LAS COSAS FUERTE QUE DICE JOSE RUCCI
A LOS 48 ANOS, JOSE RUCCI ANALIZA LA MARCHA DEL PAIS Y DICE SUS VERDADES SOBRE EL PROXIMO GOBIERNO. ADEMAS, MIRA HACIA ATRAS PARA SORPRENDERSE CON SU PROPIA VIDA, DESDE LA INFANCIA EN ALCORTA HASTA SU DESCUBRIMIENTO DE BUENOS AIRES DESDE UN CAMION PARA DIARIOS.
José Rucci

Lo recordaría muchas veces en su vida posterior. Las luces de plaza San Martín apenas alumbraban unas cuantas plantas y algunas sombras se recostaban sobre los portales de las casas, aguardando los diarios de Buenos Aires. A las tres de la madrugada Rosario se estremecía de frío. El se acercó al camioncito del diario "El Mundo". Pidió si lo podían acercar hasta Buenos Aires. Lo miraron con desconfianza, pero luego de algunos ruegos aceptaron llevarlo. Le señalaron la caja posterior del vehículo, sin siquiera un mísero toldo contra el viento. Fue un largo y penoso viaje, con el frío hasta los huesos y los recuerdos de la infancia atenazándole el alma. A media mañana, con el cuerpo aterido aún, las calles de Buenos Aires con sus altos edificios y sus miles de personas caminando raudamente por las veredas. Corría julio de 1941.

—El camioncito me dejó en el Once. Parece intrascendente ahora, pero cuando uno llega a la gran ciudad de verdad que debemos tener cara de pajueranos. En aquella época los rosarinos no queríamos a los porteños y viceversa. Yo tenía que ir hasta la calle Boedo al 800 y pregunté a alguien cómo llegar hasta allí. Me dijo que debía tomar un ómnibus que tenía una puerta en el medio y que me bajase al final del recorrido. Así fue como llegué hasta Liniers. Fue la primera cargada que debí soportar.
—¿Pensaste alguna vez, por esa época, llegar a lo que llegaste?
—¡Qué iba a pensar! En lo único que pensaba era en vivir. Lo mejor posible.
La vida había comenzado hacía dieciocho años en Alcorta, lugar del célebre grito, y quizá esa vida estuviera signada por la rebeldía de aquella causa histórica. Su padre manejaba pequeños camioncitos para el transporte de cereales ^asta el puerto de Rosario. Allí, en Alcorta, hizo la escuela primaria. "Fue la única que hice —dirá 32 años más tarde— y cuando la terminé me fui a vivir con un tío que era mayordomo de la estancia La Alpina, en el pueblo de La Rubia, al norte de Santa Fe. Allí estuve cuatro años enteros".
—¿Qué hacías allí? ¿Estudiabas, trabajabas?
—Nada de eso. No hacía nada. Nunca estudié nada. Ni me lo pidieron ni a mí se me ocurrió. Ya ves vos adonde se puede llegar. Salía con mis amigos los domingos y jugábamos al fútbol tratando de impresionar a las chicas del pueblo. Nunca fui muy bueno con la pelota, pero aprendí lo que era la amistad. Claro que eso duró muy poco tiempo.
Le gustaba andar por los caminos, aunque no condujesen a ninguna parte. A los dieciséis años se despidió de su tío y se largó hacia el sur buscando la gran ciudad santafesina. Era difícil la vida en aquella época. Cuando llegó a Rosario, sin un peso y muchas ilusiones, debía hacer changas en el frigorífico Swift. Lo recuerda y se le nublan los ojos cuando lo hace. "Las changas eran por día de trabajo, no permanentes. Lo veo muy claro aún hoy. Éramos como ochocientos tipos esperando que un inglés saliera a la puerta y eligiera: vos, vos y vos. Y ahí nomás se entraba. A veces me tocaba a mí, a veces a otros. La mayoría nos quedábamos sin trabajar. Volvíamos a la ciudad con algunos amigos". Era muy temprano la vuelta. A las siete de la mañana, cansados de esperar a ser llamados, tomaban la vía y caminaban esas treinta cuadras a pie, dando patadas a todas las latas del camino. El había alquilado una pieza en un conventillo junto con dos amigos y todos los días se iban hasta los puestos del mercado a comprar filet de pescado frito. Solamente los domingos comían tallarines, cuando los vecinos apiadados los invitaban a almorzar.
