Ocho años atrás "el
golpe" era un término desconocido en el
diccionario político del país.
A partir de entonces
fue tomando cuerpo rápidamente, y durante los
gobiernos de Frondizi y Guido esta frase tan
simple pero en el fondo tan dramática se fue
haciendo de uso común.
Hoy, diarios y
revistas de tono político vuelven a mencionar "el
golpe" como algo que está en el aire, como algo
posible Y "el golpe'' ganó la calle: "Es inminente
para antes de fin de semana" "Ahora que fulano
viaja, se hace el golpe". La frase se esparce,
hace sentirse importantes a muchos. Pero, ¿qué
significa realmente un golpe?
ATLANTIDA buceo en la
historia política del país en busca de los
orígenes del término e inclusive entrevistó a
protagonistas de distintas épocas para que
explicaran su significado y para que respondieran
a la pregunta que se hacen muchos: "¿Realmente hay
motivos para hablar de un golpe?"
¿Qué es un golpe?
En realidad el
problema no es nuevo El primer golpe de estado se
produjo en el mismísimo 1810. cuando el peso de la
fuerza militar comandada por Saavedra volcó un
proceso interno en la Junta de Mayo y se decidió
el alejamiento de Mariano Moreno. De ahí en
adelante los historiadores disienten en cuanto a
la cantidad de golpes de estado producidos.
Coinciden, sí, en que sobrepasa el centenar. Con
posterioridad a 1930 —cuando un movimiento
encabezado por el general Uriburu puso fin a la
segunda presidencia de Yrigoyen— la tarea golpista
se hace más intensa. El movimiento de septiembre
de 1930 derrocó un gobierno constitucional. Era la
primera vez que esto ocurría, y de ahí en adelante
muchos otros quisieron repetir el experimento. Sin
embargo, hay diferencias en cuanto a la
nomenclatura que se le ha ido dando a través del
tiempo. Al igual que en las ocasiones anteriores,
cuando en 1943 un movimiento militar terminó con
el gobierno del doctor Ramón Castillo, los diarios
y la calle lo llamaron revolución. Perón —uno de
los inspiradores de ese levantamiento del 4 de
junio de 1943— prefirió en cambio llamar
despectivamente "chirinadas" a las asonadas que
intentaron derrocar su gobierno. Es sólo durante
la presidencia de Arturo Frondizi cuando se
populariza la expresión "golpe de estado". Hasta
entonces sólo algunos sociólogos y tratadistas
diferenciaban la "revolución" —como el cambio de
un régimen político-estructural por otro
diferente— del "golpe de estado", denominación que
reservan para el mero cambio de un elenco
gobernante por otro. Hoy esa diferenciación se ha
generalizado. El coronel Juan F. Guevara, por
ejemplo, definió al "golpe de estado" como "la
toma del poder por las Fuerzas Armadas para
simplemente reemplazar a un grupo de hombres por
otro".
Sólo para militares
En esa definición del
"golpe de estado" coincidieron la totalidad de las
decenas de entrevistados por ATLANTIDA para
concretar este estudio, entre ellos oficiales en
actividad y en retiro, y especialistas. (Por
motivos obvios los militares en actividad, y
varios en retiro, solicitaron se mantuviera
reserva de sus nombres.)
El doctor Julio C.
Cueto Rúa —un estudioso político que tiene
preparados los cuatro primeros capítulos de una
obra dedicada a este tema— diferencia tres formas
de concretar un golpe. A la primera la llama
"isabelización", por comparación con la reina de
Inglaterra, que "reina pero no gobierna". Como
ejemplo, señala que con posterioridad al triunfo
peronista del 18 de marzo de 1962 y vislumbrando
que la suerte de su gobierno estaba echada.
