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Se abre el telón
Iris Marga
"El San Martín no es el ámbito adecuado para el
ballet de Aráiz", afirmó Emilio Villalba Welsh, director general. "Habría que
modificar toda su estructura interna para darle cabida", añadió el director
técnico, Oscar Lagomarsino. Iris Marga, directora artística, precisó algunos detalles:
"Una de las razones por las cuales el año pasado no se hicieron más que dos obras
en toda la temporada fue precisamente la sofocación técnica vestuarios, decorados,
etcétera que provocaba el ballet".
En la reunión de prensa que las recién estrenadas autoridades del San Martín realizaron
el lunes de la semana pasada el tema Aráiz amenazó con tener proyecciones
caleidoscópicas: a cada pequeño giro producía nuevas imágenes, indescifrables algunas,
traslúcidas otras. Se dio, por supuesto, la jerarquía artística del coreógrafo, su
aporte a la sala, a la cultura, al país. Pero luego se esgrimieron cifras presuntamente
aterradoras para explicar la no renovación de su contrato: 30 millones de pesos viejos
sólo en sueldos a los bailarines, suma que redituaba una magra cifra de espectadores:
apenas 50 por función. Lagomarsino dejó aclarado "que el ballet de Aráiz nunca fue
elenco estable, sino contratado, a partir de la administración Magrini". Villalba
Welsh se remitió a las pautas dadas por la Secretaría de Cultura de la Municipalidad,
que establecen: "Las salas se dedicarán tan sólo al teatro en prosa y verso".
Buena voluntad de los tres directivos al margen desplegada sin ahorro en la reunión
de prensa, lo cierto es que Aráiz y su ballet no actuarán este año en el San
Martín, habitat al parecer no funcional para sus tareas. ¿Su ámbito ideal? Lagomarsino
lo detalló con nombre: el Colón. "Estoy seguro abundó de que allí
tendrá mucho más público que en el San Martín".
Contra dos únicas novedades presentadas el año pasado (una en el Casacuberta: El último
match; otra en el Martín Coronado: Romance de lobos, el resto fue reposiciones), se
anuncian con el mismo presupuesto de 1970 seis estrenos para el que corre: el
15 de abril irá el grotesco póstumo de Armando Discépolo Cremona, montado por Roberto
Duran. Luego otra obra póstuma, ésta de Pirandello: Los gigantes de la montaña, en
versión encomendada a Giorgio Strehier quien la "concluyó" y la montó en Roma
hace un par de años. La cocina, de Arnold Wesker (no hay director, todavía) cerrará el
ciclo de Martín Coronado. En el Casacuberta, Jorge Petraglia dirigirá El arrogante
español, de Lope de Vega; Santángelo, Mea Culpa (premio municipal) de Elena Antonietto
coautora, con Eduardo Pavlovsky, de Circusloquio y Juan José Bertonasco La
invitación al castillo, de Anouilh, en la adaptación para la escena inglesa por
Christopher Fry (Ring, Round the Moon).
Entre Cremona y Los gigantes a fines de mayo actuará el Bristol Old Vic,
encabezado por Bárbara Jeffords, quien presentará Hedda Gabler, de Ibsen, y La
fierecilla domada, de Shakespeare. A eso hay que sumar teatro para niños (Mané Bernardo
y Roberto Aulés), teatro de mimos (Roberto Escobar e Igor Lerchundi), y espectáculos
musicales (Folklore de Rancho y Ciudad) a cargo de Leda Valladares.
Las tres semanas de ajetreo interno (y mucho misterio externo) que precedieron a este
enorme plan dieron otros frutos. Por ejemplo, la activación de otras tres salas, también
de jurisdicción comunal: el Presidente Alvear, que será destinado a autores argentinos;
el Sarmiento, dedicado a experiencias de vanguardia ("que los chicos hagan lo que
quieran, que se estrellen contra las paredes, que digan lo que quieran decir", afirma
la dinámica Iris, dando piedra libre), y el ignoto Los Andes, que funcionará como taller
autoral. Hay todavía una sorpresa para el verano próximo: una versión libérrima de La
tempestad, de Shakespeare, con música beat. Y queda algo que no prosperó (para este
año, al menos): la venida de Jorge Lavelli, anunciada en principio para dirigir Yvona, de
Gombrowicz. Sería para el 72.