Como en el frigorífico se quedaba muchos días sin trabajo, se empleó en una fabrica de soda como lavador de sifones y cajones. También, por las noches, actuaba como caramelero en el cine Heraldo rosarino, ya desaparecido.
Tiene una campera nueva de gamuza. Y un departamento al que está dando los últimos toques, ubicado en el sexto piso del edificio de la CGT. Hay que atravesar la terraza para llegar hasta él. Un pequeño living con decenas de pergaminos dedicados "al compañero José Rucci". Una foto junto a Juan Domingo Perón. Al fondo del living, un pequeño baño y un dormitorio. Ahora arreglan parte de la terraza para convertirla en jardín de invierno. Cuando deja de hablar de su vida privada, se le iluminan los ojos y se le pone más fuerte y enérgica la voz, como sí en él viviesen dos personas.
—¿Qué me querés decir? Aquí habrá plena unidad de los gremios. No hay gremios combativos y la CGT es una sola. Si la CGT de Córdoba quiere seguir criticando, que lo haga. Las criticas no desunen al movimiento obrero...
—Pero es posible que, triunfante el peronismo, vos, que sos la cúpula sindical, actúes con revanchismo con todos aquellos que te han criticado.
—No habrá ningún tipo de revanchismo. A mí nunca me ha importado la carrera sindical; nunca he querido los puestos que he ocupado. Cuando he lanzado alguna solicitada, por ejemplo, para contestar a Agustín Tosco, ha sido para que el movimiento obrero esté bien enterado de quién soy yo y no se deje engañar. Pero la critica es saludable y no desune a los trabajadores. ¿Acaso no hemos ganado una elección con el apoyo de todos?
—¿Qué va a pasar con vos cuando el año próximo haya que elegir nuevo secretario de la CGT?
—Pues me dedicaré a lo mío. Volveré al lugar donde estaba, quizá a San Nicolás a dirigir allí el gremio metalúrgico. ¿Te creés que me importa? Nunca me ha importado nada este puesto. Cuando me lo ofrecieron me sorprendí y, además, me pegué un gran susto. Jamás había pensado en dirigir la CGT. Ni siquiera sabía cómo funcionaba esto.
Recuerda al negro Pereyra, a Scialoni, al gallego Domínguez, sus compañeros en el trabajo de la zapatería. Aunque fue primero lava-copas en una confitería ubicada en plaza Flores. Por las noches era sereno de una sucursal de esa confitería en Cabildo y Juramento: "Arreglaba las sillas y pasaba el lampazo al piso. Era lindo porque podía comer cuanto quería. Y qué atracones me daba. Es que las había pasado mal. Ni pensaba en ser metalúrgico y mucho manos dirigente gremial".
Corría 1945 y ya había asistido al crecimiento de Juan Domingo Perón. Trabajaba en la cervecería Palermo, por la noche, y de día en el Tortoni. En su sótano preparaba sandwiches para la clientela de periodistas e intelectuales que frecuentaban el tradicional café de avenida de Mayo. Recién en 1948 —ya era peronista— se inicia en el gremio metalúrgico: comienza a trabajar en la fábrica Ballester Molina, que hacía pistolas y armas con marca española. "Nunca había pensado en el gremialismo, pero cuando pasé a trabajar a una fábrica de ventiladores y radios, me eligieron delegado. Al principio no sabia qué hacer, pero luego el cargo comenzó a entusiasmarme. Tenia que defender a todos los compañeros y para ello debía conocer todos los resortes del manejo gremial. Debía concurrir a la sede de la Unión Obrera Metalúrgica, donde estaba la CGT en ese entonces".
