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crónicas del siglo pasado

REVISTERO

Arturo Frondizi
"Unidad nacional para el cambio"

Hace 130 días exactos que Arturo Frondizi no emitía opinión sobre la situación política. La última vez que lo hizo fue el 2 de diciembre del año pasado, en cinco carillas mimeografiadas, reunidas bajo el título: "Hay que derrotar a la contrarrevolución". En ese momento gobernaba el país el general Roberto Marcelo Levingston. Antes de ese documento habían pasado otros 255 días desde que, el 21 de abril de 1970, enjuiciara en términos muy severos la administración de Juan Carlos Onganía. Estos prolongados silencios, sumados a la coyuntura de que luego de cada declaración se produjeran cambios importantes en el poder, han valorizado en la opinión corriente cada una de las manifestaciones del líder desarrollista. Venciendo su natural parquedad, que ya había derrotado los esfuerzos de la prensa nacional y extranjera que acudió en busca de sus opiniones, Panorama logró este reportaje:

José Pasquini Durán
Revista Panorama
abril 1971

 

 

 

Panorama: —¿Cree que ha fracasado la "empresa nacional de desarrollo" que usted propugnó en junio de 1966 como tarea de las Fuerzas Armadas?

Frondizi: —Lo que yo he propugnado es la unidad nacional para el cambio. Construir las bases materiales de la soberanía implica enfrentar a los intereses externos que se nutren de la sumisión y el estancamiento. En esa batalla —de ninguna manera indolora— las Fuerzas Armadas deben ocupar su puesto de combate junto al pueblo. En julio de 1966 la Revolución Argentina proclamó su intención de modernizar las estructuras económicas y sociales del país. El sector castrense reaccionaba así contra la disgregación de nuestra vida institucional, producto del subdesarrollo, que se expresaba en la extrema fragmentación de los partidos políticos, en la falta de un proyecto nacional compartido, en la abulia en que se había caído con respecto a los asuntos públicos. La propuesta concreta de las FF. AA. era liderar el proceso de cambio. De ahí el amplio consenso que el gobierno revolucionario obtuvo en sus primeros momentos. Paradójicamente, la revolución fue copada por la contrarrevolución. Esta última se expandió desde el Ministerio de Economía, donde se aplicó una política llamada a sí misma monetarista, que planteaba una primera etapa ordenadora y estabilizadora, postergando para después el desarrollo. Era la negación de una política revolucionaria y por eso agredió a todos los sectores nacionales de nuestra sociedad. La economía se desnacionalizó, las empresas quebraron, los trabajadores vieron su salario bruscamente comprimido. Fue necesaria la explosión social del "cordobazo" para que se advirtiera la gravedad de un proyecto claramente inspirado por el interés antinacional. Y que ni siquiera pudo preservar el valor del signo monetario. Esa política ha seguido operando en todos los tramos de la Revolución Argentina y, matiz más, matiz menos, es la que se mantiene. Por eso cabe afirmar que la Revolución no ha sido cumplida y las Fuerzas Armadas se hallan en deuda con el país. Lo que ha fracasado no es entonces la "empresa nacional de desarrollo". El Movimiento Nacional habrá de cumplirla inexorablemente y por cualquier medio. Han fracasado, concretamente, los conductores de la Revolución Argentina, comprometiendo gravemente el prestigio de las Fuerzas Armadas.

—¿La apertura electoral que propicia la tercera etapa de la Revolución Argentina, a su juicio, representa la frustración de la empresa revolucionaria militar?

—Objetivamente, esta llamada apertura electoral, que es en realidad un intento acuerdista para eludir la voluntad del pueblo y perpetuar el estancamiento, significa la renuncia a hacer la Revolución. Pero la historia marcha por caminos distintos del deseo subjetivo de sus protagonistas. En la Argentina no habrá democracia plena sin antes operar el cambio de estructuras. El subdesarrollo engendra disgregación e inautenticidad. Ello se vio claro en 1966 y se verá cada vez más nítidamente a medida que se desenvuelve este proceso. No se puede poner el carro delante de los caballos. Los problemas de los sectores sociales, el conjunto de los cuales constituye la cuestión nacional no resuelta, no se alivian con una promesa electoral. Surgirán en primer plano con la misma fuerza con que lo han hecho hasta ahora.

—Marque las diferencias que a su criterio existen entre los distintos períodos de la Revolución Argentina.

—No hay diferencias. La política económica aplicada no tuvo solución de continuidad a pesar de que exhibiera distintos rostros. La línea seguida significa el acatamiento a la penetración neocolonialista. La retórica del nacionalismo de medios no altera nada en un panorama caracterizado por la renuncia a hacer el desarrollo. Es la teoría del Gattopardo: cambiar algo para que no cambie nada.

—¿Una eventual salida nacional requeriría un nuevo pacto Frondizi-Perón?

