Los estrategas de la
disuelta UCRP acaban
de demostrar que la
política no es otra
cosa que una forma
atenuada de la
guerra: el que pega
primero, pega dos
veces. Al término de
los arduos meses que
demandaron las
gestiones entre el
ex partido
oficialista y Perón
—a las que
predispuestos
voceros se
encargaron de dar
estado público—, las
más altas
autoridades del
radicalismo
desmintieron
categóricamente la
existencia de un
entendimiento con
sus enemigos de
antaño.
Uno de
los más conspicuos
seguidores del
exiliado en Madrid,
no pudo contener una
definición: "No se
puede negar que
éstos (por los
dirigentes
radicales) fueron
ineptos en el
gobierno, pero desde
el llano son
maestros".
Sin
duda, la palabra
"pacto" es portadora
de oscuras
reminiscencias en un
país que asistió a
una operación
similar en 1958 y
que llevó a Frondizi
al poder. Más aún
cuando sólo ha
cambiado uno de los
protagonistas. El
otro, desde su
cómodo refugio,
sigue moviendo los
hilos de siempre.
Resultaría peligroso
ser el muñeco de uno
de esos hilos.
Seguramente por eso,
Ricardo Balbín se
vio obligado a
proclamar: "Somos
partidarios de la
unión de la
civilidad, pero sin
pactos".
Con
todo, si la
estrategia radical
se hubiera limitado
al simple
desmentido, el
asunto sería obviado
entre el intercambio
de palabras que
acarrea cualquier
negociación.
Pero
el doctor Roberto
Cabiche, ex
secretario de
Abastecimiento y
figura de peso del
radicalismo, declaró
a SIETE DIAS que la
vigencia pública
otorgada al mentado
pacto Perón-Illía,
"es una cortina de
humo lanzada por el
gobierno, para
ocultar el verdadero
pacto que se está
gestando con Perón
desde las esferas
oficiales, con
vistas a crear una
fuerza política
adicta para un
régimen que carece
de respaldo
popular". Entonces,
la maraña política
argentina volvía a
parecerse a una caja
de Pandora con su
cúmulo de
imprevisibles
sorpresas.
LAS DOS PUNTAS DEL
CAMINO
"Los
políticos son como
los 'pingos'; hay
que ver en qué pista
corren", comentó una
prominente figura
del radicalismo. Y
agregó: "Yo ha
señalado que el
error de todo esto
fue negociar con
Perón. Porque el
peronismo negocia
con nosotros pero
también con el
gobierno. Entonces
no podemos hipotecar
todo en una sola
variante; ¿y si a
último momento Perón
dice que no?"
Es
evidente que la
pregunta desvela al
alto mando radical,
desde que el
mendocino Facundo
Suárez dio la
primera pitada de un
posible acuerdo con
Perón. La respuesta
fue encontrada,
finalmente, cuando
Illia dijo "no". Una
especie de golpe de
mano para tomar la
delantera "antes que
la tomara Perón". De
ahí que el verdadero
objetivo de la
desmentida, es poner
a Perón en el trance
de definirse. Es
Perón quien debe
optar ahora —se
afirma en los
círculos de la ex
UCRP— entre el
gobierno y la
oposición. El
entusiasmo de esta
tesitura se apuntala
en la atomización
cada vez más aguda
que corroe las filas
peronistas.
Una
división que
entusiasma también
al gobierno. Las
tratativas que en
esas esferas consuma
el neoperonista Serú
García, se han visto
avaladas en los
últimos días por los
gremialistas Cavalli
y Taccone —figuras
centrales de la
línea "conciliadora"
del sindicalismo
peronista— que viene
realizando activas
gestiones con el
ministro del
Interior, doctor
Guillermo Borda.
Si el radicalismo no
negocia con el
gobierno, mantiene,
en cambio, un
intenso diálogo con
el peronismo y los
demás sectores.