Frondizi hizo llegar
al teniente general Aramburu (actuaba como
mediador) un proyecto de "isabelización" de su
propio gobierno: él continuaría como presidente y
un "primer ministro" de hecho tendría realmente el
poder. El proyecto —que otros consideran se debió
a la pluma del entonces ministro Martínez— fue
rechazado y la "isabelización" no prosperó. La
segunda forma de concretar el golpe sería la
"sucesión", pasando el poder al vicepresidente o
al presidente del Senado en virtud de la ley de
acefalía. Es lo que en definitiva ocurrió en 1962,
cuando el doctor José María Guido, titular
provisional del Senado, asumió la presidencia de
la República. La tercera forma sería la
destitución lisa y llana del presidente
constitucional y su reemplazo por otro gobierno
cívico o militar. Tanto Cueto Rúa como los
múltiples oficiales consultados coincidieron en
que en la actualidad el único eje de los golpes de
estado son las fuerzas militares. Los civiles, que
en la revolución encabezada por Alem en 1890
llegaron a empuñar fusiles, "no ocupan hoy ningún
papel activo en los golpes y su función se limita
a visitar asiduamente los cuarteles tratando de
convencer a los militares de que deben salir" o "a
preparar estudios para futuros planes de
gobierno".
En el caso de Cueto
Rúa esta afirmación alcanzó aún ribetes más
terminantes. Repitiendo frases del sociólogo Karl
Manheinn sostuvo que "la época de las
«revoluciones populares», como la francesa de
1789, donde fueron los civiles armados los que
derrocaron al rey, han pasado definitivamente. En
los estados modernos —sostiene— no hay posibilidad
ni de «golpes de estado» ni de «revoluciones» sin
la intervención de las Fuerzas Armadas. Es por eso
que los comunistas no intentan reeditar las
barricadas callejeras que caracterizaron los
episodios de la «comuna de París», en 1848. Hoy
procuran actuar con pequeños grupos guerrilleros
para enfrentar a las Fuerzas Armadas. Es por eso
también que tratan por todos los medios de
desprestigiar a las instituciones armadas".
¿Cómo se hace un
golpe?
Esta exclusividad de
los militares en la protagonización de "golpes" ha
ido variando la fisonomía de los levantamientos.
Antes eran "cantados", como en 1930, cuando los
diarios conocían el itinerario que iban a seguir
las tropas aún antes de que éstas salieran del
cuartel. Hoy, en cambio, una de las
características básicas es la sorpresa. Así, un
general en actividad que en ocasión del
derrocamiento del general Lonardi se desempeñaba
en el Estado Mayor del Ejército (entonces era
coronel), nos relata: "Un ejemplo de lo sorpresivo
de una conspiración lo constituye el hecho de que
en la noche del 12 de noviembre de 1955 yo me
había ido tranquilamente a mi casa. A las 6.30 del
13, cuando llegué de vuelta a mi despacho, me
enteré de que un conjunto de jefes había resuelto
reemplazar a Lonardi por Aramburu en la
presidencia. Cuando los militares adictos a
Lonardi quisieron reaccionar, todos los resortes
claves habían escapado de sus manos".
—Pero, ¿cómo es que
hay ocasiones en que la conspiración tiene
prácticamente estado público y sin embargo los
gobiernos no pueden pararlas?
—Hay muchas causas.
Una es que en la mayoría de los casos el
presidente no cree en las informaciones que se le
proporcionan sobre la gravedad de la situación.
Relató así que en
1930, cuando se preparaba el levantamiento contra
Yrigoyen. entre los militares comprometidos hubo
un delator —no quiso dar el nombre— que facilitó
al Ministerio de Guerra una nomina completa de los
conjurados. El ministro llevó esa información a
Yrigoyen pero "El Peludo" no la quiso creer.
—¿Otras causas?
—Bueno. Cuando los
Servicios de Inteligencia están comprometidos con
la asonada y proporcionan informaciones falsas al
gobierno. Otra, cuando esos servicios tienen
deficiente o equivocada información sobre los
hechos. Eso pasó cuando debimos enfrentar el
levantamiento peronista del 9 de junio de 1956.
