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crónicas del siglo pasado

REVISTERO

El renunciamiento de Balbín

Ricardo Balbin, un radical de 66 años, viene haciendo militancia política desde hace más de cuarenta. Y, sin duda, de esa militancia no extrajo ningún beneficio personal más que la satisfacción de la misma lucha; es seguro que, como la mayor parte de los miembros de la clase política argentina, terminará su carrera más pobre que cuando la comenzó. Y muchas de las personas que lo abruman con sus ironías no tienen, sin duda, esa capacidad de luchar cuatro décadas por algo que no otorga ventajas materiales pero sí toda clase de riesgos. Al mismo tiempo, Ricardo Balbín, dos veces candidato a presidente de la Nación -frente a Perón y frente a Frondizi- representa un estilo político que ya no parece tener cabida en el país. Su habilidad es la del caudillo diestro, pero está alejado de una problemática contemporánea que apenas parece rozar, que percibe en los hechos -como la violencia- pero que conforma un mundo distinto al suyo. Sabe maniobrar en cada conversación, quizá sin comprender que esa capacidad de maniobra no es la que corresponde a esta etapa. Mantiene, sin duda, una dosis de resentimientos. Supo convertirse en el orador romántico de la clase media antiperonista pero, irritado, se recostó en quienes lo intentaron utilizar contra muchas banderas que eran de su partido. No es un gran jefe político como Leandro Alem, como Hipólito Yrigoyen, como Lisandro de la Torre, como Juan B. Justo; tampoco es el fantoche guitarrero que presentaron sus adversarios. Es un radical representativo: el radicalismo pervivirá aún mucho tiempo en la Argentina, pero en el futuro no responderá ya a la imagen de Balbín. Por eso, su retiro de ahora -que anuncia para cuando se reorganice el partido- es simbólico. En los 180 minutos de conversación con Confirmado dijo, también, otras cosas significativas: por ejemplo, en ningún momento, pese a la insistencia de las preguntas, desmintió en forma definitiva el apoyo a un candidato no-radical; también afirmó que hablará con el gobierno, luego de la legalización de los partidos, pero se pronunció en favor del relevo del Presidente. Elogió, casi sin querer, al ministro de Economía, Aldo Ferrer. Y se declaró conforme con los principales puntos de reestructuración institucional que plantean las Fuerzas Armadas, como unificación de mandatos, reducción del período presidencial a cuatro años, doble vuelta electoral y agilización del Congreso. Este es el diálogo que Confirmado mantuvo con el cacique radical, en una oficina céntrica, la semana pasada.

Revista Confirmado
febrero 1971
(referencia: gobierno de Levingston
08-06-1970 / 23-03-1971)

 

 

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CONFIRMADO: Si existe algún dato claro, en las últimas confusas semanas de la vida política argentina, es que en distintos sectores de especial gravitación en el proceso nacional se inició un replanteo de la situación. Yo pienso que quizá ese replanteo puede definirse de la siguiente manera: hasta ahora, la participación de las Fuerzas Armadas se estaba llevando a cabo a través de organismos de las mismas Fuerzas Armadas, que estudiaban los problemas, y de los comandantes en Jefe de las mismas, que se limitaban a transmitir su opinión sobre esos problemas a través de memorándum dirigidos al Presidente de la Nación o de exposiciones en las reuniones de gabinete; a partir de ahora, las Fuerzas Armadas no se limitan a estudiar problemas en laboratorios sino que han tomado contacto directo con la realidad del país. Han salido a hablar. Se esta buscando lo que se llama el gran acuerdo, una iniciativa que proviene de los mandos militares. ¿Qué disposición tiene el radicalismo para encontrar un punto que permita una salida pacifica de la actual situación?
RICARDO BALBÍN: Eso fue claramente expresado por el radicalismo con mucha anterioridad a este momento. En públicas declaraciones, el radicalismo dijo que sobre la base de una gran coincidencia nacional podrían encontrarse los caminos para lo que, en nuestra opinión, es lo fundamental: institucionalizar al país. Nosotros lo reclamamos, no encontramos eco, y el país no fue afirmándose, sino retrocediendo bastante en estos años. En los últimos tiempos advertimos la necesidad de que esta expresión de deseos fuera robustecida por la coincidencia de distintos partidos políticos, y esto se ha logrado...