Según el ex diputado
de la UCRP, doctor
Mario Bernachi, se
está realizando una
serie de reuniones
con militares en
actividad "para
considerar la
posibilidad de una
salida a la actual
situación del país.
En una de ellas
—afirma Bernachi—,
se estudió con dos
generales de
división la
necesidad de
conservar a la ex
UCRP como reserva
democrática, frente
a una eventual
convocatoria
electoral".
LOS PROTAGONISTAS
Cuando SIETE DIAS
entrevistó al ex
vicepresidente,
doctor Carlos
Humberto Perette,
aquella posibilidad
parecía confirmarse.
"Es urgente
—declaró— unir a la
civilidad a través
de un programa
mínimo que sirva
para demostrar al
oficialismo que no
existe el pretendido
consentimiento para
gobernar sin plazo y
sin ley". Horas
antes, el jefe del
partido, Ricardo
Balbín, anticipó la
misma postura: "El
radicalismo ha
elaborado una
estrategia que tiene
dos etapas: la
primera es lograr el
retorno a la
Constitución y a la
democracia
representativa. Para
ello mantenemos un
diálogo con las
fuerzas armadas y
los sectores de la
civilidad. La
segunda, consiste en
que cada partido
juegue el rol que
individualmente le
corresponda. Aquí
podrá haber pactos o
no. Mientras tanto
—concluyó— es
importante decir que
hay un sector de las
fuerzas armadas con
inclinaciones
democráticas, que
seguramente formará
parte de un
movimiento civilista
de retorno a la
legalidad".
A su
vez, el ex
presidente Arturo
Illia no fue menos
categórico. "Hay que
superar la situación
anormal que vive la
República por medio
de un acuerdo, de la
civilidad. Si hay
una salida
electoral, mejor. De
lo contrario, regirá
el principio de que
a los pueblos a
quienes les fue
suprimida la
libertad, les asiste
el legítimo derecho
a la rebelión".
Los tres dirigentes
del ex oficialismo
coincidieron además
en dos cuestiones
importantes:
desmintieron la
existencia del pacto
con Perón y
reafirmaron la
necesidad de unir a
la civilidad. En lo
que al peronismo se
refiere, Illia
aportó un juicio
inédito: "Nunca tuve
dificultades con el
peronismo". Y
recalcó: "Durante mi
gestión como
presidente había
muchos gobernadores
peronistas que
hicieron una gestión
patriótica y
progresista". En
cuanto al pacto,
Perette fue más
allá: "Es el
oficialismo y la
Casa Rosada la gran
usina de las
caprichosas
versiones
pactistas".
LO QUE VENDRA
La
acusación radical de
que el pacto era una
cortina de humo
provocada por el
gobierno, fue
inmediatamente
desmentida.
Consultado al
respecto, el doctor
Mario Díaz Colodrero
declaró: "No conozco
ninguna versión ni
tampoco noticia
sobre el
particular".
La
conclusión de los
observadores es que
si el radicalismo
dispone sus fuerzas
para gestar la
"unión de la
civilidad", nada
mejor —según esa
interpretación— que
hacerlo aparecer en
pactos con el
peronismo para
aislarlo de los
sectores
democráticos, tanto
civiles como
militares. Al mismo
tiempo, el programa
radical tendiente a
vertebrar un frente
antigubernamental,
exige la
capitalización de
una parte, al menos,
de su principal
enemigo en las
urnas: el peronismo.
Exista o no un
pacto, parece un
hecho que en los
próximos días
comenzará a circular
un manifiesto
opositor firmado por
un núcleo numeroso
de personalidades,
entre las cuales no
faltarán
representantes del
peronismo. ¿Qué
harán el gobierno y
los demás sectores?
Mientras tanto, la
expectativa radical
fue expresada por su
jefe, Ricardo
Balbín, en la
entrevista mantenida
con SIETE DIAS:
"Después del fracaso
de este gobierno, la
vuelta a la
democracia
representativa va a
ser eterna".
Siete Días
Ilustrados
01.08.1967