Volver al Indice

crónicas del siglo pasado

REVISTERO

Los 30 años de Perón
1943 - 1974

La aparición de caudillos políticos es un fenómeno frecuente en la vida de los pueblos. Pero aun así, cada vez que ocurre no es fácil sustraerse a la magia que ellos despiertan en la sensibilidad popular, pues las reacciones sentimentales suelen ser mucho más contagiosas que las actitudes racionales. El caso de Perón —como el de Yrigoyen en 1916; como el de Mitre en 1862— marca ese estilo en la historia argentina: la encarnación en un solo hombre de todas las esperanzas nacionales. Y los caudillos aceptan ese destino —que los convierte en seres mitológicos— porque significa la culminación de sus luchas.
Como pocos gobernantes del mundo, Perón disfrutó en vida de las máximas satisfacciones del poder; alcanzó a recuperar todos los honores y atributos que le habían sido quitados, y además pudo morir en el país —una de sus más caras aspiraciones— luego de sentarse por tercera vez en el sillón presidencial. En su último año fue recompensado publicamente con una gigantesca rendición de homenajes, que comenzaron a partir de su retorno definitivo en junio del 73 y han culminado durante sus exequias. Obtuvo también un favor hasta ahora inédito en la historia de los Presidentes: la comprensión de sus opositores.
Para muchos millones de argentinos Perón ocupó treinta años en sus vidas, sea a favor o en contra de su política pero nunca de indiferencia. Por eso no fue una casualidad que la oración más emotiva de los funerales la haya pronunciado su más antiguo adversario; justamente el único que se mantuvo leal a sus convicciones, que no fue a negociarle votos en el exilio ni a pedirle nunca nada. pero que supo reconocerle sus valores históricos y despedirlo como a un amigo.
Es que Perón, que nunca había podido ganarlo a Balbín para su causa, también lo trataba con respeto porque advertía que en lugar de halagos interesados le llevaba críticas bien intencionadas. Y tal vez el mayor mérito en esta última etapa no haya sido su gestión de nueve meses al frente del Gobierno —que será siempre discutible— sino su mejor disposición hacia la disidencia opositora, siempre útil para corrregir a tiempo los errores.
Pero la muerte física de Perón clausura también una etapa de decisiones unilaterales, inevitables dentro de todo movimiento personalista. Ahora el peronismo ha perdido a su gran jefe y no tendrá la acostumbrada alternativa de su última palabra, lo que le obligará a funcionar de una manera más orgánica. Del mismo modo en que el radicalismo -—otro gran movimiento personalista— necesitó tiempo y laboriosidad después de la muerte de Yrigoyen para convertirse en un partido organizado, los peronistas habrán de construir ese imprescindible andamiaje cuanto antes tomen conciencia de esta necesidad. Que es también una necesidad del país: la de tener partidos políticos sólidos, bien estructurados, que garanticen el normal funcionamiento de la democracia.
Ha llegado finalmente la etapa del peronismo sin Perón. Esto es ahora un hecho irreversible; pero superable en la medida que el proceso sea manejado sin estridencia, inteligentemente, por el propio peronismo a quien su jefe ha dejado en el Gobierno del país. Tiene tres años por delante para demostrar que sabe usarlo con seriedad, y un valiosísimo respaldo cívicomilitar al que no le conviene defraudar.
En ese tránsito hacia la madurez —que los hijos comienzan a recorrer cuando se sueltan de la mano de sus padres— el peronismo enfrentará ahora un desafío consigo mismo. La propia esposa de Perón, que un día aceptó gustosa el honor de ser candidata a la Vicepresidencia de la Nación, ha empezado a cargar con las responsabilidades de aquella decisión: tiene en sus manos el destino de la República. Nada menos.

