Una oleada de "platos
voladores" ha invadido nuevamente nuestro espacio
aéreo. Coincidentemente, apariciones similares se
registran en otras partes del planeta. ¿Son sólo
alucinaciones psíquicas? O, por el contrario,
¿pilotos de una civilización extraterráquea nos
acechan? La posibilidad parece bastante viable. Y
más en estos momentos: ¿acaso nosotros no
exploramos ya desde cerca a nuestro vecino Marte?
De golpe los terráqueos nos enfrentamos con lo que
será el acontecimiento más importante del género
humano: la posibilidad de tomar contacto con seres
inteligentes de otros mundos, ubicados a millones
de kilómetros del nuestro. Detrás de esto está el
afán científico que signa a nuestro siglo. También
una tendencia mística: el hombre se aferra a
pensar que seres provenientes de civilizaciones
más avanzadas pueden ayudarlo a superar sus
actuales problemas o a desentrañar algo más de su
propio origen. Pero la información que cada uno de
nosotros tiene sobre estos episodios es sólo
parcial y la mayor parte de las veces
distorsionada por la prensa sensacionalista.
ATLANTIDA entendió que una verdadera ubicación en
el tema sólo podía surgir de una revalorización
seria y exhaustiva de estos episodios. En el curso
de este trabajo usted encontrará revelaciones
inéditas, declaraciones de figuras de peso que
hasta el momento no querían o no podían hablar. En
algunos casos hubo que vencer muchas barreras para
conseguirlas. En otros, surgieron espontáneamente
en el curso de la investigación que durante
semanas me tocó coordinar al frente de un equipo
de periodistas especializados. Se trabajó sin
propósitos preconcebidos. Sin pretender demostrar
o refutar cualquiera de las tesis existentes. Como
resultado, nos encontramos frente a la aventura
más fascinante de nuestra era.
Sí, existen
La historia comienza
durante la segunda guerra mundial, cuando los
pilotos de caza alemanes observaron que sus
aparatos eran seguidos por "extrañas bolas
luminosas". Pero comprobaron que se limitaban a
eso: seguir su marcha sin atacarlos. Los alemanes
estaban demasiado ocupados y resolvieron continuar
su tarea despreocupándose de las "misteriosas
apariciones". La historia periodística, empero,
empieza después, cuando ya se han realizado las
primeras explosiones atómicas. En junio de 1947,
mientras volaba con su avioneta sobre el monte
Rainier —estado de Washington— el empresario
norteamericano Kenneth Arnold se vio sorprendido
por una escuadrilla de discos aéreos que marchaban
junto a él en fila india "a velocidades
vertiginosas". Por su forma los comparó con
"platos de café" y de allí surge el nombre popular
de "platos voladores". Sin embargo, no todas las
apariciones posteriores tienen contornos
similares, y de ahí que prefiero adoptar en este
informe la denominación de OVNI (objetos voladores
no identificados) generalizada en los medios
serios de investigación.
A partir del anuncio
de Kenneth Arnold, la visualización de los OVNI se
reproduce en todo el mundo. Curiosamente es
también en ese momento cuando se intensifican las
experiencias atómicas. En muchos casos los
observadores no son solamente campesinos
supersticiosos, sino también testigos idóneos:
personal de torres de control aéreo, técnicos de
radar, pilotos. Una de las más espectaculares se
produce en los EE.UU. en las proximidades de la
base de Godman Siel. Un aparato de reacción
conducido por el comandante Mantell es enviado a
perseguir al OVNI. Paulatinamente va dando
información de su acercamiento. Se dispone a
atacarlo. Pero en ese momento la transmisión se
interrumpe. El aparato no volvió nunca a la base.
Se desintegró en el aire. Tal la narración del
mayor Donald Keyhoe, de la USAF (United States Air
Force).
