita, ¿adonde está la guita, que San Juan la necesita?"
En julio de 1945, el Gobierno Farrell informó por Decreto sobre el uso dado a esos fondos populares: 12,9 millones a los damnificados, y sólo 3,5 millones para viviendas de emergencia. Hasta 1948, la reconstrucción no llegaba al 20 por ciento de lo perdido: ya llevaba cuatro años en funciones el Consejo de Reconstrucción de San Juan (con sede en la capital de la provincia, dependiente del Ministerio del Interior) y había recibido 300 millones del Tesoro.
La semana pasada, el ingeniero Hugo Giuliani también entregó su evocación de la catástrofe: "Ese día cumplí once años. Yo andaba en bicicleta y cruzaba por un corredor, entre dos edificaciones que se derrumbaron súbitamente. Nunca supe qué sucedió conmigo. Aparecí, sano y salvo, en los fondos, mientras mi padre me buscaba entre una pila de escombros donde sólo dio con mi bicicleta destrozada". Giuliani es, desde abril último, el titular del Consejo de Construcciones Antisísmicas y de Reconstrucción de San Juan, nombre con el que fue rebautizado en 1963 el antiguo organismo (el reciente Presupuesto le confiere 941 millones entre gastos corrientes y erogaciones de capital). Hombre que ganó su prestigio en las aulas de la Universidad de Cuyo, estudiante de elasticidad aplicada, en Italia, y de ingeniería antisísmica, en Japón, Giuliani respeta y elogia la labor desarrollada por el Consejo.
"A tal punto llegó su efectividad -—explica— que, puesta a prueba la ciudad de San Juan el 10 de junio de 1952, por un terremoto de intensidad levemente inferior a la de 1944, todo lo reconstruido quedó en pie." Giuliani considera que el 80 al 90 por ciento de los estragos fueron reparados, con una inversión cercana a los 18.000 millones.
revista primera plana
14 de enero de 1969