Su estudio no guarda
la apariencia que tienen los atelieres. Por el
contario, más bien semeja el de un abogado o el de
un escritor. Sin embargo, en ese hábitat, Axel
Amuchástegui (45, dos hijas) concibe los más
cotizados cuadros y láminas del animal mundo
animal que son reproducidos en libros.
"Esto no es un clásico
atelier atestado de elementos para pintar o
dibujar —apunta sonriente—; aquí sólo me
encuentran a mí". Esta aparente soledad, no
obstante, se encuentra rodeada de una imponente
biblioteca que encierra en sus volúmenes la vida
de las más insólitas especies del reino animal.
"Creo que desde
siempre, es decir de muy niño, sentí una profunda
atracción por la naturaleza —explica—. Empecé
pintando paisajes muy malos, y luego me enamoré de
los pájaros, las aves de rapiña, patos, leopardos
y otras especies". Nacido en Córdoba, Amuchástegui
terminó sus estudios de electromecánica y decidió
emigrar a Buenos Aires. Aquí, la suerte le deparó
un destino singular: abandonó la electromecánica y
munido de un lápiz y pinceles decidió hacerle
conocer al mundo el arte que bullía en su
interior.
No necesitó andar
mucho. En una de sus primeras —y desconocidas—
muestras realizadas en una galería porteña, le
propusieron exponer durante un año en la Galería
Kennedy de Nueva York. "Mi mayor éxito se produjo
a partir de esa exposición", acota. Sus trabajos
son desde entonces adquiridos por los más
importantes coleccionistas. "Actualmente tengo un
acuerdo con la Tryon Gallery de Londres —amplía
AA—: ellos compran mis láminas, las exponen,
realizan la venta y luego las imprimen en un
libro. Ahora preparo el tercer tomo de una serie
titulada: Birds and animals of South Afrika
(Pájaros y mamíferos de Sudáfrica).
Volcado de lleno al
dibujo naturalista, confiesa ser un autodidacta en
el más amplio sentido del término. Se considera
también admirador de Ingres "por su técnica, su
maestría en el manejo del pincel, la composición,
la riqueza de matices y, sobre todo, su sutileza".
Exageradamente sensible a los detalles, asegura
que para conocer mejor a sus criaturas pasa todos
los meses del año estudiando hasta los aspectos
más íntimos. Viajero incansable, suele llegar
hasta el escenario mismo donde habitan las
especies que luego dibujará impecablemente.
Pero el mundo de Axel
Amuchástegui es tan vasto y rico como
indescriptible. Se confiesa amante de la buena
música, "sobre todo la que escucho en la vieja
pianola que tengo junto a mi escritorio". Otro de
sus hobbies es coleccionar antigüedades: armas
(que ya ha vendido), bronces y porcelanas chinas.
Su residencia —una elegante casona en el porteño
barrio de Belgrano— guarda también el encanto
sugestivo que imprime a sus obras. En ese lugar,
también, parecen sintetizarse la belleza y la
inspiración.
Revista Siete Días
Ilustrados
18/03/1974
|