Algunas de las fotos
más espectaculares que han podido captarse sobre
apariciones de OVNI ilustran este informe. De
otros muchos casos usted tiene relación a través
de las crónicas diarias. Su análisis permite
desentrañar algo: las oleadas se producen cada 26
meses, de acuerdo con las comprobaciones del
francés Aimé Michel, un escritor que ante la
renuencia de investigadores científicos se lanzó a
analizar exhaustivamente estos fenómenos.
En nuestro país las
apariciones comprobadas comienzan también en 1947.
En La Plata, en la zona cordillerana de Mendoza.
Una entidad de investigadores particulares,
CODOVNI (Comisión Observadora de Objetos Voladores
No Identificados) se encarga de comprobar y
agrupar los casos. Ahora trabaja en la instalación
de una red detectora a escala nacional. También
aquí se suceden los testigos calificados que
vieron OVNI. El ex comandante de la flota de mar,
contraalmirante Eladio Vázquez. El ex canciller
Diógenes Taboada. En nuestra mesa de trabajo se
suman decenas de testimonios: del ingeniero Shang,
del técnico Ricciardi. Pero hay tres casos que
escapan del común. Uno ilustra nuestra portada.
Otro denunciado por la familia Moreno, en Trancas,
Tucumán, que durante 40 minutos afirma haber
permanecido sitiada por dos OVNI que habían
"aterrizado". Otro del camionero Douglas, que en
igual circunstancia, declara haber pretendido
disparar contra el piloto de extrañas formas. No
alcanzó a hacerlo. Una estela luminosa desintegró
su revólver y le quemó la mano. ¿Ilusión?
¿Superchería...? Lo cierto es que la mano estaba
quemada. . .
Veamos.
Así son
No hay fotografías
realmente serias por parte de quienes dicen haber
visto posados en tierra o suspendidos a sólo dos o
tres metros del suelo a los OVNI. Se pueden, sí,
empero, sintetizar las formas principales de esos
artefactos de acuerdo con las coincidencias de la
mayor parte de los testigos. Antonio Azcuy —un
escritor que por iguales motivos que Michel se ha
lanzado a compilar estos casos— individualiza por
un lado a los "cigarros voladores", de 200 a 300
metros de longitud, verticales al detenerse, que'
se ubican en posición oblicua al partir y
permanecen en esta inclinación al desplazarse.
Estos serían una
suerte de centrales de
energía o "naves madres" de las cuales se
desprenden objetos más pequeños, de mucho mayor
movilidad, que actuarían a modo de "exploradores"
de nuestro planeta: los "platos voladores". Su
diámetro más habitual, según los testigos, varía
de 12 a 30 metros. Son rojizos, anaranjados o
dorados y por debajo emiten destellos brillantes
multicolores.
Los platillos se
distinguen por su singular movilidad —virajes de
160° a 180o— y su velocidad vertiginosa, estimada
en 25.000 kilómetros por hora. (Las apreciaciones
más extremas elevan aún esa velocidad).
Estas cifras nos
conducen a dos de las incógnitas fundamentales que
plantean los OVNI. Por un lado, no se conocen
materiales o aleaciones terrestres que puedan
resistir una velocidad semejante. Por otro,
cualquier tripulante humano que se sometiera a
las "acrobacias" que describen los testigos
—marcha vertiginosa, luego detención instantánea,
virajes pronunciados— no podría resistir la
prueba: directamente se desintegraría. Salvo que
tuvieran un "campo gravitatorio propio". ¿Qué es
esto? Simplemente. La tierra actúa como un gran
imán. Cualquier objeto lanzado al espacio cae
inexorablemente —ley de gravedad— porque la tierra
lo atrae inexorablemente. En la misma forma se
cumplen en nuestra atmósfera las leyes de la
inercia. Cuando el colectivo frena bruscamente
usted y los restantes pasajeros son lanzados
inexorablemente hacia adelante. Pues bien: los
OVNI actúan como si, para ellos, no se cumplieran
esas leyes. Los virajes y violentas detenciones se
explican sólo si quien conduce o tripula esos
aparatos permanece cómodamente porque no sufre la
atracción gravitatoria de la tierra. El francés
Plantier —y de ahí en adelante muchas otras
teorías similares se han esbozado— los imagina
también rodeados por una atmósfera propia, una
suerte de burbuja producida por sus emanaciones.
