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Si los objetivos del grupo que
asaltó la guarnición de Azul eran los de dar un golpe espectacular que ayudara
políticamente a la izquierda, los resultados indican que el episodio sirvió para afirmar
aún más a la línea derechista del Gobierno. El golpe produjo la irritación del
Ejército, la reacción del Gobierno, la indignación general por las muertes ocurridas y
la decapitación de otro sector importante del ala izquierda del peronismo. Si en cambio,
el ataque apuntaba a comprometer al Gobierno en una política cada vez más dura y
represiva, que lo fuera diferenciando cada vez menos de los regímenes anteriores, la
táctica habría dado algún resultado.
Lo cierto es que Perón consiguió, aun enarbolando las tradicionales herramientas
del poder absoluto, que todos le prestaran un decidido apoyo político en la defensa del
Estado.
En la noche misma del domingo 20, Perón se dirigió al país rodeado de sus
principales colaboradores -incluyendo a su esposa-, prolijamente vestido con el uniforme
de teniente general. No sólo era el Presidente, sino un comandante de operaciones
alertando a amigos y a adversarios sobre la guerra sin cuartel contra la subversión que,
se supone, entró ese día en su etapa decisiva. A partir de allí, además de ponerse en
juego la tranquilidad del país también está el lugar que ocupará Perón en la historia
argentina.
No es demasiado arriesgado suponer que este último punto marca la clave de la
acción subversiva: descolocar a Perón frente a si mismo, las Fuerzas Armadas y la
opinión pública, Entre las versiones que más circularon dentro de los oficiales de
inteligencia, había una que asignaba un propósito muy definido al ataque. Según esa
hipótesis, el asalto al Regimiento 10, en momentos en que se suponía que no contaba con
toda su capacidad de contraataque (debido al fin de semana y a que la nueva clase de
conscriptos no se hallaba en condiciones de entrenamiento adecuadas), tenía por finalidad
coparlo durante el tiempo necesario para enviar un radiograma a todas las guarniciones. De
ese modo se generaba una lógica alarma y podía promoverse una reacción militar contra
el Gobierno; tal vez un planteo exigiendo sustanciales modificaciones en el Gabinete o la
intervención a las provincias gobernadas por peronistas presuntamente izquierdistas.
Si ello es así, la acción bélica consiguió el efecto contrario, pues la
respuesta de la guarnición benefició al Gobierno. Desde el punto de vista de la
estrategia guerrillera, lo más importante de la acción del ERP es su capacidad para
ganarse el temor y la antipatía de la opinión pública, incluyendo la izquierdista. Como
señalaba el propio Lenin, todo grupo con pretensiones revolucionarias debe buscar de
granjearse el apoyo de la población y, especialmente, el de aquellos sectores más
dinámicos o más útiles para sus fines en las próximas fases de su acción. Por ejemplo
los oficiales más jóvenes y los suboficiales de las Fuerzas Armadas. Con este tipo de
acciones, en los que matan a sangre fría a un soldado conscripto de guardia como si se
tratara de un enemigo, no lo logran.
Puede recordarse la experiencia de los Tupamaros uruguayos: mientras robaban
camiones con alimentos para repartirlos entre los pobres o cuando denunciaban negociados,
despertaban la simpatía de la población. En cambio cuando comenzaron a matar vigilantes
su estrella declinó. Es que en este tipo de organizaciones políticas, su estilo de
acción elitista las aísla y sólo sirve para irritar a la derecha, no para vencerla.
Las consecuencias
Un buen síntoma de lo que se
avecinaba fue la rápida reacción de los gobernadores Bidegain, Obregón Cano y Martínez
Baca - todos cuestionados dentro del oficialismo- quienes se apresuraron a condenar lo
sucedido y a expresar en distintos tonos su lealtad a Perón. Este, en su discurso del
mismo domingo, ya había señalado la posible negligencia culposa de algunos gobiernos
provinciales frente a la guerrilla, un dardo dirigido implícitamente contra Bidegain,
pero que por elevación también cuestionaba a todos aquellos peronistas más o menos
relacionados con actitudes calificadas de izquierdizantes.
