La semana pasada, el
gobierno del doctor Illia cumplió sus primeros dos
meses en el ejercicio del poder. El principal
dirigente de uno de los partidos socialistas,
Américo Ghioldi, hizo el análisis de esos sesenta
días: con preocupación, señaló la ineficacia y las
contradicciones del gobierno. Afirmó —luego de
enunciar una serie de hechos negativos— que las
únicas dos medidas que podían haberle
proporcionado popularidad al Poder Ejecutivo (la
anulación de los contratos petroleros y la puesta
al día de sueldos y salarios en la administración
pública) ni siquiera pudieron ser capitalizadas,
ante la sensación general de inoperancia que
ofrecen las autoridades.
Casi simultáneamente,
otro dirigente político que tradicionalmente tuvo
afinidad con los radicales del Pueblo, Horacio
Thedy, censuró a los partidos políticos que se
apresuraron a dar su apoyo al gobierno sin un
acuerdo previo sobre un programa concreto, "quizá
—señaló— para ir a cobrar en ventanillas su
decisión".
Para los observadores
políticos, las razones de la inoperancia oficial
son difíciles de determinar. Muchos opinan, lisa y
llanamente, que la causa fundamental es la
incapacidad personal de los integrantes del
gobierno; para otros, las contradicciones y
divergencias profundas entre los principales
funcionarios impiden todo movimiento concreto.
Lo cierto, de todos
modos, es que la actividad oficial parece estar
trabada de una manera especial: primero se hacen
anuncios, luego se comienza a trabajar en cosas
concretas pero, en una tercera etapa, las cosas
nunca pueden terminarse y quedan a medio hacer,
entre una confusa serie de nuevas declaraciones y
nuevos anuncios. El clásico mito de Sísifo, según
el cual el personaje mítico nunca podía llegar a
colocar la piedra sobre la montaña, simbolizaría
así —de acuerdo con esas opiniones—, estos
primeros dos meses de gobierno.
Cuando el gobierno
anuló los contratos petroleros —una de las dos
medidas concretas y positivas, según Américo
Ghioldi—, se pensó que ése era el primer paso para
la iniciación de una nueva política energética.
Los radicales del Pueblo, para fundamentar esa
anulación —que había sido entusiastamente
propugnada por el vicepresidente Perette—
invocaban dos argumentos básicos: la eventual
inmoralidad administrativa en su gestación y la
falta de un debate en el Congreso. El primer día
de sesiones extraordinarias, fueron los defensores
de esos contratos petroleros los que solicitaron
una amplia investigación parlamentaria sobre la
tramitación de los mismos. Y, sorpresivamente,
fueron los radicales del Pueblo (con una sola
excepción, el diputado León) los que votaron
contra la investigación. El oficialismo prefería,
así, que la Fiscalía Nacional de Investigaciones
analizara si hubo o no dolo en la elaboración de
los contratos, Pero, justamente, esa fiscalía es
objetada por muchos sectores políticos que dudan
de su imparcialidad. La política propugnada por el
vicepresidente en materia de petróleo ponía así en
juego el autoabastecimiento, hacía retroceder a
los inversionistas extranjeros, no concretaba una
solución de alternativa y contradecía las dos
objeciones básicas que los mismos radicales del
Pueblo habían efectuado a la forma en que
gobiernos anteriores habían encarado el mismo
problema.
Resultaba así claro
que el gobierno no podía concretar —o no atinaba a
hacerlo— las consecuencias de su medida. Y luego.,
mientras el presidente de Yacimientos Petrolíferos
Fiscales, Facundo Suárez, comenzaba a sostener la
tesis de que no se podían romper del todo las
negociaciones con las compañías inversoras hasta
que no estuviera asegurado el autoabastecimiento,
el secretario de Energía y Combustibles, Antulio
Pozzio, apoyado por lo que se dio en llamar "el
grupo Silenzi de Stagni", sostenía la tesis
absolutamente contraria y afirmaba que las
anulaciones significaban prácticamente que todo el
esfuerzo debía ser hecho por Y.P.F. Pozzio tuvo
finalmente un altercado con Suárez, y actualmente
nadie conoce cuales serán los designios oficiales
que prevalecerán.
