JUAN CARLOS MARECO.
Empeñoso, dicharachero, Pinocho aceptó el no va
más de la radio y la tevé en 1974. No cedió al
rencor. Vendió seguros. Recomenzó en una radio de
Rosario. Después entró en Mitre y de ahí, con
Cordialmente, saltó a ATC. Hoy conduce Estudio
Philips. Es un triunfador.
ADOLFO ARISTARA1N. No
se escudó en la censura. Con Tiempo de revancha,
el cine nacional dio un paso al frente. En La
parte del león mostró a un Julio De Grazia inédito
como actor cinematográfico. Fiel al thriller
clásico hasta Últimos días de la víctima, ganó
premios y representó al país.
LAURA YUSSEM. Con su
puesta de Boda blanca, de Tadeusz Rozewicz, ganó
el Premio Moliere 1980. Aplaudida en Uruguay,
Argentina y México, continuó dirigiendo éxitos
teatrales: Camaralenta, Vecindades, La casa. El
casamiento, La malasangre. Gran revelación para el
público y para la taquilla.
MARIO SAPAG. Ejemplo de
sencillez y perseverancia. El éxito tardó años en
llegar, pero llegó. Durante todo el año, Las mil y
una de Sapag copó el primerísimo puesto del
rating. Las imitaciones de Mario (Alfonsín, Menem,
Menotti, Galán, Borges y otros) hablan de un humor
generoso y eficaz.
JORGE ASIS. Con Flores
robadas en los jardines de Quilmes vendió lo que
quiso y reabrió una buena instancia editorial para
otros narradores. Y relanzó Los reventados, las
aguafuertes de Oberdán Rocamora, etcétera. Más
tarde, prolífico, confirmó su estilo con Carne
picada y otras novelas.
JORGE LUIS BORGES.
Recibió todos los premios y distinciones del ancho
mundo. Menos el Nobel. Rompió su silencio político
y condenó el totalitarismo militar. Rey de la
palabra escrita y oral, su mordacidad siempre
buscó la sonrisa inteligente. Complació a todos
los periodistas. Viajó.
LA ATLANTIS. Nueve
troncos, un mástil, una vela de algodón, cinco
argentinos audaces y la proeza: 51 días de
navegación desde las Canarias a Tenerife,
Venezuela. Jorge Iriberri, Daniel Sánchez
Magariños, Horacio Giaccaglia, Félix Arrieta y el
capitán Alfredo Barragán a bordo de una balsa.
JORGE DONN. Para el
público argentino fue la revelación del film Los
unos v los otros, de Claude Lelouch, donde era
estrella del Bolero de Ravel. Reconocimiento
justo, porque hacía años que Donn bailaba en
Europa. Más precisamente, en el Ballet del Siglo
XX de Maurice Bejart.
MARIA ELENA WALSH.
Luchadora, gentil, apasionada y terca, no flaqueó
ni ante una enfermedad diagnosticada como
incurable. Como La cigarra de su canción. volvió
cantando. Desde el programa homónimo de tevé fue
la única que transmitió calidez. Sus victorias,
todas, son un ejemplo de vida.
DANIEL CASTELLANI.
Capitán del Seleccionado Nacional de Vóleibol que
resultó tercero en el Mundial '82, filmó
comerciales y ganó plata y fama. Con más de 170
partidos oficiales jugados, ostenta el record de
asistencia en selecciones nacionales de vóleibol,
deporte al que puso de moda.
CESAR MILSTEIN.
Abandonó el Instituto Malbrán en 1963 por
presiones del entonces ministro de Salud Pública
Tiburcio Padilla. Estudió y vivió en Cambridge,
Inglaterra, durante 23 años.
Hoy es Premio Nobel de
Medicina y uno de los cerebros más valiosos del
mundo. Como Leloir y Houssay.
CHARLY GARCIA. Tras la
separación de Sui Generis y La máquina de hacer
pájaros, inició su carrera como solista: No
bombardeen Buenos Aires, Peluca telefónica o Los
dinosaurios han sido parte de su pasado reciente.
El hombre del bigote bicolor sigue siendo, entre
el escándalo y el rock, un gran éxito.
MARIO GRASSO. Cuando
decir documental en la tevé local era casi mala
palabra, Grasso inició una aventura: la del
hombre. Estupendos documentales extranjeros y
dignas realizaciones nacionales jalonaron una
propuesta con buen rating. Abrió el camino a
muchos colegas.
ADRIANA CORAJORIA. Nos
hizo consumir desde yogures y tisanas reductoras
hasta cigarrillos típicamente neoyorquinos. Todo,
sin lograr que pusiéramos los ojos en esos
productos. Un fenómeno visual sólo comparable al
de los ovni. Es que ella fue, en estos años, la
modelo por excelencia.
MORIA CASAN. Rutilante
y sin vedetismos presuntuosamente refinados, a
fuerza de saber reírse de sí misma, del oficio y
de medio mundo, Moría se ganó al público
argentino. Siempre monumental, la televisión le
quedó chica y hasta un grupo menor como Medici
ganó su pan junto a la diva.
LES LUTHIERS.
Mastropiero que nunca, Luthierías, Muchas gracias
de nada. Por humor al arte, giras internacionales,
temporadas marplatenses y ese inclaudicable
talento satírico-musical hacen de Les Luthiers un
sinónimo de alegría con inteligencia: fórmula con la
que ayudaron a millones.
VICTOR HUGO MORALES. A
mediados del '82 una nueva voz apareció
tímidamente en el dial. Tiempo después, Morales
concitaba, por Radio Mitre, gran parte de la
otrora audiencia del gordo Muñoz. Los aficionados
ya habían consagrado al ta-ta-ta. . . La siguiente
etapa, clara y espejada, vino por tevé y marcó
otro gol.
GINO BOGANI. Vistió
Amalia Fortabat. Mirtha Legrand, Graciela Borges,
Susana Giménez a razón 20, 30. 40 y hasta 50.000
dólares per cápita. Desde los meses de la plata
dulce no le fue peor. Como Elsa Serrano, que viste
mujer de Alfonsín, es un genio del boceto y la
tijera.
JOSE MARIA PAOLANTONIO.
Dirigiendo a su actor favorito, Osvaldo Terranova,
en los especiales de ATC (Jettatore, He visto a
Dios. El viejo Hucha, Gente de Barracas, El
atajo), demostró que era posible la calidad. Ahora
con Doña Flor en teatro y El juguete rabioso en
cine, insiste.
MARIA LUISA BEMBERG.
Sinónimo de tesón y decisión. Momentos, Señora de
Nadie y Camila la catapultaron al gran público.
Con un claro toque feminista logró llenar cines,
obteniendo a menudo el aplauso de la crítica
internacional. Soportó el mal tiempo de críticas
adversas y triunfó.
DANIEL HUGO CAMPORA.
Excepcional jugador de ajedrez, ha obtenido
importantes posiciones en torneos internacionales.
Agilidad mental, razonamiento veloz y preciso:
elementos que este maestro de lujo maneja con
singular destreza. Comenzó a los ocho años y
admira a Bobby Fischer.
HUGO GUERRERO
MARTHINEITZ. Su risa estereofónica resonó por
muchos años en las emisoras capitalinas. Un día
decidió quedarse A solas por tevé y, pese título
del programa, millones de noctámbulos hicieron
compañía. Incorporó un nuevo estilo: el talk-show,
y pocos quisieron dormir.
Revista Somos
26.10.1984
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