El antiperonismo recalcitrante frente al Gran Acuerdo
La democracia es el gobierno de los democráticos ¿o no?

Las negociaciones con el peronismo -nudo principal del Gran Acuerdo Nacional- dejan completamente absortos a sus más acérrimos adversarios: los "gorilas". No sólo ven reaparecer un viejo fantasma; además se sienten traicionados por algunos de sus amigos de antaño. Qué piensan sobre el presente y el futuro del país.
Gorilas

Abominan de una fecha —el 17 de octubre de 1945— y se enorgullecen de otra, el 16 de setiembre de 1955. Invirtieron sus esfuerzos más épicos en convertirla en un hito histórico y, sin embargo, hoy el Ave Fénix es, para ellos, una irritante realidad. El Ave Fénix —esa pesadilla— se llama peronismo-lanussismo.
"¡Nos han traicionado!", clamó el general jubilado Federico Toranzo Montero. "Avergüenza decirlo, pero hemos sido traicionados. No más la virtud, ni la justicia, ni la austeridad. Se pacta con él y un embajador de la República sirve de emisario."
No era, obviamente, su propio, intransferible pensamiento el que se destilaba detrás de esas palabras. Desde que la metódica instrumentación del Gran Acuerdo Nacional comenzara a producir sucesivas conversaciones entre el peronismo y sectores oficiales, los más rigurosos e intransigentes libertadores comenzaron a hallar razones para inquietarse: Lanusse —alguien a quien varias veces dieron por incondicional de su bando— les dio la espalda, olvidó los nobles ideales henchidos de civismo, pactó —dicen— con el diablo.
Así, para ellos, cada vez parecen menos y menos confiables los viejos baluartes. Democráticos, según ellos mismos. Gorilas, de acuerdo a la jerga inaugurada por sus enemigos, lo cierto es que, de pronto, este país de hoy no se parece al de los "tiempos de la República", que imaginaron resucitada el 16 de septiembre de 1955. "No somos culpables de trece años de frustraciones —atizó Toranzo Montero—; advertimos que este quehacer político y no hacer económico, ambos suicidas y sin rumbo, nos llevan a una lucha estéril, a un enfrentamiento sangriento que puede significar una nueva tiranía o, en todo caso, la pérdida de vidas inocentes."
Para propagar esa imagen, para oponerle los barrocos idearios de esa democracia, cuyos fuegos no cesan de alimentar, variadas instituciones —que van desde la Comisión de Afirmación de la Revolución Libertadora hasta el Club de la Libertad, pasando por la llamada Voces de la Historia de los Hombres Libres, o la Concentración Cívica, o la Agrupación Democrática Argentina entre las más notorias— cumplen con la misión de insuflar nuevos aires a la intermitente cruzada.
Sin embargo, así como el peronismo ha cobrado notorios matices desde 1955, también los democráticos aparecen menos monolíticos. Si Aramburu y Rojas comandaron a dúo las gestas más gloriosas, sólo uno de ellos continuó incentivando su fervor en los años siguientes: fueron los seguidores incondicionales del almirante Isaac Rojas los que engrosarían la línea dura en la vigilancia de la democracia contra los intentos retornistas del "tirano prófugo"; el aramburismo, en cambio, constituyó el primer intento gran-acuerdista, hasta que su líder fue asesinado por la extrema derecha.
Hoy, como entre piezas de ajedrez, Rojas es el rey que aguarda, rodeado por señoras indignadas y caballeros celosos. Por ello resulta difícil llegar a él para conocer sus opiniones; sus seguidores lo protegen para etapas que no descartan: con paciencia, esperan que el proyecto integrador de Lanusse
despierte la Ira de las Fuerzas Armadas. Un sueño: aun cuando ello ocurra alguna vez, es evidente que la ortodoxia gorila carece de apoyos reales en el campo militar. Es lo que siempre les pasa a los que no sólo no quieren cambiar, sino que tampoco aceptan cambiar algo.