Director Hugo Gambini

revista Redacción
julio 1974

 

LOS 30 AÑOS DE PERÓN: 1943 - 1974

La presencia de Perón en la vida política argentina abarca un período de tres décadas, entre octubre de 1943 -al asumir la dirección del Departamento Nacional del Trabajo- y su muerte en la Presidencia ocurrida el 1° de julio de 1974. Este suplemento especial fue confeccionado tras el cierre normal de la revista -cuya edición debió suspenderse apenas se conoció la noticia de la muerte- e intenta sintetizar los episodios más significativos de su vida pública.
Los datos históricos y los documentos fotográficos empiezan en el período comprendido entre 1943 y 1946, cuando Perón irrumpe en el escenario político nacional y se alza con el triunfo del 24 de febrero Luego se comentan las dos primeras presidencias, con sus hechos más salientes entre 1946 y 1955, y se explica el derrocamiento producido en setiembre de 1955.
Los años en el exilio, entre 1955 y 1972, son recorridos rápidamente en sus dos etapas: el periplo latinoamericano -Paraguay, Panamá, Venezuela y República Dominicana-- y su radicación en España a partir de 1960.
También se incluyen la preferencia de Perón por la vida deportiva y algunos datos biográficos sobre sus tres matrimonios.
La selección fotográfica testifica el frustrado trámite de su primer "operativo retorno", ocurrido en 1965, y las escenas de sus dos regresos, en 1972 y 1973.
Esta síntesis se complementa con la tercera Presidencia, sus últimas apariciónos en e! famoso balcón de la Casa Rosada, y el proceso de su enfermedad. La muerte de Perón, su velatorio -con interminables colas de adictos formadas bajo la lluvia- y las imponentes exequias cierran el fascículo. De ahora en adelante serán los historiadores los encargados de juzgarlo en su justa dimensión, desapasionadamente y a la luz de los documentos, las investigaciones objetivas y los resultados concretos de su paso por la política; más allá de los fanatismos -a favor o en contra- que despertara su acción pública.

LA OPORTUNIDAD QUE PERÓN SUPO APROVECHAR

EL golpe militar del 4 de junio de 1943 le brinda a Perón la primera oportunidad política, que él sabría aprovechar al máximo. Por haber participado de la conspiración que derrocó al Presidente Castillo, le correspondía un cargo en el nuevo Gobierno y fue nombrado en octubre de ese año Director del Departamento Nacional del Trabajo, una función de segunda jerarquía pero que se encargó rápidamente de elevar de rango al convertirla en Secretaría de Estado de Trabajo y Previsión, a nivel ministerial.
Perón era el más lúcido de los oficiales del GOU -la logia golpista del 43- y en poco tiempo logró convertirse en su protagonista principal, a medida que el proceso avanzaba. La Secretaria de Trabajo le sirvió por ejemplo para tomar contacto con los sindicatos y establecer allí su gran plataforma de lanzamiento político; pero fue el GOU el que le abrió las puertas del poder para obtener sucesivamente él Ministerio de Guerra, en febrero del 44, y la Vicepresidencia de la Nación tres meses después. A partir de allí, Perón pasó a controlar todos los resortes claves del Estado, pues retuvo los tres cargos y ejerció un dominio absoluto sobre el Presidente Farrell. Era un poder asentado sobre dos pilares básicos: el Ejército y la clase obrera, controlados mediante el Ministerio y la Secretaría. La Vicepresidencia le confería, además. la representatividad de un Gobierno apoyado por otro importante factor de poder, la iglesia Católica, favorecida con la implantación de la enseñanza religiosa.

 

sigue

 

 

 

 

Pie de fotos

- El presidente Ramirez lo nombró en el Departamento Nacional de Trabajo.

- A los 2 meses logró para el Departamento el rango de Secrataría de Estado.

- en febrero del 44 logró ser designado también Ministro de Guerra, con retención de Trabajo y Previsión.

- A mediados del 44 ascendió a la Vicepresidencia, conservando los otros dos ministerios, de Guerra y de Trabajo.

- La clave de su vertinginoso ascenso político era una logia militar, el GOU, de la que Perón era el más lúcido.

01.jpg (64611 bytes)
02.jpg (42777 bytes)
03.jpg (56319 bytes)
04.jpg (57553 bytes)

sigue

 

 

Google
Web www.magicasruinas.com.ar