Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado

 


Misceláneas
1970

Revista Periscopio
03.021970

MAR DEL PLATA
DESLIZATE Y VERAS

"Me pidieron que me fuera al día siguiente de la operación. Necesitaban camas", se resignó hace dos semanas Francisco Ruiz, 21, mientras reposaba enyesado en un departamento alquilado en la avenida Colón de Mar del Plata. Operado de los meniscos a causa de una vieja lesión agravada durante el verano, Ruiz debió abandonar la clínica. No fue el único inconveniente que debió afrontar. Su familia recorrió los pocos comercios de artículos ortopédicos de la ciudad balnearia en busca de bastones canadienses o muletas "como recomendó el médico", sin ningún resultado. "Esperamos una semana para que llegaran los bastones arrendados en Buenos Aires", se amargó Ruiz.
Tanta peripecia sin embargo no está relacionada con la escasa cantidad de turistas que invadieron al balneario esta temporada. El curioso fenómeno se produjo como resultante del boom de los toboganes gigantes: 5 accidentes diarios —entre leves e importantes— derivan del descontrolado uso que se hace de los 7 artefactos instalados en los alrededores. Solamente el Hospital Regional registró en un mes 19 casos de cierta gravedad, incluyendo uh hundimiento de cráneo.
La repetición de accidentes colmó las clínicas y agotó las existencias de yeso, bastones y muletas. Agobió a los traumatólogos y arruinó los veraneos de muchas familias. Como paliativo, algunas empresas que administran la novedad acopiaron cremas y medicamentos junto a las boleterías. Otras se animaron a brindar un seguro contra lesiones. "que se producen generalmente por la imprudencia de los usuarios", como supone el doctor Miguel Parolta. un médico asimilado a la Marina.
Pero el aluvión de portadores de recientes fracturas de tibias, manos, peroné y codos, Junto a los que lucen cinematográficos cortes en el mentón o la frente provienen —según los entendidos— de los toboganes construidos fuera de la versión pionera instalada en Carlos Paz (Córdoba) y Villa Dominico (Gran Buenos Aires).
El artefacto había sido por entonces patentado (existen dos versiones registradas en el país) por dos audaces cordobeses. Burlando ese diseño, los imitadores idearon otras formas —más pronunciadas y peligrosas— que producen al alud de lesionados.

... y sus tortas.
Jorge Maggiora, 28, médico de la Clínica de Fracturas y Ortopedia asentada en la avenida Independencia 1475 minimizó el problema: "No es para alarmarse", se convenció. Sin embargo, la demanda de los artefactos ortopédicos creció un 300 por ciento.
De todos modos, ya cundió el pánico, y las millonarias taquillas de fin de semana tienden a decrecer. Por lo menos, los responsables del boom han comenzado a precaverse: cuando alguien se accidenta, los empresarios urgen a un grupo de chiquilines, especialmente adiestrados, que con gritos de alegría y exceso de cabriolas disipen los temores de los presentes. De todas maneras, los toboganes fueron la novedad de la temporada. Hasta la vetusta confitería Jockey Club se adhirió a la moda ofertando tortas-toboganes por módicos 5 mil pesos viejos.

LA CIUDAD
EL BOOM DE LOS AUTOCINES

"En este país nadie hace punta; todos esperan que alguien se tire a la pileta para seguirlo..." La sentencia de Carlos Alberto Flores (60, viudo, tres hijos, uno de los socios gerentes de Drive-in SCA) explica sólo en parte las dos décadas que tardó la Argentina en incorporar los autocines a su red de espectáculos. Otros motivos son la magnitud de los terrenos necesarios para instalarlos —la inversión mínima en este rubro no baja en la Capital Federal de los 200 millones de pesos, además de los 100 millones requeridos por la obra civil— y la reticencia oficial ante las solicitudes de concesiones: una voluminosa carpeta de expedientes duerme desde hace más de quince años en los archivos de la comuna porteña.
Ahora, la fiebre se ha desatado. Después de las experiencias de Villa Carlos Paz, Mar del Plata y Villa Gesell, los autocines parecen llamados a proliferar por todo el país. El próximo será el que a mediados de este mes comenzará a funcionar en la Avenida General Paz entre del Tejar y de los Constituyentes. Su capacidad inicial será de ochocientos vehículos y se ha previsto un sector techado para los peatones. Cuatrocientas columnas sonoras proveerán a los espectadores de los imprescindibles parlantes, que se colgarán en la ventanilla delantera. Con el tiempo se proyecta adosarles equipos de calefacción. Como si esto fuera poco, un servicio permanente de snack-bar satisfará las ansiedades gastronómicas de la concurrencia.
Pero el verdadero motivo de orgullo para los propietarios del Autocine Buenos Aires será la enorme pantalla de 37 metros por 22, la mayor de Sudamérica. Para sostenerla y garantizar su estabilidad en las más desfavorables condiciones climáticas fue preciso levantar una enorme estructura metálica, a cargo de la firma Trolliet Construcciones - Conde y Compañía (la misma que techó, a principios de siglo, el Palais de Glace y el Círculo Militar). Sobre su superficie, construida de un aglomerado a base de resinas fenólicas —resistentes a la intemperie—, se proyectarán estrenos aptos para todo público. La razón es simple: evitar el rechazo de vehículos con niños.
"Nuestra clientela potencial —explica Flores—- es el matrimonio joven con hijos, que generalmente no tiene dónde dejarlos; dentro de un auto los bebés pueden dormir, llorar y hasta alimentarse. Aquí no va ocurrir como en otros lugares, donde los drive-in se convierten en refugio de parejas."
Otro socio-gerente —Mario Félix Radrizzani, 48, dos hijos, propietario de los autocines de Villa Carlos Paz y Mar del Plata— desborda de optimismo: "Con el parque automotor que hay en Buenos Aires tenemos el éxito asegurado; si las cosas marchan como esperamos pediremos autorización para dar funciones continuadas toda la noche, algo que en Europa sería absurdo pero aquí podría resultar".
Mientras tanto ajusta los detalles de otro ambicioso proyecto empresario: erigir para la primavera próxima un centro de esparcimiento con restaurante y pileta de natación en un terreno rectangular ubicado tras la gigantesca pantalla.

 

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