Otra incógnita despejada: habrá elenco estable, aunque muy reducido. Por ahora figuran
algunos nombres consagrados (Luisa Vehil, Irma Córdoba, María Rosa Gallo, Luis Medina
Castro) y otros no tanto: Fernanda Mistral. Los sueldos serán unificados: "Es
injusto que un director gane más que otro, sólo porque dirija en el San Martín en vez
de hacerlo en el Alvear", afirma Iris. Esa filosofía económica la extiende a los
actores: "Considero que ningún actor debe exigir cifras astronómicas, mientras
otros apenas ganan para vivir". Justamente en estos días, la flamante
administración del teatro deberá resolver un problema agudo: la contratación de Pepe
Soriano para el papel de Cremona, trabada por las exigencias del cachet del actor.
Lagomarsino aporta otro dato inquietante (para los directores): "Cada obra tendrá un
plazo máximo de 45 días de ensayo".
Con los bailes a otra parte
Con la conferencia de prensa de las nuevas autoridades del
San Martín (ver página 56) quedó extendida la partida de defunción del ballet del
teatro, cuyo traslado al Colón, sugerido por el escenógrafo Lagomarsino, parece
impracticable, entre otras por razones de rivalidad, Es un golpe más de los muchos que la
cultura argentina sufre en los últimos años por obra de la incomprensión o de la
desidia (o de ambas aliadas).
Mientras tanto, Oscar Aráiz, creador de aquel cuerpo y sin duda el mas
relevante coreógrafo local, proseguía su gira norteamericana, invitado oficialmente por
el gobierno de los Estados Unidos. En la última conversación telefónica mantenida con
sus colaboradores porteños, desde aquel país, Aráiz reiteró su extrañeza por lo
sucedido: "Yo me fui tranquilo habría dicho a raíz de las promesas que
me hicieron las autoridades, de que no se tocaría al ballet". Por lo demás, le
parecía inoperante (y descortés) interrumpir el viaje, "pues nada remediaría con
mi presencia allí"; su preocupación mayor consiste en mantener la cohesión de)
grupo y, después, en hallar una fuente de trabajo para todos juntos: el plan de actuar
los lunes por la noche en el remozado Embassy no es suficiente para una compañía de 24
personas que tan sólo aspiran a vivir de su arte. Claro que esa aspiración se vuelve
cada vez más utópica en la Argentina de 1971. El casa de Aráiz y su gente viene a
sumarse al desmantelamiento del Di Tella, al quietismo de la industria cinematográfica y
la persistencia de la odiosa censura, al derrumbe de editoriales, al aumento de tasas de
importación sobre elementos culturales, como los discos, a las dificultades crecientes
para hacer un teatro que no sea crudamente comercial. Dentro de pocos años alguien se
preguntará "¿Cómo es posible que el San Martín no tenga un cuerpo de
baile?"; y será cosa de empezar de nuevo. |
SUPERFICIALES
"No soy
anticomunista." La frase (inusual en la televisión argentina) fue del retornante
Joan Manuel Serrat al promediar, el pasado 13 de febrero, los Sábados Circulares en el
Canal 13. Contestaba una pregunta de Pipo Mancera (foto), quien no cejó. "¿Sos
comunista?", aventuró Pipo. "Quiero una revolución dijo Joan que
desde lo económico llegue a brindar al hombre una seguridad que le permita acceder a la
cultura." Y agregó: "En ese sentido, soy hombre de izquierda". Pipo se
intranquilizó: "Ese tipo de izquierdismo farfulló ya lo podemos
encontrar en Monroe (sic) y en ...". El catalán lo cortó: "No quiero que se
dé una interpretación burguesa a lo que entiendo por revolución". Mancera saltó a
la anécdota: "Te han visto en la Costa Azul, tomando whisky, y dicen que te estás
aburguesando". La réplica fue: "No sé cómo pueden hacerse apreciaciones tan
superficiales". Empezaba a visualizarse la traspiración del breve Mancera. El
diálogo se hacía más diáfano, cuando nueva alusión a las razones (protesta por la
condena de los vascos) que determinaron que el gobierno español no rubricara el pasaporte
de Serrat, trajo otro imprevisto. "Si queres quedarte en la Argentina, aquí gozas de
libertad", clamó Pipo. Los ojos de Joan se iluminaron y de sus labios salió el
condicionante: "Sí, en este preciso momento, en televisión, sí, claro, cómo
no".