C.: ...a través de La Hora del Pueblo...
B.: Exacto.
C.: Un documento que no está firmado de igual a igual. Firma el jefe de uno de los dos grandes partidos argentinos, numéricamente hablando, Ricardo Balbín, pero no firma el jefe del otro, sino su delegado. ¿Eso es una capitis diminutio con respecto a usted?
B: No, en absoluto. Para mí ha sido la preocupación encontrada de los titulares en el país de las distintas expresiones políticas, y quien actúa en nombre del justicialismo demuestra que tiene la representación del partido. Así que yo no entro a analizar jerarquías personales, sino representación de fuerzas políticas.
C.: Usted es un hábil dirigente político y quiere llevar el problema a La Hora del Pueblo cuando yo planteé el problema suscitado por la apertura a los contactos en las Fuerzas Armadas.
B.: Yo me manejo en este sentido con lo que resulta de la información. He advertido, sí, que distintos políticos sostuvieron entrevistas con el señor Levingston, con el ministro del Interior o con el subsecretario de Asuntos Políticos. Pero nosotros no hablamos con ninguno de los tres. No critico ni justifico a los que hablan. Yo tengo la responsabilidad de definir una expresión política, una expresión que desde la escena oficial, con peligrosa -para ellos- reiteración fue calificada de disuelta definitivamente y perimida definitivamente. Cuando reconozcan la existencia de partidos, cuando comprendan que sin partidos políticos no hay solución nacional, atenderemos todas las diligencias que sean imprescindibles. Pero como ciudadano, y para soslayar a mi partido, a mí no me encontrarán porque usted comprende que yo no puedo aceptar una actitud que soslaye el tema que para mí es fundamental.
C.: Entiendo que usted no conversó con representante del gobierno, pero sí con hombres de las Fuerzas Armadas.
B.: Yo no sé lo que se llama representantes de las Fuerzas Armadas. Es posible que en miles de circunstancias de la vida, en reuniones sociales y en reuniones no sociales, haya encuentros, diálogos. Pero nunca los he interpretado como que yo estoy hablando con el gobierno...
C.:...con quien en alguna instancia van a tener que encontrarse a conversar. ¿Están dispuestos a conversar?
B.: Hasta en una solicitada el radicalismo ofreció los márgenes de su contribución a la institucionalización y allí expresamos qué debía hacer, a nuestro juicio, el gobierno para promover la acción política a través de los partidos. Esto no fue recogido.
C.: Las Fuerzas Armadas están buscando, al parecer, encontrar una solución dialogando.
B.: Bueno, mire, ésta es una actitud que ahora, ayer o mañana la van a tener que adoptar. Porque esto no es una permanencia definitiva de la República. Es natural que los militares estén preocupados...
C.: ¿El radicalismo qué pide? Se dice que pide algunas cosas. Se dice, por ejemplo, que pide cese la agresión del gobierno; que pide un estatuto de los partidos políticos; que se respete su nombre histórico; también pide una activación rápido del juego político... ¿es cierto?

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B.: Seguro.
C. Pide que no haya proscripciones, aunque acepta realizar sacrificios personales por propia iniciativa. Se dice que usted, concretamente, manifestó que luego de reorganizado el radicalismo termina su papel como presidente del Comité Nacional y que usted se retira, que usted contribuye con su retiro.
B.: Yo no me voy a retirar nunca de la lucha, porque los hombres con sentido nacional y preocupación ciudadana sienten como deber permanente ocuparse de política. Pero el deber se cumple en distintos lugares. Allí donde uno esté, allí cumple su deber. Nosotros hemos querido, fundamentalmente, que el país entre en una etapa política. Nosotros no hablamos de fechas, no hablamos tampoco de la elección porque la elección es el final del proceso. Decimos, sí, que deben cumplirse etapas precisas para llegar con limpieza a la consulta. En este estado en que vivimos, esto demanda necesariamente el paso previo: la organización de los partidos políticos que son representativos de los distintos sectores de opinión, del país. Los partidos que estaban o los que quieran formarse ...
