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CUESTA ABAJO
El loco Pandereta no servía para
nada. En la primera década del siglo paseó sus huesos por las calles de Tandil:
limosneaba o visitaba gallineros ajenos, dormía bajo los árboles o en el calabozo y todo
el pueblo se reía de él cuando repetía: "El día que yo me muera se cae la
Movediza".
El 29 de febrero de 1912, al amanecer, lo encontraron muerto; a las cinco de la
tarde de ese día apacible, un estrépito sacudió a los pobladores de la aldea: la piedra
perdió equilibrio y sus 386 toneladas rodaron hasta recostarse, cincuenta metros más
abajo, sobre otras rocas menos célebres. Cuando los pobladores llegaron al lugar y
comenzaron a escalar la cuesta, se encontraron con otra sorpresa: alguien había
enjabonado los escalones y fueron varios los contusos.
Muchas fueron las conjeturas en torno de la caída. El entonces comisionado.
Eduardo Arana, pidió al gobierno provincial que enviara un geólogo para investigar las
causas. El enviado, un cierto doctor Roth, fue contundente: la mole rodó debido al
desgaste de la base natural de apoyo (unos 70 centímetros de diámetro). Días después,
el científico Eduardo L. Holmberg escribía en Caras y Caretas: "El fenómeno
ocurrió entre las cinco y las seis de la tarde, hora predilecta de los visitantes. Uno,
quizá dos o más de ellos, tomando el ritmo de la oscilación, han aumentado los impulsos
sucesivos y el ángulo de oscilación ha sido mayor. El centro de gravedad se ha
proyectado fuera de la base y... ¡se acabó la Piedra Movediza!".
En realidad, nunca se supo la verdadera causa del deslizamiento, pero Tandil
perdió entonces su mayor atractivo para el turismo, que llegaba incluso desde otros
países para admirar la maravilla. La principal diversión de los visitantes era colocar
una botella en la base y observar cómo el coloso la desintegraba.
VOLVER A SER
Diez días después de la caída,
el alcalde Arana se ponía al frente de una comisión para restituir la piedra a su base.
El costo de la aventura (250 mil pesos de la época) enfrió los ánimos. Desde entonces,
cada intendente Intentó pasar a la historia desafiando costo e impedimentos; el mayor
fue, hasta hoy, la inestabilidad política.
Desde 1935, Arnaldo Rizzo (44) lleva la piedra en el corazón. Cuando practicaba
ciclismo la usaba como distintivo. Luego se puso a pensar cómo levantarla y hasta
inventó un sistema que hizo reír a muchos. Sus reuniones nocturnas con otros fanáticos
hicieron que un matutino porteño sospechara que era apenas un pretexto para abandonar el
hogar con piedra libre. Ahora se sabe que no: desde 1955 Rizzo preside la Asociación
Amigos de la Piedra Movediza y ahora, convertido en próspero martillero, está a punto de
abrazar su sueño: "Cuando vea la piedra en su lugar agarro la pava y el mate y me
voy abajo de un árbol a mirarla", prometió a Panorama.
Los autores del proyecto más serio son los ingenieros Juan (55) y Jorge (30)
Maxwell; padre e hijo (autores de un sesudo estudio para detener el hundimiento de la
Torre de Pisa) han gastado ya dos millones de pesos viejos en exhibir la idea. |
Sin embargo se
guardan muy bien de confesar cómo harán para levantarla y hacer que se mueva sin peligro
de caer nuevamente. "Nosotros vendemos misterio", dijo Jorge a Panorama; él es
un experto que trabajó cinco años en USA en el diseño de los trajes espaciales del
proyecto Géminis. Tienen motivo: ante el inminente llamado a concurso de proyectos temen
que otros copien los planos. Por de pronto se oponen a la licitación, "porque se
hará en base a los proyectos que nosotros oportunamente entregamos al ex intendente
Victorio Mazzarol. No podemos permitir que otros vengan a aprovechar nuestras ideas".
Desde 1964 perfeccionan el sistema, ahora registrado en la propiedad intelectual.
"Estamos dispuestos a llegar hasta el propio presidente para hacer valer
nuestros derechos", amenazan. Quizá no sea necesario. En Tandil, según el
secretario municipal, José María Ortiz, todo el mundo se muestra dispuesto a aceptar las
condiciones de los Maxwell: poner la piedra en su lugar (restaurando también su anterior
movimiento) y construir un par de confiterías y vehículos para llegar a la cima, a
cambio de una concesión de 20 años (con opción a otros 20) para explotarla. Lo que
entusiasma es que, de esta manera, Tandil no gastará un solo peso para ver restituido -en
solamente un año- su mayor mito. Quizá entonces el turismo retorne a esta ciudad de 80
mil habitantes. Por ahora, sólo la caminata de Semana Santa atrae a unos miles de
forasteros. La Piedra Movediza, en cambio, pretende estar de moda todo el año. |