Apenas el presidente
Raúl Alfonsín tuvo en sus manos el Informe Sábato,
todos los funcionarios del gobierno y los
dirigentes radicales repetían una muletilla tan
corta como conocida: "Ahora le toca el turno a la
Justicia". Para ellos, la estrategia trazada en el
árido campo de las violaciones a los derechos
humanos se terminaría cumpliendo, pese a algunos
contratiempos.
Esta estrategia tenía
una viga maestra: que fueran las propias Fuerzas
Armadas quienes juzgaran a sus pares y que luego
la justicia federal sirviera como alternativa de
apelación. Pero 5 días después, el Consejo Supremo
de las Fuerzas Armadas dijo que no estaba en
condiciones de dictar sentencia contra las tres
primeras juntas militares y encontró
"inobjetables" los decretos, directivas v órdenes
de operaciones dictadas por ellas. Ahora, el
fantasma de un serio conflicto de poderes ronda en
la cúpula del poder, desvelando tanto a militares
como a funcionarios.
Tres días después de
que los documentos elaborados por la CONADEP
estuvieran en la Casa Rosada, Eduardo Rabossi,
flamante subsecretario de Derechos Humanos dijo
que ahora la justicia "tiene que absorber" las
denuncias contenidas en el Informe Sábato. Aunque
no precisó ni cuándo ni cómo. Y éste es,
precisamente, el nudo de la cuestión.
¿Es el documento un
elemento de prueba que puede ser aceptado como tal
por los tribunales para sanciones sin mucho
trámite a los militares y civiles acusados de
violar los derechos humanos y de excederse en la
represión?
Muchos profesionales
opinan que, desde el punto de vista jurídico, el
informe es considerado como una denuncia
documentada cuyo valor como elemento probatorio
deberá ser determinado en cada caso por los
tribunales. En otras palabras: esto quiere decir
que la Justicia deberá convocar a cada uno de los
denunciantes para que ratifiquen el contenido de
las declaraciones.
Hay abogados que
afirman que los elementos de prueba deben ser
considerados como tales de acuerdo con precisas
normas de procedimientos y que, como el personal
de la CONADEP no pertenece al Poder Judicial,
todas las actuaciones deben ser objeto de una
cuidadosa evaluación, de acuerdo con esos
criterios técnico-jurídicos.
Los especialistas en
temas militares dicen que hoy por hoy existe
tensión, aunque no planteo o crisis en el seno de
las fuerzas. Y anudan dos elementos: el mismo día
en que trascendió el texto donde el Consejo
Supremo encontraba "inobjetables" las órdenes
dadas para combatir la subversión y anunciaba su
virtual decisión de no dictar sentencias contra
los pares denunciados, altos ex jefes militares
del proceso fueron, con uniformes, a una misa de
FAMUS. Junto a oficiales jóvenes uniformados,
estuvieron los generales Harguindeguy, Bignone,
Reston y otros.
En las Fuerzas Armadas,
pero muy especialmente en el Ejército, se ha
desarrollado un firme sistema de solidaridades, y
los cuadros medios comparten con la cúpula una
consigna que nadie proclama en público pero que
todos conocen: no entregar a ningún camarada. De
los aproximadamente 1.200 nombres citados en forma
directa por la CONADEP, se estima que unos 400 son
militares en actividad, y que si alguno de ellos
es detenido por orden de un juez civil,
inevitablemente esa detención tendrá un efecto
cascada imposible de detener.
El gobierno pregona que
el Informe Sábato será derivado a la Justicia,
pero en algunos despachos se teme que la decisión
pueda llevar —a la larga— a un grave conflicto de
poderes. Quienes así piensan (o al menos manejan
esa hipótesis) se preguntan qué pasara cuando un
juez llame a declarar a un presunto involucrado y
ordene su detención en una cárcel común. Si esto
ocurre, es probable que aquel sistema de
solidaridad nombrado más arriba se ponga en
movimiento y que alguien —dentro o fuera de las
Fuerzas Armadas— lance la frase tan temida: "No lo
vamos a entregar". Es por esa hendija donde se
filtra el fantasma de un grave conflicto de
poderes. Y la sensación de que la estrategia
oficial no dio el fruto esperado.
Tabaré Áreas
La noche del Informe
El gobierno debe
resolver cómo bajará a la Justicia el informe
Sábato y si hay cambio de estrategia.
-El Informe Sábato
sobre la mesa de la Presidencia. El gobierno debe
resolver ahora cómo lo canaliza hacia la Justicia.
-Las columnas radicales
encabezadas por sus diputados Marcelo Stubrín
entre ellos (derecha), no pudieron imponer su
tónica a la marcha.
-Cerca de las 21, unas
70 000 personas ocupaban la Plaza de Mayo pidiendo
"castigo a los culpables". A las 18,45, seis
automóviles llevaron a los miembros de la CONADEP.
Magdalena Ruiz Guiñazú (izquierda) portaba 6
gruesas carpetas, Sábato llegó minutos después:
solo y con las manos vacías.
-La Juventud Peronista
encabezó la marcha hacia Congreso y Tribunales
(arriba) en otro intento por unificar sus cuadros.
Dante Gullo apareció con su clásico atuendo de
jean y pidió la comisión bicameral investigadora.
Un grupo de 20 militantes que entonaban consignas
montoneras fueron raleados de la columna.
-César Jaroslavsky
encabezó una columna que salió del Congreso y que
se disolvió apenas Sábato entregó su informe
(arriba). El Partido Intransigente llevó la
columna más numerosa a la Plaza, encabezada por
Valdovinos Rabanaque Caballero, Marcelo
Arabalaza, Alejandro Barthé y Lisandro Viale.
-El Partido Obrero tuvo
un incidente con la columna radical, donde se
escuchó un disparo al aire. Los diputados Stubrin
y Jesús Rodríguez no pudieron convencerlos de que
se abrieran, y finalmente la presión radical pudo
más que la obstinación del PO (arriba). Un caballo
no quiso obedecer órdenes de su jinete policía, y
alguien dijo: "Marche preso" (sic), mientras el PC
desplegaba su maquinaria de movilización.
La guerra de las
pintadas
Escritas con
desprolijas letras de aerosol rojo, las leyendas
aparecieron al pie de la pirámide de Mayo pocas
horas antes de la marcha. Decían: Conadep: los
muertos no se usan; El Informe es una infamia:
Sábato es mentiroso; Imberbes: fuera los bolches
de la Plaza; Abuelas, están locas. Los informes de
Inteligencia llegaron rápidamente al escritorio de
Raúl Alfonsín, y hubo preocupación en la cúpula
del gobierno ante la posibilidad de que hubiera
acciones de provocación. Finalmente no pasó nada y
las leyendas originales fueron tapadas con otras
tan desprolijas como las primeras, pero con
inverso sentido ideológico. En las paredes de los
edificios cercanos a la Plaza, y en la Pirámide
misma, todos los grupos dejaron duras leyendas
contra los militares.
Revista Somos
28-09-1984
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