Esto explicaría la falta de fricción con la
atmósfera terrestre y por ende la carencia de
ruidos al desplazarse. En suma, actuarían como un
pequeño planeta particular. Así como la tierra
gira a millones de kilómetros por hora en torno
del sol, y nosotros sin embargo la sentimos
quieta, los tripulantes de los OVNI no sentirían
nada anormal pese a sus acrobacias.
¿Trastornos psíquicos?
a esta altura lo más
fácil sería detenerse en este estudio y decir que
en realidad artefactos tan singulares no existen.
Que quienes los observan sufren un momentáneo
trastorno psíquico, que esto se contagia y que a
lo que estamos asistiendo es a una extendida
psicosis colectiva. Empero, no sólo existe una
multitud de testimonios coincidentes. Aimé Michel
concretó una observación singular. Cuando un mismo
objeto volador es avistado en una misma jornada en
puntos diferentes, no cumple una trayectoria
caprichosa, sino una ruta en línea recta
perfectamente delineada. En la pag. 102 usted
encontrará los mapas ejemplificativos de esta
"teoría de las alineaciones", que a su juicio
demuestran, por un lado, que "no se trata de
psicosis —es imposible que la alucinación se
contagie formando una recta todas las ciudades en
que se dice verlos— y por otra parte que son
tripulados o teledirigidos por seres inteligentes.
Algo más: hay una línea constante en torno de la
tierra donde se concentran la mayoría de las
apariciones. Pasa por Francia —De Bayona a Vichy—,
Portugal, el norte del Brasil, la Argentina, Nueva
Zelandia, la Nueva Guinea oriental. Formosa y el
continente euroasiático.
¿Qué pretenden?
¿Quiénes son?
De acuerdo con esta
teoría, los pasajes efectuados en los primeros
años por los OVNI tenían por objeto explorar
nuestro planeta. Hoy, de responder sus tripulantes
a un esquema de pensamiento similar al humano,
tratarían de tomar contacto con nosotros. ¿Por qué
no lo hacen? Para un grupo de investigadores
franceses es porque se limitan a buscar "algo".
Los más aventurados aluden a la búsqueda de
materiales terrestres que, agotados en planetas
más antiguos, necesitan hoy para sobrevivir.
Pero éstas son sólo
hipótesis. De lo que no hay dudas en cambio es de
que las características apuntadas —coincidencia de
testimonios, alineaciones ordenadas— hacen
descartar la posibilidad de una mera psicosis
colectiva. En este punto la investigación debe ser
cauta. Es cierto que hay múltiples testimonios
fraguados. George I. Adamsky conmovió al mundo
hace unos años: había subido a un OVNI. Sus
tripulantes eran venusianos. Las mujeres,
hermosas, rubias y estilizadas. La historia siguió
y hasta de tanto en tanto iban a visitarlo al
hotel en que vivía. Todo se transformó finalmente
en una superchería totalmente descartada por los
círculos serios de investigación. Pero muchos
otros testimonios pertenecen en cambio a figuras
centradas, que no han buscado publicidad
posterior. Más aún. En nuestra investigación hemos
encontrado personalidades conocidas que se
brindaron a prestarnos colaboración, pero bajo la
condición de que no se publiquen sus nombres.
Temen caer en el ridículo. Hoy, empero, esa
posibilidad se aleja. Aun los científicos que
niegan la existencia de "platos voladores" aceptan
que los testigos ven "algo". ¿Qué es?
De una nueva religión
a un arma secreta
Para los físicos
consultados todo se reduce a fenómenos ópticos.
(Ver explicación del profesor Cernuschi en pág.
