El sábado 29 de febrero, a mediodía, un cartero
tocó el timbre de la casa de los Alterman. Una
familia de tres miembros: padre, madre y un hijo
soltero de 32 años. Hacía mucho calor. Estaban
tomando el café; acababan de almorzar. El padre
abrió: "Telegrama para Raúl." El empleado de
correos aclaró: "Debe ser entregado personalmente,
es un colacionado." Apareció entonces Raúl
Alterman. Sonaron cuatro tiros tremendamente
precisos; el cartero corrió escaleras abajo; un
auto, en marcha frente a la puerta de calle,
escapó a toda velocidad; alguien trató de anotar
el número del coche. Hubo gritos. Raúl Alterman
estaba muerto. En este caso se trataba de un
hombre sin actuación política de primer plano, ex
frondizista, vagamente comunizante. Pocos días
antes, dos abogados comunistas habían sido
atacados a balazos en Rosario; previamente, en la
misma ciudad, un tiroteo dejaba tres cadáveres. El
terror político parecía comenzar a dibujar su
esquema en medio de la tensión, del plan de lucha
de la CGT, de las permanentes conspiraciones de
bolsillo de los colorados, de una ineficaz campaña
contra la carestía de la vida, del desaliento de
muchos que vieron en el 12 de octubre de 1962 la
iniciación de una época de pacífica normalidad.
Lo cierto es que, constantemente, se preparan en
el país grupos terroristas; que siempre hay gente
que se está armando; que el tráfico clandestino de
armas es permanente. Muchachos barbilampiños que
juegan a los western, hampones contratados,
neuróticos de guerra, adolescentes
intelectualizados que experimentan la nostalgia de
la violencia física, resentidos sociales,
militantes que creen en la acción directa: todos
ellos forman luego los cuadros de grupos de
choques de organizaciones secretas terroristas.
Para algunos es la emoción casi sacrílega de
sentirse sacerdotes de una misa negra, para otros
es el cumplimiento de lo que se les aparece como
un deber político. Siempre existen, y en casi
todos los países (Inglaterra, Suiza, los países
escandinavos son quizá las únicas excepciones). En
otros lados se llaman Organizaciones del Ejército
Secreto, Ku-Klux-Klan. Aquí son tacuaristas,
fidelistas, comandos civiles revolucionarios,
peronistas insurreccionales: la dialéctica de las
pistolas tiene en todos lados sus cultores. La
psicología de los terroristas es compleja y admite
multitud de matices. A comienzos de 1960, un
muchachito que iniciaba la carrera de Filosofía y
Letras toma un taxímetro con un portafolio. Es de
noche casi. Lo abre, mira adentro, lo cierra, lo
vuelve a abrir. Finalmente saca una pistola, la
observa, vuelve a guardarla. El conductor del
taxímetro advierte las actitudes de su cliente por
el espejo y, sin decir palabra, entra
repentinamente con el automóvil en una comisaría.
Teme que el pasajero sea un asaltante. En
realidad, se trata simplemente de un jovencito
comprometido a jugar a la milicia revolucionaria,
pero invadido por el miedo. Había ido demasiado
lejos en sus juramentos verbales. Optó por
delatarse solo. En ese caso era un fidelista.
El mecanismo no es demasiado distinto cuando son
tacuaristas, jóvenes de la Guardia Restauradora
Nacionalista. Están, también, los que se animan a
seguir adelante, quizá porque tienen más miedo que
los otros. Existen otras categorías: emigrados
nazis, que quieren vengar su derrota en la última
guerra; fanáticos del peronismo y del
antiperonismo; simples enfermos mentales. Los hay,
también, que han quedado detenidos en un
infantilismo increíble, de revistas de
historietas, como los que enviaron, hace un par de
años, anónimos a judíos firmados por "Brigada
Especial AXM. Los halcones de la muerte". El
problema es saber quién los aprovecha, quién los
sostiene económicamente, quién les imparte
directivas, quién los provee de armamentos, quién
los entrena, por qué muchas veces se los protege.
Siempre existen, pero solamente en oportunidades
muy precisas y significativas salen a luz y
actúan. Esto tiene algún sentido. En el caso de
los grupos fidelistas, la fuente de recursos
parece ser el gobierno cubano. En cuanto a
Tacuara, habría constancias en la Policía Federal
de que su financiación corre básicamente por
cuenta de la delegación en la Argentina de la Liga
Árabe. Por de pronto, el delegado de la Liga
Árabe, Hussein Triki, fue activo simpatizante del
nazismo durante la Segunda Guerra Mundial, en que
prestó servicios a los alemanes, como consta en
archivos de los países aliados. Triki está casi
públicamente vinculado con Tacuara y algunos
sectores del peronismo de extrema derecha,
representados por Raúl Jansen y Evar El Kadre, que
recientemente aparecieron firmando documentos de
poco disimulado tinte antisemita. El de marzo,
la policía cordobesa procedió a una serie de
detenciones de menores de 22 años al allanar un
campamento de entrenamiento —denominado "Camilo
Cienfuegos"— en Villa Carlos Paz. Durante el
procedimiento, se secuestró una ametralladora FAL,
del ejército, y otra, PAM; un fusil Halcón, una
pistola Ballester Molina calibre 32; una
Parabellum, un revólver, bombas explosivas, ácido
sulfúrico, cloruro de potasio, polvo de bronce y
otros materiales para preparar explosivos. En
momentos de cerrar esta edición de PRIMERA PLANA,
la Gendarmería Nacional descubría una importante
campamento castrista en la provincia de Salta.