C.: Creo que hay un amplio consenso en que los partidos son el instrumento natural de la acción política, y la mayoría clara de la opinión adoptó una actitud que osciló entre el desprecio y la burla respecto a los intentos corporativistas. De modo que no creo tenga sentido seguir discutiendo esto.
B.: Usted quiere saber si hay o no conversaciones. Cualquiera sea el tono de las mismas, siempre se reflejará en ellas la opinión personal del interlocutor y nunca podrá ser la opinión expresiva. de una corriente política mientras no haya partidos. Este país necesita ubicación de opiniones, lo que yo denomino el escrutinio previo. La opinión del país surgirá como una consecuencia natural de los agrupamientos que se organicen.
C.: Usted habla de la necesidad inmediata de un estatuto...
B.: Hablo de la necesidad de algo superior. De lo necesidad de lo organización de los partidos políticos.
C.: Ese es un paso, creo que indispensable, pero es un paso.
B.: En este país, en estos años, apareció la figura de la violencia. Hubo reiterados sacudimientos, contradicciones, angustia. No se puede negar, así como parece que no pueden contener la violencia. Esto es resultado de la insatisfacción popular. Como están silenciadas las voces de la opinión que en la democracia se expresan a través de los partidos, la rebeldía se ubico en otro ámbito.
C.: No sé si es cierto eso. En lo que usted dice hay dos partes distintas: una se refiere a la necesidad de los partidos políticos, que yo personalmente también considero necesarios. Pero, al mismo tiempo, pienso que es ingenuo suponer que con la reaparición de los partidos la violencia o el terrorismo desaparecerán.
B. Claro, yo no pienso semejante cosa. La violencia está en otros lados, no solamente aquí porque no hay partidos. Lo que quiero decir es que para orientar definitivamente a la Nación nada es más lógico que cada sector de opinión argentina consiga el cauce para que renovados sus hombres en el íntimo debate de ideas, que ya tenemos en cada expresión política, terminemos con la organización de los partidos. Cuando se organice la Unión Cívica Radical del Pueblo...
C.: ¿No va a llamarse Unión Cívica Radical, a secas?
B.: Creo que sí. Nosotros conservamos lo del pueblo por una cuestión casi legal. Lo que yo necesito es que mi partido se organice para que, actualizado su pensamiento, se ofrezca al país y diga: Nosotros estamos acá. Yo admito que el radicalismo del Pueblo tiene sus bases de acción política, sus plataformas, sus modos políticos. Hoce cinco años que nosotros estamos en la dirección por preservación del partido, en virtud de la carta orgánica. Por ese motivo, ante la disolución del partido, nos mantuvimos estos cinco años al frente del mismo. El país necesita que, reorganizada, la Unión Cívica Radical del Pueblo exhiba su pensamiento actual, considerando los problemas que han ocurrido en este país y en el exterior. Entonces esto ubicará, por lo menos, a un sector importante de la opinión. Lo mismo harán los otros.
C.: ¿De modo que usted indica que el primer paso debe ser levantar la. prohibición a los partidos?
B.: Naturalmente. Nosotros hacemos política y el gobierno, para poner en funcionamiento a los partidos, no tiene que conversar con nadie. Lo importante es que converse después con los partidos organizados.
C.: Usted iría a Casa de Gobierno a conversar con el Presidente?
B.: A mí me dejan organizar el partido y el partido después resuelve. No resuelvo yo.
C.: Yo diría que usted es un hombre influyente en su partido.
B. Reconocido el partido, le voy a contestar francamente: sí. Reconocido el partido, iría. Usted no puede negarse. Reclamo el reconocimiento de mi expresión política para hablar en nombre de mi expresión política. En ese caso, es mi deber entrar en los procesos naturales de la. reorganización política, y conversar.
