Marcos Mundstock
"SIEMPRE CELEBRO MI CUMPLEAÑOS CON UN DESFILE"
EL PENSAMIENTO VIVISIMO DE MARCOS MONDSTOCK
El desopilante factótum del conjunto Les Luthiers desgranó sus insólitos pareceres ante Siete Días.
"Si no fuera un Luthier comedor de medias lunas, me hubiera gustado ser ingeniero, químico, aviador, tenor de ópera o Tarzán", dijo entre otras cosas
Marcos Mundstock

Todas las mañanas deambula, como poseído, por la avenida Colón. Es que sobre esa abarrotada arteria marplatense el aparentemente solemne Marcos Mundstock (31, casado) ha descubierto una tramposa cervecería que, por las madrugadas, se metamorfosea en despacho de suculentos cafés con leche y medias lunas. El mozo del lugar puede detectar su presencia aun sin verlo: "Mete tal batifondo masticando las medias lunas y sorbiendo el café con leche que parece una orquesta. ¡Es imposible no advertir que él está en el local, tantos son los slurp y los crunch que descerraja ese hombre cuando sorbe y deglute!" En realidad, esos sonidos onomatopéyicos acompañan a Mundstock en forma permanente, por lo menos mientras está despierto. "Durante las mañanas, en la playa, parece que llevara una ranita en la barriga; todo el tiempo hace cri, cri, cri. Por la tarde, es como si se hubiera tragado un Ford T: a cada paso hace hoink, hoink, hoink", confió su esposa a Siete Días. Y ese curioso hábito, obviamente, no desaparece a la noche, cuando se presenta en escena junto a sus compinches del conjunto Les Luthiers exhibiendo una copiosa ristra de insólitos instrumentos musicales: sopladores y tocadores de cuernos de goma, dactilófano, tubófono, latín (o violin de lata), violata (o viola de lata), cello legüero, altpipe, basspipe, manguereta, manguelódica neumática y mate o yerbomatófono. Mundstock —¡no podía ser de otra manera!— es una de las batutas de esa estridente, zumbona agrupación cómico-musical. Por eso, Siete Días no se sorprendió cuando hubo de toparse con él, café con leche y medias lunas por medio, en la referida cervecería. Allí precisamente, se entabló este disparatado diálogo:
—Por lo que vemos sos un buen comedor. . .
—También soy buen living, baño instalado y hall de entrada.
—¿Tenés alguna muela picada que haces tanto ruido cuando tomas el desayuno?
—Aunque no lo creas, el ruido debe venir de otra parte. Uno de los actos heroicos que realicé este año consistió en arreglarme todas las muelas. En esa operación casi pierdo la barba en el dentista.
—A lo mejor sin barba hubieras quedado con más pinta.
—¿Estás loco? Yo tengo cara de nene. Si me saco la barba puedo llegar a parecer un bebé calvo.
—Sin embargo con esa cara te casaste...
—Bueno, sí. . .
—¿Cuántas veces te casaste?
—Una sola.
—¿Por qué una sola?
—Porque me gusta estar casado con mi mujer.
—¿Qué pensás de la hostia?
—¿De qué hostia me hablás? ¿De la de Monzón? Mirá. . ., a ésa no me gustaría recibirla ni en misa: es una hostia consagrada.
—No, yo me refería a la otra...
—Sobre la otra no sé qué decir; mis padres son judíos.
—¿Qué hacés cuando no comés'
—Trabajo o paseo.
—¿Con quién paseás?
—Por lo general procuro pasear conmigo mismo.
—De no haber nacido humano, ¿qué te hubiera gustado ser?
—Un felino, para tener en el cuerpo esa agilidad que ahora me falta. Claro, la macana es que, en ese caso, no hubiera faltado quien me denunciara como un pobre gato.
—Cambiemos de tema alegrándonos de que no hayas nacido felino. ¿Cómo celebrás tu cumpleaños?
—Casi siempre con un desfile. Yo nací un 25 de mayo.
—¿Eras travieso de niño?
