Lo recordaría muchas
veces en su vida posterior. Las luces de plaza San
Martín apenas alumbraban unas cuantas plantas y
algunas sombras se recostaban sobre los portales
de las casas, aguardando los diarios de Buenos
Aires. A las tres de la madrugada Rosario se
estremecía de frío. El se acercó al camioncito del
diario "El Mundo". Pidió si lo podían acercar
hasta Buenos Aires. Lo miraron con desconfianza,
pero luego de algunos ruegos aceptaron llevarlo.
Le señalaron la caja posterior del vehículo, sin
siquiera un mísero toldo contra el viento. Fue un
largo y penoso viaje, con el frío hasta los huesos
y los recuerdos de la infancia atenazándole el
alma. A media mañana, con el cuerpo aterido aún,
las calles de Buenos Aires con sus altos edificios
y sus miles de personas caminando raudamente por
las veredas. Corría julio de 1941.
—El camioncito me dejó
en el Once. Parece intrascendente ahora, pero
cuando uno llega a la gran ciudad de verdad que
debemos tener cara de pajueranos. En aquella época
los rosarinos no queríamos a los porteños y
viceversa. Yo tenía que ir hasta la calle Boedo al
800 y pregunté a alguien cómo llegar hasta allí.
Me dijo que debía tomar un ómnibus que tenía una
puerta en el medio y que me bajase al final del
recorrido. Así fue como llegué hasta Liniers. Fue
la primera cargada que debí soportar.
—¿Pensaste alguna vez,
por esa época, llegar a lo que llegaste?
—¡Qué iba a pensar! En
lo único que pensaba era en vivir. Lo mejor
posible.
La vida había
comenzado hacía dieciocho años en Alcorta, lugar
del célebre grito, y quizá esa vida estuviera
signada por la rebeldía de aquella causa
histórica. Su padre manejaba pequeños camioncitos
para el transporte de cereales ^asta el puerto de
Rosario. Allí, en Alcorta, hizo la escuela
primaria. "Fue la única que hice —dirá 32 años más
tarde— y cuando la terminé me fui a vivir con un
tío que era mayordomo de la estancia La Alpina, en
el pueblo de La Rubia, al norte de Santa Fe. Allí
estuve cuatro años enteros".
—¿Qué hacías allí?
¿Estudiabas, trabajabas?
—Nada de eso. No hacía
nada. Nunca estudié nada. Ni me lo pidieron ni a
mí se me ocurrió. Ya ves vos adonde se puede
llegar. Salía con mis amigos los domingos y
jugábamos al fútbol tratando de impresionar a las
chicas del pueblo. Nunca fui muy bueno con la
pelota, pero aprendí lo que era la amistad. Claro
que eso duró muy poco tiempo.
Le gustaba andar por
los caminos, aunque no condujesen a ninguna parte.
A los dieciséis años se despidió de su tío y se
largó hacia el sur buscando la gran ciudad
santafesina. Era difícil la vida en aquella época.
Cuando llegó a Rosario, sin un peso y muchas
ilusiones, debía hacer changas en el frigorífico
Swift. Lo recuerda y se le nublan los ojos cuando
lo hace. "Las changas eran por día de trabajo, no
permanentes. Lo veo muy claro aún hoy. Éramos como
ochocientos tipos esperando que un inglés saliera
a la puerta y eligiera: vos, vos y vos. Y ahí
nomás se entraba. A veces me tocaba a mí, a veces
a otros. La mayoría nos quedábamos sin trabajar.
Volvíamos a la ciudad con algunos amigos". Era muy
temprano la vuelta. A las siete de la mañana,
cansados de esperar a ser llamados, tomaban la vía
y caminaban esas treinta cuadras a pie, dando
patadas a todas las latas del camino. El había
alquilado una pieza en un conventillo junto con
dos amigos y todos los días se iban hasta los
puestos del mercado a comprar filet de pescado
frito. Solamente los domingos comían tallarines,
cuando los vecinos apiadados los invitaban a
almorzar.
