Revista Periscopio
03.03.1970 |
"Con otra victoria así, estoy perdido." Es difícil que la frase de
Pirro haya sido pronunciada por Rogelio Nores Martínez, un tozudo
ingeniero cordobés: quienes lo conocen, saben que difícilmente
acepta sus reveses, al menos en público. Claro que esa tozudez pasa
por ser firmeza en estos tiempos "revolucionarios".
Sea lo que fuere, la Universidad Nacional de Córdoba inauguró, la
semana pasada, un infantil sistema de ingreso que ahora se
pretenderá aplicar en todo el país, no obstante el disgusto del
Ministerio de Educación y del Consejo de Rectores.
Varias hipótesis circularon ante la decisión de Nores de imponer su
test a cualquier precio. Los aspirantes estaban convencidos de que
el examen sería "dulcificado". No otra cosa podría presumirse de las
" empalagosas declaraciones del Rector. Y una campaña psicológica, a
través de las radios locales, los persuadió de que no tenían nada
que temer.
En la siesta del lunes 23, Córdoba, una ciudad sin paz, sintió otra
vez el sacudón de la protesta: la policía acuartelada, los otros
medios de seguridad alerta, evocaban un clima bélico, el mismo de
todas sus jornadas altaneras. Impregnada de pasión, no puede
sustraerse a su propia leyenda.
Pero esta vez sería distinto. Los estudiantes quedaron solos en las
calles: sus aparentes aliados —los cegetistas, contenidos por el
férreo puño de Elpidio Torres— se esfumaron. Sólo los intervenidos
de Luz y Fuerza dijeron su solidaridad con un comunicado. En su
despacho, Roberto Huerta meditaba sobre lo útil que resulta, a
veces, anudar diálogos con ciertos gremialistas. Lástima —habrá
pensado— que El Ñato Nores, como siempre, desata la reacción
juvenil. ¡Le viene de familia!
Una muerte absurda teñiría de luto la jornada: el agente de campaña
Francisco Santa Cruz, recibió un disparo mortal de su propio
compañero, Atilio Campaño, quien forcejeaba con el estudiante
Roberto Eduardo Fernández.
El centro de la ciudad fue copado, a hora temprana, por los
adolescentes: los gases, las barricadas, también las llamas,
volvieron a nublar el cielo; pero a medio día el pico de la
violencia comenzó a descender. Una errada táctica de los dirigentes
estudiantiles exhortó a "no entrar". Los jóvenes —como había
previsto Nores— se presentaron, aunque sin ocultar su
disconformidad.
La aparente victoria de Nores Martínez acendró su "generosidad": los
que no han rendido el primer día, pueden hacerlo el segundo, mandó
anunciar. Fue cuando sus contrincantes denunciaron —sin probarlo—
que las respuestas al test maldito se estaban vendiendo a 5.000
pesos. Otra versión señalaba que la copia llegó a manos de los
activistas gracias a la hija de un profesor.
Nores rechazó de plano los cargos, pero dio traslado a la justicia.
Dos días antes, sus amanuenses trabajaban febrilmente para modificar
el test. Al parecer, les faltó tiempo: 26 de las 50 preguntas del
área de matemáticas, figuraban entre las que hizo circular
previamente la Mesa Coordinadora estudiantil. El apurón obligó a
fatigar —aparte de la imprenta de la Universidad— las rotativas del
diario Los Principios, que usaron papel de diario para las pruebas
de conocimientos científicos y de ciencias biológicas. Lo cierto es
que el test llegó a manos de los activistas; y si alguien no lo
aprobó, es porque no quiso.
Los docentes, limitados a tareas de vigilancia, tampoco se explican
tanta porfía. De entre los citados a colaborar con la prueba de
ingreso, sólo pudo detectarse una voz rebelde: Beatriz Elena Ahumada
Sala, Jefa de Trabajos Prácticos de Derecho. Se negó a colaborar
"porque si no, no podría defender los intereses de mis hijos cuando
llegue el momento de hacerlos valer."
Un profesor, Rodolfo Carballo, adjunto en Medicina, fue el crítico
restante. Desde La Voz del Interior respondió al director de
Ciencias Químicas, el investigador Ranwell Caputto, quien se atrevió
a afirmar que "la no concurrencia a clase, por falta de sillas donde
sentarse, o la negativa a efectuar trabajos prácticos, por falta de
mesas, no son, ciertamente, ejemplos que atraigan a un buen alumno".
Es posible que Caputto piense que los 12.600 inscriptos son
aburridos adolescentes que buscan en qué distraerse. Para Carballo,
en cambio, "la organización del país no consiste en un examen de
ingreso universitario".
Nores, por su parte, seguía insuflando optimismo con otro mensaje
cómplice: en un muestreo al azar, había visto "gran cantidad de
aprobados".
Julio Herrera, su par de Cuyo, y titular del Consejo de Rectores,
amenazó con reavivar la guerra: desde Buenos Aires, admitió la
versión de que habría un 60 por ciento de reprobados. A veces
—meditaría Nores— no se sabe a quiénes les da uno la espalda.
Los disturbios dejaron más de medio centenar de detenidos: el
abogado Lucio Garzón Maceda, un íntimo amigo de Elpidio Torres, fue
apresado sorpresivamente —por violación del Código de Faltas—
mientras se dirigía a su estudio, después de estacionar su coche.
Sin duda, la figura de El Tuerto, apetecida por la Policía, era un
buen precio para el sudoroso trajín de los vigilantes. Puesto a
disposición del Poder Ejecutivo, conducido a Villa Devoto y después
a Esquel, habrá que negociar su libertad con Huerta, que aspira a
una CGT cordobesa tranquilizada.
