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El anónimo protagonista de la
anécdota no es el único en sostener una tesis por el estilo. En variados niveles de la
vida nacional hay gente que supone que los distintos medios de expresión contribuyen a
distorsionar la imagen del país, a hacerla más lúgubre y sin posibilidades de salida.
Por supuesto, el cargo es grave, y por lo tanto merece ser analizado. Si se llegara
a admitir su validez, habría que llegar a la conclusión de que el hombre de prensa -y
por lógica consecuencia el medio desde el cual se expresa- ha fracasado como intérprete
de la realidad. Que actúa como esos espejos de los parques de diversiones, que no
reflejan lo que se pone ante ellos si no que dan una figura deformada, grotesca o
trágica, según su estructura. Eso, cuando no se incorporan a las especulaciones
elementos todavía mes peligrosos como mala fe, intereses creados, manipulaciones
particulares o de sector... en suma la apostasis a la ética profesional.
Pero hay otro enfoque: ¿no será que los críticos a la función del periodismo
han adoptado una actitud de alienación? La colisión de los propios deseos con la verdad
suele ser peligrosa. El ser humano, por naturaleza, tiene en si una tendencia a librarse
de sus culpas descargándolas en otro. Entonces se hace necesario un "chivo
emisario", al que hay que hacer responsable incluso de los propios deseos no
cumplidos.
Si se admite la segunda tesis, nos encontraríamos con el doloroso hecho de que
muchos compatriotas adoptan la actitud de la solterona aquella que optó por cubrir los
espejos de su casa porque todos los días le indicaban en su rostro una nueva arruga, el
avance inmisericorde de la vejez y su propia decadencia.
Resulta difícil manejar los datos de esta Argentina conflictuada, contradictoria,
pero terriblemente real de principios de este recién nacido 1971. Objetivamente, todos
participamos un poco de la confusión y contribuimos a ella.
De todas maneras, vamos a admitir la realidad y vigencia del interrogante inicial:
¿el periodismo distorsiona o no la realidad nacional? Claro que eso implica un segundo
interrogante sobre la función constructiva o destructiva de la prensa argentina.
Vamos a dar la oportunidad de defenderse a los propios acusados. A partir de este
momento hablan los periodistas, por una sola vez, de si mismos.
Luis María Albamonte
(más conocido como Américo Barrios), tiene la responsabilidad de regentear la edición
matutina del diario "Crónica". Eso de ser director de una publicación
importante no es una experiencia nueva para Barrios ya que, durante el gobierno peronista,
desempeñaba idéntico cargo en dos medios de gran circulación: "Democracia" y
"El Laborista". Después de 1955 acompañó en su exilio a Juan Domingo Perón,
compartiendo con éste los años iniciales de su expatriación. En 1964, estando en el
exterior, fue requerido por Héctor Ricardo García para que se pusiera al frente de la
flamante edición matinal de "Crónica", que muy pronto trepó hasta límites
sorprendentes en sus cifras de venta. La veteranía de Barrios se ve avalada por una
innegable sensibilidad. Todos los días atiende a decenas de personas -la mayoría simples
lectores- que llegan hasta su despacho para plantearle problemas variados, algunos de los
cuales son de tipo personal.
Las incursiones de Albamonte en la literatura fueron más que afortunadas; lleva
publicadas 12 obras, algunas de las cuales han recibido las más altas distinciones que
otorga la República (Primer Premio Nacional de Literatura). Sus cuentos merecieron
elogios de la crítica especializada. El estilo elaborado de este periodista-escritor en
algún momento marcó el rumbo de un sector de la nueva literatura argentina.
-Yo no baso un diario para mi -manifiesta- sino "para todos los demás";
por eso me adscribo decididamente a la línea del periodismo popular. Considero que un
periodista tiene que ser un defensor de la verdad, sometido únicamente al pueblo y al
país; por eso, si no se es patriota no se puede intentar ser buen periodista.
Fíjese que los primeros diarios argentinos nacieron con una finalidad patriótica,
fueron "bien paridos"; si luego alguno no siguió esa línea... bueno, eso es
mejor no comentarlo.
-Cuando usted elige el título de primera plana, ¿prefiere el hecho negativo (que
presuntamente tiene más lectores) al positivo, teóricamente de repercusión menor?
-No habría día más grato para mi que aquel en el que diera la noticia de que se
han cumplido las reivindicaciones populares, que se ha conseguido el bienestar del pueblo.