97).
El psicólogo alemán C.
G. Jung —uno de los padres del psicoanálisis— al
estudiar detenidamente el problema, no entra a
negar o fundamentar la existencia de los OVNI.
Concreta, en cambio, esta apreciación sugestiva:
El hombre del tecnificado siglo XX se ha alejado
de los principios religiosos pero trata de cubrir
ese vacío con una religión también técnica, a su
medida: la de los platos voladores. En suma, más
allá de que existan o no, hay una predisposición
natural —esté o no mezclada con temores— a que se
concrete un contacto con seres de otros mundos que
mágicamente traigan solución a sus problemas.
Para otros, en cambio,
los OVNI tienen una explicación mucho más simple:
son vehículos construidos por potencias terrestres
—los norteamericanos, los rusos, o quizás ambos—.
Esta teoría —sostenida por Henry J. Taylor, que
aseguró en su momento tener información
confidencial— no es casual y se basa en hechos
concretos.
A fines de 1946, en
Inglaterra, se anunció oficialmente que estaba en
estudio un proyecto de vehículos que
revolucionarían la técnica aérea. Podrían alcanzar
velocidades superiores a los 2.000 kilómetros
horarios, iban a estar propulsados por energía
electromagnética, podrían despegar vertical-mente
y detenerse en el aire. Siete años después la
empresa británica AVRO dio a conocer públicamente
que tenía ya diseñado el prototipo y que en sus
establecimientos de Canadá comenzaría la
construcción para la USAF. Pero al año siguiente,
en 1954, la misma empresa anunció que el proyecto
había fracasado y la construcción quedaba
desestimada. Quienes pese a todo siguen
sosteniendo el origen terrestre de los OVNI aluden
a cierto fotógrafo norteamericano que, un año
después, habría volado sobre las instalaciones de
la AVRO en Canadá y obtenido fotografías de un
"plato volador" a media construcción. Que en un
determinado momento se encaró la construcción, no
cabe duda. (Ver fotos pág. 99). Se conocen por lo
menos dos planos serios: uno del ingeniero alemán
Epp, otro del canadiense Frost. Pero que sean esos
artefactos en prueba los que ahora se ven en
distintos lugares es una teoría sumamente endeble,
que se desmorona ante razones contundentes.
En primer lugar, las
apariciones son anteriores a la construcción
encarada por la AVRO. En segundo —y en esto todos
los científicos son terminantes—, no existen ni
máquinas ni tripulaciones terrestres que puedan
soportar los virajes y bruscas detenciones que
experimentan los OVNI. El solo descubrimiento de
fórmulas científicas que lo posibilitaran
derrumbaría toda la armazón de nuestra física
contemporánea —habría desplazado las teorías de
Einstein— aun sin necesidad de que el aparato en
sí mismo estuviera construido. Por otra parte, de
tener en su poder un vehículo similar, ni los
norteamericanos ni los rusos gastarían las sumas
enormes que actualmente gastan para desarrollar
las experiencias espaciales, cuando con uno solo
de esos aparatitos lograrían fantásticos
resultados.
Entretelones de la
historia
Quedan, pues, dos
tesis. O son ilusiones ópticas o naves
extra-terrestres. Sea uno u otro el origen, ¿por
qué los organismos competentes —centros
científicos, instituciones armadas— no aclaran
definitivamente el gran enigma? Hay dos motivos.