Foto de la derecha, Nicolás Mancera
La inmoralidad por hora
"Esta Junta no puede dejar de manifestar, con todo
respeto, al señor gobernador, que el dictado de la mencionada ordenanza le ha sorprendido
y apenado vivamente." Hace un par de semanas, los-diarios de la Capital recogían una
lacrimosa pero ejemplarizante declaración de la Junta Diocesana de la Acción
Católica del obispado de San Martín. La nota, dirigida al brigadier Horacio Rivara,
solicitaba en nombre del laicado católico de los partidos de General San Martín, General
Sarmiento y Tres de Febrero, la derogación de la ordenanza general número 96 (promulgada
el 10 de diciembre de 1970), por la cual se reglamenta el funcionamiento de albergues por
hora en toda la provincia.
"Por desgracia afirmaba el manifiesto toda actividad reñida con la
moral, sea del vicio sexual, de las drogas o del juego, proporciona una utilidad tal que
las reglamentaciones más estrictas no impiden su desarrollo." Este acertado
pronóstico calculaba también que la habilitación de hoteles, "aun fundada en el
criterio de mal menor, fomentará seguramente las uniones por el mero goce sexual, con la
deformación moral que ello implica, ya que se invierten los valores y se sustituye el fin
nobilísimo del matrimonio por la mera satisfacción de las pasiones".
Según los firmantes, además de posibilitar la insania del placer, "la existencia de
un lugar seguro legalmente habilitado, contribuirá no sólo a facilitar el adulterio,
sino a que el mayor número de víctimas afectadas sea especialmente de jovencitas, en
especial estudiantes secundarias (sic), pues la norma que limita la edad para concurrir es
totalmente ineficaz en la práctica".
Tras señalar el peligro que se cierne sobre incautas adolescentes, el pedido aclara que
"al reiterarle (se refiere al gobernador Rivara) esta Junta su decidido apoyo en bien
de la moral pública, es un honor saludarlo e implorar a Dios para que lo ilumine en su
función de gobierno".
COINCIDENCIAS. Los ruegos de la Junta parecen haber caído
sobre zonas vecinas. La semana pasada, en su despacho de 'la avenida 9 de Julio al 500, el
secretario de gobierno de la intendencia de San Isidro, Adolfo Travaglini (40), declaró a
Panorama que "el decreto deja librado a las autoridades de cada partido la decisión
final acerca del otorgamiento de permisos habilitantes, para que puedan tenerse en cuenta
las características del lugar. Y el San Isidro tradicional, histórico, residencial, no
permitirá jamás la existencia de esos antros".
Más severo, el obispo Antonio Aguirre pontificó: "Opino que hay que educar a la
gente de manera que no necesite concurrir a hoteles alojamiento. El amor de los hombres no
es como el de las bestias, aunque en este mundo se viva un estado de sobreexcitación. A
la mujer, hoy, se la pervierte muy pronto, y el mundo es lo que son las mujeres. Por eso,
repito, hay que educar a los hombres para que sepan resistir la tentación. Los hombres
tienen que saber vencerse, aunque sea mordiendo madera, si están muy ardientes. Y en
cuanto a esta ordenanza, me remito al mandamiento que dice: no fornicar. Eso no lo puede
cambiar ni el Papa". |