EL FANTASMA OUE NO CESA
"Desde 1958, los gobiernos se han empeñado en negociar con el peronismo alentados por un falso concepto de lo popular." Para el almirante (RE) Jorge E. Palma, vicepresidente de la Comisión de Afirmación de la Revolución Libertadora, esa constante explica buena parte de la actual crisis argentina: "No podríamos estar peor, pese a que el gobierno insista en lograrlo". Palma es un convencido de que la tarea de captación del peronismo acarrea, en términos históricos, una ganancia relativa. "En realidad, la clase media es la más popular y progresista que exista en el país; en ella se nuclea la gente democrática, con ansias de trabajar y progresar; sin embargo, en lugar de apoyarse en ellas, los gobiernos las han olvidado; nunca se ha hecho nada por las clases medias."
La captación del peronismo es algo que los liberales ultramontanos no parecen dispuestos a perdonar: "Si hoy se nota un resurgimiento, se debe fundamentalmente a la incapacidad de los no peronistas y de los militares que estuvieron en el poder o cercanos a él —coincide el humorista Aldo Cammarota, que fuera candidato a diputado por el Partido Cívico Independiente—; todos ellos se dedicaron siempre a una obsecuente tarea de acercamiento". La severidad de Cammarota ametralla incluso a los mismos orígenes de la Revolución Libertadora: "Ya la frase Ni vencedores ni vencidos es una primera muestra de esa obsecuencia; lo que habría que haber dicho era: SI, señores, aquí hay un vencido; el vencido es el peronismo y ahora sáquenselo de la cabeza: el peronismo no volverá más al poder, así que déjense de pensar en eso y vamos a construir algo nuevo y en serio. Pero no se hizo, y hoy vemos este resurgimiento en lo político y en lo económico que no es sino la prueba del fracaso de una política".
Semejante política tiene para Teresa Zuccarello —presidenta del Movimiento de Damas Propietarias de Inmuebles— un único e inconfundible motor: la ambición. "El peronismo hubiera sucumbido definitivamente desde 1955 en adelante si se hubiera puesto efectivamente en vigencia la Constitución, pero la ambición llevó siempre a buscar alianzas con ellos. En este país se menciona mucho la frasecita Yo quiero a mi Argentina, ¿y usted?, pero no se demuestra en hechos ese amor." Para la Zuccarello, las formas concretas del amor no exigen demasiadas sofisticaciones: "Aquí lo que hace falta para terminar con hechos como esta reaparición del peronismo es orden, disciplina y combatir la apatía. Yo colaboré durante mucho tiempo con los conservadores porque el país se hizo con los conservadores. Pero hoy estaría dispuesta a trabajar con quienes traten de terminar con estas experimentaciones con el peronismo; no se puede experimentar con incultos, sucios y vagos".
Tanta severidad no parece, sin embargo, teñir las actitudes de todos los campeones del antiperonismo. Cosme Beccar Varela (h.), máximo cruzado de Tradición, Familia y Propiedad, es, incluso, capaz de adoptar cierta displicencia: "El resurgimiento del peronismo es un fenómeno que se manifiesta más que nada en la propaganda y en el lenguaje de la política oficial, pero no corresponde a una actividad real. El peronismo es una fuerza menor de lo que se cree; no aparecen pruebas concretas de que represente realmente a una mayoría, como se dice". Para reforzar su idea, Beccar Varela subraya, no sin regocijo, que tres fechas claves para el peronismo —el acto de la CGT en el Luna Park, la entrega de los restos de Eva Perón y el 17 de octubre— trascurrieron en calma, "sin congregar demasiada gente ni trasformarse en actos masivos".
Decidido a tomar la ofensiva, el líder de los bermejos abanderados de TFP no para ahí: "Por otra parte, cuando nosotros salimos a la calle a distribuir y vender nuestros manifiestos, voceamos un slogan que dice: La fuerza del peronismo es un bluff. Nunca nadie reaccionó en contra nuestra por ello. Apenas si una vez se nos cruzaron tres dirigentes gremiales de YPF y nos dijeron: Pero, che, por favor, no digan eso". Beccar Varela encuentra todavía nuevos motivos de satisfacción: "Nuestra prédica la hacemos incluso en barrios populares". Eso porque tanto los sapos —que son "los empresarios, estancieros, comerciantes y profesionales de las clases altas que demuestran simpatías por el socialismo"— como "la Iglesia nueva" —los curas tercermundistas— se muestran opositores —dice— a los principios laboriosamente difundidos por TFP. "Nuestros enemigos están en el Barrio Norte y en la Iglesia", señala. Curiosamente, hubo una época en que los propios peronistas manejaban esa consigna.