Como en el frigorífico
se quedaba muchos días sin trabajo, se empleó en
una fabrica de soda como lavador de sifones y
cajones. También, por las noches, actuaba como
caramelero en el cine Heraldo rosarino, ya
desaparecido.
Tiene una campera
nueva de gamuza. Y un departamento al que está
dando los últimos toques, ubicado en el sexto piso
del edificio de la CGT. Hay que atravesar la
terraza para llegar hasta él. Un pequeño living
con decenas de pergaminos dedicados "al compañero
José Rucci". Una foto junto a Juan Domingo Perón.
Al fondo del living, un pequeño baño y un
dormitorio. Ahora arreglan parte de la terraza
para convertirla en jardín de invierno. Cuando
deja de hablar de su vida privada, se le iluminan
los ojos y se le pone más fuerte y enérgica la
voz, como sí en él viviesen dos personas.
—¿Qué me querés decir?
Aquí habrá plena unidad de los gremios. No hay
gremios combativos y la CGT es una sola. Si la CGT
de Córdoba quiere seguir criticando, que lo haga.
Las criticas no desunen al movimiento obrero...
—Pero es posible que,
triunfante el peronismo, vos, que sos la cúpula
sindical, actúes con revanchismo con todos
aquellos que te han criticado.
—No habrá ningún tipo
de revanchismo. A mí nunca me ha importado la
carrera sindical; nunca he querido los puestos que
he ocupado. Cuando he lanzado alguna solicitada,
por ejemplo, para contestar a Agustín Tosco, ha
sido para que el movimiento obrero esté bien
enterado de quién soy yo y no se deje engañar.
Pero la critica es saludable y no desune a los
trabajadores. ¿Acaso no hemos ganado una elección
con el apoyo de todos?
—¿Qué va a pasar con
vos cuando el año próximo haya que elegir nuevo
secretario de la CGT?
—Pues me dedicaré a lo
mío. Volveré al lugar donde estaba, quizá a San
Nicolás a dirigir allí el gremio metalúrgico. ¿Te
creés que me importa? Nunca me ha importado nada
este puesto. Cuando me lo ofrecieron me sorprendí
y, además, me pegué un gran susto. Jamás había
pensado en dirigir la CGT. Ni siquiera sabía cómo
funcionaba esto.
Recuerda al negro
Pereyra, a Scialoni, al gallego Domínguez, sus
compañeros en el trabajo de la zapatería. Aunque
fue primero lava-copas en una confitería ubicada
en plaza Flores. Por las noches era sereno de una
sucursal de esa confitería en Cabildo y Juramento:
"Arreglaba las sillas y pasaba el lampazo al piso.
Era lindo porque podía comer cuanto quería. Y qué
atracones me daba. Es que las había pasado mal. Ni
pensaba en ser metalúrgico y mucho manos dirigente
gremial".
Corría 1945 y ya había
asistido al crecimiento de Juan Domingo Perón.
Trabajaba en la cervecería Palermo, por la noche,
y de día en el Tortoni. En su sótano preparaba
sandwiches para la clientela de periodistas e
intelectuales que frecuentaban el tradicional café
de avenida de Mayo. Recién en 1948 —ya era
peronista— se inicia en el gremio metalúrgico:
comienza a trabajar en la fábrica Ballester
Molina, que hacía pistolas y armas con marca
española. "Nunca había pensado en el gremialismo,
pero cuando pasé a trabajar a una fábrica de
ventiladores y radios, me eligieron delegado. Al
principio no sabia qué hacer, pero luego el cargo
comenzó a entusiasmarme. Tenia que defender a
todos los compañeros y para ello debía conocer
todos los resortes del manejo gremial. Debía
concurrir a la sede de la Unión Obrera
Metalúrgica, donde estaba la CGT en ese entonces".
—¿Estudiaste algo de
leyes laborales para desempeñarte como delegado?
—Nunca estudié nada.
Yo fui gremialista por vocación, no por profesión.
Y sé muy bien qué es la justicia y qué no lo es.
Sólo hay que saber eso. Luego, a medida que se van
produciendo los conflictos, uno sabe cómo actuar.