Claro que ahora vale la pena preguntar hasta qué punto Bidegain, Obregón Cano y
Martínez Baca son realmente izquierdistas, porque si nos atenemos a los hechos producidos
por sus gobiernos, la respuesta es obviamente negativa. Hasta ahora, si algo hicieron,
nada tuvo que ver con lo que se supone es parte de una política izquierdista. Ninguno de
ellos dio muestras de intentar una reforma agraria, o de socializar -así sea
parcialmente- algún rubro de la producción; ni siquiera en los limitados ámbitos
reservados a la gestión provincial.
En cuanto a Bidegain, lo más espectacular de su gestión fue aceptar que su
ministro de Educación, Alberto Baldrich, comenzara a aplicar una política educativa
sectaria y con muy claros matices derechistas. La clave del presunto izquierdismo de estas
cuestionadas figuras es su oposición a la línea sindical predominante, cuya hegemonía
ejerce la Unión Obrera Metalúrgica, que es la que a su vez marca las coordenadas del
oficialismo. Esa coyuntura derivó en peligrosas alianzas de los gobernadores con ciertos
grupos juveniles -y activistas- del peronismo, aunque nunca a desarrollar una política de
izquierda. Un buen ejemplo de ello pueden ser los fundamentos de las verticalizadas
renuncias a las bancas que redactaron los ocho diputados que se negaron a convalidar la
reforma del Código Penal: en las mismas no sientan una posición ideológica, sino una
actitud coyuntural.
De esta manera las posiciones izquierdistas fueron sólo una bandera, no un modelo
político. El caso fue que en la última semana de enero se dio por finalizado el
Operativo Dorrego, aquella labor conjunta -propiciada por el ahora ex gobernador Bidegain-
entre efectivos militares y miembros de la Juventud Peronista para ayudar a las zonas
anegadas por las lluvias a mediados del año pasado.
Como lo señaló oportunamente Redacción, el Operativo se parecía mucho al
prolegómeno de una alianza política entre el entonces comandante general del Ejército,
teniente general Jorge Raúl Carcagno, y los sectores calificados como "la
izquierda" del oficialismo. En un momento se pensó que el famoso Operativo
concluiría al conocerse la renuncia del general Carcagno, pero con lo de Azul su final se
extendió a la -también vertical- caída de Bidegain.
En su ya mencionado discurso, Perón convocó a todos -especialmente a sus
partidarios-, a una movilización general contra la subversión. También centralizó su
acción política, ya que no la acción policial, a combatir el ala izquierda dentro de su
movimiento, pues resulta evidente que los más peligrosos adversarios se encuentran
precisamente allí.
Resultaba obvio que Bidegain transformado por imperio de las circunstancias en
"chivo emisario"; debía pasar a cuarteles de invierno sin siquiera contar con
el consuelo de una embajada. La idea primera había sido solucionar el problema con el
expediente de la intervención federal a los tres poderes, algo que podría servir de
antecedente para tomar medidas similares contra otras provincias. Pero la noticia de la
intervención hizo pensar a Balbín en interrumpir su gira por el sur y entrevistarse con
el Presidente a fin de disuadirlo.
La idea del jefe radical -en la que influyó decididamente el líder de su bancada
de diputados nacionales, Antonio Américo Tróccoli- consistía en proponer las renuncias
del gobernador y el vicegobernador (el dirigente metalúrgico Victorio Calabró). Según
marca la constitución provincial, la Legislatura designaría entre sus miembros el nuevo
Poder Ejecutivo para el resto del período 1973-77. Las motivaciones de los radicales eran
claras: ellos también ven con temor el predominio del sector sindical. Obviamente, no lo
lograron: Calabró fue ungido Gobernador, pues los dirigentes metalúrgicos no podían
dejar pasar una oportunidad tan propicia de asegurarse una posición de poder tan
significativa, aunque también peligrosa.
Desde luego que Perón hubiera preferido colocar allí a un político sin mayor
apoyatura propia para tal cargo, pero -igual que Balbín- prefirió por el momento aceptar
el curso marcado de la sucesión. Ahora su próximo objetivo será reducir el poder de los
metalúrgicos. |
La Juventud en la encrucijada
La ruidosa aprobación de las
reformas al Código Penal tuvo un proceso sumamente discutido. El proyecto oficialista fue
cuestionado incluso hasta por los diputados peronistas más jóvenes. Trece de ellos
habían decidido disentir con la opinión del Poder Ejecutivo, y para fijar su posición
ante el líder -se supone que no buscarían disuadirlo- solicitaron entrevistarlo.
