LA CLAUSURA DE "PRIMERA PLANA"
Por RAMIRO DE CASASBELLAS
El ex director ejecutivo de la primera revista argentina de noticias cuenta cómo se efectuó el cierre, qué derivaciones tuvo el proceso judicial y cuánto se peleó por la supervivencia. El recuerdo no elude la autocrítica ni las desventuras personales, e incluye hasta un reclamo de salarios postergados.
Cierre de la revista Primera Plana

VEA, da gusto tratar con gente como usted, que entiende el problema. A fin de cuentas, nosotros cumplimos órdenes.
Les había dado café, al subcomisario y los dos oficiales. Cigarrillos, también, y hasta fuego. Uno de ellos escribió a máquina el acta, cuyo estilo —gajes del oficio— intenté corregir. Era un martes a la tarde, pasadas las ocho, y los tres hombres vinieron a mi oficina invocando un Decreto del que sólo conocían el número y que, desde luego, no llevaban encima.
Máxima autoridad presente, me di por enterado que el Gobierno requisaba la edición 345 de Primera Plana y había decidido clausurar la revista. En aquellos tiempos —andábamos por el segundo, el "social"—, el Gobierno no mantenía buenas relaciones con nadie, ni siquiera con el idioma. Entre el "re-dimensionamiento" de las empresas y la "compatibilización" de los factores sindicales —sobre todo, los "participacionistas"—, le quedaba lugar para "clausurar" letras de molde.
Acompañé al subcomisario y los dos oficiales hasta la puerta del edificio: había fotógrafos, cámaras de televisión. Me sentí importante: los colegas se acercaron a pedirme declaraciones. Sólo pude decirles que había un Decreto, un acta policial de la que no me dejaron copia, y una "clausura" en virtud del Estado de Sitio declarado un par de meses antes.
"La ofensiva de Lanusse", rezaba la tapa de la edición vetada. El artículo central daba algunos pormenores del frustrado "alzamiento Labanca" y las sanciones que el Comandante del Ejército estaba adoptando contra los conspiradores. También incluimos una entrevista con el entonces Presidente, de cuyo nombre no quiero acordarme, quien se congelaba con su esposa en el Sur.
La entrevista terminaba con esta frase, palabras más, palabras menos: "Si el general Lanusse quiere hacerme un planteo, que espere hasta el lunes". No fue el lunes 5 de agosto, es verdad, y aun Lanusse evitó el planteo en busca de la destitución lisa y llana: pero echó al Presidente un lunes, diez meses después. Tal vez Lanusse leyó aquella entrevista...
Nunca supimos por qué la autocracia cerró Primera Plana. Según el Ministro del Interior, por difundir informaciones erróneas, que estimulaban el caos. Cuando el Juez pidió explicaciones, no se le dieron. La Cámara tampoco las obtuvo, y la Corte Suprema siguió en la misma ignorancia. El Juez absolvió a Primera Plana, la Cámara dio marcha atrás y la Corte —ese augusto tribunal que desde setiembre de 1930 se afana por respetar los derechos del ciudadano— la apoyó.
A la semana siguiente sacamos el primero y único número de Ojo: el Gobierno decidió taparlo. Más tarde, dividimos los esfuerzos entre Señoras y Señores (artes, espectáculos, vida cotidiana) y Periscopio, sábana insoportable con notas generales. Después, reunimos a los dos hijos con el mismo formato que la viuda y con el título Periscopio (¡qué obsesión visual!).
Nuestros abogados y directivos superiores hicieron una campaña heroica por "la libertad de prensa" y hasta llegaron a la SIP, en Washington, enfrentándose allí con un ex capitán de la Marina, que hace poco aspiró a la Presidencia. Era una campaña vana, porque ¿cómo exigir esa libertad a un Gobierno ilegal, e ilegítimo, que había empezado por suprimir la autodeterminación?
Hoy se ve claro que el cierre de Primera Plana fue un hecho injusto, pero también premonitorio y hasta necesario, quizás. Premonitorio, porque anunciaba el fin de las "revistas de noticias", que habían parado en una suerte de caricatura de sí mismas, aun la nuestra. Necesario, porque estaba indicando la necesidad de que esos semanarios bonitos y de reverberante (¿o coruscante?) lenguaje, tomaran una posición política, lo cual no implicaba, desde luego, adherir a una de esas tribus oligárquicas que se llaman partidos.
No fue grato para mí el cerrojazo. Estaba en Primera Plana desde los comienzos (noviembre de 1962) y, gracias a un equipo formidable, pudimos lanzar ediciones realmente medulosas, renovando un periodismo anquilosado y hasta los hábitos de lectura y publicidad.
Abundaron los errores: no defendimos el Gobierno Illia —acaso el mejor del último cuarto de siglo—, no censuramos el Plan Krieger Vasena, no detuvimos la mistificación de la Nueva Novela Latinoamericana. Sin embargo, creo que el saldo fue beneficioso, porque rehuimos el sectarismo, aceptamos la pluralidad y describimos la historia con pasión pero también con honradez, al menos, la honradez de cada uno: en Primera Plana no imperaba la censura previa.
Doy fe, además, de que nunca vivimos de prebendas oficiales o subsidios aportados por grupos de intereses. Nunca ocultamos que la nuestra era una "revista comercial", esto es, que obtenía sus entradas de la venta de ejemplares y espacios de publicidad.
Así que, naturalmente, aquella clausura me invadió de tristeza y de ira. No olvidaré la lucha por la supervivencia, con sueldos atrasados en una Empresa que había obtenido ganancias nunca vista en la industria periodística, con el Gobierno atravesado en el Periscopio. En junio de 1970, caído el Presidente, auspiciamos salir a la calle con el viejo título: el Gobierno interino iba a respetar "la libertad de prensa", sin castigarnos.
Pero los directivos superiores no se animaron —¡como si tuviesen tanto que perder!—. Continuaron pregonando la bancarrota y a la espera del perdón, que se demoró hasta setiembre. Y entonces, en lugar de mantener Periscopio y sus 40.000 ejemplares, reservando Primera Plana para instantes mejores, volvieron a sacar la viuda a la calle. Como es obvio, nunca lograron vender 40.000 ejemplares de la nueva Primera Plana.
En el verano de 1971, ya renunciado, los directivos superiores prescindieron de mí. Un año después, otros prescindían de ellos. Tal vez por estos cambios, aún me deben 3.500 pesos. Aprovecho para recordárselos: es un convenio judicial.