El gobierno se aprestó
también a resolver otro de los problemas básicos
de la Argentina —sumamente complejo en su
elucidación para cualquier país del mundo—: el
creciente y constante incremento de los precios.
Algunos funcionarios se inclinaron por la fijación
de precios máximos; el ministro Blanco se opuso;
otros se inclinaron por la presión sobre los
intermediarios; decenas de declaraciones se
sucedieron. Finalmente, todo quedó paralizado al
producirse enfrentamientos internos, y ya el
viernes comenzaba nuevamente la aguda carrera de
los precios.
Al asumir la
presidencia, Illia enunció sus objetivos en
materia militar. El propósito del gobierno era
resumible en una frase: luego de una época de
crisis, paz en las Fuerzas Armadas. Pero el
vicepresidente Perette intentó, desde el primer
momento, introducir cuñas coloradas en los
organismos militares, con consecuencias
francamente perturbadoras para la vida de las
instituciones castrenses; el ministro de Defensa
trató de resistir esa política y, finalmente, se
produjo un altercado entre Perette y Leopoldo
Suárez.
Una de las causas
fundamentales del déficit presupuestario está
constituida por las pérdidas que producen los
ferrocarriles estatales. También en este punto los
radicales del Pueblo habían prometido una rápida
solución. Pero la lucha entre el ministro de Obras
y Servicios Públicos, Miguel Ángel Ferrando, y el
secretario de Transportes, Pedro Fleitas, hizo
que., finalmente, sólo se atinara a la
rehabilitación de algunos ramales y talleres (que
aumentarán el déficit) sin estructurarse una
política concreta para salir de la situación
crítica.
Cuatro enfrentamientos
fundamentales (sin contar los que se producen en
torno de la Secretaría de Prensa o de la
Municipalidad) simbolizaban así la frustración de
todos los proyectos oficiales: Facundo Suárez
versus Pozzio; Leopoldo Suárez versus Perette;
Elizalde versus Blanco; Ferrando versus Fleitas.
Después de los primeros sesenta días de gobierno,
todo hacía pensar que había una sola salida
posible de esa situación: que Illia asumiera en
los hechos todos los poderes que le corresponden y
fuera, de verdad, el jefe de la administración
pública, tal como lo prescribe la Constitución;
que Perette asumiera en los hechos la presidencia
del Senado y abandonara sus intenciones de
convertirse en cogobierno; que, en cada esfera de
la actividad, el principio jerárquico-
administrativo fuera hecho cumplir por el Poder
Ejecutivo y, además, que se elaborara un plan de
gobierno.
UCRP
Confuso triunfo de los
amigos de Illia
Tal como se preveía,
el tono crítico de las elecciones radicales del
Pueblo del 8 de diciembre estuvo dado por los
comicios de Córdoba. Allí se enfrentaron los ultra
oficialistas candidatos de la lista Celeste,
apoyada por la vieja guardia 'illista' de la
provincia, respaldada por Raúl Fernández
(presidente saliente del Comité Provincial y
titular del bloque de diputados nacionales), y los
hombres de la lista Rosa, que postulaban como
candidato a presidente del comité de la capital
cordobesa a Arturo Gallegos. La lista Celeste
estaba encabezada por Eduardo César Ángeles. Tanto
Ángeles como Gallegos responden a una común
orientación sabattinista, cuyas diferencias se
establecen solamente en el plano local. Resultaba
obvio, sin embargo, que los amigos directos de
Illia veían con simpatía a la lista Celeste.
Desde antes de la
elección, la lista Rosa había objetado el padrón
partidario. El día de los comicios fueron
asaltados varios comités y destruidas urnas y
actas: inclusive se llegó a asaltar la sede del
Comité Provincial, donde funcionaba la Junta
Electoral, destruyéndose documentación sobre el
acto electoral. Las autoridades del radicalismo
del Pueblo interpretan, en general, que los
incidentes fueron promovidos por la lista Rosa,
como una forma de obligar a la Junta Electoral
Nacional a anular los comicios. Ese cuerpo, sin
embargo, se limitaba a esperar el informe de Raúl
Fernández, presidente saliente del Comité
Provincial, considerado como "juez y parte" por
sus adversarios. Hacia fines de semana, todo hacía
prever que los comicios no serían anulados, a
pesar de la pérdida de actas. Los cómputos habían
favorecido ampliamente a los celestes y nadie
parecía tener interés, dentro de las autoridades
nacionales, en revisar lo actuado. La decisión de
la Junta Electoral de esperar el informe de Raúl
Fernández constituía, por lo demás, una verdadera
definición.