C.: Usted dice que en estos años las grandes corrientes de opinión argentina no pudieron expresarse orgánicamente. Y yo le pregunto por qué no pudieron expresarse. ¿Quién prohibió que se expresaran? Quiero aclarar la pregunta: Arthur Koestier dice que la ineficacia de la socialdemocracia europea se advierte cuando se descubre que, teniendo grandes masas de dinero a través de los sindicatos laboristas, y grandes masas de afiliados y simpatizantes, no han podido, por ejemplo, armar grandes diarios que orientaran a la opinión. Aquí la oligarquía no dejó de expresarse estos cinco años. Y difícilmente el gobierno hubiera clausurado un diario como La Prensa, La Nación o Clarín porque fueran radicales. El radicalismo, con casi tres millones de votos, y el peronismo, con más de tres millones, no saben hacer un diario.
B. Esa es una pregunta que muchas veces me formulo yo mismo. Y no le oculto que alguna vez tuve el intento de hacerlo. No sé... Debe responder a un modo de ser. Lo que quiero decirle es que, de todos modos, el radicalismo ha hecho radical al país.
C.: Yo diría más bien que el juego recíproco de las influencias ha sido muy fecundo y ha fecundado a todos los sectores. El nacionalismo fracasó, pero sin duda influyó en los otros partidos. El marxismo -qué duda cabe- influyó en casi todos los partidos, quizá hasta en los conservadores. Antes Frondizi era el único que hablaba de desarrollo y ahora lo hacen hasta los grandes enemigos de Frondizi, que toman su lenguaje. Y el peronismo, como es evidente, creó una tónica nueva en la política argentina.
B.: Pero creo que en la Argentina tuvo más gravitación el radicalismo. Por supuesto que todo eso es recíproco. Lo que quiero decirle es que, no obstante carecer de prensa, influyó enormemente en el país. Y por eso el nombre, que es símbolo, es tan importante para nosotros. Por eso nosotros no podríamos tomar otro nombre que no fuera nuestro nombre histórico. No es un capricho esta posición, sino necesidad. Hoy o mañana, mañana o pasado, el país no se va a organizar en la penumbra. El país se va a organizar en la claridad. Y esto es lo que no asoma todavía.

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C.: Ustedes no siempre parecen coherentes. Por ejemplo, respecto a si es ético o no es ético pactar con Perón, pensaban una cosa en 1958 y otra piensan ahora. Justamente, según como les va en materia de pactos.
B.: usted usa los términos muy generalizados. En 1958 hubo un pacto electoral.
C.: Y éste es un pacto para que haya elecciones, pacto necesario para que después vengan los pactos electorales.
B.: Esta es una coincidencia para reclamar la institucionalización de los partidos.
C.: ¿ustedes admitirán o no admitirán votar por un candidato que no sea radical para la Presidencia de la República?
B.: Esta pregunta se la vamos a hacer a la Convención Nacional del partido. Si yo contestara en este momento, cometería un acto de inconducta política partidaria.
C.: Usted sabe perfectamente que en estos momentos hay nombres que se están girando, hay artículos en los diarios... En fin, éste es un asunto ya casi público. Hay nombres de extrapartidarios que circulan intensamente.
B.: Yo no puedo responder porque eso lo decide la Convención. Si yo tuviera que responder en este momento, le diría que no. Hay una historia y unos modos de actuar de este partido. Pero para discutir eso es indispensable que los partidos se reorganicen. Las circunstancias ocurridas, los episodios que puedan ocurrir, pueden determinar modificaciones en las mentalidades.

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Todo esto es posible. Pero si yo fuera urgido a contestar hoy, le diría que no. Ahora, mi partido tiene que organizarse, tiene que renovarse y tiene que lograr su Convención Nacional; luego, decidir. Usted sabe que nuestra Carta Orgánica establece para estas emergencias -disolución- la prórroga del mandato de sus organismos ejecutivos. El organismo ejecutivo es el Comité Nacional...
C.: Por eso usted continúa en la presidencia del mismo.
B.: Claro. Pero la suprema autoridad radical es la Convención Nacional. Es la que sanciona el programa y define la línea.