EL CABALLO DE TROYA
La larga marcha del peronismo no es, para sus adversarios irreconciliables, un hecho puramente autónomo. "Hoy el peronismo es utilizado tanto por el extremismo de izquierda como por el de derecha", argumenta el almirante Palma. Una hipótesis que Luis Ángel Dragani —secretario general del Movimiento Nacional Juventudes Argentinas (MNJA)— se encarga de precisar aún más: "Si bien el peronismo entra dentro de lo que nosotros consideramos movimientos nacionalistas indoamericanos, hay dentro de él una serie de grupos que, aunque se autotitulen peronistas, no son sino izquierdistas, maoístas, trotskistas, y lo que intentan es socavar al peronismo y, a través de éste, al país".
Cobijado en una amplia y antigua oficina, cuyos muros están decorados por heterodoxos posters impresos por MNJA (por ejemplo una historieta antiguerrillera, o una acusación a los sacerdotes que predican el "evangelio de Marx", afiches ambos que matizaron prolíficamente las paredes porteñas), Dragani avanza más en su denuncia: "El ERP, por ejemplo, levantó en ocasiones las banderas del peronismo y los propios Montoneros comenzaron levantándolas para desvirtuarlas luego. Ahora bien, como se sabe, el ERP está en la Cuarta Internacional y al infiltrarse en el peronismo lo que pretende es capitalizarlo para ella. Pero el peronismo está contra la Internacional y es tarea de sus dirigentes erradicar al comunismo de sus filas".
Gigante —como todo Caballo de Troya que se precie—, el peronismo ofrece, según advierten los democráticos, más de una posibilidad de utilización. Así, Beccar Varela no cesa de advertir sobre las maquinaciones de los sapos: "Creen que colaborando con la revolución comunista ésta los perdonará y podrán conservar parte de su poder. Y el peronismo es en nuestro país el primer paso hacia la revolución comunista". De cualquier manera, para TFP, no todo el peronismo significa semejante puente; sólo Perón y los "dirigentes de primera línea" parecen empeñados en desatar el socialismo sobre la Argentina. El resto son los obreros, "quienes al igual que la clase media son católicos y anticomunistas y guardan un hondo sentido de la propiedad, la familia y la tradición; ellos siguieron a Perón porque éste tomó en su primera época algunas medidas de justicia social, pero cuando quemó las iglesias o incitó a la lucha de clases se apartaron de él. Si algunos retornaron luego fueron atraídos por sofismas; por eso es preciso una intensa campaña de esclarecimiento de la opinión pública".
No obstante, no sólo las maquiavélicas estrategias tejidas desde las catacumbas del comunismo parecen dispuestas, de acuerdo a estas hipótesis, a enlazar al peronismo. "Los jerarcas de la revolución de 1966 y el propio presidente Lanusse han dicho que a los peronistas se los impulsa en las organizaciones obreras porque son argentinos y porque son una avanzada contra el comunismo, lo cual no es cierto". El doctor Oscar Vicchi --dirigente de Nueva Fuerza, una reorganización del conservadorismo—, es un convencido de que los intentos oficiales por instrumentar al peronismo se convierten finalmente en boomerangs. "Este gobierno, al convocar a elecciones, sigue un camino demagógico. Las mayorías pueden gobernar, sí, pero en un régimen democrático y respetando el derecho de las minorías; además, esas mayorías no deben ser peronistas."

