El Cordobazo: Dos días que conmovieron a la Argentina
No podrá extrañar que en los próximos años los acontecimientos vividos en Córdoba entre el 29 y 30 de mayo de 1969 —estallido popular que ingresó en la memoria de los argentinos con el nombre de Cordobazo— consolide su significado como uno de los acontecimientos más importantes y críticos vividos a lo largo de la historia nacional.
El cordobazo

Sin duda que dos años es un magro período para ensayar un balance que aprecie las consecuencias globales de los hechos. Pero también resulta imposible resistir a la curiosidad de la crónica que desbroce la maraña de aquel estallido.

LA ESPERA. No se trata de desentrañar el origen de los hechos ya que ello responde a una compleja y confusa trama de antecedentes, ni de explicar cómo comenzaron: porque los grandes acontecimientos históricos encierran una cierta dosis de imprevisibilidad. Hasta el amanecer del 29 de mayo en Córdoba nadie esperaba el maremoto. Una vaga evidencia pudo ser detectada en la tensión de los estudiantes, justificada por los sucesos de Resistencia y Corrientes un par de días antes, que dejaron su secuela de muertos y heridos. O la violenta represión policial desatada en Tucumán contra grupos estudiantiles, el 27 de mayo.
Los obreros de la industria automotriz, por su parte, trataban de captar los entretelones del conflicto planteado por el problema de las quitas zonales (diferencia de salarios que se pagan en la Capital Federal con respecto al interior); y la puja con la patronal —aunque irritante— no daba margen como para prever un alzamiento masivo. En otro aspecto, Carlos Caballero, gobernador de la provincia, había marginado un tanto el aspecto económico de su administración para dar cabida a un opaco concejalismo que para muchos convocaba las manos del corporativismo fascista, desubicado para el momento por el que atravesaba la provincia.
Tal vez el hecho, más destacable haya sido la agresión policial desatada contra la asamblea del gremio de mecánicos —SMATA—. La respuesta a esa lluvia de gases fue inmediata, ya que la CGT local convocó a un paro activo de 48 horas a partir del minuto cero del 29 de mayo. A esa hora y antes de finalizar sus trasmisiones, las radios cumplieron en informar que en esa jornada se festejaba el Día del Ejército, pero a la vez se iniciaba la huelga general.

LA LUCHA. A las 9 de la mañana, el centro de la ciudad hormigueaba de policías pertrechados de modo amenazante: entre los cordobeses se había instalado la inquietud. Dos horas más tarde, mientras Eleodoro Sánchez Lahoz —entonces comandante del III Cuerpo de Ejército— convocaba en su discurso de ceremonia para "que Pueblo y Ejército sigan como ayer y como hoy unidos en la búsqueda de grandeza y felicidad", los obreros de IKA y de FIAT partían encolumnados desde las fábricas hacia el centro de la ciudad enarbolando banderas argentinas. A las 11.15 la esquina de Colón y General Paz desbordaba trabajadores y estudiantes que comenzaron a entonar el Himno Nacional, iban a terminar la última estrofa por la primera andanada de gases lacrimógenos los alcanzó mucho antes. Al mediodía los desórdenes brotaron en varios puntos de Córdoba y ningún observador individual fue capaz de abarcar por sí solo el escenario de los acontecimientos desde las barricadas hasta los incendios "Fue la guerra" —según la opinión generalizada— y las hostilidades se prolongaron hasta las últimas horas día siguiente con un saldo de 12 muertos, un centenar de heridos y 160 heridos. Los daños materiales se  estimaron en 350 millones de pesos viejos, en 263 millones los salarios no pagados durante las 48 horas de lucha.

EL CAMBIO. A partir de entonces pueden enumerar los cambios provocados por los sucesos. La corriente tercermundista se convirtió en protagonista de hechos religiosos y políticos, asumiendo una actitud "de servicio y compromiso, por parte de sacerdotes que están junto a su pueblo", como define el presbítero Milán Viscovich apenas calmaron los ánimos. En el campo gremial, el Cordobazo adquirió proporciones de sismo. Obró como desencadenante de una oposición latente que se mantenía entre los líderes sindicales porteños y cordobeses. Estos se dimensiona con proyección nacional y acusan a sus compañeros de Buenos Aires de "participacionistas y claudicantes". Incluso el peronismo, el sector más amplio y poderoso del sindicalismo cordobés, quedó escindido entre blandos y duros con un árbitro expectante: el independiente Agustín Tosco.
La pueblada de mayo repercutió con profundidad en los claustros universitarios, acuñando el grito: "Córdoba es el camino del pueblo argentino". Y no fueron ajenos a la conmoción algunos miembros del Ejército, como el caso del teniente Francisco Julián Licastro pasado a retiro junto con otros camaradas. "Nosotros considerábamos durante las jornadas de mayo —dijo— que podíamos reprimir a un grupo de facinerosos, pero que no podíamos reprimir a un pueblo. Y nos ratificamos más cuando vimos en ese pueblo, no banderas coloradas, sino argentinas; cuando no lo oímos cantar La Internacional, sino el Himno."
El humo de las hogueras encendidas en Córdoba hace veinticuatro meses desbordó sus propios límites para abrir la instancia de los provinciazos, aunque en escala reducida, como en Rosario, Tucumán, Salta, Catamarca. Retornó nuevamente a la Docta en marzo de este año. Embriones del Cordobazo existen ya en muchas provincias; hijos del de él viven entre nosotros. El futuro dirá si esos hijos siguen prefiriendo la violencia o la Argentina descubre para ellos un camino pacífico y transitable.
Revista Panorama
25 de mayo de 1971

 

Ir Arriba