Miré, en aquella época yo fui protagonista y
dirigente de la mayor huelga que hubo en el país.
Resulta que habían cambiado al jefe de personal y
el nuevo era un prepotente. Un día, mientras
discutíamos, me dio un empujón y terminamos
agrediéndonos. No sólo me despidieron sino que fui
detenido por esa agresión. Organizamos una huelga
que duró siete meses. Era fácil porque ganábamos
más afuera que adentro de la fábrica, porque en
esa época había mucho trabajo. Como la mayoría
trabajábamos en otros lados, nos reuníamos cada
quince días y juntábamos todas nuestras ganancias,
que dividíamos por partes iguales entre todos los
huelguistas. La fábrica cerró pero a todos nos
indemnizaron. Además, yo ya era miembro de la
paritaria metalúrgica y, por lo tanto, dirigente a
nivel nacional. Claro que no me daba cuenta bien
de la importancia que eso tenía. Yo luchaba y nada
más; no estaba en la política gremial.
—Usted estuvo preso en
la época de Frondizi. ¿Acepta ahora la alianza con
el frondicismo?
—Bueno, ésas son cosas
de la política. Además, Frondizi no es aliado
conmigo. Yo sé muy bien quiénes son los que te
palmean el lomo cuando te necesitan y luego no son
tus amigos.
—¿Y cómo era tu
relación con Jorge Daniel Paladino?
—Paladino era un
compañero en su momento.
—¿Compañero y amigo?
—Compañero solamente.
—¿Es viable el plan de
la CGT y la CGE para llevar adelante el país en el
terreno económico?
—El plan, que más que
plan son sugerencias para el nuevo gobierno; se
trata más de una filosofía económica que de un
acuerdo para medidas concretas. Aquí hay que hacer
una revolución en serio para que el pueblo acceda
a mejores niveles de vida.
—¿A vos te parece que
siendo aliado de sectores conservadores,
el peronismo puede
concretar una revolución?
—Mirá, que quede bien
claro esto: no se puede acondicionar la cosa para
salvar la ropa de los dirigentes. Al pueblo no se
lo puede engañar más. De entrada nomás hay que
nivelar los salarios aunque no lo sea mucho, para
dar mayor poder adquisitivo. También habrá que
tener una política de precios acorde con la época
y los condicionamientos revolucionarios que
queremos?
—¿No te parece que si
aumentas salarios estás creando inflación?
—Puede ser en un
primer momento, pero si se adoptan otras medidas
complementarias, como evitar la especulación,
ordenar el crédito y controlar el comercio
exterior, entonces esa nivelación de salarios será
positiva. Por eso, aunque el gobierno no aumentase
los salarios, si adopta las otras medidas que
hacen a la marcha global de la economía, entonces
se irían solucionando las cosas para la clase
trabajadora.
En 1953 José Rucci
abandona la Unión Obrera Metalúrgica y, como su
fábrica ha cerrado, debe emplearse como peón en la
fábrica Catita, donde es elegido delegado seis
meses más tarde.
"En setiembre de 1955
estábamos trabajando cuando a mediodía sentimos
los aviones volando bajo sobre Buenos Aires.
Entonces nos subimos a los camiones de la empresa
y nos dirigimos por el bajo hacia la Plaza de
Mayo. Cuando estábamos en la esquina de Paseo
Cotón y Belgrano sentimos el ruido de los aviones
y los vimos que se acercaban a la plaza volando
muy bajo. Cuando comenzaron a disparar sus
ametralladoras entonces nosotros batimos el record
de velocidad. A los dos minutos estábamos en
Constitución. Me enrolé entonces en la
resistencia. Tratamos de organizar los gremios
desde abajo, en la clandestinidad. ¿Vos sabés que
a mi me tocó el honor de crear las 62
Organizaciones? En 1956 hicimos un congreso de los
gremios que nos manteníamos fieles a Perón, en Les
Ambassadeurs, donde hoy está Canal 9. Yo debía
pasar lista y cuando terminé de hacerlo anuncié
que había 62 organizaciones presentes en el
congreso. Después, cuando la intervención de la
CGT ordenó los comicios a través de los delegados
de gremios, los peronistas ganamos y por eso se
decretó un cuarto intermedio de aquel congreso.
