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crónicas del siglo pasado

REVISTERO

En algunos lugares, Serrat es mayoría

Ante la multitud que el domingo 19 lo aclamó en el Luna Park de Buenos Aires, el trovador catalán Joan Manuel Serrat proclamó una vez más sus principios: la canción popular debe reflejar los conflictos y la realidad del mundo contemporáneo

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Revista Siete Días Ilustrados
agosto 1970

 

 

El ingeniero agrónomo giró sobre sí mismo, hizo varios amagues y fintas frente a un espejo, y con absoluto dominio de la pelota de fútbol, evitó detrozar la mayor parte del mobiliario que atosiga la suite 804 del Alvear Palace Hotel, en Buenos Aires. Acababa de ducharse; hacía poco menos de 24 horas, Joan Manuel Serrat —que de él se trata.— retozaba por otros escenarios, imponía otras alternativas a su juego, el de trasformarse decididamente en un trovador con raigambre popular: otra cosa indica el atosigamiento de público en el Luna Park, el pasado domingo 19; su recital (que subyugó a más de 8 mil personas) marcó también la definitiva aceptación por parte del público de un nuevo tipo de canción: la juglaría. Próximo a cumplir los 27 años —precisamente el 27 de diciembre—, hijo del asturiano José y de la aragonesa María Asunción, perito agrícola en los Pirineos hasta 1965; antes tornero fresador y ahora también coleccionista de elásticas como suele llamar a las camisetas de fútbol, este múltiple catalán nacido en Poble Sec, no sólo fue capaz de silenciar los chillidos de las jovencitas apeñuscadas en la popular del estadio boxístico; su actuación definió una tendencia que no se vislumbraba hasta su última presentación: la pasión por la buena música, por las canciones cuyo contenido trasciende la ramplonería. No por casualidad, esa noche Serrat recibió, originales regalos: tres ejemplares de El Principito, de Antoine de Saint Exupery y dos volúmenes sobre la vida del Che Guevara, una veintena de papelitos con sesudos pensamientos de figuras célebres, y,claro, las consabidas rosas y orquídeas. La sintonización que suele ejercer el público argentino tuvo en el Luna Park su ejemplo más terminante: en un intervalo del recital empuñó la guitarra Roberto Rimoldi Fraga. Bastaron dos de sus canciones, de intrascendente contenido histórico, para que un coro ensordecedor atronara — junto a otros epítetos irreproducibles— un aplastante estribillo: "¡Que se vaya! ¡Que se vaya". Testigo de la desaprobación, Serrat esbozó ante SIETE DÍAS su interpretación del fenómeno.
—¿Qué es eso que se llama "nueva canción"?
—Este tipo de canción es algo así como la continuación de la tradición de los antiguos trovadores de la Edad Media. Ellos actuaron en el siglo XI, pero hay en todo esto una cosa interesante. Los que hacen la música hoy, la que a mi me interesa —Georges Brassens, Leo Ferré, Raimon— son los que nacieron, como yo, en la región del Mediodía, habitat de los antiguos trovadores. Su característica fundamental es que hacen una canción adecuada a la época y que —por tratar problemas que no gustan a todos— no alcanza la popularidad debida, excepto en algunos lugares. Aquí, en América latina, son trovadores de nueva canción los uruguayos Daniel Viglietti y Alfredo Zitarrosa, y los Parra, de Chile, De los argentinos prefiero los viejos: Falú, Atahualpa, Cafrune.
—¿Cómo se explica que hace menos de un año no te conociera nadie en la Argentina y ahora sos uno de los cantantes más populares?
—Eso no se debe a mí, sino a la gente que es ahora más receptiva a la nueva canción. Se está superando hoy una época de muy mala música, muy reaccionaria. De todas maneras, el camino a recorrer es largo; lo que falta se relaciona con problemas culturales complejos, densos. En la medida en que crezca la cultura del pueblo, se podrán abrir nuevos caminos en música. Yo pienso que lo principal que he logrado es el acercamiento con mi público; todo lo demás, no. Es decir se alcanzó hasta hoy a desmitificar al artista; a mi se me ve más como individuo, como hombre que piensa y vive, no como ídolo o mito. Además, hay otra diferencia: yo noto en este último tiempo, en todos los pueblos, una efervescencia, una toma de conciencia de la problemática social. Eso se nota mucho más a flor de piel que antes y en mayor cantidad de personas: A ellas quiero llegar con mis canciones, por lo menos para que sirvan de acompañantes en su lucha.
—¿Eso significa que para alcanzar la popularidad hay que condicionarse al gusto de la gente, a sus inquietudes?
—No, de ninguna manera. Yo siempre mantuve una similar línea de producción. Aunque parezca un lugar común, lo que más me interesa es mi realización personal, no un acercamiento masivo. En mi trabajo existe la posibilidad de equivocarse. De todas maneras, se me acerca la gente, entonces hay algo de lo que no dudo: yo estoy en lo cierto.
—¿Tus canciones responden a una realidad tangible, concreta, o a tu vivencia intelectual?
—En todo hombre hay dos mundos: el real y el de la imaginación. Cuando escribo juego con ambos; pongo de cada uno lo que siento que debo poner. Algunas de mis canciones reflejan hechos muy concretos y reales. Otras, son cosas que fabulo sobre problemas más generales. Por ejemplo, Fiesta la escribí un día que estaba recorriendo Portugal con unos amigos; llegando a Lisboa —en Alfama— vi que toda la gente humilde preparaba una gran fiesta, la única que se realiza allí en el año y donde todos ponen todo de sí. Sacaban sus mesas y comidas a la calle, se vestían con lo mejor que tenían en sus guardarropas. Muchos oligarcas, la gente bien, bajaban de Lisboa hasta Alfama y sólo por esnobismo se sentaban a comer en las mesas del pueblo. Yo canté algo por el estilo. Debo aclarar, pues, que mis canciones no reflejan a España, sino sólo lo que yo siento de España y de su pueblo. Pero no quiero hablar tanto de mis canciones. No sé por qué, pero hay algo dentro de mí que me pone frenos al hablar de mi obra musical.
—¿Por qué cantas a Machado si pensás que hay que referirse a problemas dé actualidad?
—Mi contacto con Machado no es de ahora. No me levanté un día y dije: "Bueno, hoy le voy a cantar a Machado". Además, no fui el primero. De todas maneras, en mí fue un proceso lento, fui llegando a él de a poco. Mucho tiempo pasé leyendo, escribiendo, probando, tirando mucha partitura a la basura, volviendo a empezar. Ahora puedo decir con seguridad que Machado ofrece dos vertientes para el análisis: o fue un profeta que se adelantó a su tiempo, o el mundo no cambió para nada desde entonces. Por eso lo canto y por eso gusta: porque su vigencia es total. Pienso que si hoy la gente lo comprende, es porque se produjo aquella evolución cultural de la que hablábamos. Tú sabes.
—Serrat, Raimon y otros fueron prohibidos o, al menos, tuvieron problemas. ¿Qué pasa ahora con vos, por qué te acepta todo el mundo?
—El gran valor de Raimon es haber seguido luchando en momentos en que todos nosotros queríamos abandonar da lucha. El abrió brechas que, lamentablemente, no sirven de mucho: nunca me censuraron como ahora en mi país. Actualmente, en España, no se pueden pasar varios de mis temas. Hasta hace muy poco no sólo estaba prohibida Fiesta, sino Manuel y Poco antes de que den las diez. El problema, claro, es con los textos. En Argentina hay también dos o tres. temas míos prohibidos en las radios, pero aquí no me cuestionan las actuaciones en público. Pero el problema no es de España o de la Argentina. En todo el mundo se persigue a quien quiere expresar algo, ya sea a nivel artístico, político, económico o social.
—¿Qué significa para Serrat cantar en el Luna Park?
—Cantar ante ocho o diez mil personas es algo muy importante. Es un contacto directo que te niega permanentemente la televisión. Y en los teatros comunes no entran más de mil personas. Yo ya había cantado ante tanta gente en Europa, pero nunca en América. En esa experiencia no me impresionan los delirios, los gritos, las exaltaciones, los desmayos. Por el contrario, lo que más me emociona es el silencio.

