LA "ELECCION" DE ORTIZ - CASTILLO
El binomio Ortiz-Castillo surgió tras agotadoras negociaciones de conservadores con el radicalismo antipersonalista. En un principio se buscaba el acuerdo nacional a través de una fórmula mixta, pero en esa oportunidad la negativa de los radicales yrigoyenistas impidió que se concretara la unión.

UNO de los más importantes hechos que llevaron a José Luis Torres a bautizar a su libro "La década infame", referido a los años treinta, lo constituyó la elección presidencial del 5 de septiembre de 1937.
El trámite previo estuvo matizado por los intentos de componer una fórmula compartida de la fuerza política mayoritaria (UCR). llegándose a pensar en un binomio único para el Poder Ejecutivo, que no tuviera adversario, con el objeto —se decía— de consolidar la unión nacional.
Para ello se había logrado, desde el Gobierno y con intromisiones externas, que en 1935 Alvear levantara la abstención electoral revolucionaria propugnada por el desaparecido caudillo Hipólito Yrigoyen. Los comicios provinciales de 1936 se realizaron con fraude originando un conflicto entre las dos Cámaras del Congreso Nacional. La mayoría radical de Diputados no reconoció los resultados electorales, mientras que los con servadores, que dominaban la Cámara de Senadores, los consideraron perfectamente válidos.

La fórmula extrapartidaria
"Se plantea entonces la conciliación nacional, a espaldas del pueblo —escribe Arturo Frondizi en "Petróleo y Política"—, y en tal forma (como en los viejos tiempos de la oligarquía de fines del siglo pasado) que la población se encuentre frente a una combinación contra la cual nada puede hacer y tenga que aceptar. Al negarse el Poder Ejecutivo (general Justo) a prestar el apoyo de la fuerza, solicitada por la Cámara de Diputados, nombra en cambio mediadores en el conflicto planteado entre ambas Cámaras. Son ellos: el Vicepresidente Julio A. Roca (conservador gestor del Pacto Roca-Runciman) y el Rector de la Universidad, doctor Vicente C. Gallo, que había sido radical, pero que estaba ligado a los conservadores del norte del país y relacionado con los intereses petroleros. El nombramiento se hace el 27 de junio de 1936 e inmediatamente los mediadores proponen, a los partidos representados en el Congreso, un acuerdo, cuya esencia consiste en que todos contraigan el compromiso de elegir una fórmula presidencial única para el período 1938-1944".
Los móviles públicos eran la conciliación de los partidos en violenta pugna que entorpecían la evolución económica del país, pero el plan era instigado con apremio "por el imperialismo británico que necesitaba la pacificación definitiva del país —dice Arturo Frondizi—, frente a la perspectiva de lucha bélica contra el imperialismo germano en el terreno mundial. A la vez el nuevo gobierno, en la misma forma que el régimen del general Justo, debería asegurar la preeminencia de sus intereses y la conservación de sus posiciones de comandó en la economía nacional, frente a los avances cada vez más evidentes de la influencia norteamericana en el país".
La maniobra de la fórmula mixta de la UCR fracasó por no encontrar eco popular ni partidario. La contraofensiva se inició con Luis Dellepiane y con la fundación de FORJA (Fuerza de Orientación Radical de la Joven Argentina), en cuyo manifiesto inicial se acusaba a la Convención Nacional de haber subalternizado sus funciones al aceptar los deseos de "los agentes de empresas que se sientan en su seno y que han intervenido en su convocatoria", siendo uno de sus anhelos el levantamiento de la abstención. En la provincia de Santa Fe apareció la Fuerza Intransigente Radical que, según Gabriel del Mazo, buscaba liberar a la Nación "de la dominación del imperialismo extranjero, de la reacción y del fraude". La agrupación mayoritaria estaba conmovida por el triste papel de sus concejales porteños, que habían votado -en muchos casos con soborno comprobado— las concesiones eléctricas a la CHADE, de Buenos Aires. El Bloque Opositor de la Convención (Oscar López Serrot, Juan O. Gauna, Amancio González Zimmerman y otros) censuró esa actitud y acometió contra la fórmula extrapartidaria, porque afirmaban que "somos radicales, pero ignoramos hacia dónde vamos y cuál es la verdadera postura del partido". El flamante Movimiento Ordenador, del cual fue designado presidente Arturo Frondizi, reclamó se proclamara "de inmediato una fórmula radical neta, que por sí misma implique una definición". Finalmente. el más alto cuerpo del radicalismo aprobó el binomio Marcelo T. de Alvear-Enrique Mosca, siendo el candidato a Vicepresidente un antipersonalista de Santa Fe que en los conciliábulos internos desplazó a último momento al yrigoyenista Adolfo Güemes, que estaba en una clara línea por el rescate de las riquezas nacionales, especialmente del petróleo.