Ese cuarto intermedio todavía dura, porque nunca
más llamaron a comicios."
Esa actuación le valió
cuatro meses de detención en el penal de Caseros.
Puesto en libertad, volvería a prisión a raíz de
los hechos que desembocaron con la ocupación por
las tropas del Frigorífico Nacional, ya durante el
gobierno de Arturo Frondizi. Primero lo llevaron
preso a un barco y posteriormente lo trasladaron a
la cárcel de Santa Rosa, en La Pampa. Pero la
prisión duró poco y pronto estuvo en libertad
nuevamente. En 1957 había sido nombrado miembro
del comando táctico peronista, que componían siete
personas, pero un año después, tras la cárcel,
termina su carrera gremial. Como secretario
general de la Unión Obrera Metalúrgica de San
Nicolás va a vivir a aquella ciudad bonaerense y
allí se casa con Nélida Voglia. que era delegada
de Radio Serra. Con ella tendrá dos hijos: Aníbal,
que hoy tiene 14 años de edad, y Claudia, de ocho
años.
—¿Cómo llevás tu vida
familiar con tantos cambios y tanta actividad?
—Ellos están
acostumbrados a mi vida. En realidad me ven poco.
Te diré una cosa: yo casi me enteré por terceros
que mi hija trabajaba en un teleteatro como
actriz. Mi mujer la llevó a un concurso donde se
elegían chicas y salió elegida. Hasta la veo poco
por televisión porque no tengo tiempo para ello.
—Si vos vivís en la
CGT, ¿cuándo ves a la familia?
—Generalmente los
domingos. Claro que durante nuestro período de
vida en San Nicolás vivíamos todos juntos, pero
ahora es imposible. Además, uno siempre vive un
poco en peligro; el país, vos lo sabés. se ha
puesto peligroso para quienes ocupan algún cargo
expectable. Así que trato de que mi vida gremial
esté bien alejada de mi vida familiar.
—¿A vos te conforma
eso?
—¿Qué voy a hacer? A
veces quisiera estar más tiempo con los hijos,
pero eso no es posible. O una cosa o la otra. Uno
no puede dividirse totalmente. Por ahora lo que
estoy haciendo es muy importante.
—¿Cuándo volviste a la
vida gremial?
—En 1970. Yo vivía muy
tranquilo en San Nicolás y como no tenía
ambiciones de ningún tipo, ni siquiera conocía
nada de la CGT. Sabía que ese año habría un
congreso normalizador de la central obrera, pero
no tenía ni Idea de qué se trataba. Y un día me
llama por teléfono Lorenzo Miguel a San Nicolás y
me dice que lo vea urgente. Entonces bajo a Buenos
Aires y me dice que han ofrecido la secretaría
general de la CGT al gremio metalúrgico y que
éste, por unanimidad, me ha elegido a mi para
ocupar el cargo. Fíjate vos, yo nunca peleé por
tener nada y cuando me ofrecieron eso no llegué a
tener miedo, pero me asusté bastante. ¿Cómo voy a
ser yo?, le dije a Lorenzo. Debo aclarar que
Miguel es compañero pero también uno de mis
mejores amigos. Con él estuvimos presos y siempre
ha sido leal a la amistad. La cuestión es que le
dije que lo iba a pensar.
—¿Y lo pensaste muy
rápidamente?
—Lo pensé toda la
noche y al día siguiente le dije que si, que
aceptaba el cargo. En ese entonces yo era bastante
resistido a nivel de otros gremios. Todos
recordaban mi actuación en la resistencia y como
delegado gremial y algunos sostenían: "Este está
medio loco y va a hacer cualquier barbaridad con
la CGT". Por eso. cuando dije a Miguel que
aceptaba el cargo le hice una aclaración: yo debía
tener facultades para cualquier cosa. Porque yo
soy un tipo de convicciones y nadie me va a llevar
de la nariz. Así que fui secretario de la CGT. Y
fíjate que aún lo soy.
