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crónicas del siglo pasado

REVISTERO

El boom del cine argentino

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Revista Redacción
1974

 

 

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Boquitas Pintadas (T. Nilsson) desnuda las miserias de nuestra sociedad

Seis estrenos argentinos han escalado a los primeros lugares de la taquilla. Películas que recuperan sus costos a los quince días de su estreno. De todo como en botica: desde Sandro a "Boquitas pintadas" y "La Patagonia rebelde". El fenómeno de "Quebracho" junto a "La gran aventura" y "Papá corazón se casa".
La explicación del éxito cinematográfico se desliza, muchas veces, por el divertido terreno de las ciencias ocultas. También el del fracaso. Ante los seis multimillonarios sucesos del cine argentino, actualmente en exhibición, se renuevan —en los mentideros especializados— especulaciones clásicas y alguna otra más audaz, en torno de la vigencia del cine nacional. Los títulos que han polarizado la apetencia popular incluyen de todo, como en botica.
Por un lado, se agrupan las películas que arrastran multitudes en función estelar —Sandro— con la película Operación Rosa, Rosa; o que capitalizan el precedente éxito televisivo: Papá corazón se quiere casar; o el divertimento a la criolla con aventuras y jóvenes intérpretes: La gran aventura. En esos casos, la explicación del éxito se da a partir de manifos y eficaces gambitos comerciales.
Donde las cosas son más complejas y debatidas es en el otro grupo de obras: Boquitas pintadas,  ¡Quebracho!, La Patagonia rebelde. Películas de ambición artística, pretensión concientizadora, intención comprometida. ¿Por qué, se preguntan los observadores, estas tres recaudan centenares de millones de pesos y no ha ocurrido lo mismo con Una mujer... un pueblo (recreación documental sobre la vida y obra de Eva Perón). El camino hacia la muerte del viejo Reales (semidocumental sobre la explotación de los obreros en Tucumán), La civilización está haciendo masa y no deja oír (comedia musical con transfondo marxista). La balada del regreso (sobre el desencuentro argentino) y Un hombre de 561 años. En otros términos: no es suficiente jugarse a la carta política ni a la carta oficialista para lograr no sólo la masiva adhesión del público, sino también la mayoritaria opinión favorable de la crítica, hechos estos que, sí, avalan a Boquitas, Patagonia y ¡Quebracho!

Esa extraña raza de los productores

"Lo que pasa —dijo un veterano periodista— es que, como nunca, la propaganda por televisión ha sido muy fuerte, ahí está el secreto". ¿Está ahí la clave? No creemos que la explicación suficiente deba imputarse a factores accidentales que, sin negar su aporte, pasarían a tener calidades mágicas.
La clave se ubica en otro nivel de permanente funcionalidad que se identifica en el trabajo del productor. Obsérvese que, de acuerdo con las reglas del juego vigentes en nuestro país la empresa cinematográfica de mayor continuidad, la más importante industrialmente hablando, es Argentina Sono Film, y, en ella, la mitológica personalidad de Atilio Mentasti configura uno de los arquetipos posibles de productor que maneja los hilos con cabal conocimiento de su complicado oficio. Anótese que desde El crimen de Oribe (1950) Leopoldo Torre Nilsson creció como el mayor de los directores cinematográficos argentinos y desde La casa del Ángel (1957) ha sido el ganador permanente de las operaciones "prestigio", pero su definitivo asentamiento en la producción-realización, contundentes éxitos de taquilla, con continuidad anual en la aceptación popular y de crítica se produce a partir de Martín Fierro (1968). Recuérdese que Héctor Olivera —director-productor de La Patagonia rebelde— ha calificado su trayectoria particularmente por su avezada condición de productor en Aries Cinematográfica.
Es evidente que, tanto en la nómina de recientes fracasos de público de la nueva cinematografía argentina como en los anteriores —generación del 60 y del 70—, fracasó la producción, sometida por el vedetismo de los directores. Claro está que se impone precisar qué se entiende por productor, pues — de una u otra manera— esas películas también han tenido su producción. La idea es perfilar un identikit del productor que es algo más que el proveedor del dinero.
Ese identikit del productor (que puede ser además director) supone: Iº) elección de un tema y/o libro en un momento determinado (¡Quebracho! o La Patagonia rebelde, ¿ahora o cinco años atrás?); 2º) intérpretes —consagrados o debutantes— que expresen a su público, en los cuales ellos se identifican (la ideal elección de Martha González para Boquitas, a diferencia de la imagen que pudo haber dado Thelma Biral, sin discutir sus excelencias); 3º) una inteligente lectura del país receptor, factor este al que —de hecho— quedan sometidos los dos anteriores. El público —en una etapa determinada— ¿busca la evasión o el compromiso?; las condiciones políticas (censuras, libertad expresiva, represión) marcan los límites de lo posible; tendencias mundiales que hayan marcado pautas, despertado curiosidades y apetencias, en suma que han sensibilizado a un público; para los nuevos, particularmente, contactos y prenegociaciones con la distribución y la exhibición, para las reservas de fechas y salas que no condenen (como ocurre todas las semanas) a la película en su lanzamiento; si se trata de cine politizado, pareciera ser que el público argentino rechaza el panfleto propagandístico, la película de signo partidista, para preferir la denuncia, en función de lo nacional y lo antinacional, la indagación y análisis de las grandes líneas de fuerza, donde ubicaríamos a La Patagonia rebelde y ¡Quebracho!
De hecho quedan por anotar factores imponderables, sin contabilizar entre ellos la circunstancia de que nuestro público —como fenómeno taquillero— en el cine busca además, el espectáculo. Todo lo dicho —y lo no dicho— presupone que el productor es una especie de superhombre, y no es así. Se trata lisa y llanamente de un oficio que hay que conocer a fondo en el que fracasan los advenedizos, los improvisados y los apurados. Y aun conociéndolo a fondo se debe estar preparado para el fracaso y su debida compensación con un éxito. Esto último propone la continuidad: ¿cuántas buenas intenciones y millones de pesos se agotaron en la película primera?
HÉCTOR GROSSI