C.: ¿El radicalismo iría a un pacto electoral con otros partidos o con fuerzas no políticas?
B.: En las circunstancias actuales, no. En cuanto a lo que puede venir después... De ahí, insisto, en que resulta fundamental dejar que se organice el partido. Luego, ¿cuál será la decisión? No sé cual será la decisión entonces. En ese momento, la conducción estará en manos de los nuevos titulares y de un nuevo cuerpo que definirá su punto de vista.
C.: ¿Usted se retira de la presidencia del Comité Nacional?
B.: De la reorganización saldrá otro presidente del Comité Nacional.
C.: Esto, creo, debe traducirse así: como condición previa a, cualquier negociación para apoyar a un candidato extrapartidario debe legalizarse la acción del partido. Una vez legalizado el partido, usted dejará la jefatura.
B.: Condición para todo. Antes de eso, nada.
C.: Pero también para esto.
B.; No hacerlo para eso. Eso sería deleznable. Para nosotros es mucho más importante la doctrina que el asunto de las candidaturas. Nosotros tenemos que definir nuestra línea frente a los problemas actuales. Yo no puedo adelantar una línea en forma personal. Tiene que ser la. consecuencia del pronunciamiento del partido, consultado en su momento.
C.: El partido que es desalojado del poder, en algo se equivocó. ¿En qué se equivocó el radicalismo?
B.: En ser demasiado bueno, en ser demasiado bueno.
C.: ¿Qué quiere decir con eso?
B.: Usted advierte el rumbo que toma la conducción económica desde el 2S de junio: es la contrafigura de la decisión emancipadora del gobierno de Illia. El país detuvo el proceso liberador de su propia economía. No se puede negar, lo admiten inclusive los titulares del gobierno actual cuando dicen que en los últimos cuatro años se extranjerizó la economía. Eso fue denunciado el 28 de abril por el comandante en Jefe del Ejército. Ahora, cuando el gobierno quiere hablar de otra revolución dentro de la revolución, adopta en lo económico actitudes muy parecidas, muy próximas, a las de las autoridades derrocadas el 28 de junio de 1966. Esto demuestra que no hubo causas serias para echar a Illia.
C.: Si no entiendo mal, usted dice que la política de Aldo Ferrer se aproxima a la política que quiere el radicalismo del Pueblo.
B.: Yo digo que el gobierno, ha virado hacia una política distinta a la realizada por Onganía.
C.: Entonces, si volvieran al gobierno, como eso fue un error, ¿tratarían de ser menos buenos?
B.; No, trataríamos de ser mejores.
C.: Pero pienso que usted cree que no hubo energía suficiente.
B.: Eso es lo que inventaron, los que hicieron la imagen sobre el vacío de poder. Y mientras estuvimos nosotros no hubo estado de sitio, pero los vigilantes no tenían que custodiar sus propias comisarías como ocurre ahora. Esto sí que es un reflejo objetivo del vacío de poder. Esto no ocurrió con. el gobierno de Illia,
C.: Durante el gobierno radical también hubo episodios de violencia.
B.: En proporción de uno a mil respecto a lo que vino después.
C.: Usted, como algunos sectores, piensa que la revolución fracasó ya. Que nada mejoró desde 1966 y que es necesario buscar una salida. Pero hay que reconocer un hecho: en el acierto o el error, las Fuerzas Armadas son una institución básica de la República.
B.: Indiscutiblemente.
C.: Entonces, como eso es indiscutible, lo que hoy no puede permitirse es derrotar a una institución básica de la República. Y las Fuerzas Armadas no pueden volver a los cuarteles derrotadas. ¿Cómo piensan encarar ese problema, el problema que les presenta aspirar a volver sin que eso implique una derrota de las Fuerzas Armadas? ¿Qué hace el radicalismo frente a eso?
B.; Parece usted creer que nosotros queremos la derrota de la institución....
C.: No, no digo eso.