BORRAR Y EMPEZAR DE NUEVO
Que el flanco sindical es el que ha permitido los más sustanciosos avances del peronismo y que ha garantizado en buena medida su supervivencia es algo que los antiperonistas no se abstienen en ningún momento de remarcar.
"Parece increíble, pero la CGT es la única institución jurídica y económicamente organizada desde el poder —asegura Palma—; cada vez recibe más dinero." Resumida en una frase, la idea parece ser la que enarbola Teresa Zuccarello: "No es posible que un día, porque a ellos se les ocurre, Rucci paralice la Nación".
La coincidencia en este campo es monolítica: "El peronismo tiene un gran handicap que es la CGT actuando como colateral del partido", aporta Cammarota. A los cuestionamientos directos a la CGT o la modalidad del sindicalismo argentino, Dragani opone soluciones menos drásticas que un brusco y radical cambio de las estructuras sindicales: "No estamos en el 55; el peronismo tendrá que avanzar y, en un proceso de decantación, la izquierda se va a tener que ir de su seno y no la reemplazarán con cuadros del Che. Su misma proscripción tiene que haberle hecho comprender sus errores, que corregirá en todos los planos, incluso en el sindical".
Lo cierto es que la presencia del peronismo en el terreno sindical no resulta un elemento nuevo: de una u otra manera, en los tres lustros pasados esa existencia se manifestó permanentemente. Si hoy cobra un calor especial, como tantos otros aspectos de este fenómeno de la política argentina, es bajo el influjo de un elemento reciente: la fijación de una fecha para las elecciones presidenciales. Ello bastó para acentuar y corporizar los contornos del fantasma: para los libertadores no existe posibilidad alguna de que el Gran Acuerdo licué —como es intención del gobierno— las aristas revulsivas del peronismo.
Según Palma, "el planteo político de hoy es de comité: todo se hace para instalar un gobierno con el mayor respaldo posible, cualquiera sea su programa y su plataforma. Si el peronismo llega al poder habrá revancha; pensar otra cosa es estupidez. En cambio, si se aplicara la Constitución, la Argentina podría recuperarse del estado de decadencia en que, como todo el mundo occidental, está cayendo, y el peronismo podría adecuarse dentro de cualquier partido o movimiento o incluso participar como Partido Justicialista; aunque en ese caso, al ajustarse a la Constitución, ya no serían peronistas. Lo contrario es propugnar el revanchismo y la próxima frustración nacional". Lo que el almirante no advierte es que, precisamente, Lanusse ha logrado lo que él propugna: encuadrar el peronismo dentro de las; reglas de juego dictadas por el gobierno.
Cammarota, en cambio, no se atreve a asegurar una victoria peronista, aunque no la descarta. "Hay 3 millones de jóvenes recientemente empadronados que no conocen la historia previa sino por la propaganda; es difícil decir por quién votarán. Lo que hay que hacer es poner en vigencia la Constitución para que, gane quien gane, impere la democracia y la libertad. Porque durante la época del peronismo había libertad sólo el día de las elecciones, pero al día siguiente desaparecía. Una cosa Imperdonable es que el peronismo fue dictadura sin necesidad, y eso es lo que hay que evitar que se repita."
La dictadura hipotética cobra, descrita por Beccar Varela, formas demoníacas: "Si triunfa el peronismo iremos hacia el socialismo, como ocurre en Chile; es preciso no olvidar que el enfrentamiento entre peronismo y comunismo es sólo superficial, porque en el fondo ambos atentan contra la tradición, la familia y la propiedad. Si Perón no realizó el socialismo cuando estuvo en el poder fue porque el comunismo siempre fue minoría y él, como socialista, se hubiera convertido simplemente en un Américo Ghioldi. Pero hoy cuenta con el apoyo de los sapos y se debe tener en cuenta ello al esclarecer a la opinión pública".
Para Oscar Vicchi, en cambio, las hipótesis cuentan menos que una certeza: "Con la CGT organizada como está, con los sindicatos en manos de peronistas, con los millones que emplean en finalidades políticas, ganarán holgadamente las elecciones. Es probable que, como remedo del Gran Acuerdo Nacional, en el primer período presidencial haya algunos vestigios democráticos; pero en el segundo, si el Gran Acuerdo deja de funcionar, y la mayoría se independiza del poder militar, esos vestigios desaparecerán. Por eso pienso que si ganan y las Fuerzas Armadas no actúan como freno retornaremos a 1955: se volverá a clausurar a La Prensa, habrá leyes de emergencia, crecerá el estatismo y se creará un nuevo IAPI. Ya hay manifestaciones en ese sentido".
Tanto las elecciones como los otros elementos de acuerdo en los cuales el gobierno habría "sucumbido" al peronismo —entre ellos la devolución del cadáver de Eva Perón— son para Teresa Zuccarello "un biógrafo espantoso que no llevan al desarrollo que el país necesita". Ella advierte que, como van las cosas, "desgraciadamente el peronismo llegará al poder". Una perspectiva que la atemoriza, porque "tanto Perón como Paladino ya han dicho que la violencia no es ni buena ni mala y que sólo depende del momento, lo cual quiere decir que están con la violencia". Y ante eso se hace una pregunta cuya respuesta tiene varios cazadores a la zaga: "Entonces: ¿qué nos espera a los contreras?".

