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ARTES VISUALES
Gigantismo y color en el Gran Premio de Pintura
A su modo, él también
conmovió a París: su última exposición en la capital francesa, en el vanguardista
reducto de la galería Iris Clert, consistió en muebles y prototipos que enmarcaron la
imagen estatuaria de hermosas modelos. Pero ésa es cosa vieja para este porteño de 30
años, apariencia taciturna, dispuesto a repetir en Buenos Aires -la ciudad que lo vio
partir sin conmoverse- el estremecimiento de su elite: dentro de dos semanas, las salas de
la galería Rubbers serán el cuartel general de Nicolás García Uriburu, de profesión
pintor.
Antes de lanzarse hacia Europa, García Uriburu se había distinguido por su
sentido del humor, por su casi naif tratamiento del Buenos Aires cotidiano. Los elogios
cayeron sobre su larga figura con la serie de los colectivos, donde los personajes eran
los detalles de la iconografía ambulante que los conductores utilizan para engalanar a
sus mastodontes. París sugirió un cambio en profundidad: el humorístico costumbrismo
permaneció, pero se hizo universal. Atareados críticos de plástica franceses
encontraron un minuto para asistir a promovidos vernissages, para escribir elogiosos
comentarios sobre la creativa Irreverencia de ese argentino remiso a los ismos en boga.
NGU y las favoritas
Después de los primeros tanteos,
García Uriburu concibió un homenaje a las favoritas que pespuntean la historia de
Francia: una larga serie recreó las imágenes, claro que estereotipadas, de María
Antonieta, de Agnés Sorel, de madame Du Barry, la Montespan, la Pompadour, Diana de
Poitiers, la Valliére. Extasiado, acaso gozoso, por una detención en su ardua travesía
en busca de la Novedad Absoluta, el crítico de "Planéte" saludó la aparición
de García Uriburu como "el anuncio claro del preciosismo ye-ye, la quintaesencia
gentilmente sublimada del rock-art and rold-painting".
Tampoco la primera premonición cierta, el primer hallazgo: intuitivamente, casi un
año antes de su advenimiento, Nicolás García Uriburu había prologado la invasión de
París por el Flower Power, el aluvión hippie que ya se va remansando en Europa. Los
elogios no lograron detener una evolución plagada de audacias, una búsqueda que tiene
por objetivo final llevar la decoración a la dimensión de un arte. Dos cuadros de
aquella muestra contenían las claves del futuro inmediato: una Mona Lisa y una María
Antonieta acariciaban sendos corderos echados sobre el regazo. El color, paralelamente,
penetraba con audacia en el alarido de la calidez.
NGU y la naturaleza
Desde las favoritas en adelante,
García Uriburu entró en la espiral del presente eterno: en sus telas el pasado no tiene
lugar. Y otro giro definitivo: la percepción de lo natural, que se trasmite en el cada
vez mayor tamaño de los cuadros, en la adopción de las pinturas acrílicas que se
realzan a sí mismas por su brillantez. Con esas premisas nacieron sus personajes,
bucólicas imágenes que se apretujan y crecen hasta la desmesura en cada trabajo:
carneros, ovejas, plantas y pachamamas vagamente dieciochescas. Es el Rubens argentino del
pop: la voluptuosidad de sus formas sólo tiene paralelo en la fecundidad casi obsesiva de
su producción. En su heráldica plástica merece figurar un cuerno de la abundancia que
derrama ovinos hasta la saciedad.
Para los críticos europeos, la tendencia al gigantismo y la rabiosa explosión de
colores traducen su propia imagen sobre la inimaginada América, sobre la renombrada
exuberancia de sus paisajes. Para los americanos, en cambio, la predilección de formas y
tonos puros configura una extravagancia, la intención de sorprender al espectador con un
impacto difícil de asimilar.
NGU y los premios
El trampolín de García Uriburu
hacia Francia fue, en 1965, el premio Bracque. Su primera muestra individual en París le
valió, el año pasado, el codiciado premio Lefranc que cada año saluda el advenimiento
de nuevas y promisorias figuras al coto cerrado del arte grande. Luego hubo otro más: el
periodístico, que ganó a punta de audacia en junio de este año. No hubo periódico en
el mundo entero que no reflejase su contrariedad o su aplauso por ese joven argentino que
se animó a teñir de verde (necesitó 30 kilos de anilina especial, y la complicidad de
.un gondolero-pintor) el Gran Canal de Venecia: el arresto de dos horas se compensó
largamente con la mención de García Uriburu en todo el mundo.
Pero en Buenos Aires lo aguardaba una sorpresa: una tela pintada en París,
presentada sin muchas aspiraciones al Salón Nacional, acaba de obtener el Gran Premio
1968. El tema es "Las tres gracias": son las clásicas grandes matronas griegas,
rodeadas -faltaba más- por una hecatombe de ovejas, carneros, plantas y flores que se
entrechocan con el solo y envidiable objeto de posar para el pintor hoy de moda en Buenos
Aires.