—Sí, muy travieso. No sólo rompía vidrios en el vecindario sino que además rompía otras cosas: plantas, por ejemplo. Me decían "El terror botánico".
—¿Alguna vez rompiste una mala racha ganando en el Casino?
—He ido muy poco al Casino. ¡Y eso a pesar de que me agrada el juego!
—¿Cuál es el juego que más te apasiona?
—La escondida.
—¿Qué edad te gustaría tener?
—Veinte años. Pero preferiría tenerlos con mi actual edad mental.
—¿Qué es para vos la mente?
—Un mate cebado con bombilla. Pero. . ., ¡ojo! Hay que saber a quién convidar con ese mate . . .
—Si no fueras lo que sos, ¿qué te hubiera gustado ser?
—Mirá, si no fuera un Luthier comedor de medias lunas me hubiera gustado ser ingeniero (dejé mis estudios en tercer año), químico, aviador, tenor de ópera o Tarzán. Sí, creo que ser Tarzán me hubiera apasionado.
—¿Por qué?
—Me gustaría poder lucir el lomo de Tarzán para hacer pinta y por tener fuerza. Pero con mi físico me debo conformar jugando al fútbol una vez por semana. Cada vez que juego la palabra más ingeniosa que digo es: ¡Ay!
—Muchos de tus amigos afirman que sos un caradura; ¿tienen razón?
—En realidad soy muy vergonzoso, pero eso ocurre sólo cuando estoy frente a cuatro o cinco personas. Cuando delante mío hay más de doscientos individuos se me pasa la batata y me suelto como un loco. Ese es un costado de mi personalidad que yo llamo "el de los porcentajes".
—¿Qué querés decir con eso?
—Mirá es fácil de entender. Tengo un 23,5 de vergüenza; un 2,75 de lo otro; un 3,72 por ciento de lo que está más acá y otro 12,23 de no me acuerdo en este momento qué; se revuelve bien, se le agrega un poco de sal, se sirve frío y aparece mi completa personalidad, desglosada en cifras y porcentajes.
—De esos porcentajes que vos imaginas, ¿cuál es tu preferido?
—Supongo que vos querés saber si yo en realidad prefiero mi perfil de caradura, ¿no as así?
—Bueno, algo de eso es verdad.
—Entonces te diré que el asunto depende: Si hay un tinglado que protege de la lluvia siento predilección por mi costado sencillito.
—Hay quienes afirman que todos los grandes hombres fueron o son personas muy sencillas. ¿Es por eso que vos optas por ese porcentaje?
—Mirá, flaco, yo soy un tipo inteligente pero no me creo el ombligo del mundo.
—¿Tu frente ancha, el pelo escaso y las entradas muy destacadas son signos visibles de tu inteligencia?
—Para nada, ¿no te enteraste que de madrugada me pongo el traje de Hare Krisna y salgo a tocar tambor y los platillos por la calle?
—¿Esa dosis de misticismo oriental impide, por ejemplo, que creas en los horóscopos?
—No creo en los horóscopos porque están hechos por una legión de chantas. Eso sí, soy un ferviente partidario de la parapsicología. Claro que no te voy a decir por qué, puesto que es un secreto mío que guardo celosamente.
—¿Por qué creés en la parapsicología, entonces?
—Qué sé yo, flaco. Pregúntame algo más fácil, ¿no te gustaría saber qué pienso de Colón?
—Bue... está bien: ¿qué pensás de Colón?
—Que es un infierno de tránsito, pero como avenida es muy linda y hasta pintoresca.
—Decime, ¿no te consideras un tipo pesado?
—Uf, todos los años aumento de peso, ahora estoy en 73.
—Si tuvieras que morirte, y otra opción no te queda, ¿cuándo te gustaría dejar el mundo de los vivos?
—¿Querés que te diga la verdad? Me agradaría abandonar este mundo un día después que termine.
—¿Por qué?
—Pienso que el día del Apocalipsis será de noche y a mí me gustaría poder tomar un desayuno más, con doble porción de medias lunas.
Julio Bonamino
Fotos: Mario Paganetti
Revista Siete Días Ilustrados
18.03.1974

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