En primer lugar porque en una buena proporción de
los casos no hay explicaciones racionales —por lo
menos a la luz de nuestros conocimientos
actúale?—. En segundo, porque en aquellos en que
los organismos militares dedicados al estudio de
estos temas consideran terminantemente que se
trata de vehículos extraterrestres, temen que un
anuncio de tal tipo pueda provocar una verdadera
conmoción mundial. El mayor norteamericano Donald
Keyhoe —que en su momento participó oficialmente
de estas investigaciones en su país— dio cuenta de
este proceso en dos libros impactantes, publicados
entre 1952 y 1957. El primero de ellos, donde se
puntualizan cada una de las apariciones
comprobadas, fue incluso realizado sobre la base
de aportes oficiales de la USAF. Pero después se
tiende un manto de silencio. A cargo de la misma
Fuerza Aérea norteamericana se lleva a cabo una
investigación del profesor Donald Menzel y éste
concluye en que se trata de fenómenos ópticos
provocados por inversiones en la atmósfera. Salvo
las impactantes declaraciones formuladas en 1947
por el general Douglas Mc Arthur —"los Estados
Unidos y Rusia deben unirse para enfrentar la
agresión de otro planeta"—, ninguna otra
declaración oficial había aludido al tema
decididamente y sin tapujos, fuera para negar
totalmente o aceptar la presencia de vehículos
extraterrestres.
De ahí la especial
importancia que revisten las declaraciones
oficiales de la Marina Argentina del 7 de julio de
este año al reconocer —por primera vez una fuerza
armada del mundo lo hace— que el objeto avistado
por el Departamento Naval Decepción (Antártida
Argentina) no producía sonido en sus evoluciones
vertiginosas, e incluso permanecía súbitamente en
estado estacionario, lo que en otros términos
implica decir que se trataba de un vehículo no
conocido hasta ahora en el ámbito terrestre. Y de
ahí también la trascendencia espectacular de las
revelaciones que formula para ATLANT1DA el jefe
del organismo de la Marina dedicado al estudio de
los OVNI (ver pág. 102).
¿Fue una simple
"aurora" lo que sobresaltó a los integrantes del
destacamento antártico? Una "aurora" es una
luminosidad producida por la precipitación en la
atmósfera terrestre de partículas eléctricas que
surgen a raíz de las tormentas solares. Para uno
de nuestros físicos de mayor renombre, Félix
Cernuschi, eso es lo que ocurrió. Las "auroras"
tienen el poder de alterar los instrumentos de
medición electromagnética, como ocurrió en la
Antártida. Sin embargo, otro científico de
renombre —Carlos Varsavsky, astrónomo, graduado en
Harvard y hoy profesor de nuestra Universidad—,
aun sin aceptar la existencia de los "platos
voladores" afirma que "es muy difícil que personas
acostumbradas a estudiar el cielo, como son los
que están en la Antártida, confundan a una aurora,
que es un fenómeno demasiado conocido".
Luego -lo de la
Antártida no fue un simple fenómeno físico.
Entonces, ¿qué fue? ¿Quiénes nos acechan?
Al llegar a esta
altura, nuestra investigación puede permitirse ya
algunas conclusiones. En primer lugar, si
realmente se trata de un mero fenómeno óptico,
¿por qué no se lo explica?
—¿Usted está
estudiando el tema? —fue una pregunta
repetidamente reiterada por nuestro equipo
periodístico a los físicos consultados. Respuesta:
"NO". ¿Por qué? Parece existir —y decimos esto muy
respetuosamente— una suerte de temor a que, a la
luz de una civilización más adelantada, pueda
derrumbarse la catedral de nuestros conocimientos
físicos actuales.
—De existir vehículos
así se sepultarían todas las bases de nuestras
leyes físicas —nos dice el doctor Cernuschi.
—¿Y por qué no? ¿No
ocurre lo mismo con cada descubrimiento científico
fundamental?
—Sí, pero cada
descubrimiento nuevo gana al anterior sólo por
puntos. Las leyes físicas nunca pierden por K.O...
—Y sin embargo, ¿no
fue un espectacular knock out... el de Galileo
cuando demostró que era la Tierra la que giraba en
torno al Sol y no a la inversa...? Si, en cambio,
son vehículos extraterrestres —podemos afirmar que
ése es el criterio en varios investigadores
militares— o por lo menos hay un indicio de ello,
¿por qué no se dice claramente? ¿Temor al pánico?