¿Cómo obtienen los distintos grupos terroristas
sus armamentos? Poco después del 16 de setiembre
de 1955 habían aparecido en las órdenes del día de
la Policía Federal y de las policías provinciales
pedidos de secuestro de armas cuyo destino, luego
de los acontecimientos, no era precisable.
Algunas, posiblemente, habían sido derivadas hacia
los comandos civiles revolucionarios por jefes
militares que estaban en la conspiración; otras
habían sido entregadas a grupos católicos
encargados de defender las iglesias, ante la
eventualidad de ataques a las mismas. Lo curioso
es que, entre los pedidos de secuestro, se
incluyeron hasta cañones livianos o morteros,
aparentemente extraviados en la lucha. Si se
tiene en cuenta la dinámica política de los
últimos años, se comprende que el destino de las
armas es actualmente incontrolable: el peronismo
había alcanzado a armar a algunos de sus civiles
adictos; el antiperonismo llegó a entregar armas a
comandos civiles o grupos católicos. Pero esos
ciudadanos —generalmente muy jóvenes al 15 de
setiembre de 1955— que, cualesquiera fueren sus
ideales, habían demostrado cierta propensión a la
violencia física (justificada e injustificada),
vivirían luego la insólita evolución de los
hechos: en los comandos civiles revolucionarios
iniciales participaron desde nacionalistas
católicos hasta izquierdistas. En la
fantasmagórica serie de alianzas que se sucedió
luego se vio cómo, paradojalmente, muchos de esos
grupos, armados como antiperonistas, terminaron
uniéndose políticamente con el peronismo; cómo
representantes de la extrema derecha católica
(grupo Baxter, por ejemplo) se acercaron
posteriormente a la extrema izquierda. Y así,
aunque en menor grado, la situación inversa puede
haberse registrado: peronistas que se incorporaran
al antiperonismo. El caso se dio especialmente
cuando se trataba de matones a sueldo. Los
comandos civiles, que representaban inicialmente a
los distintos grupos que luchaban por el
derrocamiento del peronismo, pasaron a la vez a
representar una particular concepción de la
política. ¿Cuántas armas que fueron dedicadas a la
lucha antiperonista no pasaron luego, a través de
mutaciones políticas de sus poseedores
(estudiantes izquierdistas, por ejemplo), a manos
de los "uturuncos" insurreccionales del peronismo?
Uturuncos, trotskistas, comunistas, nazis y
algunos militares retirados peronistas y
antiperonistas controlaron armamentos a partir de
1955. Otras armas, sin embargo, derivaron
directamente de los contrabandistas. Lo cierto es
que pistolas calibre 45 y 7,65; modernos fusiles
ametralladoras FAL, viejas Pipiripí,
ametralladoras Halcón y PAM y fusiles Máuser están
hoy en poder de civiles. Además de tener origen en
los hechos de 1955, muchas de las posesiones
clandestinas de armamentos se efectuaron con la
excusa de la "'caza mayor". Episodios como el
asalto al Tiro Federal de La Plata, hace pocos
meses, tuvieron como propósito reforzar las
existencias de armamentos de distintos grupos. Hay
bancos que fueron robados para conseguir dinero
con el que se financiarían actividades subversivas
(la técnica ya fue empleada por el leninismo en
Rusia, antes de 1917). Hasta la realización de
algunas estafas fue adjudicada a finalidades
políticas. En la práctica, esas finalidades
comenzaron —en estos últimos tiempos— por
atentados como el realizado contra la estudiante
Graciela Sirota y los ataques a sinagogas, y
tendieron a culminar este año con los recientes
episodios. Pero, por supuesto, no faltan
antecedentes: desde el atentado al general
Lagalaye, durante el gobierno de Frondizi, hasta
la colocación en serie de bombas, en la época en
que se celebraba el sesquicentenario de la
Revolución de Mayo. Más atrás, están las
explosiones bombísticas que dieron marco a la
primera época del gobierno de Aramburu: los
atentados peronistas eran a veces justificados
ideológicamente comparándolos a la acción de la
resistencia en la época de la ocupación alemana
(como apareció en una carta publicada en ese
momento por un periódico político: Resistencia
Popular). Y aún más atrás, están los atentados
antiperonistas, que fueron desde la colocación de
bombas en Plaza de Mayo, durante un acto público
(1952), hasta las agresiones a vigilantes, que
eran desarmados (fines de 1954, principios de
1955). Lo cierto es que muchos sectores de
opinión, inclusive moderados y democráticos,
contaron con sus "ultras" propios, que apelaron a
veces al terrorismo. En cuanto a los
extremistas, los de Tacuara suelen contar con el
asesoramiento de refugiados nazis que actuaron, ya
en la Alemania hitlerista (dicen que dos técnicos
alemanes trabajan ahora como asesores de esa
organización), ya entre los croatas de Ante
Pavelic o los polacos del general Anders (los
primeros fueron francamente colaboracionistas; los
segundos, si bien de extrema derecha, no operaron
junto a los alemanes). El comunismo oficial, del
Partido Comunista, repudia teóricamente la
actividad terrorista, calificándola como
"aventurerismo pequeño-burgués"; reconoce que
tiene grupos armados, pero los considera sectores
de autodefensa y desaprueba en público a los
núcleos guerrilleros. Sin embargo, los
comunistas participaron en algunas acciones de
típico corte terrorista, como el atentado contra
el torturador policial Lombilla durante el
peronismo. Los peronistas insurreccionales, en
cambio, admiten que usarán la violencia, aunque
tratan de desligarse de recientes atentados.
