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La obra de organización y difusión
de las ideas liberadoras de los trabajadores españoles debía realizarse en un ambiente
de ausencia generalizada de costumbres cívicas, menosprecio de los derechos y hostilidad
permanente de los gobiernos a través de sus fuerzas represoras: las manifestaciones
públicas prohibidas; los militantes apresados en Bilbao, Barcelona y otras regiones de
España; los hijos de los pobres enviados como "carne de cañón" a combatir los
movimientos independentistas de Cuba y Filipinas. El fundador del socialismo en la
península ibérica, Pablo Iglesias, estuvo preso en la cárcel de Málaga por encabezar a
3.500 huelguistas textiles que enfrentaban la prepotencia del marqués de Larios, que se
jactaba de pagar los salarios más bajos del país.
Toda esa agitación conmovió a Negri y pese a sus pocos años, se sumó a aquellos
que emprendieron la tarea de organizar la Agrupación Socialista Malagueña, de la que
finalmente fue uno de los creadores, mereciendo una calurosa felicitación de Pablo
Iglesias que lo enorgulleció toda su vida.
Sus ansias de mejores horizontes lo impulsaron en 1905 a integrar la legión de
inmigrantes que llegaban a la Argentina, desembarcando en Buenos Aires a los 19 años,
para en seguida fijar residencia en Rosario, en la que inició su trayectoria laboral como
obrero ferroviario.
Al poco tiempo, a pesar de que desconocía a fondo el país en el que le tocaba
actuar, comprendió algunas de las causas de la explotación a que eran sometidos, no
sólo por la empresa ferroviaria, sino también por parte de los comerciantes de la zona,
quienes ante la falta de competidores en el barrio ferroviario cobraban precios tan
abusivos que muchas veces eran el doble más altos que los del centro de Rosario.
Para contrarrestar esa arbitrariedad encaró y difundió la iniciativa de formar
una cooperativa elaboradora de pan, tropezando inmediatamente con los escollos que le
sembraban los industriales panaderos y también los molineros del lugar. Pero Negri no se
amilanó y fue superando las dificultades, paso a paso, hasta que Rosario tuvo la primera
cooperativa que conoció la ciudad.
En los agitados meses del Centenario se trasladó a la Capital Federal donde se
vincula a la firma Agar-Cross, empresa que lo ocupó en la instalación de talleres
diversos en el interior, como así también en la construcción de los más modernos
molinos que conocía la República. El estallido de la primera guerra mundial impidió que
la casa siguiera recibiendo de Europa las piezas esenciales que necesitaba para la
industria que explotaba, y la consecuencia fue la desocupación para sus operarios.
Negri logró ingresar entonces en la Compañía General Buenos Aires, ferrocarril
de trocha angosta cuya estación central estaba en la avenida Vélez Sarsfield y hacía el
recorrido hasta Rosario, con pasajeros y carga. Otra vez ferroviario, reanudó su tesonera
labor en procura de la organización de los obreros del gremio; su capacidad de trabajo y
su espíritu de lucha lo llevaron a integrar los cuerpos directivos de la primitiva
Federación Ferrocarrilera y posteriormente de la Confraternidad Ferroviaria.
Una huelga trascendente
A mediados de 1917 se declararon
en huelga los talleres ferroviarios de Rosario y el movimiento se propagó a otras
regiones; Negri dirigió el conflicto oculto en Villadiego, pueblo cercano a la gran
ciudad santafecina, llegando a paralizar durante veinticuatro días a los trenes y
alterando la vida económica nacional. En el momento más grave del problema, cuando las
empresas se mantenían irreductibles, los representantes obreros manifestaron que estaban
"dispuestos a asumir la dirección y explotación de los ferrocarriles, en la
seguridad de que con esta medida, los trabajadores y empleados se colocarán en
condiciones de recibir una justa compensación de sus esfuerzos productivos, que traerá
como consecuencia inmediata la normalización permanente del tráfico general y
constituirá, asimismo, la mejor garantía para el progreso del país.". El gremio
tuvo que soportar el sacrificio de numerosas vidas a causa de la represión, pero luego de
laboriosas tramitaciones con el gobierno los ferroviarios volvieron al trabajo, con la
mayor parte de sus aspiraciones satisfechas y la cabal demostración de que las
compañías extranjeras no iban a manejar más a su arbitrio a ese sector de los
trabajadores argentinos.
En 1926 se fundó la Confederación Obrera Argentina (COA) para organizar al
proletariado con el objeto de "hacerse respetar por la clase patronal" y
acentuar su influencia "en el gobierno de los intereses colectivos"; José Negri
que representaba a la Confraternidad Ferroviaria fue electo secretario general de la nueva
central obrera. Cuatro años después, al fusionarse con la Unión Sindical Argentina, se
constituyó la CGT, de cuya Junta Ejecutiva fue miembro.