Hay una evidencia incontrovertible: si quienes los
conducen o teledirigen son seres inteligentes, sin
duda no pueden o no quieren atacarnos. Si no ya lo
habrían hecho. Pero, incluso, aunque se trate de
seres provenientes de civilizaciones más antiguas
y avanzadas que la nuestra, pueden sentir
simplemente, ellos, miedo. Colón lo tuvo de los
indios...
¿Estamos preparados
para el gran encuentro?
Y aquí nuestra
investigación se abrió a un campo fascinante.
Aun cuando en momentos
en que este número de ATLANTIDA toma publicidad
todavía están siendo analizadas las primeras
fotografías de Marte, obtenidas por el Mariner,
hay algo en que los científicos están ya de
acuerdo. Son escasas las posibilidades de una vida
inteligente allá. A lo sumo puede reducirse a
vegetales menores y ciertas bacterias. Marte y la
Tierra son los dos únicos planetas de nuestro
sistema solar con posibilidades de vida
inteligente, es decir, de que existan seres
racionales semejantes a nosotros. Marte sería,
pues, a lo sumo, una simple estación en el
tránsito de nuestros eventuales visitantes.
Empero, las últimas investigaciones del astrónomo
de Harvard, Carl Sagan, llegan a esta conclusión
alucinante: solamente en nuestra galaxia existen
actualmente no menos de un millón de
civilizaciones con vida inteligente, prestas a
tomar contacto con la nuestra. Pero hay algo más.
El astrónomo ruso Nicolai Kardashev acaba de
sostener públicamente que, en una de sus sesiones
de trabajo, logró captar ondas electromagnéticas
de una civilización indeterminada, ubicada fuera
de nuestra galaxia. A estas comprobaciones se
llega mediante el ejercicio de la radioastronomía.
En vez de captar imágenes, los radiotelescopios
toman las ondas electromagnéticas que son
naturalmente emitidas por los cuerpos celestes.
Esta es una tarea habitual. Pero según Kardashev
se trataba en este caso de ondas moduladas, lo que
en otras palabras significa ondas radiales
similares a las nuestras, pero de una potencia
inusitada y provenientes de una civilización
indeterminada. Si bien ese anuncio soviético no
tuvo aprobación por parte del Instituto
Tecnológico de California —el mayor laboratorio de
astronomía del mundo occidental—, no se duda, en
cambio, que una emisión auténtica de ondas
moduladas extra-terrestres puede producirse en
cualquier momento. En suma, el criterio
predominante en los ámbitos científicos
internacionales, evidenciado en la reciente
reunión del COSPAR —Committee On Spacial
Research—, es que la existencia de otras
civilizaciones es indudable.
"Cuando dudo de la
existencia de los platos voladores en sí
—nos dice el astrónomo
Varsavsky— no es que ponga en duda la existencia
de vida en otros mundos, en lo cual creo
firmemente. Simplemente pienso que si se trata de
civilizaciones tecnológicamente capaces de
producir artefactos de esa magnitud, ya se habrían
hecho conocer por otros fenómenos más simples, por
ejemplo: una emisión radial modulada".
Y frente a este tipo
de afirmaciones, la discusión sobre la verdadera
índole de los platos voladores, incluso, pierde
importancia. Simplemente porque aunque no fueran
realmente vehículos espaciales de otras
civilizaciones, hoy sabemos que en cualquier
momento puede producirse ese contacto definitivo.
Y entonces, no es del caso eludir la realidad —la
fascinante realidad— por pequeños atajos o
negaciones momentáneas, sino preguntarnos
seriamente si estamos preparados para el gran
encuentro.
_______________________
Recuadros de
la crónica
LA ROCCA: NO ALARMAR
"A esta altura de los
acontecimientos, y con las pruebas de que se
dispone, es difícil negar la existencia de los
platos voladores", dice el vicecomodoro Dante La
Rocca, de nuestra Fuerza Aérea. El Vcm. Oscar R.
