—Beechcraft 5 G-2
llamando a Torre Control Ushuaia.
—Adelante, G-2.
—Beechcraft G-2, en
cabecera, solicita autorización para decolage.
—Autorizado, G-2. La
voz del radioperador se perdió en los oídos del
capitán Salgado. Los motores del Beechcraft
aceleraron y el avión fue un punto en el despejado
cielo de Ushuaia. Abajo, los picos helados, el
lago y el mar. Eran las cinco de la tarde del 11
de agosto de 1964. El piloto miró con indiferencia
el paisaje familiar, la ruta Ushuaia-Rio Gallegos:
el Atlántico levantando espuma sobre el litoral
patagónico, el cabo Vírgenes y al costado. . .
Pero el objeto luminoso, reverberante, que parecía
flotar sobre el mar, no formaba parte del paisaje
habitual.. "En un comienzo pensé que se trataba de
un barco que reflejaba los rayos solares —contó
después el capitán Saúl Salgado—, pero cuando el
extraño objeto se desplazó hacia tierra, cambié de
hipótesis. Llamé a la Torre de Control de Río
Gallegos, preguntando si había algún avión en la
zona: el único era un DC-3 naval, al que avisté en
seguida delante mío."
Mientras tanto, el
objeto luminoso observaba un extraño
comportamiento. Durante media hora voló con el
mismo rumbo que el avión. Pero cuando el capitán
Salgado, cansado del extraño seguimiento enfiló la
proa de su avión hacia el OVNI, éste partió como
una exhalación en dirección opuesta y se perdió en
el cielo sureño.
UNA LUZ ENCEGUECEDORA
En el otro extremo del
país, en una carretera de La Rioja, el señor
Máximo Dughetti conduce una camioneta rumbo a la
Capital. Son las nueve y media de la noche.
Inexplicablemente, el motor deja de funcionar. Una
luz enceguecedora baña la oscuridad del camino
provinciano: detrás de un bosquecillo, hay una
máquina de extraño aspecto: es un artefacto
circular de 15 metros de diámetro. En la parte
superior tiene una cúpula y de la parte inferior
se desprenden luces rojizas que cambian al
violeta. Dughetti solo atina a echar sobre su
nieto una manta para preservarlo de la luz. Tras
un minuto de indecisión y pánico, abandona la
camioneta. Pero el OVNI ya estaba a diez metros
del suelo y en vuelo ascendente se perdió tras la
serranía de Mogote Colorado. Al día siguiente, un
grupo de investigadores observó en el lugar donde
se estacionó el objeto un curioso detalle: la
maleza aparecía nítidamente ennegrecida en un
diámetro de diez metros. Pero no fue la única
comprobación curiosa: cuando el OVNI había
adquirido suficiente distancia, el motor de la
camioneta volvió a funcionar normalmente como si
nada hubiera ocurrido allí.
José Carlos García es
empleado en la Base Naval de Puerto Belgrano. El 9
de mayo, con varios amigos, parte de Punta Alta en
un jeep, con intenciones de cazar. Son las 3.30 de
la madrugada. Con los ojos alertas, se internan en
la ruta 35. A poco de andar, un tenue resplandor,
muy visible en la oscuridad reinante, les llama la
atención. "¿Qué pueblo es ése?", pregunta uno de
los amigos. Un sereno espanto los invadió al oír
la lacónica respuesta de García: "Allí no hay
ningún pueblo". El resplandor se transformó muy
pronto en un objeto luminoso que comenzó a
elevarse ("Una luz centelleante, como de
mercurio", testimonió después García). Del objeto,
salieron otros dos, igualmente luminosos. Uno de
ellos, siguió volando a lo largo del camino, por
encima del jeep. Los otros dos, en ascenso
vertical, pronto se confundieron con las
estrellas. El espanto dio lugar al entusiasmo y
aumentando la velocidad, comenzaron a perseguir al
OVNI. La carrera duró 8 minutos. Es decir, hasta
el momento en que el OVNI decidió apurarse. Y ser
un punto en el cielo. Pero la sorpresa no había
terminado: tres días después, a la misma hora y
unos kilómetros más allá, Valentino Tomasini le
dice a su hermano que conduce un camión: "Frená
Mauro, que viene el tren". Tomasini lo miró como
si se hubiera vuelto repentinamente loco. Su
hermano sabía perfectamente que en ese lugar no
había ninguna vía. "Te digo que es un tren...