El jueves, si no llueve, la calle
Florida conocerá el neo-happening
Narcisa Hirsch, Marie Louise
Alemann y Walter Mejía: happening visual en la calle Florida al 900, el jueves 29 de
agosto.
El próximo jueves -si llueve, el viernes- a las cinco de la tarde, el alboroto
habitual de la calle Florida aumentará considerablemente. Tres manos de tamaño
sobrenatural recorrerán las dos transitadas cuadras desde Córdoba hasta la plaza San
Martín, introduciéndose en la Galería del Este y su "calle de las artes" para
finalmente encontrar reposo en una plazoleta interna. Una vez depositadas por sus jóvenes
portadores, un enjambre de curiosos contemplarán las estructuras de papel encolado,
similares a cabezones carnavalescos, e interrogarán a los creadores de este happening
visual, la pintora Narcisa Hirsch, Marie Louise Alemann, fotógrafa, y Walter Mejía,
polivalente decorador y profesor de yoga.
El trío es responsable de otras experiencias similares, destinadas a estimular la
imaginación mediante acontecimientos insólitos. En agosto del año pasado, durante el
estreno de "Blow-up", organizaron un happening comestible en el hall del cine
Coliseo, llamado la "Marabunta", durante el cual el público devoró a una
gigantesca figura de mujer compuesta de frutas, pan y otras vituallas. Hace dos meses, en
Florida y Sarmiento, distribuyeron manzanas a confusos transeúntes que sospecharon algún
ardid publicitario.
El objetivo de estos artistas es provocar una reacción del público, demostrar que
no todo lo imprevisto o impactante proviene del sector comercial: actúan dentro de una
línea que se podría llamar el "neo happening". Últimamente, en las calles
porteñas, se han multiplicado los actos de los adictos a la comunicación, que al modo
del genial dibujante americano Steinberg señalan con flechas o manos lo que en último
caso son ellos mismos: la presencia del hecho estético en la ciudad.
TELEVISIÓN
Historia de una desolada angustia
Israfel (Canal
11, Lunes 19 de agosto, 21 hs.) Programa especial. Libro: Abelardo Castillo. Interpretes:
Alfredo Alcón, Milagros de la Vega, Lalo Hartich, Cristina del Valle, Alfredo Tobares.
Puesta en escena: Osvaldo Bonnet. Dirección: Nicolás del Boca. Duración: 120 minutos. |
Nicolás García Uriburu: antes de París pintaba colectivos,
después de París prefiere la brillante frivolidad
"Las tres gracias", bucólica creación de NGU que
obtuvo el Gran Premio Nacional
un trío de artistas y tres manos gigantescas serán
protagonistas de un nuevo ruido
Poe: el poeta y sus fantasmas
A mediados de 1963, un jurado
espectacular formado por Eugene lonesco, Alfonso Sastre, Christopher Fry y Diego Fabbri,
consideró que el "drama en dos actos y dos tabernas" Israfel, del argentino
Abelardo Castillo, era la pieza más notable de las muchas presentadas ese año al
concurso para autores latinoamericanos organizado por el Instituto Internacional de Teatro
dependiente de la UNESCO. Sin embargo, la obra no pudo ser conocida por el público
porteño hasta tres anos después, cuando Inda Ledesma se decidió a estrenarla en la sala
del teatro Argentino interpretada por Alfredo Alcón. Su éxito le permitió luego
mantenerla en cartel durante dos largas temporadas.
Israfel intenta constituir una biografía del poeta norteamericano Edgar Allan Poe,
recreando algunos momentos de su vida estragada por el alcohol, la neurosis y el láudano.
Pero fundamentalmente, narra la angustia de un creador en medio de una sociedad insensible
que margina el talento, actualiza la atormentada historia de un escritor que no puede
vivir de su literatura y al mismo tiempo sufre la constante persecución de fantasmas que
lo acosan desde la niñez, se aparecen detrás de los espejos y pueblan sus delirios como
un macabro anuncio de la muerte.
Alfredo Alcón reiteró ante las cámaras su excepcional actuación teatral,
vibrando con el sufrimiento de Poe, viviendo cada una de sus obsesiones, encarnando
auténticamente a ese hombre que recorre los pasillos de la Casa Blanca enfurecido porque
ningún burócrata comprende el drama que lo obliga a mendigar un puesto para poder
sobrevivir.
Los primeros planos permitieron seguir paso a paso el crescendo interpretativo de
Alcón, rematado cuando Poe, en su delirio final lanza su último desafío a su doble, al
fantasma que lo persiguió durante toda su vida.
Cristina del Valle brindó a su personaje un rostro aniñado adecuado a Virginia,
la joven esposa del poeta que muere tísica en plena adolescencia. Algo estática Milagros
de la Vega y correcto el resto del elenco. La puesta en escena de Osvaldo Bonnet y la
dirección de Nicolás del Boca aprovecharon el movimiento de cámaras y la iluminación
para acompañar a Alcón en su interpretación de un personaje hecho a su medida, que le
permitió demostrar nuevamente que es uno de los más capacitados actores que ha producido
la escena argentina en las últimas décadas. |