Recuadros
- Aldo Cammarota -
"NINGUNA LIBERTAD PARA LOS BARBAROS"
Se lo conoce por su labor de humorista y por una frase —"No se vayan que ahora viene lo mejor"— popularizada a través de Telecómicos, su programa de televisión. Sin embargo, Aldo Cammarota tiene una militancia política nada reciente, que se remonta a su juventud cordobesa, cuando revistaba en el nacionalismo. Candidato a diputado -por el partido Cívico Independiente —que creara Álvaro Alsogaray—, en los últimos días las cinco carillas mimeografiadas que incluyen sus pensamientos filosófico-políticos se han convertido en insólito best-seller de los sectores liberales, según pudo comprobar SIETE DIAS durante su investigación. Los que siguen son algunos de esos pensamientos:
• Pienso que el destino del país necesita mucha luz y no podremos resolverlo ahora en un cuarto oscuro.
• Pongamos la Argentina en manos privadas y en poco tiempo estaremos abriendo sucursales en el mundo.
• El sistema capitalista ha hecho más en lo que va del siglo por el progreso del ser humano que lo que se hizo desde la prehistoria.
• En los países comunistas no hay manifestaciones violentas porque allí están todos ocupados en barajar sus tarjetas de racionamiento.
• No sé qué alegrará más al país: que se anuncie la fecha de las elecciones o que se nombre ministro de Economía a un almacenero que sabe que quien gasta más de lo que gana se funde.
• No hay derecho a la barbarie; entonces... ninguna libertad a los enemigos de ella.
• Lo único que se necesita para que triunfe el mal es que los buenos no hagan nada.
• El error que se viene cometiendo en la Argentina desde 1955 es seguir a las mayorías. Para convertirse en guía de un pueblo hay que levantar la antorcha y volverle las espaldas.
Según sus críticos, entre estos pensamientos y los libretos cómicos de Cammarota la diferencia no es notable. El parece admitirlo: "Puede ser que algunos de mis planteos resulten ingenuos —dice—, pero creo que ha llegado la hora de los ingenuos honestos".

- Carlos Sánchez Sañudo -
"QUIEREN ENMENDARLE LA PLANA A DIOS"
Secretario de Concentración Cívica, pionero de la Revolución Libertadora, colaborador habitual de La Nación, el almirante retirado Carlos Sánchez Sañudo es uno de los más consecuentes militantes de la línea dura del antiperonismo. SIETE DIAS conversó con él acerca de las negociaciones entre el gobierno y el Justicialismo.
—¿Qué diferencias observa entre el peronismo tal cual aparece hoy y el de 1955?
—El peronismo es hoy una cruza entre la extrema izquierda y la extrema derecha, y los que lo dirigen son un peligro porque la doctrina actual supera en totalitarismo a la que regía hasta 1955. Ahora hablan de violencia y de terrorismo; como ya lo dijo Lenin, son los métodos que hay que usar para destruir sociedades como la nuestra. Chou En Lai acaba de decir hace pocas semanas que para el comunismo el gobierno es sólo un medio de tomar el poder, que es exactamente lo mismo de lo que habla el justicialismo. Por lo tanto, no es barrera sino puente hacia el comunismo.
—Sin embargo, usted debe recordar que el comunismo argentino fue, durante el gobierno peronista, uno de sus más enconados opositores.
—Eso es superficial. El esquema económico peronista no hace más que cumplir con las directivas que Marx y Engels establecieron en el Manifiesto Comunista, y eso puede verse en el programa de La Hora del Pueblo. Lo grotesco es que hoy se intente imponer como programa económico permanente lo que Marx y Engels consideraban ineficaz e indefendible.
—¿Cómo?
—Quiero decir que ellos sabían que sus postulaciones eran una burrada, pero lo veían necesario para revolucionar el orden social de la democracia. Y eso no sólo es lo que propugna La Hora del Pueblo sino que está en vigor con este gobierno, con los resultados conocidos.
—¿Diría, entonces, que el gobierno es comunista?
—Es dirigiste. Y coquetea con el peronismo, que, como ya dije, es un paso hacia el comunismo.
—¿Qué solución ve ante ello?
—Debemos volver a la Constitución y deben aparecer partidos ajustados a ella y a su espíritu. El juego limpio a que se ha convocado debe comenzar garantizando una auténtica democratización del proceso. Pero lo que hace el gobierno conduce a lo contrario: al intentar llegar a una democracia eficaz y estable por medio de La Hora del Pueblo y del peronismo, lo que hace es apretar el acelerador y el freno al mismo tiempo, y en esas condiciones ya se sabe que los automóviles terminan por volcar.
—¿Y qué pasa si el peronismo de todos modos gana las elecciones e impone su programa?
—Vea, vamos a hablar claro: Dios nos hizo a todos desiguales, diferentes, distintos, y cada uno debe desarrollarse dé acuerdo a su capacidad. La igualdad que pretenden tanto el peronismo como el comunismo son un pecado de soberbia, porque pretenden enmendarle la plana al Señor.
—¿Entonces, usted no recuerda ningún aspecto positivo en el gobierno peronista?
—El único fue que alivió el tránsito en el Banco Central: cuando llegó al poder, las barras de oro almacenadas allí no dejaban caminar; cuando se fue, no quedaba ninguna.

Revista Siete Días Ilustrados
08/11/1971

Gorilas

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