Sólo se tuvo una evidencia plena del mismo cuando
se cruzaron los primeros tiros. Sólo la tarde
anterior hubo algunos indicios cuando los
oficiales de los regimientos 1 y 2 nos alertaron
sobre la inusitada presencia de suboficiales
francos en los cuarteles esa noche. Algunos decían
que iban a escuchar una pelea de boxeo. Ese
movimiento fuera de lo común es el que motivó que,
al filo del levantamiento, se adoptaran ciertas
medidas de prevención.
Entre San Jorge y el
Dragón
¿Qué papel han jugado
en todo esto las logias militares? En algunos
casos decisivo. La Logia Lautaro, fundada por el
general San Martín juntamente con Alvear y otros,
fue la primera en dar un golpe estrictamente
militar, en 1812, exigiendo un cambio en el
Triunvirato que gobernaba al país. Hablando de
hechos más recientes, el GOU (Grupo de Oficiales
Unidos), una logia formada entre 1941 y 1942. fue
la desencadenante del derrocamiento de Castillo,
el 4 de junio de 1943. En otras ocasiones se
menciona como logias a afinidades que en rigor no
son tal. Así, la tradicional camaradería de los
oficiales de caballería ("la trenza de
caballería"), cuyo patrono es San Jorge. La más
difundida de los últimos tiempos fue la denominada
"logia del Dragón Verde", de quien se sindicó como
jefe al coronel Manuel Reymúndez. Varios oficiales
señalados como pertenecientes a ese núcleo negaron
a ATLANTIDA la existencia real de una logia. La
denominación habría nacido de las reuniones que
frecuentemente mantenía a mediados de 1958 un
grupo de oficiales en la casa del coronel
Reymúndez; en cuyo hall existe una figura de
bronce verde que simboliza a un dragón.
¿Hay logias de
suboficiales? Insistentemente se ha hablado de una
"Logia San Lorenzo", que en 1962 habría respondido
a la inspiración del general Iñíguez, de tendencia
peronista. Empero, la mayoría de los jefes
consultados negaron la posibilidad de que los
suboficiales de por sí puedan alzarse contra sus
mandos.
Y ahora ¿qué?
Los últimos
enfrentamientos militares no se limitaron a un
mero chequeo de radiogramas para saber qué bando
contaba con más unidades. Corrió sangre. ¿Existe
el propósito de que hechos similares se repitan?
Un buceo efectuado por nuestro equipo en las
esferas castrenses permite delinear este panorama.
Los altos mandos militares son favorables a
mantener la legalidad, salvo ante la posibilidad
de episodios que "incidan" sobre los ideales y
tradiciones del país, que son los que defienden
las Fuerzas Armadas. Como, por ejemplo, el
comunismo y cualquier otro totalitarismo. En los
núcleos que se oponen más drásticamente a la
política gubernamental se habla en cambio de
"vacío de poder". Se dice que el gobierno no
esgrime soluciones y que "alguien debe
producirlas". Detrás de esto se halla el problema
peronista, el posible triunfo de esa tendencia en
los comicios de gobernadores de 1967. Para algunos
oficiales que militaron en el sector "colorado"
—hoy a la antigua lucha de colores trata de
superársela— "es mejor dar un golpe ahora y no
cuando los peronistas hayan ganado la provincia de
Buenos Aires". Muy pocos hablan hoy del mero
"golpe" por parte de algunos efectivos. Se piensa
que "en caso necesario quien tomaría el poder
serían las instituciones armadas en conjunto y
para ordenar al país por un tiempo". ¿Es ésa la
solución? Tal como damos cuenta en un recuadro
aparte, el doctor Cueto Rúa ensaya otra: "La
solución sólo podrá hallarse —dice— mediante un
compromiso entre los mandos militares y los
directivos peronistas sobre qué candidatos
presenten éstos para la gobernación de Buenos
Aires". ¿Es ésa? Puede haber otras. Más allá de
las diferencias el país parece sentir como
esencial la preservación del orden institucional.
