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crónicas del siglo pasado

REVISTERO
DE ACÁ


Libre o laica: falso dilema
por GODOFREDO N. FUNES
Fotos: HIGINIO GONZÁLEZ y CAYETANO CALIZIA
Una universidad privada puede ser laica y muchas otras cosas más. Hay interés en enturbiar la verdadera cuestión, con planteos absurdos, mientras ni se estudia ni se avanza un solo paso hacia la solución de nuestra penuria en materia de formación universitaria.

Revista Mundo Argentino
1958




 

 

Muy lejos de plantearse en el terreno debido —el debate sereno y responsable, a cargo de personalidades moral e intelectualmente autorizadas para representar ambas tendencias—, la cuestión de la "universidad libre" está ..siendo deliberadamente falseada hasta extremos de retorcimiento que resultarían inconcebibles si no evocaran, precisamente, los últimos meses del gobierno abatido en septiembre de 1955. idéntico "clima de violencia y cerrazón mental, alentado desde diversas posiciones (alguna de ellas oficiales como el rectorado de la Universidad de Buenos Aires), impera artificialmente en la calle mediante el consabido aprovechamiento del empuje juvenil, hoy como ayer traído y llevado por cuenta ajena, mientras el bien llamado "país real", que así como trabaja, también estudia y enseña, se pregunta cuándo alcanzará la Argentina el mínimo de normalidad, orden y paz correspondiente a una comunidad organizada.

Los "liberales" y la libertad
Basta detenerse por un momento en cualquier esquina, teatro de las trompadas y puntapiés con que se "discute" hoy el tema, para advertir la fundamental perversidad de los hechos. Son chicos de trece o catorce anos, muchos de los cuales no solamente ignoran qué cosa es una universidad libre o una oficial, sino que tampoco han asimilado aún el teorema de Tales o la correcta colocación de las haches (y que, al paso que vamos, pronto no sabrán ni firmar), quienes mantienen en gran parte ese clima de tensión y agresividad. Y como no es siquiera imaginable que a tan tierna edad se odie con tal pertinacia, al punto de apedrear sedes políticas y locales escolares (primarios y secundarios), es fácil advertir quiénes los azuzan y dirigen con cobardía equivalente a la irresponsabilidad de los autores materiales.
Exceptuando a comunistas y socialistas, que por su notoria adoración del Leviatán estatal están inhibidos para invocar y mucho menos para representar a la libertad, milita en el frente adverso a la universidad privada mucha gente encuadrada en el curioso "liberalismo" argentino. Se llama "liberal" argentino al individuo orgánicamente capacitado sólo para admitir la libertad de coincidir con el. En caso de discutir con alguien en ese estado alotrópico, (hay que fijarse primero si no porta armas; luego, si no extiende las manos para acogotar al objetor. Cuando Bolívar supo del fusilamiento de Dorrego, lo deploró sinceramente. Alguien le manifestó su extrañeza: "El general Lavalle, tan liberal..." A lo que replicó aquél: "Sí; liberal... a la turca".
El "liberal" argentino se distingue de los partidarios fanáticos de dictaduras y tiranías sólo cuando está en el llano. En el poder, o por lo menos ocupando posiciones universitarias, llega a superar en intolerancia y dogmatismo a los más celebrados personajes de la infraliteratura anticlerical. Cuando se llama, por ejemplo, Risieri Frondizi, repudia la visita de un rector español, porque proviene de un país de régimen totalitario; pero acepta complacido una invitación de la Unión Soviética (donde, sin duda, alcanzan plena vigencia las ideas de Voltaire y Rousseau) ;y poco después encabeza manifestaciones estudiantiles hacia el Congreso, en cuyo trayecto se apedrea al Colegio Champagnat y a la sede del P. D.C. Un liberal argentino, por último, desprecia a un "chupacirio" —actividad casi inofensiva, en todo caso—, prefiriendo ejercer de "tragafrailes", lo cual es algo más grave, porque presupone la antropofagia.
Esa clase de liberales que hoy exalta el monopolio oficial de la enseñanza como la perfección misma, se alegró íntima y hasta públicamente cuando el gobierno depuesto persiguió a la Iglesia, llegó al incendio de templos y osó poner la mano sobre jerarquías eclesiásticas. Seguramente no creía que con eso iba a haber más libertad en el país, pero ¿qué tiene que ver con la libertad un "liberal"? Lo único que molesta de veras a un "liberal" es tropezarse con un cura, sobre todo si éste ejerce alguna forma de docencia. Chesterton ha recordado que además de la libertad de no ir a una procesión existe la de ir si a uno se le antoja. El "liberal" se opone a seguirla y a dejar que otros lo hagan. En términos de la cuestión universitaria se niega a que otros vayan a la universidad privada, aunque a él nadie lo obligue a aprender ni a enseñar en ella.
Detrás del chiquilín recalentado con cuatro frases demagógicas está el "liberal" con un fragmento de sotana incrustado en la vesícula. Detrás de éste, un pequeño grupo que podrá no portar mandiles, malletes, compases y escuadras —utilería en desuso—, pero, en cambio, celebra tal estado de cosas como sus iguales de fines del siglo pasado festejaron la expulsión del Papa de Roma. Lo más lamentable de todo esto es la estúpida disciplina con que unos y otros siguen las directivas de esos terceros.

Dilema falso e interesado
"Libre" o "laica": falso y tonto dilema. Una universidad privada puede ser laica (y ojalá las haya en gran cantidad). Pero lo peor no es precisamente eso, sino el cinismo con que se ha dicho recientemente: "Me parece bien que haya universidades privadas. Pero no deben otorgar títulos". Claro: se trataría de meros "incorporados". Al fin de cada año los alumnos de las universidades privadas rendirían exámenes en las oficiales, donde los inexorables ""liberales" los "reventarían" sistemáticamente, como ocurre a veces con colegios secundarios.
Nuestro país necesita contar con muchas y buenas universidades. Tal vez no haya tenido jamás los centros que se merece. Hubo y hay grandes universitarios, egresados de universidades de tercera o cuarta categoría. Desde todo punto de vista, la Argentina requiere un activo y denso movimiento de docencia superior. Casi diríamos que debe obtenerlo a cualquier precio. (Y si los industriales del país no se deciden de una vez por todas a dar algunos de sus millones para tal fin, ni tendremos del todo industria, ni universidad, ni, acaso, país.)
Para contar alguna vez con algo parecido a una buena universidad hay que estudiar el problema sin gritos ni cachiporrazos, y una vez analizado, legislar para siempre. Esto último significa asegurar las condiciones favorables al desarrollo de la actividad universitaria. El monopolio oficial no contribuye, precisamente, a mejorarla ni a extenderla siquiera.
Queda un recurso del que apenas si se ha hablado en estos días: que fueran las respectivas academias las encargadas de legitimar o rechazar los diplomas de egresados de las universidades libres. De todas maneras, cualquiera que no sea un fósil novecentista tiene que advertir que si bien Gran Bretaña, Alemania, Estados Unidos e Italia no han recibido los fabulosos e inefables beneficios de la "Reforma Universitaria" argentina de 1917, parecen contar con universidades bastante aceptables y respetadas... ¿O no es así?