La calumnia
A pesar de que todos conocían a
Negri y lo respetaban por su conducta, pensamiento y acción orientados siempre a servir a
sus compañeros de trabajo, sin preocuparse de su propio interés y tranquilidad personal;
no por eso dejó de soportar la calumnia que buscaba descalificarlo en el medio en el que
actuaba.
Al mismo tiempo que circulaba la versión de que Nicolás Repetto era dueño de
conventillos, se echó a rodar y se publicó en hojas periodísticas que Negri había
comprado "un lujoso chalet en Villa Lugano". |
Componentes de la primera mesa directiva de la CGT: Negri,
Cerutti, Cabona y Silvetti
Por esa época era padre de tres
hijos cuyos nombres no se los había puesto al azar: Primavera, Numancia e Ideal; y
alquilaba una linda casa por 50 pesos mensuales, que poco después el propietario subió a
70. Este alquiler le preocupaba mucho porque se le hacia muy duro pagarlo; en esas
circunstancias un amigo le avisó que se vendían varias casitas de antigua construcción
en un lugar más apartado, por una cuota mensual de 40 pesos. Negri fue a verlas y a
disgusto -porque estaban revocados con barro- compró una de ellas. La hija mayor
-Primavera- no olvidó nunca la pésima impresión que le causó cuando la vio por primera
vez:
-Yo no quiero venir a vivir aquí
-le dijo horrorizada.
-No te preocupes -le consoló su padre-, la vamos a limpiar, arreglar, pintar y
adornar con algunas plantas; verás que después te va a gustar.
Se trataba de una de esas
típicas construcciones de barrio obrero, con las habitaciones una a continuación de la
otra, que todavía pertenece a la familia: ese era "el lujoso chalet de Villa
Lugano".
Repetto respondió a las infamias en pleno Congreso Nacional diciendo que "le
tiraba su honra a los perros". Negri, filosóficamente, comprendió que la calumnia
nunca se arranca del todo, pero, como auténtico luchador social, prosiguió por la senda
que se había trazado, convencido de que el periplo completo de su vida daría la
irrebatible lección de la verdad, a la que no le pueden alcanzar los dardos
emponzoñados.
Servir a los trabajadores
La clara visión de los
acontecimientos que se vivían en la época y su alto espíritu de lucha, hicieron que sus
pares lo designaran delegado obrero por la Argentina a las Asambleas de la Oficina
Internacional del Trabajo (OIT) en 1926, 1929 y 1932, como así también al Congreso de la
Internacional de los Obreros del Transporte celebrado en Praga en 1932.
Muchos años después -en 1960- su hija Primavera y su marido Ramón García
Fuentes hicieron un viaje a Europa y casualmente conocieron al cónsul argentino en
Ginebra. Este les contó que Negri en 1926 no bien llegó a esa ciudad se alojó en la
modesta pensión de madame Robatell, donde también acostumbraba residir Alejandro
Silvetti, y se compró un despertador para ver mucho y descansar el menor tiempo posible;
además sus gastos eran ínfimos para no abultar los viáticos. Cuando al regreso, la hija
le contó el episodio, el padre subrayó: "Esa es la ventaja de una conducta honrada;
uno puede caminar con la frente bien alta y es recordado siempre con afecto".
Su yerno García Fuentes, por su parte, le decía irónicamente que todos los
dirigentes obreros de la generación de Negri habían fracasado, porque los desvelos,
sacrificios, riesgos personales, austeridad y honradez administrativa no habían
fructificado en un movimiento obrero que hiciera un culto de esas virtudes. Negri
respondía invariablemente que "el trabajo de todos nosotros queda justificado con el
hecho de que cuatro o cinco trabajadores recojan en cada generación el lema: servir a los
obreros y no servirse de ellos".
Herramientas de progreso
Cumplido el ciclo de su vida
gremial volvió nuevamente a su labor de operario de la Compañía General Buenos Aires,
reiniciando así otra etapa del trabajador tesonero, para quien tanto el yunque de un
taller, como la dirección de un sindicato o de una central obrera o la tribuna de la
Oficina Internacional del Trabajo, no fueron más que herramientas forjadoras del progreso
del proletariado.
Leía muchísima poesía que era la antítesis de su actividad sindical y en su
fluida conversación solía intercalar fragmentos de los principales poetas españoles y
latinoamericanos. Releía con asiduidad el Quijote, en una edición de Calleja de 1917,
que dos días antes de su muerte entregó a una de sus hijas para encuadernarlo entre los
dos. En la portada le había pegado un recorte que decía: "Porque en todas partes se
cumpla la sentencia del Quijote: La Libertad, Sancho, es el don más precioso que al
hombre dieron los cielos. Ella vale más que todos los tesoros que encierra la
Tierra". |