B.: No hay un solo documento del radicalismo que no exprese la necesidad de que permanezcan prestigiadas las Fuerzas Armadas. Mantener el prestigio de las Fuerzas Armadas es indispensable para la vida nacional. Criticamos, claro, al gobierno, pero advertimos siempre, hasta en el documento sobre La Hora del Pueblo, sobre la necesidad de mantener el prestigio de las Fuerzas Armadas. Yo le pregunto a usted quién tiene la iniciativa.
C.: La responsabilidad en la búsqueda de la salida la tienen todos.
B.: La salida es comprender un hecho esencial: todo se hará sobre la libre determinación del pueblo. ¿Cómo se llega a esto?: el juego político, la organización política del país y la consulta. Esas son las etapas. Y esas etapas se van a tener que cumplir necesariamente. Onganía decía que iba a quedarse diez años, pero a los cuatro lo sacaron. No lo sacamos nosotros. Los que llegan dicen que el acontecimiento se produjo para dar mayor rapidez al proceso, para preparar un plan político. Quiere decir que las Fuerzas Armadas advirtieron cuál es el camino, y a través de la expresión de sus comandantes.
C.: Y ahora se insiste en el tema.
B.: El titular del Poder Ejecutivo actual, lo primero que dijo al llegar es: no tan pronto. Y eso lo repite después en la cena de los oficiales. Ahora, con más claridad, nos hablan de cuatro o cinco años sin decirse desde cuándo se cuenta. Y cada vez aparecen nuevos objetivos. Cuando llegan al poder dan unos objetivos de la Revolución y ponen un ministro para que cumpla esos objetivos. Después ponen otro ministro y empiezan con otros objetivos. El plazo no sé si empieza con el primer objetivo, con el segundo o con el tercero.
C.: ¿Usted piensa que las Fuerzas Armadas quieren que se promueva la salida política con mayor celeridad?
B.: Esto puede ser. No puedo contestarle porque para esto me valgo de informaciones. La apariencia demostraría eso. Pero la realidad va o demostrar que hay que hacer todo más pronto. Yo repito lo que vengo diciendo hace tiempo: la demora en la institucionalización de la República puede llegar a hacer imposible lo institucionalización de la República.
C.: Pero vuelvo a lo anterior: cómo evitar que anticipar los comicios sea interpretable como una derrota de las instituciones armadas. ¿Qué solución ofrece en ese sentido el radicalismo? Porque difícilmente haya plan político sin radicalismo del Pueblo. Usted sabe que no puede hablarse de elecciones si la principal fuerza moderada, expresiva de la clase media, no participa; sabe que no puede haber elecciones solamente con los peronistas ni puede haber elecciones sin radicales ni peronistas. De modo que la actitud a tomar por ustedes es de suma importancia.
B.: Hay ya hechos realizados. Cuando se tumbó a Onganía y los comandantes expresaron la razón esencial, la falta de plan político, nosotros dimos un documento. Y allí dijimos que el radicalismo no hace fe pero admite; si este es el camino, encontrarán la comprensión de nuestro sector...
C.: ¿Y eso lo mantienen?
B.: Esto ha terminado porque aquello no se cumplió.
C.: El presidente Levingston: ¿puede presidir la salida o usted opina que es indispensable un relevo antes, para preparar la salida?
B.: Levingston lo que debe hacer es cumplir la razón de ser de su advenimiento al gobierno, y la razón de ser fue la institucionalización de la República. Este es el origen y la razón de ser de su mandato. Y. no está demostrando que esto lo quiera hacer. En este país hay que ser claro y nítido.
C.: Por eso le pido que sea claro y nítido. ¿Usted cree que este proceso debe ser presidido por el general Levingston?
B.: Naturalmente, si él no cumple tendrá que irse. Naturalmente. Es algo lógico. No tengo inconveniente en decir que si el Presidente es un obstáculo, tiene que irse. Y nosotros lo vamos a decir públicamente.
C.: ¿Pero cree que puede haber solución con Levingston?
B.: Para mí, está perdiendo el tiempo.