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EL GRAN EQUIPO
LA revista Primera Plana —fundada por Jacobo Timerman en noviembre de 1962— fue editada hasta la clausura de 1969 por Victorio I. S. Dalle Nogare, quien logró durante esos años mantener un excelente staff. Ese equipo (que no fue sólo periodístico, sino también futbolístico) se dispersó; pero la mayoría de sus integrantes pasaron a ocupar cargos de importancia en otras empresas. Ramiro de Casasbellas es ahora director de la agencia Latín; Julián Delgado de Mercado; Norberto Firpo de Siete Días; Alberto Borrini de Gestión; Roberto Aizcorbe de El Burgués y Hugo Gambini de Redacción. Ernesto Schóó es subdirector de Panorama y Sergio Morero de Siete Días (internacional). Tomás Eloy Martínez hace el suplemento de La Opinión y Osiris Troiani es corresponsal de cuatro editoriales extranjeras. Ricardo Frascara y Mario Sekiguchi conducen la redacción de Mercado; Francisco Juárez la de Siete Días; Marcelo Capurro la de Gente; Carlos Russo la de Redacción y Roberto García la de Competencia. Enrique Bugatti maneja el equipo parlamentario de Clarín; Julio Ardiles Gray, Fanor Díaz, Felisa Pinto, Silvia Rudni y Mario Bohoslavsky elaboran distintas secciones de La Opinión; Alberto Laya dirige la sección deportes de La Nación, y Hermenegildo Sábat ilustra Clarín. Otros se fueron al exterior: Carlos Hirsch es jefe de prensa del BID en Washington y Roberto Socol gerente de producción de un canal de TV en San Pablo; Julio Algañaraz es corresponsal de Clarín en Roma y Armando Puente de Editorial Abril en Madrid. Jaime González Cociña ahora fotografía para Editorial Atlántida, y Carlos M. Rodríguez aplica todo su arte en Redacción. En el camino quedaron el archivo de Manuel Olveira, el anecdotario de Francisco Rojo Anglada y Toni Hiller, los vales de Julio Belaich y Omar De Benedictis, los negativos de Jorge Miller, las galeras de Dardo Batuecas, Alberto Ortiz y Héctor Carreira, los chistes de José Derasner, las sugerencias de Juan Carlos Toer, las galletitas de Doris Knopp y las camisetas del Pripla.

Revista Redacción
agosto 1973

Cierre de la revista Primera Plana

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