Frená", insistió Valentino antes de comprobar que
los trenes no vuelan. "Era una luz intermitente,
como a 200 metros. Al rato se transformó en una
hilera de luces, unas 20 ó 30. Encendí las luces
del camión y más vale no lo hubiera hecho. Del
aparato partió una luz enceguecedora. Cuando
recuperé la vista, el aparato volaba a cuatro o
cinco metros de altura. Y enseguida dejamos de
verlo", contaron después los hermanos Tomasini.
DEL MISTERIO A LA
CERTEZA
En estos momentos, una
ola de OVNI se ha abatido sobre Europa. En las
últimas semanas, se han producido observaciones en
Italia, Suiza, Alemania y Francia. Y mientras el
cientificismo académico insiste —aunque cada vez
menos— en adjudicar el hecho a probables
alucinaciones o testimonios histéricos, los
racionalistas a ultranza hablan de máquinas
secretas pertenecientes a las grandes potencias
mundiales. Los científicos sin prejuicios oponen a
esto el hecho de que ninguna máquina capaz de
volar a 23.000 kilómetros por hora puede ser
mantenida en secreto por mucho tiempo. Y de esta
certeza a la necesidad de admitir la verosímil
presencia de seres inteligentes no terrestres,
sólo queda un paso. A todas luces inquietante.
Jung dijo una vez: "Nos inquieta la suerte de
aquellos que sin estar preparados, hayan de ser
sorprendidos por los acontecimientos y se
extravíen ante su carácter incomprensible".
La Argentina ha
comenzado a prepararse. En una oficina del
Ministerio de Marina se estudian con absoluta
seriedad —y bastante entusiasmo— todas las
comunicaciones relativas al avistamiento de los
extraños OVNI. Sobre el escritorio del capitán de
fragata Omar R. Pagani convergen a diario recortes
periodísticos, cartas, comunicaciones telefónicas,
testimonios verbales: "Un riguroso examen de los
distintos casos, expurgándolos de todo atisbo de
mistificación, reduce los testimonios a sus
exactas proporciones", dice el capitán Pagani. Y
agrega: "Desde hace 15 años la Armada Nacional,
atenta a todo lo que pueda significar una eventual
perturbación a la seguridad del país, ha seguido
con atención todo lo referente a estos extraños
fenómenos aéreos, que preocupan ya a calificados
estudiosos y a vastos sectores de opinión. Desde
entonces, se han confeccionado cuestionarios
técnicos y se creó un archivo especial para
compilar la información seria proveniente del
ámbito naval y de civiles responsables. Los
testigos son interrogados y preguntados todas las
veces que se considera necesario y a pedido
expreso de los mismos, se los somete a diversos
análisis y tests por parte de psiquiatras y
psicólogos. Las fotografías existentes son
rigurosamente seleccionadas tras el minucioso
análisis de sus negativos y el prolijo
interrogatorio de los circunstanciales
fotógrafos".
En la oficina naval,
un gran mapa de la Argentina contiene los
avistamientos de OVNI, su trayectoria, fecha y
lugar. Suman más de 200. Numerosos bocetos,
dibujados de acuerdo al testimonio verbal de los
observadores, dan a la oficina de Marina un clima
alucinante. Pero el capitán Pagani no parece
propenso a las alucinaciones. Afirma con
seguridad: "De este lento y difícil estudio se
obtuvo la certeza de que existen realmente
elementos de características desconocidas que se
desplazan por los cielos terrestres y que
constituyen algo que margina nuestros
conocimientos ordinarios".
Eduardo Azcuy, un
entusiasta estudioso de los OVNI y colaborador
civil de Marina, señala la importancia de las
declaraciones del capitán Pagani: "La información
contradictoria creó durante muchos años una
atmósfera de incertidumbre. Luego de los
comunicados de Marina referentes a observaciones
en la Antártida, se imponía una palabra oficial
sobre la realidad de estos enigmáticos elementos
aéreos. Y tras muchos años de prudente silencio,
la Marina de Guerra da, a través de las
declaraciones del capitán Pagani, una versión
seria y objetiva sobre este asunto que, en
cualquier momento, puede tornarse trascendental".
En la actualidad, se
estima que en todo el mundo se han efectuado
50.000 observaciones. La mitad, ha tenido más de
un testigo. En forma bastante periódica (cada 26
meses, creen algunos observadores, cada cinco
años, según otros) olas de OVNI se vuelcan sobre
la Tierra. En todo el mundo (y ahora también en la
Argentina) se levantan estadísticas, se encuestan
datos, se busca, en suma, una explicación para lo
inexplicable. Porque, como decía Víctor Hugo,
"vendándose los ojos ante lo Desconocido no se
suprime lo Desconocido".
Revista Siete Días
Ilustrados
08/08/1967
|