Hay una anécdota que quizás pueda servir como
corolario a este trabajo: Triunfante el movimiento
"azul" en los sucesos de septiembre de 1962, junto
al general Onganía se hallaba en el Centro de
Instrucción Logística Lemos el general Enrique
Rauch, una de las tres únicas figuras militares
que se tutean con Onganía (los otros son el
general Repetto y el coronel Laprida). Rauch
—todavía no se habían producido sus proclamas en
rebeldía— le habría dicho a Onganía—: "Ahora te
vas hasta la Casa de Gobierno y te instalás en el
sillón de Rivadavia".
—"Sí, y después, ¿qué
hago", habría respondido el actual Comandante en
Jefe del Ejército.
Esta es una de las
anécdotas que le ha valido a Onganía la fama de
poseer un buen sentido común. Y quizá sea
precisamente eso, la cordura de todos, la única
receta valedera para institucionalizar
definitivamente al país.
BALBIN: "SOLO GUERRA
PSICOLOGICA"
Durante los últimos
tiempos han vuelto a aparecer en la Argentina
rumores sobre conspiraciones militares y
preparación de planteos y golpes de Estado
—preguntó ATLANTIDA al doctor Ricardo Balbín—. ¿A
qué los atribuye? ¿Considera que tienen algún
fundamento?
"Cuando como ahora en
la Argentina existe total y absoluta libertad de
prensa, los rumores no tienen sentido", contestó.
"Si se los difunde hay que pensar que hay alguien
interesado en dar una imagen falsa de la realidad
del país, para servir quién sabe qué inconfesables
intenciones, entre las que está, seguramente,
destruir la fe y la confianza del pueblo
argentino. Hay que pensar en eso, ya que no es
posible que todavía haya miedo en el país de usar
bien y a su beneficio y para su progreso la
libertad vigente." "Estoy seguro —dijo después—
que recobrada la institucionalidad en el país, el
pueblo la quiere y la custodia. Entiendo que la
mayoría del pueblo desea no solamente mantenerla,
sino vigorizarla, fortaleciendo también la
democracia".
JOSE MARIA GUIDO: 2
golpes
El ex presidente
provisional doctor José María Guido no deseó
opinar. "Ustedes discúlpenme —dijo a ATLANTIDA—,
pero no quiero abrir juicio sobre estas
cuestiones. Por otra parte, considero que aún es
muy pronto para referirme a hechos o pormenores de
mi gobierno." Como se recordará, el doctor Guido
asumió el gobierno en oportunidad de la crisis del
29 de marzo de 1962, que culminó con el
derrocamiento de su correligionario Arturo
Frondizi. Mientras el entonces comandante en jefe
del Ejército, general Poggi, se aprestaba a jurar
el cargo en la Casa Rosada, el miembro frondizista
de la Corte Suprema de Justicia, doctor Julio
Oyhanarte, preparó todo para que el senador Guido,
primer término de la sucesión presidencial, jurara
ante el alto tribunal. Ya como primer mandatario,
Guido se dirigió después de la Corte a la Casa de
Gobierno, "obligando" a Poggi a abandonar "entre
rezongos" el despacho presidencial, que había
ocupado por sólo unos momentos.
ARTURO FRONDIZI: 32
planteos
"Sólo diría que
actualmente lo que no puede continuar por mucho
tiempo es una política económica que paraliza al
país, una política social que lo divide y una
acción internacional que lo somete a intereses
exteriores", contestó el doctor Arturo Frondizi.
"Si la continuidad constitucional sufriera en el
país —agregó— una interrupción en el futuro
—condición que sólo aceptó como hipótesis para
responder a la pregunta—, es evidente que no se
puede saber si significará un simple golpe de
Estado o una revolución, hasta que su proceso se
desenvuelva".
A una pregunta sobre
si considera que la asunción del poder por las
FF.AA. seria una solución, el ex presidente
contestó así: "En cuanto tal, nunca lo ha sido ni
lo será. Puede ser un medio para alcanzar esas
soluciones. Las Fuerzas Armadas son un sector del
país y nunca podrían dar por si mismas una
adecuada respuesta a los problemas nacionales.
