ALTERNATIVAS PARA UNA REVOLUCION
Por HORACIO O. DOMINGORENA
Si analizamos el peronismo —explica el autor de esta nota— llegaremos a la conclusión que nunca aspiró al poder a través de la revolución, sino que prefirió llegar por el camino de las urnas. Seguramente, de haber ensayado la primera alternativa, como muchos pregonaban, es posible que hubiese sellado su suerte dentro del mayor fracaso.
Revolución

QUE la Argentina está en crisis un secreto a voces. No se precisa seguir a los economistas en sus prolijas investigaciones para admitir lo que es una verdad inconclusa. Pareciera además que el diagnóstico pese a su gravedad ha terminado por familiarizarnos con el mal. Una creciente dosis de resignación nos lleva todos los días a explicar la enfermedad y a señalar con certeza los estragos que en forma creciente hará en el agónico organismo del País.
La inmensa mayoría es consciente de que hay que intervenir de urgencia si se quiere revertir el proceso. Que ello es factible, no se duda, porque las reservas de la Nación permiten ser optimista. Por otra parte va nadie se atreve a sostener que las actuales estructuras alentarán la evolución favorable. Sólo una minoría ensaya temerosas dosis homeopáticas. El interrogante por tanto se plantea en términos inexorables: ¿Por cuál camino salir?
Admitida la gravedad de la crisis y desechada la tendencia conservadora, quedan en pie dos respuestas: O se va derechamente a la revolución y por tal entendemos la toma del poder por las armas, apelando a la violencia, o bien se va a contenidos revolucionarios de cambios por caminos legales.
La palabra revolución seguramente es una de las más empleadas en el argot político. Cuando se quiere enfatizar una posición de avanzada se la califica de revolucionaria. Pero cuando se profundiza el concepto, las más de las veces se cae en cuenta que se está en presencia de una pirotecnia oratoria. Es más redituable usar el detonante aunque la explosión se asemeje al fuego de artificio.
Revolución en términos militares tanto como en el plano político, consiste en la neutralización del subsistema de coerción anterior que rescaldaba el "statu quo" y sus autoridades mediante los nuevos subsistemas coercitivos que apoyan la revolución con la consiguiente expulsión por la fuerza de las autoridades y el traspaso del poder y la autoridad a manos de los nuevos dirigentes.
La historia contemporánea de esta Argentina conflictiva nos dice que el País ha preferido encarar sus problemas por medios pacíficos. Los hechos de armas en las últimas décadas comenzaron por ser negadores de la integración política y terminaron por ser sostenedores del privilegio en lo interno y de la dependencia en lo externo.
Se sostendrá que la revolución prometida es de distinto género y que las armas serán empuñadas por el Pueblo. Pues bien, la conquista del poder por medio de la revolución, tal como se dio en Cuba, permite afirmar que en un futuro cercano predecible ni contando con organizaciones heroicamente dispuestas al sacrificio, ello sería factible.
Marx subrayó que la revolución es el resultado de la acción y la decisión humana pero sólo puede llevarse a cabo con éxito cuando las condiciones internas de un sistema hacen imposible el mantenimiento de su régimen social.
Por cierto que no es esta la situación del país. Acá la movilidad social está reclamando un mayor participacionismo en los centros de decisión y la mentalidad transformadora de las organizaciones gremiales y empresarias especialmente, posibilitan las reformas profundas reclamadas. Asimismo las fuerzas políticas aceptan en su mayoría dirimir sus diferencias a través del comido.

Yrigoyen y Perón
Todo ello nos está demostrando que no está agotada la instancia reformista aunque sí está trabada por la estratificación de sus estructuras. Si analizamos al peronismo, llegaremos a la conclusión que nunca fue un movimiento que aspiró al poder a través de la revolución. Fue gobierno por el comicio y durante dieciocho años no abandonó la idea de volver a tomar el poder por el camino de la urna. Seguramente de haber ensayado la otra alternativa o sea el camino de la revolución hubiese sellado su suerte dentro del mayor fracaso.
Perón se propuso y lo logró llegar al poder por el consenso del pueblo y no por la decisión de un hecho de armas. Pudo ser el jefe de la insurrección pero prefirió ser el conductor del proceso.
Recientemente desoyendo tentadoras propuestas de propios y extraños para asumir el gobierno directamente, sin comicios, arriesga y elije el camino de la urna. Se muestra así tan empecinado como Yrigoyen en la defensa de la legitimidad del poder. Hoy su partido se muestra empeñado en abrir nuevos cauces legales en procura de plasmar la unción nacional. La instancia muestra nuevamente al peronismo luchando por afianzar el proceso reformador que siempre inspiró su filosofía política.
De los dos caminos dicotómicos a recorrer para salir de la crisis, no hay ninguna duda que el peronismo prefiere invariablemente la alternativa de los cambios con contenidos revolucionarios, por canales legales.
Por cierto que no hay tres caminos. El tercero convertido en atajo es insinuado por los grupos tradicionalistas o los reformadores tibios y ambos ya son piezas de museos.
REDACCION
09/1973

 

Ir Arriba