El Gobernador sabe que Elpidio Torres, el nuevo pope, es capaz de
girar a la violencia para defender a su amigo: así, tal vez, los
estudiantes captarían otra vez para la acción a los obreros.
El Subsecretario de Educación, Emilio Mignone (a cargo del
Ministerio por ausencia de Dardo Pérez Guilhou, cuyo padre falleció
en Mendoza), había convocado una conferencia de prensa el mismo día
lunes. A su juicio, el test de Nores era bueno, si bien admitió que
no lo conocía. Habló de medidas para aliviar racionalmente la
congestión universitaria, pero "son muy costosas" y "sólo este año
comenzarán a esbozarse". "¿Por qué no se han fijado pautas generales
para un problema tan acuciante?", quiso saber un periodista. "Pues
porque no se han llegado a fijar", respondió Mignone, desolado.
"No hay una política para la Universidad porque tampoco hay una
política educativa", se justificó el Rector de Buenos Aires, Andrés
Santas, médico, de 57 años, quien recibió a Periscopio en mangas de
camisa, el jueves pasado. En la UNBA, "el problema es el del
dimensionamiento". El Plan Taquini, de creación de nuevas
Universidades, "no aporta una solución inmediata'". "Dentro de cinco
años tendremos 120.000 alumnos: hay que buscar la solución sin
limitar el ingreso."
"Los tests no me gustan, prefiero el café", bromeó el día anterior
el psiquiatra Julio José Herrera, 42 años, Rector mendocino y
presidente del Consejo de Rectores. Éste organismo se había reunido
el martes en la Capital Federal. "Hemos resuelto encarar el problema
de las nuevas Universidades", anunció; "no está en nuestras manos
crearlas." En cuanto a la protesta estudiantil, no creía que la
hubiese inspirado un espíritu subversivo: "La ocupación de
Facultades es uno de los modos respetables de expresar desacuerdo".
Pero lo peor ocurrió en La Plata, donde el Rector de la UNLP, Roque
Gatti, y el Decano de Derecho, Jorge Iriart, fueron encerrados en la
presidencia de la UNLP por 400 estudiantes que vociferaban punzantes
estribillos. Gatti, que no las tenía todas consigo, afirmó que sería
el primero en oponerse a todo proyecto limitacionista. "En Ciencias
Económicas y en Humanidades, el porcentaje de aplazados en el curso
de ingreso fue inferior al 1 por ciento." Iriart, a su vez, anunció
que al día siguiente pediría una reunión de Decanos y la eliminación
de tales cursos. Los Decanos se apresuraron a ceder: el sábado, sólo
cuatro fingían coraje. El de Medicina, Ricardo Rodríguez, renunció,
disgustado con tanta condescendencia.
Después de hacer escuchar al Rector Gatti feroces alocuciones contra
el Gobierno, los estudiantes desfilaron durante largas horas por las
calles de La Plata, como en años distantes. La misma Policía,
agazapada en sus carros de asalto, los miraba con
asombro. Así, gracias a Nores y su test, se restableció en las
Universidades el principio de autoridad.
Enrique Martínez Paz, padre del ex Ministro del Interior, acaparó el
fervor de los estudiantes en las elecciones de claustro docente del
15 de junio de 1918. Pero no fue elegido Rector: Antonio Nores,
representante del caduco academicismo que el año anterior desatara
enormes incidentes en la Casa de Trejo, se le adelantó por algunos
votos.
Una algarada juvenil con ocupación de Facultades, redujo a 24 horas
el dominio de Nores. La Federación Universitaria de Córdoba dio
razones de su actitud: "Queremos arrancar de raíz, en el organismo
universitario, el arcaico y bárbaro concepto de autoridad que, en
estas casas de estudio, es un baluarte de absurda tiranía y sólo
sirve para proteger la falsa dignidad y la falsa competencia".
52 años después, el hijo del breve Rector de 1918 parece el cabal
heredero de la vetusta oligarquía que aún regentea la Casa de Trejo.
Pero el actual no es sólo un autoritario Nores, sino también un
aperturista Martínez. De hecho, cedió.
La Batalla del Test no era necesaria. ¿Quién duda de que hay en las
Universidades una "mayoría silenciosa" con deseos de estudiar? ¿Pero
qué le ofrece un Gobierno que intervino sus casas de estudio para
llevar a cabo una supuesta tarea revolucionaria? ¿Nuevas
Universidades? No. ¿Programas ambiciosos para un futuro que se
acerca velozmente? No. ¿Métodos avanzados? No. Estos tres años y
medio sólo han servido para que el Gobierno y las minorías
activistas continúen porfiando rancias cuestiones ideológicas.
El triunfo de Rogelio Nores Martínez, si lo fue, importa una doble
derrota: la del Gobierno, que dejó traslucir increíbles fisuras,
vacilaciones sin cuento, y la de esas minorías, que sólo obtienen
apoyo cuando se lo brinda , la brutalidad policial.
La "mayoría silenciosa", en cambio, hizo su voluntad: sirviéndose de
los agitadores, que pretendían servirse de ella, impuso —en todo el
país— el repliegue de los limitacionistas.
No es, desde luego, un verdadero triunfo: éste vendrá cuando una
auténtica dirección revolucionaria reduzca el número de
Universidades, para multiplicar, en cambio, el de otros institutos
de cultura superior, más necesarios para el desarrollo espiritual y
material del país. Por ahora, el limitacionismo operará a través de
la deserción de alumnos: el método más costoso, el más estúpido.
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