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crónicas del siglo pasado

REVISTERO

El plan de Pinedo
Oscar A. Troncoso
(continuación)


Revista Panorama
abril 1971

 

 

UN SOCIALISTA OLIGARCA

El debate sobre los nuevos proyectos económico-financieros de Federico Pinedo se inició en Diputados el 27 de febrero y estuvo plagado de interrupciones e imputaciones. Entre otras se acusó al ministro de Hacienda de usar la radio oficial para difundir sus planes, pero sin permitir a la oposición disfrutar del mismo derecho.
El diputado socialista José Luis Pena afirmó que las graves incursiones proyectadas sobre el crédito público y la moneda estaban destinados a encubrir las operaciones del llamado Instituto Movilizador de Inversiones Bancarias, con el que se trataba de salvar a algunos malos bancos. "El ministro de Hacienda no es responsable de esta situación -enfatizó- pero es responsable de buscar soluciones para sacar a flote situaciones personales y de clase". Para corroborarlo, detalló: "el Banco de la Nación tiene 227 millones de pesos en créditos incobrables de personas y firmas totalmente arruinadas; el Banco El Hogar Argentino con un capital de 50 millones tiene prestados más de 42 millones, casi tanto redescuento como capital; el Banco Tornquist, uno de cuyos síndicos es Roberto M. Ortiz, con un capital de 7 millones y medio ha recibido 40 millones de redescuento; el Banco Español con 28 millones de capital supera los 76 millones de redescuento, y el Banco Argentino-Uruguayo con un capital de 2.700.000 pesos recibió en redescuentos 55 millones, o sea veinte veces su capital". "¿Qué podrá movilizar el Instituto Movilizador que no sean estos grandes clavos?", preguntó Pena, agregando enseguida: "Este gobierno -que no ha sido capaz de ocuparse de la situación desgraciada de millares de hombres que no encuentran trabajo y que están viviendo a lo largo de las vías ferroviarias, debajo de una arpillera y que uno no sabe cómo comen ni viven; este gobierno que no ha organizado nada para aliviar la situación desgraciada de este conjunto enorme de trabajadores, concibe, sin embargo, este plan para aliviar la situación de algunos privilegiados". Terminó reprochándole al ministro de Hacienda el cambio de sus ideas monetarias, pues mientras fue afiliado socialista pensaba sobre esas materias como lo hacía el partido al que pertenecía.
"El señor diputado Pena me increpa por la supuesta defección a mis viejas ideas de antiguo exégeta de Marx -contestó Pinedo-, convertido ahora en el defensor de los peores intereses oligarcas y conservadores. Y no hago con eso sino volver a lo que fui: un socialista oligarca. Oligarca por naturaleza, socialista por convencimiento; sigo creyendo, no obstante mi posición en la política y mi posición en el gobierno, que no estamos en un Estado perfecto. Sigo viendo las fuentes de privilegio donde las vi siempre; sigo considerando legitimo lo que consideré legítimo. Me aparté en el campo político del árbol que no da frutos. Pensé que si se habían secado algunos fuertes organismos, también habían perdido su lozanía otros, y que en esas circunstancias lo que era el deber de los argentinos, lo que era el deber de los hombres que ocupan un lugar en el terreno político de la República era formar la fuerza gobernante capaz de encauzar a este país por sendas de progreso".
En el Senado, la consideración de los proyectos se desarrolló en medio de un permanente duelo verbal entre de la Torre y Pinedo.
"Los planes monetarios del ministro de Hacienda se me presentan como una poderosa máquina de destrucción, que no va a dejar piedra sobre piedra, en el acervo que a través de innumerables vicisitudes venía conservando la Nación -expresó preocupado el fundador del Partido Demócrata Progresista-. A mí el doctor Pinedo no me convence del todo; sospecho que su sabiduría es infundida por el doctor Prebisch, y le sucede que a veces se olvida de lo que el doctor Prebisch ha dicho y se producen las contradicciones; el doctor Prebisch va por un lado y el ministro por otro. El doctor Prebisch le escribe todos los mensajes, le prepara todos los proyectos, le redacta todos los reportajes, le prepara todas las memorias, le suministra todo el material de información bancaria y monetaria que luego él exhibe como fruto de sus investigaciones personales. La mayor parte de esta maniobra que se llama Banco Central, tiene un carácter fiscal: tiende a pagar el déficit acumulado o, por lo menos, parte del déficit, con el oro de la Caja de Conversión; y tiende a abrir nuevos horizontes para nuevos endeudamientos del Poder Ejecutivo".
"Comprendo que se pueda agitar mucho la opinión alrededor de dos o tres palabras: la inflación -respondió Pinedo-. Un Banco de emisión es un banco que puede hacer billetes, luego un banco de emisión es un instrumento de inflación. El argumento es de una simplicidad tal como para las escuelas primarias. ¡Pero no todo es así. Si hoy tenemos elementos inflacionistas en nuestras manos y no los usamos, ¿por qué se cree que cuando tengamos estos otros elementos los vamos a usar?".
"El señor ministro de Hacienda siempre está seguro de lo que no va a suceder. Pongamos en el caso de que trogloditas o negros del África Central, lleguen al gobierno y sean emisionistas -prosiguió de la Torre- ¿por qué se les allana el camino imprudentemente?. ¿Por qué no los deja que tengan mañana que afrontar ellos a la Nación votando una ley que los autorice a emitir 5.800 millones? Usando una vieja imagen, yo diría que este proyecto tan caro al señor ministro de Hacienda coloca al país encima de un barril de pólvora.
Todo andará regularmente mientras no se encienda la mecha, pero la mecha está ahí a la vista y al alcance de cualquier gobierno inconsciente que quiera encenderla. Y no podemos tranquilizarnos cuando ya vemos la inconsciencia que hay en este mismo acto, en que, sin necesidad, se coloca al país encima del barril de pólvora".
Finalmente, la creación del Banco Central formó parte de un cuerpo de seis leyes sancionadas el 21 de marzo y que se promulgaron bajo los números 12.155/60, una semana después.

