Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado

 

 

Trovadores

 

Revista Primera Plana
31 de diciembre de 1968

Saber cantar es la cosa
Sentado de espaldas al ventanal, toma mate amargo y fuma cigarrillos negros, sin filtro, mientras Bach inunda el departamento, María —una paraguaya admiradora de Palito Ortega— plancha en la cocina y Carola descuelga ropa en la terraza. En el bucólico ambiente, Leonardo Favio, 30, exuda una imagen satisfecha. No es para menos: un disco simple empinó su popularidad —y su economía— con records inéditos en el medio. Hasta hace quince días, Fuiste mía en verano, una balada "con ingredientes populares de tango y lunfardo", había sobrepasado los 300 mil ejemplares sin declinar, su tercer simple había vendido 100 mil discos en la primera semana, y el long-play, en diez días, alcanzaba los 50 mil. Conteniendo la euforia, Favio intenta una parsimoniosa —aunque no exhaustiva— memoria del suceso. "Una vez, supongo que por hambre, decidí comercializar las letras de mis canciones; un amigo del sello Music-Hall imaginó que debía cantarlas yo mismo. Al principio me asusté; después cedí."
Pero, como en Music-Hall "dilataban la cosa", Jacko Zeller, un productor de CBS Columbia, que había grabado los fondos musicales de 'El dependiente', lo tentó para su sello. Así nació en enero del 67 su aventura discográfica inicial: 'Quiero la libertad' y 'Me siento libre', dos caras que, dificultosamente, vendieron mil quinientos ejemplares. "Entonces —acota el furibundo Zeller—, la empresa no sabía qué hacer con Leonardo. Un directivo llegó a rogarme que lo sacara de encima." Pero los todavía camaradas de Favio y Zeller lograron grabar un segundo simple que, según el productor, "durmió tres meses en Columbia porque no se atrevían a editarlo". Era 'Fuiste mía, en verano'.
Después la historia se bifurca, su perfil iluminado —el éxito de Favio— se confunde, en la realidad, con oscuros entretelones que permiten tantas interpretaciones como protagonistas.

Canto y contracanto
Según Leonardo, la diversa suerte corrida por su primero y segundo disco se explica porque "Quiero la libertad era una canción más, no decía nada". Un repaso de la letra permite alumbrar otras hipótesis. 'Yo no quiero pelear / prefiero desertar / no, no quiero matar / yo quiero cantar en paz', predica el actor en una cara, para contestarse en la otra: 'Me siento libre / ¿de qué me sirve? / me estoy ahogando / en un mar de soledad'. Sin contar la fuerte brisa de "canción de protesta", es evidente que los elementos mas beat y populares, que Favio incluyó después, faltan en el primer intento.
Jacko Zeller cuenta que, después del fracaso, ambos se dedicaron a urdir un estilo para el actor. "Un día, oyéndole 'Cada piba que pasa', una milonga que Leonardo había compuesto hacía tiempo, supe que lo habíamos encontrado." Le cambiaron el título y el ritmo, y se transformó en 'Fuiste mía'. Después del boom, Zeller dejó Columbia, tentado por una oferta de Julio Korn y viajó a USA. A su vuelta, la erosionada relación con Favio —"negaba descaradamente mi activa participación en su obra, no vaciló en difamarme con la gente de Columbia"— culminó en mutuos agravios.
"No soy el primero —denuncia Zeller—, todas las empresas aprovechan el talento creador de sus productores que fabrican estilos; personalidades, que construyen paso a paso el éxito. Nadie los conoce y casi nunca perciben más qué su sueldo." Este resentimiento profesional y privado lo precipitó a Una búsqueda que alumbró, hace quince días, el primer disco de María Vaner. Con ciertas reticencias ("yo sabía que cantaba, y, además, lo hace muy bien"), Zeller no vacila en reconocer dos incentivos para la aventura: "El público sigue, paso a paso, el supuesto enfrentamiento del disuelto matrimonio", y Favio comprenderá que "no se puede utilizar a la gente". Por el momento, 'Kako-si' y 'Tu risa al viento' venden unos mil discos por día.
Decidida a soslayar toda participación en el entuerto, María Vaner, née María Luisa Aleandro, 33, explica que siempre cantó y compuso. Para demostrarlo —escandalizada al saber que Favio negó sus antecedentes en la materia— exhibe amarillentas hojas de cuaderno cubiertas de letra ingenua y apretada. "Algunas tienen más de diez años", certifica. Después, acompañándose a sí misma mientras oye su disco, reconoce "es verdad que suena muy español, pero es porque siempre canté flamenco". Enseguida, munido de guitarra, llega Zeller para "trabajar el repertorio". Una gran armonía les permite —por ahora— concederse elogios. "Será nuestra Juliette Greco", ambiciona el productor. "Jacko tiene un gran talento", desliza Vaner. Pero, por las dudas, el Pigmalión afirma haber deslindado "por escrito" su participación en las grabaciones.
Comprometidos ambos para cantar, hasta el fin de los carnavales, en clubes de la capital y el interior, Favio y Vaner afirman sentirse cómodos en el métier. Capitalizando su profesionalismo, los dos interpretan, en realidad, un papel minucioso. Leonardo viste trajes beat y María planea túnicas griegas, negras y largas, para sus presentaciones en público. Los dos frecuentan las playas y el olvido en tiernas estrofas de un estilo que los emparenta: sus rencillas privadas —en fin— sirven de real escenografía para el enfrentamiento disquero.
Entretanto, comparten un anhelo: hacer cine con las regalías, y una amenaza: tentar al resto de la familia. La semana pasada Carola, la joven segunda mujer de Favio, comenzaba su primera grabación, y Pedro Leonardo, 7, hijo del disuelto matrimonio, encantaba a su mamá con un registro casero. "Es entonadísimo", advierte la Vaner.

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Leonardo Favio
Leonardo Favio

María Vaner
María Vaner

Jacko Zeller
Jacko Zeller

 

 

 

 

 

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