Esto, por otra parte, sucede con todos los otros
sectores. Sólo un Movimiento Nacional, que los
incluya, puede dar soluciones verdaderas y
permanentes".
Estimó que lo deseable
es no llegar a una nueva interrupción del orden
constitucional, pero que "sí la Argentina debiera,
en algún momento de su proceso histórico, elegir
este camino en lugar de los comicios, lo deseable,
aunque difícil, seria que un Movimiento Nacional
asumiera la conducción.
P. E. ARAMBURU: Una
"intentona"
"¿Sufrió durante su
gestión de gobierno algún golpe de Estado, aun
abortado?". "No, solamente hubo que reprimir una
intentona peronista en junio de 1956. Se
sublevaron parcialmente unidades del ejército
cuando yo estaba en Rosario y hubo muchos
vandálicos atentados contra la población", nos
contestó el Tte. Gral. Pedro Eugenio Aramburu.
"¿Estamos en vísperas
de un golpe que trate de derrocar al gobierno?"
"La situación del país es difícil en sus aspectos
económico y social. Hay muchos factores
concurrentes que hacen presumir que si el gobierno
nacional no cambia su gestión se pueden dar las
motivaciones para que ocurra cualquier cosa. Lo
que se ría lamentable para el país, que está
dentro de una trayectoria constitucional".
"¿Entonces usted no es
partidario de un golpe de estado?" "Creo que el
gobierno debe arbitrar todos los medios a su
alcance para evitarlo. Por el país y por las
Fuerzas Armadas, que ya tuvieron otras veces la
responsabilidad del gobierno (1955) y que
sufrieron un verdadero desgaste que incidió en su
detrimento. Luego hay que considerar que el golpe
es un hecho con graves riesgos. Se sabe cómo se
inicia pero no cómo termina. Creo que el gobierno
tiene todos los resortes a su alcance para buscar
las soluciones democráticas que resolverán los
problemas que hoy perturban la mente de los
ciudadanos."
EDELMIRO J. FARRELL: 1
planteo
—¿Considera usted que
estamos en vísperas de un nuevo 4 de junio?
—preguntamos al general Edelmiro J. Farrell, que
fue llevado a la presidencia de la República por
el levantamiento militar del 4 de junio de 1943.
La respuesta fue un tanto sorprendente:
—Bueno. . . no creo
que hoy todos los sectores estuvieran de acuerdo
en que yo fuera nuevamente presidente.
—¿Hubo muchos planteos
militares durante su gobierno?
—Algunos. Pero los fui
superando. Hubo uno que fue terminante.
—¿Cuál?
—El que me hicieron en
torno de Perón. Campo de Mayo se oponía a su
permanencia en el elenco gubernativo
revolucionario. Era el 12 de octubre de 1945. Todo
culminó cinco días después, el 17. . .
—¿Usted qué postura
adoptó?
—Traté de defender a
Perón, como se lo expliqué en una de las dos
únicas ocasiones en que lo visité cuando él
ocupaba la presidencia. Yo le tenía simpatía
porque había servido mucho tiempo a mis órdenes.
Además, había sido el principal inspirador del GOU
(Grupo de Oficiales Unidos, una logia que inspiró
el levantamiento de 1943).
—¿Usted cree que hay
ahora clima de golpe de Estado?
—Perdone, soy mudo
(sonríe). En fin, estoy retirado y no quiero
meterme en política. Me parece que este mozo
Onganía está imponiendo el orden que se necesita
en el Ejército.
—¿Usted es peronista?
—No.
Y LAS MUJERES DE
MILITARES ¿QUE DICEN?
Los militares no son
sólo funcionarios uniformados. Son también hombres
en los que la familia ocupa un lugar muy
importante. Las reuniones entre esposas de
oficiales son cosa de todos los días, sobre todo
en los destinos apartados. En ellas se crea una
amistad que perdura y se cultiva. Es lógico pensar
que sus opiniones tienen repercusión de sus
esposos.