Recuerdo los títulos "brillantes" de "Democracia" -tenga en cuenta
que vendía en una sola edición 500.000 ejemplares-; era una época en la que siempre
había buenas noticias para dar, que se traslucían en el júbilo del pueblo. A la gente
le gustan las buenas noticias, que les ayuden a tener fe, a sostener su optimismo, a creer
en la vida y tener esperanza en el futuro.
A veces pienso que los gobiernos que sucedieron a Perón (también el actual, que
ha hecho mucha obra pública) no promocionaron adecuadamente sus realizaciones. Hay un
problema de lenguaje. Si usted le dice a la gente que se destinará el 1,4 por ciento del
encaje bancario a préstamos personales, no es igual que hablarle de la astronómica suma
que eso significa. El asunto tiene que ver con la forma en que se da la noticia.
-¿Usted cree que "Crónica", con su prédica diaria, contribuye a
deteriorar la imagen del Gobierno?
-¿Cuál prédica? "Crónica" es un diario objetivo, con un destinatario
bien definido: el pueblo, la masa. No está en una posición de ataque al Gobierno. Hay
que notar, además, que no tiene comentarios. La única columna de opinión es la que yo
firmo, que se publica en la última página, y no toca lo político sino que se refiere
invariablemente a temas sociales. Repito, "Crónica" es un diario que no
comenta... informa. Tampoco es oficialista. "Crónica" es un medio de expresión
libre de cualquier tipo de influencias.
-Usted está jugado políticamente; todo el mundo sabe que es peronista ...
-... y no lo oculto. Pero no soy político. El político profesional me parece una
monstruosidad.
-¿Esa filiación no vulnera su objetividad?
-Yo jamás fui un político, repito. En la misma época de Perón era sólo un
periodista. Hablaba todos los días por radio; mis charlas se difundían por una cadena de
emisoras PRIVADAS, la única que no la integraba era Radio del Estado; el avisador era un
cliente privado. Nunca recibí un solo centavo de ningún gobierno, ni en transacciones
comerciales, ni tampoco como empleado o funcionario. Eso si, soy peronista y lo
continuaré siendo hasta que me ofrezcan algo mejor. Si mi "adversario
político", sea quien fuere -aunque se trate del mismo diablo-, hace lo que el
peronismo propugna, lo ayudaré con todas mis fuerzas. Queda en claro una cosa: soy hombre
del pueblo y del país más que de un Movimiento.
-Pero su objetividad...
-Como director de "Crónica" soy periodista ante todo. En tal sentido,
para mi orgullo profesional, puedo decir que comunicados políticos de dirigentes de todas
las tendencias (conservadores, radicales, socialistas) han sido entregados en mis propias
manos a pedido de los mismos interesados y siempre han sido publicados. Yo no hago ningún
tipo de selección ni discriminación.
-Volviendo a un tema anterior: usted sabe que hay diarios que atacan al Gobierno...
-Si, a. veces veo a "determinado" diario que ataca al Gobierno, y puedo
llegar a pensar que tiene razón el Gobierno, ya que el mismo rotativo atacaba al
peronismo, justamente en las cosas en que el peronismo tenia razón. Este podría ser el
caso de un enemigo solapado en función sistemática de oposición a un quehacer
gubernamental, sin tener en cuenta si ese quehacer es beneficio o no para el país.
Sergio Villarruel.
Ha sido nominado "el periodista del año" por una entidad privada. Desde los
informativos de Canal 13 impuso su sentido de la actualidad, su audacia para considerar la
noticia y también su estupendo conocimiento del oficio. La opinión sobre el tema que nos
ocupa no puede ser más rotunda:
-Entiendo que el periodista profesional tiene una responsabilidad fundamental: la
de representar a la opinión publica frente a los que dirigen algo, ya sea los destinos
del país o un club de fútbol.
Esa enorme masa está formada por millones de personas que tienen sus problemas,
sus angustias, algunas de las cuales son víctimas de injusticias y arbitrariedades.
Esa gente, por supuesto, no tendrá nunca oportunidad de preguntar, de plantear
directamente sus inquietudes a los que mandan. Es el hombre de la calle, que cuando lee un
diario o revista, escucha radio o ve en televisión una entrevista a la o las personas que
tienen la responsabilidad de conducción, se siente impotente por no poder trasladarse al
lugar y plantear sus propias preguntas, las que hacen a sus problemas, que generalmente
son los mismos conflictos de toda la comunidad.