C.: Muchos dicen que el radicalismo del Pueblo es un celoso defensor de la democracia cuando le conviene y que es golpista también cuando le conviene. Cuando ustedes perdieron frente a Frondizi, golpearon la puerta de los cuarteles.
B.: Yo no sé como son los puertas de los cuarteles. Además, no hice la conscripción. Yo no he golpeado nunca la puerta de los cuarteles.
C.: Pero conversa con militares.
B.: También converso con periodistas, como usted ve.
C.: Usted dice que no sabe cómo son las puertas de los cuarteles, pero es evidente que usted habla con militares.
B.: Si usted se refiere al gobierno de Frondizi, nosotros no dijimos que queríamos una revolución. Dijimos que era indispensable la renuncia del Presidente para que continuara el régimen institucional.
C.: Mire, Balbín, más allá de las formalidades o de los documentos, lo cierto es que el radicalismo del Pueblo fue inequívocamente golpista en ese período, aunque hubo algunos hombres aislados, muy pocos, que no fueron golpistas, como Crisólogo Larralde.
B.: Usted hablaba de errores del radicalismo. Yo le voy a decir uno: no haber hecho conocer al país los importantes gestos que tuvo en defensa de la soberanía.
C.: Sólo en representación de una cuarta parte del país ...
B.: Pero en el momento de la votación para Presidente, que hace el Colegio Electoral, hubo el 51 % de los votos. Claro que, además, para hablar del 22 o del 25 % se junta del otro lado a todos los votos en blanco, a los que no votaron. No tiene importancia.
C.: Esto sirve para pasar al futuro. ¿No sería bueno terminar con estas discusiones sobre gobiernos representativos y no representativos, asegurando la representatividad con el sistema de ballotage o doble vuelta?
B.: Nosotros hemos sido partidarios de la elección directa de Presidente.
C.: Yo hablo de ballotage.
B.: Bueno, es elección directa que luego va a segunda elección si nadie tiene el 51 %. No vota electores, con el ballotage, sino candidatos. Una de nuestras comisiones que trabaja desde hace tiempo elevó un informe. Son los que lanzan la idea al país. El ballotage existe; solo que, con elección indirecta, !o hace el colegio electoral. El voto directo perfecciona el ballotage.
C.: ¿Usted es partidario de que el Presidente dure cuatro años en su mandato, con una posibilidad de reelección?
B.: Sí, sí. No tengo inconveniente en decirle que soy partidario de que el Presidente dure cuatro años. Incluso en el estudio a que hice referencia está esa idea. Pero lo mas importante, cualquiera sea el sistema, es evitarle al país elecciones constantes. Soy partidario de la unificación de los mandatos y el prudente distanciamiento de las elecciones.
C.: Por ejemplo, elegir todo cada cuatro años.
B.: O alguna renovación, quizá, lo que admito es discutible.
C.: ¿Qué se puede hacer para que el Congreso funcione mejor que en los últimos años?
B.: Bastan, simples correcciones en cuanto al tratamiento de las leyes. Yo soy un enamorado del Parlamento, pero hay que condicionarlo para que sea más idóneo.
C.: Esas son algunas ideas para el futuro. Pero vuelve a quedarnos sin resolver el tema de si los radicales apoyarán a un extrapartidario. Usted se remite a la Convención, dice que la Convención decidirá.
B.: Sí, pero también dije que el temperamento radical, hoy por hoy, no lo admite.
C.: ¿Esa es una opinión personal suya?
B.: Cuando yo deje de ser presidente del partido no voy a hacer valer mi opinión personal.
C.: ¿Cómo?
B.: Claro, la opinión del partido estará dada por los delegados a la Convención. Cuando usted elige un convencional, éste sabe lo que tiene que hacer. Sí no, sería un florerito puesto en la Convención. Y yo nunca he gravitado en la decisión de una Convención.
C.: Sería muy legítimo que gravitara. ya que dio toda una vida a su partido. De modo que no se entiende por qué no expresa su opinión personal sobre este problema concreto.
B.; Si yo diera mi opinión personal, estaría condicionando una reorganización y esto no sería legitimo. Yo quiero que se exprese el partido.

 

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