El candidato enfermo
El operativo sucesión presidencial no había tenido el éxito deseado en su primera etapa; entonces, el oficialismo y sus socios extranjeros apelaron a un segundo plan: la Cámara de Comercio Británica, reunida en el Plaza Hotel en recordado banquete, realzó la figura de Roberto M. Ortiz. El candidato era el indicado, y así lo sostuvo el propio presidente de la Cámara de Comercio inglesa, mayor McCallum, porque "la hoja de servicios del doctor Ortiz atestigua una alta devoción en el manejo escrupuloso de la cosa pública. Además de su bien probada perseverancia — tan necesaria en los tiempos que corremos— adornan su personalidad vigorosa las cualidades aliadas de valentía e integridad intachables, estableciendo de antemano que aquí al menos no habrá la más mínima desviación de los principios que le animan". El agasajado respondió: "Me siento perfectamente cómodo entre vosotros", y para despejar toda duda, agregó: "comparto en un todo la opinión de vuestro compatriota el economista Josiah Stamp... al señalar que la Argentina tiene con vuestra patria enlaces financieros y obligaciones tan importantes como muchas que existen entre la metrópoli y diversas partes del Imperio". Curiosa similitud con el discurso de Roca en Londres tres años atrás cuando se había firmado el famoso acuerdo comercial.
Los antecedentes respaldaban y ponían a cubierto de toda sospecha a Roberto M. Ortiz: abogado del Ferrocarril Western Railway; de lo empresa norteamericana Unión Telefónica, de la Banca Tornsquit v presidente del directorio de la cervecería Bella Vista (de los Bemberg). En la función pública se había desempeñado como concejal y diputado nacional por el radicalismo antipersonalista, ministro de Obras Públicas de Alvear y de Hacienda del general Justo. Pero existía un problema que no era posible dejar de lado y se trataba del precario estado de salud que padecía el candidato a la primera magistratura, razón por la cual adquirió especial importancia la designación de su compañero de fórmula. El general Justo, que especulaba con su retorno en un segundo período presidencial, prefería a Miguel Ángel Cárcano. pero se vio obligado a aceptar a Ramón S. Castillo, sobre quien no recaía su confianza. Este era un conservador catamarqueño, jurista de cierto relieve. Juez de la Cámara de Apelaciones en lo Comercial y profesor de la materia en la Universidad de Buenos, Aires; además había sido reemplazante de Leopoldo Meló como ministro del Interior, durante el gobierno cuyo mandato expiraba en febrero de 1938.

Los electores decisivos
Fiel testigo de estos hechos, Raúl Scalabrini Ortiz comentaba amargamente en un análisis publicado por entonces, que "hemos presenciado la transformación de nuestra patria, que tenía una economía maltrecha, llena de infiltraciones extranjeras, pero que conservaba, a pesar de todo, un tono y una independencia, en una factoría absolutamente doblegada a la voluntad de Gran Bretaña. Ese hecho histórico, de una trascendencia internacional, pasa casi inadvertido, porque se fragmenta en una minuciosa e innumerable ringlera de anécdotas, cuya enumeración más parece obra de maledicencia que tarea histórica. Y esa es la historia, sin embargo".
Las maquinaciones que se desplegaban detrás de las bambalinas estaban terminadas, faltaba lo menos importante: las elecciones. El domingo 5 de setiembre de 1937. Ortiz-Castillo en representación del Frente Único (denominación circunstancial de la Concordancia) obtuvieron 1.100.000 votos, contra 815.000 del binomio radical Alvear-Mosca. Para alcanzar 245 electores contra 127 de la oposición, el oficialismo apeló al fraude en varias provincias, especialmente en la de Buenos Aires, donde el gobernador Manuel A. Fresco, que era un experto en esos menesteres y panegirista del sentido viril del "vote cantado", había anticipado en un discurso pronunciado en Magdalena (22 de julio) que el gobierno del general Justo sería continuado "irremisiblemente" por el doctor Ortiz, en razón de que "era peligroso agitar banderas tan discutidas hoy en el mundo como las de democracia y libertad, cuando ellas han degenerado en demagogia y licencia". Naturalmente, los 88 decisivos electores bonaerenses inclinaron la balanza por el continuismo, sin demasiados escrúpulos morales.
Los gritos de los opositores fueron un simple desahogo y las vestales del periodismo salvaron su pudor sólo con la palabra. "El acto electoral de ayer —comentaba "La Nación"— no será recordado, seguramente, entre los que han prestigiado a las instituciones en las épocas en que las autoridades respetaban el imperio de la legalidad". De acuerdo con lo previsto, al poco tiempo moría el presidente Ortiz, pero luego jugaron factores imponderables: una guerra mundial de consecuencias políticas inimaginables; la repentina muerte del general Justo, fuerte y astuta personalidad; la revolución del 4 de junio de 1943. La historia, entonces, cambió de rumbo.
[O.A.T.] (nota: presumiblemente el autor sería Oscar A. Troncoso)
revista Redacción
09/1973

 

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