Perón los recibió el martes 22 en la quinta presidencial de Olivos.
Asistieron once. Si pensaron que el Presidente los recibiría a solas se llevaron
una gran sorpresa; además de los visitantes, Croatto, Díaz Ortiz, Giménez, Glellel,
Iturrieta, Kunkel, Ramírez, Romero, Svesk, Vidaña y Vittar, estuvieron el presidente de
la Cámara de Diputados. Raúl" Lastiri; el ministro del Interior, Benito Llambí; el
de Bienestar Social y secretario privado, José López Rega; el secretario general de la
Presidencia, Vicente Solano Lima; el secretario de Prensa, Emilio Abras; y el presidente
del bloque de diputados del Frejuli, Ferdinando Pedrini. Alrededor de ellos se instaló
una impresionante batería de cámaras de televisión y micrófonos radiales. Un escenario
que ya predecía lodo.
Perón explicó su versión sobre los grupos subversivos y la necesidad de
protegerse contra ellos. "El que no está de acuerdo, se va", repitió ese día.
Ocho de ellos abandonaron luego sus bancas y al otro día se fueron verticalmente
expulsados del movimiento.
El episodio acrecienta las dificultades que desde hace un tiempo vive la Juventud
Peronista, que recién ahora ha empezado a descubrir que su idea de "Patria
Socialista" no es compartida por Perón, ni por la mayoría de los peronistas. Se
sabe, sin embargo, que una parte de este sector acatará finalmente la verticalidad, pero
se descuenta que otra parte se ira alejando para constituir lo que ahora se bautizó como
la Alternativa: un espacio político postperonista con pretensiones de heredar parte del
caudal político de Perón, cuando llegue el momento -biológicamente inapelable- del
retiro definitivo del viejo caudillo.
Todavía no se ve con claridad el futuro que puede tener tal Alternativa. Por ahora
parece sólo una necesidad de algunos sectores (que accedieron al peronismo detrás del
circunstancial camporismo) de replantear su posición apenas comprendieron que el
peronismo no es ni más ni menos que eso: peronismo. Es decir, el partido de los fieles
seguidores de Perón.
Otros efectos
En este caso de los diputados, el
elemento catalizador fue la reforma penal, la que ahora adquirió un tono similar al de
los últimos tiempos del gobierno militar y al de los viejos tiempos peronistas, periodos
en los que se buscó que el Estado impusiera el orden desde arriba -verticalmente- en
lugar de lograrlo por una armonización de los sectores internos de la comunidad.
Lo más discutible de las reformas se refiere a ciertas ambigüedades, como por
ejemplo cuando se refiere a la asociación ilícita, donde cualquier tendencia nueva que
pueda surgir -y por ser nueva, no legalmente reconocida- por ejemplo contra la dirección
de un sindicato, podría ser acusada de subversiva si asume un tono crítico muy violento.
Según señaló el Presidente a los diputados disidentes de su partido, tales
ambigüedades "serán salvadas por los jueces".
También debió pagar tributo al desgaste político el secretario general de la
Presidencia, Vicente Solano Lima, cuando los amigos sindicalistas del nuevo gobernador
Calabró lo acusaron de haber "buscado defender a Bidegain" debido a su intento
de transacción en defensa del ex titular de la provincia de Buenos Aires. Le recordaron
también que cuando acompañaba a Cámpora en el ticket de candidatos a la Presidencia
-durante la campaña electoral anterior al 11 de marzo-, mantuvo una estrecha relación
táctica con el sector juvenil.
A mediano plazo, la clave del éxito gubernamental radicará en su manejo de la
economía. Si en febrero y marzo se superan los problemas de la escasez de productos, la
opinión pública no perderá su tranquilidad. Si se logran las anunciadas inversiones
para dinamizar la economía, si Gobierno podrá afirmar que ganó la partida. Si también
termina con la intranquilidad motivada por la subversión, Perón realmente habrá ganado.
Mientras tanto, tendrá que seguir sorteando los obstáculos acudiendo en primera
instancia a su habilidad política, y en segunda al peso de su verticalidad. |