Ese es el a-b-c que yo utilizo cada vez que entrevisto a alguien. Por otra parte,
no creo que la agresividad como costumbre sea efectiva ni constructiva.
Pero, de todos modos, quiero aclarar que el hecho de que una pregunta sea
constructiva o no debe resolverlo el periodista y no los que, por distintas razones, sean
juez y parte en el problema.
He escuchado decir, en muchas ocasiones, a dirigentes de distintas actividades:
"Esa pregunta no es constructiva". Pero generalmente. para hacer este tipo de
apreciaciones, no se tiene en cuenta al todo, al país, a la comunidad. Se limitan a
lanzar el anatema de que "no es constructivo" cuando algo los afecta
personalmente.
También es cierto que, para poder distinguir, es imprescindible que el periodista
sea realmente independiente, no tenga compromisos ni ataduras, ni responda a otro interés
que el del público, al que tiene la obligación de servir.
Roberto Di Sandro.Si
existe un lugar en el país donde la noticia palpita prácticamente durante las
veinticuatro horas del día, ese sitio es precisamente la sala de periodistas de la Casa
de Gobierno. Allí el hombre de prensa vive sometido a un verdadero bombardeo de
tensiones, ante la necesidad de evaluar constantemente noticias, trascendidos y versiones.
Casi cotidianamente lo asedia la expectativa del país, que le exige solamente una cosa:
información.
Como es fácil entender, la materia prima noticiosa a elaborar por esta gente es
sumamente delicada. Las consecuencias del error pueden ser irreparables.
-El cronista de Casa de Gobierno -dice Roberto Di Sandro, 22 años en el puesto-
expresa, nada más o nada menos, en forma fiel, todo lo que ocurre. Por razones obvias, no
distorsiona absolutamente nada. Cuando hay versiones, si podemos las confirmamos, si nos
es imposible, las reproducimos a simple titulo de lo que son: solamente versiones.
-¿No es peligroso darlas a conocer así?
-Las versiones nacen en muchos lados y casi siempre tenemos dónde chequearlas,
pero a veces el hermetismo es total. Nos toca a nosotros calibrar entonces la importancia
y verosimilitud del asunto y decidir sobre su utilización. Nunca hay mala intención, ni
deseo de lograr efectos determinados, sino el propósito de informar objetivamente.
-Ustedes, a veces, logran cercar a un funcionario, ¿por qué le hacen preguntas
agresivas?
-No hay ninguna agresión en "ciertas" preguntas. Sólo se trata de
recoger un hecho que es "vox populi" y trasladarlo, en forma de pregunta, al
funcionario. Si éste se siente molesto por esa circunstancia, se equivoca, ya que el
periodista es el agente transmisor de inquietudes.
-¿Usted tiene ideas políticas definidas?
-Por supuesto.
-¿No siente a veces la necesidad de expresarlas de alguna manera, de hacerse
sentir aprovechando su condición de periodista?
-Cuando trabajo sólo me interesa el hecho que se está produciendo. Lo que pienso
lo expongo en mi casa, en la calle, con mis amigos, nunca en mi labor. Primero está el
periodista objetivo y luego, fuera del ámbito profesional, el hombre de la calle que
siente, sufre y se enoja como cualquiera.
-¿Cree que el periodismo argentino refleja la realidad nacional o contribuye a
distorsionarla?
-El periodismo sano, que es casi el total de la prensa argentina, contribuye con su
prédica a aclarar muchas cosas.
Para Osvaldo Piñeiro,
27 años en la sala de periodistas, la cuestión podría encararse de la siguiente forma:
-A veces los funcionarios formulan declaraciones de interés nacional. Cuando esas
palabras, o esos conceptos, tienen repercusión contraria en la opinión pública,
entonces algunos nos acusan a los periodistas de tergiversar los hechos. Otro argumento
que esgrimen es que "los interpretamos mal". Podría contar, como anécdota,
miles de hechos de esta naturaleza. Pero diré solamente uno: no hace mucho tiempo, el
gobernador de Tucumán, señor Imbaud, dijo que los periodistas capitalinos y, por
supuesto, los diarios y revistas para los que trabajan, habían magnificado la situación
de su provincia. Se le dijo a ese mandatario que las informaciones que se publicaron aquí
provenían de periodistas tucumanos que trabajan como corresponsales en esa provincia. Era
gente que había presenciado los hechos, no se trataba, pues, de invenciones de "los
de Buenos Aires".