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Olivera "me alarma que el ejército vuelva a ser el chivo expiatorio"

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Testimonio gráfico del momento en que los combatientes indígenas se entregan al ejército. Después, como diría Borrero, vino la orgía de sangre

UN FILM SOBRE LOS FUSILADOS DEL AÑO 20
Por HÉCTOR GROSSI

La sexta película del realizador argentino Héctor Olivera comenzó a filmarse el 14 de enero último en Puerto Deseado (Santa Cruz) bajo el título de "La Patagonia Rebelde", sobre !a base de la adaptación cinematográfica de una copiosa investigación histórica de los fusilamientos ocurridos en el sur en 1920.
Héctor Olivera eligió para comenzar su trabajo —"La Patagonia Rebelde"—, la secuencia que recrea el combate entre Facón Grande y las tropas del Comandante Zabala, históricamente ocurrido en la estación Tehuelches. Esos personajes serán interpretados, respectivamente, por Federico Luppi y Héctor Alterio.
Una nutrida documentación fotográfica —más de 500 fotografías— obtenidas del Archivo Gráfico de la Nación, otras pacientemente detectadas por el autor de la investigación, y las aportadas por un residente de Río Turbio, el profesor George Gooderham, son parte fundamental del ingente instrumental orquestado por Olivera para acceder al conmocionante episodio ocurrido en lugares de Santa Cruz, a comienzos de los años 20, de este siglo. A esos mismos objetivos confluyen la actividad de María Julia Bertotto (vestuario), Oscar Piruzanto (escenografía) y Luis Repetto (productor ejecutivo).
Con un costo estimado en 300 millones de pesos viejos, "La Patagonia Rebelde" se filma en Río Gallegos, Río Turbio, Pico Truncado, Lago Argentino, para culminar con escenas a realizarse en los estudios Baires, vecinos a la Capital Federal, donde se han recreado calles de Río Gallegos, la Federación Obrera, la Sociedad Rural y el Hotel Argentino —lugares de la mencionada ciudad santacruceña— donde ocurrieron episodios claves de la rebeldía referida en el título de esta obra.

Quince años después

"Esta película, el deseo de hacerla, arranca hacia 1959, cuando ensoñamos encarar la adaptación cinematográfica de la novela de David Viñas, "Los Dueños de la Tierra" —recuerda el director Olivera—; el mismo escenario, personajes y situaciones tomados de la realidad histórica, coinciden en aquella novela. Quince años después alcanzamos a concretarlos. Creemos que valió la pena esperar. Ahora, en este momento político del país, las elecciones nacionales y el acceso al Gobierno de una fuerza democrática y popular, han facilitado las cosas, entre otros motivos —precisa Olivera— porque "La Patagonia Rebelde" debe contar con colaboración oficial".
Redacción: ¿Qué clase de colaboración?
Olivera: La que se concreta en el apoyo del Instituto Nacional de Cinematografía cuando declaró a "La Patagonia Rebelde" de interés especial, y el apoyo de armas, municiones y hombres de la policía de Santa Cruz.
Redacción: ¿Y el Ejército?
Olivera: No, el Ejército no. Estimamos que reclamar esa colaboración importa tanto como obligar al Ejército a revisar hechos que, oficialmente, no existieron para la institución.
"La Patagonia Rebelde" será una película absolutamente dramatizada, con excepción de un montaje fotográfico incluido en el comienzo de la misma, documentación que, con el aporte de un locutor, ubica al público respecto de lo que era la Patagonia entre los años 1920 y 1923.