UDELPA
Entre los tests y la
realidad
Constituido su Comité
Nacional, UDELPA se prepara ahora a emprender una
intensa acción promocional en todo el interior del
país. El ex presidente Aramburu será la figura
clave de esa campaña que, publicitariamente, ha
sido bautizada como "Operación Verdad" por los
directivos udelpistas: "Hablar claro; no hacer
demagogia y fijar posiciones serias ante todos los
problemas, resulten o no populares esas
posiciones", según definió un diputado nacional.
La primera fase del plan se puso en marcha hacia
el fin de semana con el viaje de Aramburu a Azul,
provincia de Buenos Aires. Allí, en la cabaña del
diputado Miguel Alfredo Castelar, el presidente
del Comité Nacional de UDELPA tomó contacto con
dirigentes bonaerenses de la amplia .zona
enmarcada en las secciones quinta, sexta y
séptima.
Según declaran sus
allegados, Aramburu intenta poner énfasis en lo
que llama "los aspectos negativos de toda
regulación artificial en la economía". Dentro de
lo que el ex presidente entiende por regulación
artificial de la economía se encuentra el sistema
de precios máximos. "Lo que Aramburu dirá en sus
giras —expresó el diputado nacional udelpista Luis
Antón— es que aquí hace falta una verdadera
complementación económica nacional, con miras a
una integración latinoamericana que se apoye en la
zona de libre comercio."
Las próximas giras del
"Operativo Verdad" tendrán como meta a las
provincias de Cuyo y el Noroeste, donde la
organización de UDELPA es ahora casi nominal. El
vocal del Comité Nacional Hugo Werder es uno de
los planificadores del plan: según él, lo
fundamental ahora es la organización partidaria
auténtica en los lugares donde solamente
existieron "dispositivos para fabricar boletas de
Aramburu".
Bernardo Loitegui,
secretario general de UDELPA, será el responsable
directo de los aspectos reorganizativos. Su primer
paso será designar delegados en San Luis,
Corrientes, Río Negro, Salta, Neuquén y La Rioja,
que comenzarían a actuar en esos distritos a
partir del primero de enero. Simultáneamente, se
designaría al diputado nacional Eduardo Gutiérrez
como interventor en Tucumán, en reemplazo de Vales
Garbo: Gutiérrez es un hombre joven, llevado a
posiciones partidarias por la llamada nueva ola de
UDELPA. Nació en Tucumán, pero actuó casi siempre
en la política capitalina. También se designará
nuevo interventor en La Pampa.
Tanto el "Operativo
Verdad" (reiteración de "slogans" realistas por
parte del mismo Aramburu) como la reorganización
de los distritos tienen un mismo objetivo: las
próximas elecciones parlamentarias de 1965. UDELPA
teme perder muchos votos, que se canalizaron hacia
Aramburu en la opción presidencial, si no se
agiliza doctrinariamente y ocupa un lugar
ideológico dentro de la vasta clase media
argentina. El Comité Nacional udelpista se apresta
también a integrar equipos técnicos, con el
propósito de realizar una campaña electoral de
muchos meses, similar a la que encaró Frondizi en
1956 con vistas a los comicios de 1958. Además, en
UDELPA comentan que la renovación parlamentaria
puede empezar antes de lo previsto si no se
modifica la curiosa situación legal en que está la
legislatura de Catamarca: en esa provincia, la
legislatura se renueva anualmente y un tercio de
los diputados tendría que ser reemplazado antes
del 30 de abril si se mantiene el régimen actual
de mandatos, que establece que ellos vencen el
primero de mayo. "El test nos será útil; veremos
lo que podemos hacer sin Aramburu como
canalizador", dicen en el Comité Nacional de
UDELPA.