Eduardo Marsillach
hace solamente dos años que cumple funciones en la sala. Es terminante al decir:
-El periodismo no distorsiona la realidad fea en cuanto y en tanto se le den los
elementos de juicio necesarios para informar adecuadamente. Se convierte en subjetivo
cuando tiene que llenar con conjeturas el lugar que debían ocupar las noticias. |
Américo Barrios (con Monzón)
"no hacer oposición, pero decir la verdad"
Sergio Villarruel - Roberto Di Sandro - Osvaldo Piñeiro
Carlos Burone - Enrique Llamas de Madariaga - Alberto
Gabrielli
Tomás Eloy Martinez - Eduardo Marsillach
-¿Las ideas políticas influyen
en el periodista?
-Creo que las ideas políticas configuran un estilo de vida. De todos modos,
respetando el derecho de cada periodista a formular la pregunta que juzgue necesaria,
considero que es inmoral -y sin justificativos- no consignar la verdadera respuesta del
entrevistado.
-¿En qué momento de su vida le costó más trabajo ser objetivo?
-Siempre me cuesta ser objetivo, y pienso que es un hecho natural. Mantengo una
lucha constante contra las respuestas que espero y las que me dan. Incluso creo que habré
llegado a realizarme como hombre, en mis deseos más íntimos, cuando escuche de
funcionarlos y políticos las cosas que anhelo para mi patria y para mi pueblo.
Carlos A. Burone,
joven talentoso, con mucho ímpetu (una nota "indiscreta" le costó, no hace
mucho, su puesto en una revista semanal), es actualmente secretarlo de redacción de
"Primera Plana".
Con pocas frases ofreció una arista importante para la polémica:
-El periodismo tiene un poder tremendo que, a veces, usa mal: es capaz de inventar
personajes. De pronto puede Inventar a un dirigente gremial que no tiene la categoría de
tal, inclusive llenar las tapas de revistas con sus rostros. También se puede convertir
en político de nota a aquellos que no lo son... y así sucesivamente. Creo que ésa es
una manera de deformar la realidad...
Enrique Llamas de
Madariaga, periodista del Canal 11 de televisión, no coincide con esta
apreciación:
-El periodista se limita a reflejar una realidad innegable, irrebatible. Los mitos
no lo crean los periodistas, los crea el pueblo, la opinión pública. Lo único que hace
el periodismo es dar testimonio de un estado de cosas que, nos guste o no, existen.
Alberto Gabrielli,
también recién llegado a la redacción de "Primera Plana", en su calidad de
director, reflejó su propia vivencia en la respuesta:
-En torno del periodismo existen mitos, prejuicios, falsos conceptos. En mi, todo
eso desapareció en el momento de enfrentarme con la realidad profesional. Me encontré,
por ejemplo, con que mi libertad estaba condicionada a elementos y factores comerciales de
gran importancia. De esta manera uno llega a la conclusión de que no puede ser totalmente
libre cuando se pone en juego el hecho de tener que establecer si algo va o no en contra
de la posibilidad de que salga tal o cual aviso. Voy a dar un ejemplo claro, que no
necesita comentarios. Hace muy poco, una importante empresa retiró un aviso de nuestra
revista y eliminó la posibilidad de seguir publicando otros. La razón era un aviso,
según ellos, contrario a sus intereses. Ante este panorama, lo único que se puede hacer
es luchar al máximo para vencer ese tipo de presiones. Debemos llegar a la conclusión de
que, en última instancia, la culpa no es del periodista sino del sistema que lo
condiciona.
Tomás Eloy Martínez
pertenece a una generación clave del periodismo argentino. Su carrera se desarrolló casi
íntegramente en revistas y, de alguna manera, viene dando opinión en cada uno de sus
actos. Tiene en sus manos el timón de "Panorama", que comenzó como revista
mensual para luego convertirse en un ágil semanario de actualidad.
-La objetividad en estado puro no creo que pueda existir. Cada uno de nosotros, al
proporcionar información, deposita todo un espectro de subjetividades. Hay elementos
intransferibles, como la formación personal, incluso la conformación mental del
periodista, la cosmovisión. Caso contrario, el hombre de prensa sería un robot, una
"máquina de hacer preguntas". De todas maneras siempre se dan coincidencias que
son como una flecha que marca el verdadero rumbo.