Bario, también tuvo una experiencia directa en
materia de OVNI. El vicecomodoro La Rocca admite
como probable que se haya establecido un acuerdo
en los altos niveles científicos y militares del
mundo para no hablar demasiado del posible
carácter extraterrestre de los objetos. "Tengo
entendido que el problema por lo menos ha sido
materia de algunas consultas extraoficiales",
dice. Por su parte, el vicecomodoro Bario, en
1951, fue testigo de la observación de un plato
volador. "Era un disco amarillo-plateado, con
bordes bien rojos, que se desplazaba a gran
velocidad a unos 500 metros de altura. Tengo la
convicción de que no se trataba de un meteorito u
otro fenómeno natural", nos dijo. Nuestras fuerzas
armadas muestran hermetismo, y » también una
lógica preocupación.
Teólogo Basso: vida en
otros mundos
Hablar de platos
voladores, tripulados o no pero provenientes de
otros mundos, supone la existencia de otra vida
inteligente ubicada fuera de la Tierra. Por
descabellada que parezca para algunos, la
hipótesis preocupa a muchas cabezas bien
organizadas. Pero junto al ámbito científico
existe también el religioso. En busca de una
interpretación teológica para el problema que
eventualmente plantearía la existencia de otra
vida inteligente, entrevistamos a! R. P. Domingo
María Basso, de la orden dominicana, uno de los
jóvenes teólogos más eruditos del país. Aunque no
cree que los platos voladores vengan de otros
planetas ("entiendo que es un fenómeno físico que
será explicado con el tiempo") admite "que Dios
puede haber creado otros seres inteligentes,
aparte del hombre". Si esos seres han pecado o no
"no puede decirse, pues a nosotros no nos ha sido
revelado. "Y en este caso no sería necesaria una
nueva Encarnación y Redención, ya que el valor de
los méritos de Cristo es infinito. Y el Verbo ya
se encarnó una vez en la Tierra".
LO QUE NO SE HABIA
DICHO
En otra parte de este
informe aludimos a la reserva con que las fuerzas
armadas de todos los países del mundo se manejan
respecto a los OVNI y su posible origen
extraterrestre. Posiblemente para no despertar el
pánico, la actitud general ha sido de negación. De
ahí la importancia de la comunicación de nuestra
Marina de Guerra respecto a las observaciones
registradas en la Antártida. Por cierto que no fue
únicamente el avistamiento de la Antártida lo que
impulsó a nuestra Marina a expedir ese comunicado.
Existían otras informaciones que ATLANTIDA está en
condiciones de revelar en este informe luego de
múltiples gestiones realizadas en los altos
niveles oficiales. Así se consiguió la
autorización necesaria para que el jefe del grupo
investigador de la Marina de Guerra, capitán de
fragata Omar R. Pagani, pudiera por primera vez
hacer declaraciones públicas sobre el tema. Los
hechos son los siguientes: "Con los avistajes de
la Antártida —dijo Pagani—, simultáneamente
quedaron registradas variaciones magnéticas no
normales. En otro avistaje en las islas Azores se
detuvieron a un mismo tiempo 10 relojes
magnéticos". Luego hizo revelaciones que hasta
ahora eran secretas: "Coincidiendo con el pasaje
de un OVNI a 2.000 metros de su popa, a gran
velocidad, las agujas de los compases de un buque
de la Armada se desviaron bruscamente en 25 grados
a una banda y recién se pusieron nuevamente a
rumbo después de 55 minutos de oscilaciones
amortiguadas, habiéndose ¿escariado
científicamente toda posibilidad de otras causas".
Como características comunes a todos los OVNI
avistados, mencionó: "Tamaño, color, ángulos de
giro, falta de ruido. Espero que despierten la
inquietud de algunos científicos que no le
dispensan más tiempo al tema que el que se insume
en decir: no existen".
Revista Atlántida
08/1965
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