FF.AA
Fluido statu quo en la
Aeronáutica
Después de algunas
escaramuzas, el gobierno de Illia tuvo que
abocarse por primera vez, durante la semana
pasada, al análisis de una crisis militar. La
situación planteada entre el secretario de
Aeronáutica, comodoro Cairo, y el comandante en
jefe del arma, brigadier Arminini, sirvió para
poner claramente de manifiesto las tensiones que
provoca cualquier intento de reincorporación de
militares separados como consecuencia de los
episodios ocurridos entre setiembre de 1962 y
abril de 1963. Y nadie podía asegurar, hacia fines
de semana, que se hubiera logrado un acuerdo
estable que superara el statu quo logrado en
términos aparentemente salomónicos: aceptación de
algunos relevos y mantenimiento en sus funciones
tanto a Cairó como a Armanini.
"No hay ninguna clase
de problemas en la Aeronáutica", dijo el ministro
de Defensa, doctor Leopoldo Suárez. En forma
similar contestó a los periodistas el secretario
de Aeronáutica, comodoro Cairó. Solamente el
brigadier Armanini dio a entender a los
representantes de la prensa que había existido una
situación conflictiva, al señalar que todo habla
sido ya superado. Pero se negó a explicar en qué
había consistido esa crisis reconocida
oblicuamente.
La situación en
Aeronáutica —que determinó finalmente las
divergencias entre Cairó y Armanini— reconoce
varios antecedentes, más o menos inmediatos:
• Los azules del arma
ven con desagrado la designación del brigadier
Gallardo Valdéz, quien había sido rechazado al ser
propuesto para secretario de Aeronáutica, como
secretario de Informaciones de Estado. El
desagrado crece al pasar el coronel Martínez a
desempeñar funciones de subsecretario.
• El brigadier Zinny y
el vicecomodoro Álvaro Morales firman un acta,
antes de que se produjeran las designaciones en
Aerolíneas Argentinas, con el personal, como
"futuros presidente y vice-presidente" del ente
estatal. Sin embargo, Zinny es nombrado luego
interventor, no presidente. Y el vicecomodoro
Morales no es designado. En Aeronáutica se comenta
en distintos tonos el episodio.
• Se hacen numerosos
ofrecimientos a oficiales retirados para la
presidencia de DINFIA. Se crea una situación
paradojal, y ninguno había sido designado hasta
fines de la semana pasada.
• En la quinta del
comodoro Cairó — según versiones inconfirmables
circulantes en el arma aérea— se realiza una
reunión con oficiales superiores retirados
(afirman que estuvo presente el brigadier Lentino)
y jefes y oficiales en actividad. El brigadier
Armanini habría entendido que no contribuía a
preservar el espíritu de disciplina el hecho de
que el secretario del arma consultara con
militares retirados y subordinados en actividad.
• Según el diputado
conservador Almada, notorio amigo político de los
militares "colorados", el comodoro Cairó había ya
promovido, en el nivel presidencial, una cuestión
contra el comandante en jefe, brigadier Armanini,
y los brigadieres, por "no haberse incluido a los
ayudantes del secretario en la lista de ascensos,
hecho considerado como una manifestación de franca
hostilidad".
• Otra versión
agregaba que Cairó también había planteado algunas
reincorporaciones, entre otras las de los
comodoros Agustín de la Vega y Horacio Añel.
Armanini, ante ese hecho, habría pedido consultas
con los brigadieres, solicitud que denegó el
secretario Cairó.