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—¿Por qué no se te conocen romances?
—Será porque no me interesan las trompetas de la publicidad, o será porque me cuido y no me ve nadie. Trato siempre de que nadie me vea. La vida privada, chico, hay que cuidarla mucho, mucho, porque si no te la ensucian ... y entonces, no tienes remedio.
—En 1966 te negaste a cantar en el certamen Eurovisión porque te exigían que lo hicieras en español. Era por un tema que vos, precisamente, ibas a interpretar en catalán. ¿Por qué ahora cantas en español?
—En América latina no canto en cataián por un problema de entendimiento con el público, pero mis grandes creaciones las sigo haciendo en catalán. El último longplay contiene canciones en ese idioma y te puedo asegurar que son las mejores de mi vida. Esa placa aún no llegó a la Argentina. Pero no defiendo sólo el idioma sino todo lo catalán: me resisto a que un pueblo pase por encima de otro.
—¿Cuáles son tus proyectos más inmediatos? ¿Tenes previstos recitales en otros países de América latina similares al del Luna Park?
—En la próxima semana parto para Chile ... Después, a Montevideo . .. Después, otra vez Argentina, pero sin actuar; después. Perú; después .. . ¡Mi Dios!¡Cuánto hace que no voy por casa! ¡Dos años sin parar un momento! Es mucho. A uno le agarra la nostalgia por los suyos .. . Voy a ir a Mallorca y me quedaré a vivir un buen tiempo junto a mis padres. .. ¡Tienes que ver qué lindo es aquello!

 

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