LA MEDALLA

A uno de los participantes de esos debates, José Luis Pena, le requirió Panorama su opinión. "La mayor parte de los economistas de la época -rememoró- atribuyeron la enorme baja de todos los precios a una progresiva valorización del oro originada por la lucha entre los principales países para adquirirlo; fue entonces cuando Pinedo concibió los proyectos sancionados por el Congreso".
"El partido Socialista se había fundado a fines del siglo anterior levantando la bandera de la moneda sana y combatió la ley de 1899 que limitó el valor de la moneda (originario de 100 centavos a 44 centavos oro).

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la flamante sede del Banco Central

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Otto Niemeyer
(1938)

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Raúl Prebisch
(1952)

Al respecto Juan B. Justo escribió un opúsculo titulado La Moneda que fue el libro de consulta do los diputados socialistas en las discusiones sobre el Banco Central. Pues bien, lo ocurrido en 1899 cuando la Argentina no tenía un gramo de oro, se repitió en los años en que Pinedo fue ministro de Hacienda, con la diferencia de que en la Caja de Conversión existían en 1935 alrededor de 500 millones de pesos oro a los que se le dio un valor de 1061 millones aprovechando el llamado revalúo.
De este beneficio gratuito de la revaluación se destinaron 316 millones de pesos al Instituto Movilizador para enjugar numerosas deudas de diverso origen; mi principal objeción a este aspecto del plan se basó en que la mayor parte de lo que era un beneficio colectivo se lo destinaba para sanear empresas y bancos privados".
"Juan B. Justo, que conocía bien el pésimo manejo de la moneda por parte de los gobernantes argentinos, propuso apartar a éstos de toda intervención en el mismo. La Caja de Conversión era el mecanismo ideal porque recibía oro y daba papel cuando teníamos saldos acreedores y realizaba lo contrario -daba oro a cambio de papel- cuando los saldos eran deudores. Desde el punto de vista técnico -finaliza Pena- el Banco Central puede considerarse inobjetable dentro de las características del mundo capitalista, mas pasó a ser instrumento de la política fiscal de los gobiernos, cubriéndose los déficit de los presupuestos con emisiones copiosas y usando los cambios preferenciales para favorecer o trabar las corrientes normales de la economía argentina".
El 31 de mayo de 1935 se dieron por terminadas las funciones de los distintos organismos del sistema económico y financiero anterior, y el 6 de junio el presidente de la República, general Agustín P. Justo, inauguró oficialmente el Banco Central, prometiendo "preservar de toda injerencia política" al nuevo instituto regulador.
Ernesto Palacio en su Historia Argentina enjuicia la preponderancia que mantenían en el Banco Central las instituciones de crédito extranjero, en detrimento del interés nacional, y señala esa circunstancia como motivo de las críticas exaltadas con que se lo acogió desde el principio. Ejemplificando con hechos, el escritor nacionalista Julio Irazusta observa en su trabajo Balance de siglo y medio, que por la ley que se creó el Banco Central se quitó al Banco de la Nación la función de respaldar con créditos a ciertas industrias nacionales (las industrias azucareras del Norte y los frigoríficos de la Mesopotamia). Así, cuando la fábrica Ballester Molina produjo un motor diesel mejor que los importados, Federico Pinedo invirtió el arancel que gravaba con cincuenta centavos el kilo de hierro en bruto y con cinco pesos el kilo elaborado; en consecuencia, resultaba más caro el producto nacional que el traído del exterior. Fue el proteccionismo al revés de que se habló más tarde.
Poco después el gobierno del general Justo encargó a la casa inglesa Vickers, fabricantes de armamentos y barcos de guerra, la construcción del acorazado La Argentina. "El director general de la casa Vickers en Londres era sir Otto Niemeyer, artífice del Banco Central de Buenos Aires -reflexionó José Luis Torres-; .parecía como si le hubieran puesto en el pecho una medalla recordativa de su hazaña."

 

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