Pero, finalmente, esas
tensiones se canalizan y alcanzan su punto
culminante cuando, sorpresivamente, el secretario
de Aeronáutica desplaza de su cargo de secretario
general de la institución al comodoro Ricardo
Witte, y designa en su lugar al comodoro Edgar
Darío Arribau. Inmediatamente, el comandante en
jefe, brigadier Armanini, se presenta ante el
comodoro Cairó y se produce entre ambos un áspero
diálogo. La reserva de los dos conferenciantes
impide una transcripción literal, pero comentarios
marginales recogidos permiten, en cambio, una
reproducción aproximada de los términos en que se
produjo. Según los testimonios recogidos, el fondo
del diálogo habría sido el siguiente:
-Brigadier Armanini:
Junto a los otros altos mandos, yo soy, señor, uno
de sus asesores naturales. Y además, el comando en
jefe es la más alta autoridad del arma. Si usted,
al mes de haber puesto en funciones al comodoro
Witte, luego de haber hecho las consultas
correspondientes, ahora, imprevistamente para
todos nosotros, procede a reemplazarlo cuando ni
siquiera está en el país, y dispone además el
relevo de jefes de departamento, puedo pensar que
usted ha resuelto prescindir de los asesoramientos
naturales o tiene otros asesores, Mi cargo y mi
jerarquía quedan, además, menoscabados ante el
cuerpo de oficiales, ya que debo decir ante el
mismo que me informo por los diarios de las
cuestiones de fondo de la institución, que, por
razones de cargo, debería conocer previamente.
Ruego a usted, señor, que disculpe mi franqueza,
pero entiendo que será útil a los dos exponer con
claridad nuestros puntos de vista.
-Comodoro Cairó: No me
molesta su franqueza, pero con la misma
sinceridad, debo manifestarle que no entiendo cómo
usted y los ocho brigadieres no presentaron su
solicitud de retiro cuando asumí el cargo, de
manera de dejarme en libertad de acción.
Evidentemente, usted debía comprender que ha
habido un cambio en el país...
-Armanini: El cargo de
brigadier o el de comandante en jefe no son
puestos políticos originados en el gobierno
anterior, sino consecuencias naturales de una
profesión estable y apolítica. Se llega por
méritos y por antigüedad, no por razones
políticas.
De esa manera habría
quedado planteado el pedido a Armanini y a los
brigadieres para que solicitaran el retiro, y la
respuesta negativa de éstos. La conversación
también habría girado sobre el tema de las
reincorporaciones: Cairó se habría referido a la
situación de "buenos camaradas" que han quedado
fuera de la institución. La respuesta de Armanini
habría sido también negativa: "Las instituciones
militares no son entidades gremiales, donde el
empleo es la fuente de trabajo. En las Fuerzas
Armadas lo que priva es el interés institucional y
el mantenimiento de la disciplina. No veo razones
para ceder en un principio donde no se cedió
nunca. Por otra parte, no entiendo cómo usted
compagina esa tesis con su negativa ante la
propuesta de ciertos ascensos, negativa que usted
fundamenta en razones de economía".
Lógicamente, las
consecuencias de ese diálogo trascendieron
rápidamente y, sea o no formalmente exacta la
versión, los acontecimientos posteriores
demostraban que allí estaban radicadas las
diferencias de criterio entre los dos jefes.
Esas consecuencias
trascendieron rápidamente a las otras armas. Hacia
fines de semana, un alto jefe del Ejército
comentaba a sus amigos: "El gobierno
constitucional tiene todas las facultades para
ejecutar la política social, económica e
internacional que le parezca conveniente y que sea
respaldada por el Congreso Nacional. Nosotros
enarbolamos la bandera de la subordinación. Pero
hay una cuestión de ámbito interno que no
podríamos dejar vulnerar sin negarnos a nosotros
mismos, por los sacrificios y vidas humanas que
costó: es el mantenimiento de la disciplina y el
respeto a la jerarquía, para poder así garantir el
acatamiento de la Constitución en la Ley. Si
cediéramos, en cambio, y la concepción desplazada
en setiembre se adueñara de los mandos militares,
el gobierno constitucional que lo consintiera
sería luego derrocado por ellos."
La frase sintetizaba,
evidentemente la tesis azul: la expresión
"acatamiento del poder militar al poder civil" no
corresponde a una realidad republicana. En una
república, hay acatamiento de todos a la autoridad
legítimamente constituida que obre de acuerdo a la
Constitución, las leyes y los reglamentos. "Si,
por ejemplo — comentaba un comodoro, a propósito
de la crisis aeronáutica — el presidente nombrara
comandante en jefe a un cabo, la fuerza le
desobedecería y cualquier tribunal militar
absolvería a los rebeldes, ya que la obediencia
corresponde en cumplimiento de las leyes y
reglamentos. Ese es ahora el fondo de la
cuestión".