Y bien, ¿qué opinan
las mujeres de militares de "los golpes".
OLGA NELLY FORBES DE
ARMANINI: esposa del comandante en jefe de la
Aeronáutica, es vivaz, espontánea, muy juvenil.
Tiene tres hijos de 19, 18 y 16 años. Colecciona
lámparas antiguas, decora su casa, gusta de ir al
supermercado. "Cuando hay rumores soy la primera
en no hacer caso. De las épocas bravas. . .
recuerdo una vez, cuando vivíamos en Mendoza. Mi
marido nos visitaba el fin de semana. Una noche lo
vi que no podía dormir. «Estoy desesperado», me
dijo. Yo le previne una sola cosa: «Si te sirve de
algo, te digo que no pienses en nosotros. Somos
una familia sana, fuerte.» ¿Si las esposas de
militares sabemos siempre lo que se prepara?
Conocemos a nuestros maridos, y sabemos si están
preocupados."
ZULEMA LEGORBURO DE
ALSOGARAY: esposa del general Julio Alsogaray,
director nacional de Gendarmería, dos hijos de 19
y 21 años. Es inteligente, reflexiva, elegante,
sensible. Es miembro directivo de ALPI, a donde
concurre diariamente. "En tiempos de Perón mi
marido estuvo preso cuatro años en el Sur. Viví
dos de ellos en Trelew y me enfermé, de soledad,
de tristeza. Tuve que volver a Buenos Aires.
Cuando el bombardeo de Constitución, mi marido
comandaba las columnas que avanzaban hacia allí.
Oí un llamado por radio que se repetía. Era del
centro de Rehabilitación Respiratoria María
Ferrer. donde yo trabajo todos los días. Pedían al
comandante que no bombardeara esa zona, pues si se
producía un corte de electricidad morirían todos
los enfermos que estaban en los pulmotores o
aparatos respiratorios. ¡El comandante era mi
marido! Y yo hacía una semana que nada sabía de
él. Con mi marido somos muy compañeros, y él me
informa de lo que van a hacer en momentos de
crisis. Personalmente, jamás le he pedido que
desistiera de nada por nosotros. Siempre estoy de
acuerdo con é! "
ROSALIA CAMBAS DE
PISTARINI.
Tres hijos, uno
subteniente. Esposa del general Pascual Pistarini.
Es hogareña, suave, paciente. "Durante cuatro años
estuvimos en San Martín de los Andes. Mi marido
adoraba las prácticas de montaña. Yo me deprimía
tanto que he pasado dos meses metida en cama.
Cuando los líos de colorados y azules, recuerdo
con espanto los tres días y noches que pasamos sin
dormir, sin noticias. Es una vida dura. .. Desde
el 43 vivimos de revolución en revolución. Nunca
he tratado de hacer desistir a mi marido de algo
que considerara su deber."
ONGANIA: JEFE RIGIDO
PERO ABUELO BLANDO
Dos veces
entrevistamos al Tte. Gral. Onganía con motivo de
esta nota. Primero lo encontramos entregado al
deporte que es su distracción predilecta: el polo.
Empero, a poco de terminar el segundo chukker el
Comandante en Jefe del Ejército dejó el partido
reclamado por un urgente llamado. Procuramos
entonces extender el diálogo en esa tarde de un
sábado.
—Discúlpenme —dijo—,
pero por lo menos los fines de semana quiero
dedicarlos íntegramente a mi familia.
A pocos kilómetros de
allí lo esperaban efectivamente su mujer, sus
hijos y la debilidad máxima del general Onganía:
sus nietos.
Días después en
dependencias del Comando en Jefe del Ejército
respondió a un cuestionario planteado por
ATLANTIDA.