—¿Estudiaste algo de leyes laborales para desempeñarte como delegado?
—Nunca estudié nada. Yo fui gremialista por vocación, no por profesión. Y sé muy bien qué es la justicia y qué no lo es. Sólo hay que saber eso. Luego, a medida que se van produciendo los conflictos, uno sabe cómo actuar. Miré, en aquella época yo fui protagonista y dirigente de la mayor huelga que hubo en el país. Resulta que habían cambiado al jefe de personal y el nuevo era un prepotente. Un día, mientras discutíamos, me dio un empujón y terminamos agrediéndonos. No sólo me despidieron sino que fui detenido por esa agresión. Organizamos una huelga que duró siete meses. Era fácil porque ganábamos más afuera que adentro de la fábrica, porque en esa época había mucho trabajo. Como la mayoría trabajábamos en otros lados, nos reuníamos cada quince días y juntábamos todas nuestras ganancias, que dividíamos por partes iguales entre todos los huelguistas. La fábrica cerró pero a todos nos indemnizaron. Además, yo ya era miembro de la paritaria metalúrgica y, por lo tanto, dirigente a nivel nacional. Claro que no me daba cuenta bien de la importancia que eso tenía. Yo luchaba y nada más; no estaba en la política gremial.

—Usted estuvo preso en la época de Frondizi. ¿Acepta ahora la alianza con el frondicismo?
—Bueno, ésas son cosas de la política. Además, Frondizi no es aliado conmigo. Yo sé muy bien quiénes son los que te palmean el lomo cuando te necesitan y luego no son tus amigos.
—¿Y cómo era tu relación con Jorge Daniel Paladino?
—Paladino era un compañero en su momento.
—¿Compañero y amigo?
—Compañero solamente.
—¿Es viable el plan de la CGT y la CGE para llevar adelante el país en el terreno económico?
—El plan, que más que plan son sugerencias para el nuevo gobierno; se trata más de una filosofía económica que de un acuerdo para medidas concretas. Aquí hay que hacer una revolución en serio para que el pueblo acceda a mejores niveles de vida.
—¿A vos te parece que siendo aliado de sectores conservadores,
el peronismo puede concretar una revolución?
—Mirá, que quede bien claro esto: no se puede acondicionar la cosa para salvar la ropa de los dirigentes. Al pueblo no se lo puede engañar más. De entrada nomás hay que nivelar los salarios aunque no lo sea mucho, para dar mayor poder adquisitivo. También habrá que tener una política de precios acorde con la época y los condicionamientos revolucionarios que queremos?
—¿No te parece que si aumentas salarios estás creando inflación?
—Puede ser en un primer momento, pero si se adoptan otras medidas complementarias, como evitar la especulación, ordenar el crédito y controlar el comercio exterior, entonces esa nivelación de salarios será positiva. Por eso, aunque el gobierno no aumentase los salarios, si adopta las otras medidas que hacen a la marcha global de la economía, entonces se irían solucionando las cosas para la clase trabajadora.

En 1953 José Rucci abandona la Unión Obrera Metalúrgica y, como su fábrica ha cerrado, debe emplearse como peón en la fábrica Catita, donde es elegido delegado seis meses más tarde.
"En setiembre de 1955 estábamos trabajando cuando a mediodía sentimos los aviones volando bajo sobre Buenos Aires. Entonces nos subimos a los camiones de la empresa y nos dirigimos por el bajo hacia la Plaza de Mayo. Cuando estábamos en la esquina de Paseo Cotón y Belgrano sentimos el ruido de los aviones y los vimos que se acercaban a la plaza volando muy bajo. Cuando comenzaron a disparar sus ametralladoras entonces nosotros batimos el record de velocidad. A los dos minutos estábamos en Constitución. Me enrolé entonces en la resistencia. Tratamos de organizar los gremios desde abajo, en la clandestinidad. ¿Vos sabés que a mi me tocó el honor de crear las 62 Organizaciones? En 1956 hicimos un congreso de los gremios que nos manteníamos fieles a Perón, en Les Ambassadeurs, donde hoy está Canal 9. Yo debía pasar lista y cuando terminé de hacerlo anuncié que había 62 organizaciones presentes en el congreso. Después, cuando la intervención de la CGT ordenó los comicios a través de los delegados de gremios, los peronistas ganamos y por eso se decretó un cuarto intermedio de aquel congreso. Ese cuarto intermedio todavía dura, porque nunca más llamaron a comicios."