-Su revista es de opinión, por lo tanto puede llegar a destruir esquemas,
estructuras y hasta imágenes políticas ..
-No buscamos destruir nada; eso no tendría sentido. Más bien, como todo
periodismo sensato, buscamos construir. Quede claro que nuestro objetivo no es
"construir gratuitamente", ya que no somos una organización de beneficencia.
Ajustando los términos, digamos que nuestro objetivo es mostrar aquello que, por
autocensura, represión o miedo, otros medios dejan de decir.
-¿Podría extender ese juicio a todo el periodismo nacional?
-Mire, no creo que el periodismo destruya nada. En el momento en que se está dando
una información que supuestamente, perjudica a alguien, el daño está hecho antes de la
noticia. Si, puede haber un perjuicio, pero si la circunstancia existe y el periodista la
recoge es porque el protagonista ya se ha inferido, con sus actos, el verdadero daño a si
mismo. Por ejemplo, si el periodismo cuenta ciertas maniobras del grupo Todres, no está
haciendo daño a esos señores, sino que ellos son los verdaderos autores del perjuicio
contra si mismos y contra el país.
-¿Tiene una línea opositora al Gobierno?
-Es el Gobierno el que decide por nosotros si seremos oficialistas o no. Lo hace
con sus propios actos. Es un error pensar que se puede ser oficialista u opositor a
priori.
-Si usted informa sobre hechos tremendos, hace críticas a situaciones, etc., vende
más revistas que si se limita a dar informaciones como, por ejemplo, la inauguración de
una gran planta siderúrgica. ¿No es mejor negocio para el periodismo la información
negativa?
-Cuando se informa sobre la inauguración de una planta siderúrgica, para tomar su
ejemplo, no hay nada que contar, ningún hecho oculto. Cuando, siempre dando ejemplos, hay
un golpe militar, o un proceso político oscuro, el lector busca la revista de
informaciones porque quiere saber más. El periodismo argentino no ha sabido durante mucho
tiempo, y en cierta manera todavia no lo sabe, dar la información completa, total, sobre
ciertos episodios. La clave consiste en cubrir el déficit informativo, atender a las
necesidades del lector.
-Hace algún tiempo el teniente general Lanusse conversó con los periodistas en
Mar del Plata. Cuando las preguntas abordaron temas como la situación del país,
política institucional o medidas de gobierno, el comandante en jefe respondió duramente
a los hombres de prensa; se sentía agredido por el Interrogatorio. ¿Cómo valoriza usted
el episodio?
-Con respecto a este caso, que por cierto recuerdo vagamente, la impresión que
obtuve en aquel momento fue que las preguntas estuvieron muy mal hechas. No eran
agresivas, estaban (hablando profesionalmente) mal formuladas. Siempre sostengo que, en
base a una adecuada formulación del cuestionario, se puede obtener del entrevistado
absolutamente todo lo que se busca. Hay que utilizar una técnica del reporte condicionada
al medio de expresión que se está utilizando. Si interrogamos a alguien ante las
cámaras de televisión, el lenguaje y las formulaciones a usar tienen que coincidir con
ese conjunto de palabras e imágenes. Lanusse respondió así porque no le dieron otra
alternativa.
Dejo constancia de que no defiendo la grosería, pero también considero que
ningún funcionario tiene, en la práctica, la obligación de ser cortés con los
periodistas, pero el periodista si tiene el deber de saber arrancarle al entrevistado
precisamente aquello que no quiere decir. Si fuera de otra forma, todos nos
convertiríamos en una especie de "boletín oficial".
-De todas maneras, ahora parece estar de moda eso de que el periodista lance las
preguntas más agresivas que sea posible sobre el entrevistado...
-Eso obedece a la "moda" que quiere implantar alguna revista y que
consiste en buscar que el periodista que hace la nota se luzca aunque sea a costa de la
propia información. Creo que el periodista debe tratar de ser anónimo, desaparecer todo
lo posible.
Los señores que emplean la agresión como sistema buscan cubrir con el método la
propia ignorancia. A veces desconocen el tema del que se está hablando y entonces no hay
mejor manera de ocultar esa falencia que la de buscar el choque con el reporteado |