Grupos izquierdistas-castristas organizaron hace
muy poco una "batalla contra el hambre", asaltando
camiones de comestibles y luego —a lo "Robíi
Hood"— repartiendo los víveres entre la población.
Esos mismos grupos izquierdistas-castristas
estuvieron vinculados con la fabricación y
almacenamiento de explosivos en un taller de la
calle Gascón. Cuando el local fue allanado, se
resistieron a tiros y ultimaron a dos policías. El
posterior asesinato del obrero Felipe Vallese
suele ser considerado como una venganza de la
brigada de San Martín, a la cual pertenecían los
dos policías, Los comandos civiles revolucionarios
demostraron su capacidad de terrorismo cuando el 2
de abril del año pasado hirieron gravemente de un
tiro en la cabeza al general Osiris Villegas, como
parte de un llamado "Operativo Chacarita" que
contemplaba muchos otros atentados. Y casi no hay
grupo sindical fuerte que no tenga gente armada a
sus órdenes, para defenderse o para atemorizar a
sus adversarios. El año pasado, la policía
descubrió un campo de adiestramiento tacuarista en
la provincia de Santa Fe. Sus habitantes quedaron
rápidamente en libertad. Hoy se habla de otros
lugares: una estancia de Tandil, un punto de
Córdoba cercano a Río Tercero, unos campos
próximos a Mar del Plata. En 1960, una revista
denunció que existía en un lugar del Delta un
centro de instrucción nazi, en el que colaboraban
ex miembros de las Fuerzas Armadas alemanas
(Usted, 24 de diciembre de 1960). Hace poco, se
produjo un parte policial que contribuye a
ilustrar sobre la forma en que se arman los grupos
terroristas: "Se ha tomado conocimiento —dice— que
los directivos del grupo Tacuara habrían impartido
directivas a sus afiliados y simpatizantes, que
actualmente cumplen con el servicio militar, en el
sentido de que sustraigan armas y munición de sus
respectivos destinos. Al respecto se ha tomado
conocimiento de que en una unidad del litoral fue
sorprendido un soldado en momentos en que trataba
de sustraer una pistola y munición calibre 7,65 y
9 mm. Iniciadas las investigaciones pertinentes,
se determinó que se trata del ciudadano Alberto
Enrique Flugel, estudiante, con domicilio en
Vicente López, y que de sus declaraciones surge:
que pertenece a la organización Tacuara desde
1958; que el robo de armas y munición obedecía a
directivas emanadas del comando de la Capital
Federal y que dicha agrupación estaría almacenando
armas y munición para actividades futuras". Sin
embargo, los grupos terroristas no solamente
almacenan armas y municiones: es frecuente que en
los procedimientos policiales sean también
secuestradas dos tipos de listas. Una, enumera las
potenciales víctimas, con sus direcciones y
ocupaciones habituales. Otra, corresponde a las
personas "que hay que tocar" en caso de
detenciones. Se trata de misteriosos "padrinos" de
las fuerzas de choque, empeñados siempre en evitar
o diluir la intervención policial o judicial.
Los organismos de seguridad que siguen la
evolución del terrorismo consideran, de todos
modos, que, si bien los indicios son alarmantes,
el número de personas implicadas es sensiblemente
menor al que generalmente se cree. Como el
propósito obvio de los grupos terroristas es
atemorizar, sus promotores hacen circular
versiones sobre complejas organizaciones de miles
de personas. Esos grupos, sin embargo, suelen
reducirse a unas pocas docenas de activistas, de
los cuales solamente una parte son considerables
como peligrosos: una encuesta policial redente
limitó a 60 el número de activistas de Tacuara
capacitados en la Capital Federal para la acción
violenta, de los cuáles solamente 15 serían
realmente diestros en el manejo de armas, A pesar
de la espectacularidad de los recientes episodios,
todavía hay tiempo —aparentemente —para cortar de
raíz los brotes terroristas. Al menos es lo que
piensan las Fuerzas Armadas a la espera de la
acción que inicie el ministerio del Interior.
Revista Primera Plana 10.03.1964
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