Algunos azules, en
tanto, hablaban ya de una operación "mate". En
ajedrez, comentaban, muchas veces se simula
amenazar una torre o un alfil o procurar la
captura de una dama cuando, en realidad, lo que se
prepara es el jaque mate. La operación mate
tendría las siguientes etapas:
• Relevo de Armanini y
los ocho brigadieres en actividad, de manera de
dejar al arma sin brigadieres y crear la "excusa
técnica" para las reincorporaciones.
• Presionar ante el
ministro Pita, de Marina, para que no ascienda a
almirantes a los cuatro capitanes de navío en
condiciones, de modo de crear la misma situación.
• Reincorporar por las
mencionadas "excusas técnicas".
• Con el control de la
Marina y la Aeronáutica, apoyar un eventual relevo
del general Onganía por parte del presidente de la
República.
La crisis de la
Aeronáutica y la Marina serían, así, fintas para
una ofensiva contra el objetivo deseado: el
comando en jefe del Ejército. Hacia fines de la
semana pasada alguien recordaba que todos los
problemas militares siempre habían tenido sus
anuncios premonitorios en crisis parcializadas de
la Aeronáutica.
Iglesia
Un documento en la
línea renovadora
La semana anterior, el
sector progresista de la Iglesia Católica recibía
con evidente satisfacción el documento dado a
conocer por el obispo auxiliar de Córdoba,
actualmente a cargo de esa diócesis, monseñor
Enrique Angelelli. Interpretaban que el texto
contribuía a encarnar en los hechos la doctrina
social de la Iglesia, tal como fue planteada por
la línea Juan XXIII-Paulo VI, en un medio
reticente a las innovaciones audaces.
La rutina del silencio
Un importante
representante de ese sector señalaba a PRIMERA
PLANA que la Iglesia Católica argentina presentaba
tres características especiales dentro del nuevo
espíritu ecuménico: a) temor a los cambios y
resistencia a abandonar posiciones
casi-conservadoras; b) temor a toda manifestación
critica y a toda publicidad sobre la existencia de
tendencias ("Si aquí se publica sobre la Iglesia
una cuarta parte de lo que dice Time, es casi un
escándalo"); c) adopción de compromisos por
representantes de la jerarquía en forma
generalmente indirecta. "Por eso —señalaba— tiene
tanta importancia el documento cordobés."
Como consecuencia de
esa situación general, fueron escasos los textos
eclesiásticos abiertamente ubicados en una línea
social. E, inclusive, éstos fueron en general más
tímidos que los documentos producidos por la
Jerarquía en otros países. Sin embargo, por la
acción de presencia de un clero joven y renovador,
en los últimos tiempos la Iglesia argentina ha ido
asumiendo el impacto de los problemas
contemporáneos.
Nuevas voces
En los medios
eclesiásticos progresistas tiende a considerarse
al cardenal Caggiano como una figura conciliadora,
con la cual ha coexistido últimamente un sector de
la jerarquía más proclive al compromiso
político-social. El arzobispo de La Plata,
monseñor Plaza, asumió recientemente posiciones
sociales totalmente definidas; de alguna manera,
sin embargo, sus actitudes lo hicieron aparecer
ante algunos observadores como vinculado
indirectamente a un sector político. Esa situación
hizo que ahora la posición de vanguardia en lo
social haya sido asumida por otros dos obispos:
monseñor Carlos María Cafferatta, obispo de San
Luis ("El sistema rural de nuestra República es
anacrónico, injusto e irritante", dijo en una
reciente carta pastoral), y monseñor Enrique
Angelelli.
"Centenares de miles
de hogares obreros, de clase media e inclusive de
los sectores profesionales —dice el reciente
documento de Angelelli— registran en sus
presupuestos los continuos y bruscos ataques del
desequilibrio económico actual. Se suman a esta
situación desalentadora el cierre de plantas
industriales, suspensiones masivas de personal,
retracción en los sectores de la producción,
desniveles marcados entre producción y consumo y
una paralización virtual del aparato financiero
económico, ya sea estatal o privado. Esto
configura algo más que una crisis: es la
conculcación, la negación misma, de los derechos
humanos y cristianos de la persona."
PRIMERA PLANA
17 de diciembre de
1963
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