Esa actuación le valió cuatro meses de detención en el penal de Caseros. Puesto en libertad, volvería a prisión a raíz de los hechos que desembocaron con la ocupación por las tropas del Frigorífico Nacional, ya durante el gobierno de Arturo Frondizi. Primero lo llevaron preso a un barco y posteriormente lo trasladaron a la cárcel de Santa Rosa, en La Pampa. Pero la prisión duró poco y pronto estuvo en libertad nuevamente. En 1957 había sido nombrado miembro del comando táctico peronista, que componían siete personas, pero un año después, tras la cárcel, termina su carrera gremial. Como secretario general de la Unión Obrera Metalúrgica de San Nicolás va a vivir a aquella ciudad bonaerense y allí se casa con Nélida Voglia. que era delegada de Radio Serra. Con ella tendrá dos hijos: Aníbal, que hoy tiene 14 años de edad, y Claudia, de ocho años.
—¿Cómo llevás tu vida familiar con tantos cambios y tanta actividad?
—Ellos están acostumbrados a mi vida. En realidad me ven poco. Te diré una cosa: yo casi me enteré por terceros que mi hija trabajaba en un teleteatro como actriz. Mi mujer la llevó a un concurso donde se elegían chicas y salió elegida. Hasta la veo poco por televisión porque no tengo tiempo para ello.
—Si vos vivís en la CGT, ¿cuándo ves a la familia?
—Generalmente los domingos. Claro que durante nuestro período de vida en San Nicolás vivíamos todos juntos, pero ahora es imposible. Además, uno siempre vive un poco en peligro; el país, vos lo sabés. se ha puesto peligroso para quienes ocupan algún cargo expectable. Así que trato de que mi vida gremial esté bien alejada de mi vida familiar.
—¿A vos te conforma eso?
—¿Qué voy a hacer? A veces quisiera estar más tiempo con los hijos, pero eso no es posible. O una cosa o la otra. Uno no puede dividirse totalmente. Por ahora lo que estoy haciendo es muy importante.
—¿Cuándo volviste a la vida gremial?
—En 1970. Yo vivía muy tranquilo en San Nicolás y como no tenía ambiciones de ningún tipo, ni siquiera conocía nada de la CGT. Sabía que ese año habría un congreso normalizador de la central obrera, pero no tenía ni Idea de qué se trataba. Y un día me llama por teléfono Lorenzo Miguel a San Nicolás y me dice que lo vea urgente. Entonces bajo a Buenos Aires y me dice que han ofrecido la secretaría general de la CGT al gremio metalúrgico y que éste, por unanimidad, me ha elegido a mi para ocupar el cargo. Fíjate vos, yo nunca peleé por tener nada y cuando me ofrecieron eso no llegué a tener miedo, pero me asusté bastante. ¿Cómo voy a ser yo?, le dije a Lorenzo. Debo aclarar que Miguel es compañero pero también uno de mis mejores amigos. Con él estuvimos presos y siempre ha sido leal a la amistad. La cuestión es que le dije que lo iba a pensar.
—¿Y lo pensaste muy rápidamente?
—Lo pensé toda la noche y al día siguiente le dije que si, que aceptaba el cargo. En ese entonces yo era bastante resistido a nivel de otros gremios. Todos recordaban mi actuación en la resistencia y como delegado gremial y algunos sostenían: "Este está medio loco y va a hacer cualquier barbaridad con la CGT". Por eso. cuando dije a Miguel que aceptaba el cargo le hice una aclaración: yo debía tener facultades para cualquier cosa. Porque yo soy un tipo de convicciones y nadie me va a llevar de la nariz. Así que fui secretario de la CGT. Y fíjate que aún lo soy.