Si bien por motivos
obvios no respondió a preguntas directamente
políticas —se refirió en cambio a las relaciones
existentes entre pueblo y Ejército; a la acción de
éste en el panorama nacional y al enfoque del
Ejército ante la penetración comunista—, la atenta
lectura permite extraer conclusiones que van más
allá de los términos estrictos de sus respuestas.
Dijo: "El Ejército y el pueblo de la patria
constituyen dos elementos estrechamente unidos y
homogéneos, que amalgaman objetivos comunes
sustentados por tres principios inmutables: el
sistema republicano y representativo de gobierno;
el respeto por los derechos del hombre en el orden
político, social y económico y el cristianismo en
el orden moral". Sostuvo asimismo que el Ejército
—junto con las otras Fuerzas Armadas— debe
trascender el marco de su misión de
capacitarse y
capacitar militarmente a los ciudadanos. Debe
proyectarse abiertamente —añadió— en todos
aquellos aspectos que sin desmedro de su finalidad
esencialmente castren se tiendan al
engrandecimiento de la Nación y al bienestar de
sus habitantes". Afirmó después que América latina
es uno de los principales objetivos del comunismo,
"tanto chino como soviético". Indicó que su
expansión se ve favorecida por "la crítica
situación interna por que atraviesan la mayoría de
las naciones del hemisferio, signadas por una
evolución social que no siempre ha marchado
paralela con su desarrollo económico" Reiteró
finalmente al respecto la decisión de las Fuerzas
Armadas de no permitir la entronización de ningún
régimen comunista "en cualquiera de sus variadas
formas".
CUETO RÚA, SUAREZ E
IÑIGUEZ
Para CUETO RUA —que en
su momento presidió la Federación de Centro y hoy
en cabeza el PRAR—-, "el obstáculo que se levanta
en el camino de la estabilidad constitucional es
el posible triunfo peronista en la provincia de
Buenos Aires, en marzo de 1967". Sostiene que
"para superarlo se requiere el esfuerzo de todas
las fuerzas políticas y, en última instancia, un
entendimiento, implícito o explícito, entre el
peronismo y las Fuerzas Armadas, que posibilite la
conformación de un gobierno de orden y paz".
Preguntado sobre la
posibilidad de que se quiebre o interrumpa el
régimen institucional, el ministro de Defensa,
LEOPOLDO SUAREZ, fue terminante: "Absolutamente,
no". Basó su afirmación en que "estamos ante un
gobierno indiscutiblemente honrado y democrático"
y que las Fuerzas Armadas están
institucionalizadas "con conciencia de su misión y
patriótico sentido de su responsabilidad".
En su momento, las
mayores esperanzas de los peronistas en provocar
un golpe de estado a su favor se cifraron en el
general MIGUEL ANGEL IÑIGUEZ, quien encabezó un
intento de levantamiento en Rosario.
—¿Usted conspira
ahora? —preguntamos.
—Ahora no. Conspiré y
mucho, cuando al peronismo no se lo dejaba votar.
Si no era legal, era legítimo conspirar".
Luego hizo un elogio
del teniente general Onganía. Dijo que "está
empeñado en restituir al Ejército su verticalidad.
Por eso hay tantos que lo critican. Yo tengo mucha
fe en Onganía. Lo conozco desde hace mucho. Cuando
él era cadete, yo era oficial del Colegio Militar;
después fue alumno mío en la Escuela Superior de
Guerra. Desde pichón apuntaba como un buen
soldado".
Iñíguez tiene
experiencia en levantamientos: "¿Cómo se subleva
un regimiento?"
"Bueno, eso ha variado
mucho. Antes, cuando la disciplina estaba asentada
en una rígida verticalidad, bastaba la opinión del
jefe. Pero la intensa politización que vinieron
sufriendo los cuadros de las Fuerzas Armadas
deterioró esa base de la organización militar e
hizo que se comenzara a deliberar en distintos
niveles. Con esta situación, como es lógico,
cualquier proyecto de sublevación debe contar con
un consenso más amplio de opiniones'
Revista Atlántida
08/1965
|