—Hiciste bastante para
mantenerte. Recuerdo tus enemistades con algunos
grupos, con Paladino. . .
—Ya te he dicho que
soy de convicciones. Apenas llegué al cargo me
pregunté a mí mismo y pregunté a los demás: ¿qué
es la CGT? No podíamos caer en la mentira, y el
problema del país no era tanto económico como
político. Así que si el problema era político y
los gremios mayoritarios éramos peronistas, pues
la CGT es peronista. De ese modo fui el primer
secretario general de la central obrera que viajó
a Madrid y que puso a la CGT al servicio del
movimiento peronista.
—¿Vos ya conocías a
Perón?
—No lo había visto en
mi vida, excepto cuando iba a Plaza de Mayo y él
aparecía en los balcones de la Rosada. Imagínate
que cuando me decían que vivía en Puerta de Hierro
creía que así se llamaba la casa por el portón que
tenía. Y era el nombre del barrio. Cuando llegué a
ese portón me anuncié: "Soy José Rucci y vengo a
ver al general". Me hicieron pasar y cuando
comenzaba a caminar por el jardín hacia la casa,
allí estaba Perón a medio metro de mí. Yo no supe
qué hacer. El me dijo: "Hola, Rucci", me abrazó y
me tomó del brazo. La cuestión es que debo haberlo
hecho bastante bien porque el año pasado fui
reelegido casi por la unanimidad de los 170
sindicatos.
—¿Será reelecto el año
próximo?
—No lo sé ni me
interesa. Ya te he dicho que no me interesan los
puestos. Si me reeligen, bien. Si no lo hacen,
volveré a San Nicolás. a mi trabajo. Nunca he
querido llegar a lo que llegué.
—¿Cuál va a ser la
actitud de la CGT ante el gobierno peronista?
—Lo apoyaremos en
todo, no te quepa la menor duda.
—¿Y si el gobierno se
equivoca, habrá planes de lucha como contra otros
gobiernos?
—No lo creo. El
gobierno podrá equivocarse, pero será
esencialmente un gobierno del pueblo. No vamos a
estar contra él.
—Pero si se produce un
grave conflicto gremial, por quién estará Rucci:
¿por los obreros o por el gobierno?
—Mirá vos, la cosa es
simple. La CGT va a compartir todos los actos de
un gobierno popular, pero va a hacerlo con plena
autonomía. Y si se da el caso extremo que debemos
elegir entre defender al gobierno o defender a los
trabajadores, defenderemos a estos últimos contra
el gobierno. Pero eso no se va a dar.
—¿Qué sucedería si el
gobierno se deja tentar por sus aliados en otras
direcciones no peronistas?
—El gobierno se nutre
fundamentalmente del peronismo y éste sabe lo que
tiene que hacer si llega a ocurrir algo así.
Se levanta y da por
terminada la entrevista. Antes muestra una foto
con sus amigos de Rosario, cuando volvía pateando
latas por la vía tras haber sido rechazado en el
trabajo. "Hace siete meses, dice, estuve en la
estancia del norte santafesino donde pasé mi
adolescencia. Todo está igual. Me encontré con los
viejos amigos, jugamos al fútbol, pero ya no
resistimos el tren. Imagínate, ya tengo 48 años.
Es lindo a veces el recuerdo. Pero sobre todo,
recuerdo aquella noche en el camioncito de "El
Mundo", con el frío calándome hasta los huesos y
sin saber qué encontraría en Buenos Aires. Parece
que encontré algo, ¿no? Y sonríe tenuemente,
sabedor de que pese a cuanto diga sobre su falta
de ambiciones, se encuentra cómodo donde está,
dominando desde su departamento en la terraza de
Independencia y Azopardo a todo el movimiento
obrero nacional.
Revista Gente y la
actualidad 17/05/1973 LUIS MAS
Fotos: ENRIQUE BIANCO
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