—Hiciste bastante para mantenerte. Recuerdo tus enemistades con algunos grupos, con Paladino. . .
—Ya te he dicho que soy de convicciones. Apenas llegué al cargo me pregunté a mí mismo y pregunté a los demás: ¿qué es la CGT? No podíamos caer en la mentira, y el problema del país no era tanto económico como político. Así que si el problema era político y los gremios mayoritarios éramos peronistas, pues la CGT es peronista. De ese modo fui el primer secretario general de la central obrera que viajó a Madrid y que puso a la CGT al servicio del movimiento peronista.
—¿Vos ya conocías a Perón?
—No lo había visto en mi vida, excepto cuando iba a Plaza de Mayo y él aparecía en los balcones de la Rosada. Imagínate que cuando me decían que vivía en Puerta de Hierro creía que así se llamaba la casa por el portón que tenía. Y era el nombre del barrio. Cuando llegué a ese portón me anuncié: "Soy José Rucci y vengo a ver al general". Me hicieron pasar y cuando comenzaba a caminar por el jardín hacia la casa, allí estaba Perón a medio metro de mí. Yo no supe qué hacer. El me dijo: "Hola, Rucci", me abrazó y me tomó del brazo. La cuestión es que debo haberlo hecho bastante bien porque el año pasado fui reelegido casi por la unanimidad de los 170 sindicatos.
—¿Será reelecto el año próximo?
—No lo sé ni me interesa. Ya te he dicho que no me interesan los puestos. Si me reeligen, bien. Si no lo hacen, volveré a San Nicolás. a mi trabajo. Nunca he querido llegar a lo que llegué.
—¿Cuál va a ser la actitud de la CGT ante el gobierno peronista?
—Lo apoyaremos en todo, no te quepa la menor duda.
—¿Y si el gobierno se equivoca, habrá planes de lucha como contra otros gobiernos?
—No lo creo. El gobierno podrá equivocarse, pero será esencialmente un gobierno del pueblo. No vamos a estar contra él.
—Pero si se produce un grave conflicto gremial, por quién estará Rucci: ¿por los obreros o por el gobierno?
—Mirá vos, la cosa es simple. La CGT va a compartir todos los actos de un gobierno popular, pero va a hacerlo con plena autonomía. Y si se da el caso extremo que debemos elegir entre defender al gobierno o defender a los trabajadores, defenderemos a estos últimos contra el gobierno. Pero eso no se va a dar.
—¿Qué sucedería si el gobierno se deja tentar por sus aliados en otras direcciones no peronistas?
—El gobierno se nutre fundamentalmente del peronismo y éste sabe lo que tiene que hacer si llega a ocurrir algo así.
Se levanta y da por terminada la entrevista. Antes muestra una foto con sus amigos de Rosario, cuando volvía pateando latas por la vía tras haber sido rechazado en el trabajo. "Hace siete meses, dice, estuve en la estancia del norte santafesino donde pasé mi adolescencia. Todo está igual. Me encontré con los viejos amigos, jugamos al fútbol, pero ya no resistimos el tren. Imagínate, ya tengo 48 años. Es lindo a veces el recuerdo. Pero sobre todo, recuerdo aquella noche en el camioncito de "El Mundo", con el frío calándome hasta los huesos y sin saber qué encontraría en Buenos Aires. Parece que encontré algo, ¿no? Y sonríe tenuemente, sabedor de que pese a cuanto diga sobre su falta de ambiciones, se encuentra cómodo donde está, dominando desde su departamento en la terraza de Independencia y Azopardo a todo el movimiento obrero nacional.

Revista Gente y la actualidad 17/05/1973
LUIS MAS

Fotos: ENRIQUE BIANCO

José Ignacio Rucci

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