Un fondo militar

"Mi paso de 4 años por el Liceo Militar —declara Héctor Olivera— me ha dejado, en el fondo, algo del Ejército. De allí que del gran número de personajes reales que figuran por su nombre verdadero en la película: Gallego Soto (Luis Brandoni), Facón Grande (F. Luppi), Alemán Schultz (Pepe Soriano), Ministro Gómez (Alfredo Iglesias), Outerello (Osvaldo Terranova). Chileno Fariña (Franklin Caicedo), Graña (Tacholas); y aquellos otros que por razones de producción hemos revestido con nombres inventados: Comandante Zavala (en rigor se trata del famoso Comandante Varela, H. Alterio), Juez Velar (Emilio Alfaro), Méndez Garzón (José María Gutiérrez), Mathews (Jorge Rivera López), Capitán Arzeno (Héctor Pellegrini); de todos, el personaje que más me interesa, por aquel fondo que me ha quedado, es el del Comandante Zavala. Ese hombre viajó dos veces a la Patagonia: la primera para laudar a favor de los obreros, fue un héroe de los huelguistas; la segunda vez, para fusilar a diestra y siniestra. Pienso —dice Olivera— que él es un poco el ejemplo de lo que ha sido, en muchas oportunidades, el Ejército argentino: no tanto victimario, sino ejecutor por cuenta de otros...
Redacción: ¿De quiénes?
Olivera; Ejecutor en nombre de los políticos, de los intereses económicos, de Inglaterra, de Chile y de Estados Unidos...
Redacción: ¿Y usted qué se propone hacer o demostrar en "La Patagonia Rebelde"?
Olivera: Me alarma que el Ejército pueda volver a ser el chivo expiatorio. Lo que narra la película está avalado histórica y documentadamente en cada detalle. Esto ocurrió, no es una leyenda negra. En algún grado mi película tendrá un sentido admonitorio, además del objetivo esclarecedor, el de informar. Los hechos evocados en la película son muy sintomáticos. Por un lado corresponden al período de un Gobierno popular, encabezado por Hipólito Yrigoyen, y eso nos importa. También nos importa presentar una región de nuestro país que no parece pertenecer a él, con características propias, totalmente diferentes al resto de la Argentina.
Redacción: Además de su interés dramático por el personaje del Comandante Zabala. ¿usted tiene partido tomado con respecto a las dos fuerzas que pugnaron en Santa Cruz, hacia 1923?
Olivera: Dentro del marco de objetividad que impone toda recreación histórica, es lógico —además— que no pueda ser una película fría si recordamos que fueron masacrados centenares de obreros. Creo que la película habrá de traducir, emotivamente, lo que propone la misma tragedia.
Redacción: La bibliografía argentina en la materia reconoce un ilustre antecedente, el de Borrero y su libro "La Patagonia Trágica".
Olivera: No podíamos usar ese título pues los hechos culminantes que asumirá la película no fueron tratados por Borrero, él anuncia la continuación de su libro con el tratamiento de aquéllos en una obra jamás escrita, bajo el proyectado titulo de "Orgía de sangre".
Redacción: ¿Cómo vincula esta obra con sus cinco películas anteriores, en su mayoría desplegadas dentro del campo de la comedia?
Olivera: "La Patagonia Rebelde" no tiene nada que ver con mis anteriores películas. Podríamos quizás exceptuar, por la seriedad crítica en sus objetivos crítica en sus objetivos, a "Las venganzas de Beto Sánchez". Pienso que nuestra próxima película se entronca con un proyecto frustrado, si de "Los Caudillos", película que curiosamente habría tratado sobre una expedición del Ejército al interior para someter, como en "La Patagonia Rebelde", a una rebelión popular.
Redacción: ¿Esta película es indicativa de su inmediato futuro en cine?
Olivera: Pienso que marca una tendencia que tanto las circunstancias generales del país como nuestra empresa (Aries) podrán facilitar. "La Patagonia Rebelde" retoma la primera línea temática de Aries (El Jefe, El candidato), con, la diferencia de que hemos logrado armar una estructura industrial y comercial que nos permite afrontar riesgos económicos, como los que supone una producción de esta envergadura.
Redacción: ¿Cuándo se estrena "La Patagonia Rebelde"?
Olivera: Exactamente, el próximo 10 de abril.

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Estación Tehuelches, Santa Cruz, escenario clave de la película, donde se registró un terrible combate entre los huelguistas y las fuerzas de represión

 

 

 

 

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