—La salida nacional —que ha de darse en cualquier terreno— requiere la alianza de sectores sociales contra el enemigo externo y sus aliados internos. Esa fue la coincidencia que se logró en 1958 y que nos permitió hacer el autoabastecimiento de petróleo en pocos meses, quintuplicar la producción de acero y de cemento, retomar la construcción vial, comenzar la racionalización de los ferrocarriles y de la administración pública, instalar la industria automovilística, resolver el problema eléctrico del Gran Buenos Aires y plantear decisivamente la construcción de El Chocón-Cerros Colorados para la Patagonia. Todo ello con una valoración del sector del trabajo, al cual se le aumentaron los salarios reales y se le brindó ocupación plena, devolviéndosele la CGT y los sindicatos. Ahora se trata —como se comprende fácilmente— de algo muy diferente; lo que Yrigoyen llamó el "contubernio": un acuerdo en la cúpula que deja afuera al pueblo y que, en las circunstancias presentes, deja también afuera al país.

—¿Considera que nuestro país es de izquierda pero tiene soluciones de derecha, tal como lo afirmara recientemente el señor ministro de Bienestar Social?

—Ni nuestro país es izquierda ni tiene soluciones de derecha. Este es el país de mayores posibilidades del área, con la población más preparada y homogénea, con tradiciones de autodeterminación y vocación de grandeza, pero sujeto a la más despiadada explotación por los grandes consorcios internacionales que comercian en el exterior las materias primas de nuestro agro y nos venden los insumos industriales que podríamos producir localmente. Quienes demoran o frustran nuestra Revolución Nacional son frecuentemente empleados de los monopolios, agentes del exterior, o los eternos bien intencionados "útiles".

—¿Cree que para Argentina es válido el estilo de la revolución peruana, o prefiere el frente electoral como se hizo en Chile, y asoma en Uruguay?

—Creo que cada nación tiene su camino propio para la Revolución Nacional. El ejemplo peruano es relevante porque las Fuerzas Armadas como institución son la punta de lanza del proyecto de cambio. Allí se define correctamente la defensa nacional como puesta al servicio del bienestar de las poblaciones. Pero Perú se encuentra en una etapa histórica distinta de la argentina.Un problema peruano es integrar al mercado a las comunidades indígenas, proporcionándoles educación y tecnología para las labores agrarias. Un problema argentino es hacer la industria pesada como basamento de la industria de bienes finales, e integrar todas las regiones del territorio, especialmente la Patagonia. El socialismo chileno es una reacción contra los desniveles sociales que se canalizó por vía electoral. Pero el problema de fondo en todos nuestros países es económico. Nuestras economías sirvieron primero al proyecto colonial. Ahora están siendo reconvertidas según los intereses de las grandes corporaciones, uno de los cuales es contar con mercados amplios para la colocación de sus productos (la famosa integración latinoamericana) e impedir la integración nacional previa. No necesitamos importar modelos sino realizar, con decisión y ritmo revolucionarios, las tareas concretas que hacen falta para modernizar y dinamizar nuestra economía.

—¿Podría afirmar que el desarrollismo como doctrina política tiene influencia en el pensamiento de los cuadros medios de las Fuerzas Armadas?

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—El desarrollismo tiene influencia sobre toda la comunidad porque es la doctrina que expresa sus necesidades y abre un camino hacia un futuro con justicia distributiva, poder de decisión propio y peso en la comunidad internacional. No es la expresión de un partido, ni la de una ideología. Es el planteamiento descarnado de la cuestión nacional y la voluntad práctica de resolverla apelando a los medios idóneos.

—¿Cuál es su opinión sobre el movimiento "La Hora del Pueblo"?

—Políticamente, es un acuerdo de dirigentes que ignora a las bases. La doctrina económica que sustenta es el nacionalismo de medios cuya eficacia paralizante surge de su propia práctica a través de la política económica que se está siguiendo actualmente.

—¿Y sobre el llamado "Encuentro de los Argentinos"?

—Es un planteo clasista que, por sus propias características, resulta contradictorio con los problemas reales de la Argentina en 1971.

—¿Cómo ve usted la gestión de los núcleos que propician la insurrección armada en nuestro país? ')

—Significan un repudio global del sistema, que apela a la violencia indiscriminada. En tal sentido no aportan soluciones. Pero el hecho de que recluten a una parte de nuestra juventud es algo que no debe dejarnos de ninguna manera indiferentes. Tenemos responsabilidad por lo que está ocurriendo. Es la violencia de arriba, que oprime a la comunidad y la frustra, lo que provoca este tipo de respuestas.

—¿Qué piensa de la decisión del gobierno de establecer un plazo de tres años para cumplir los objetivos de esta etapa de la Revolución Argentina?

—El país no aguantará tres años de diversión preelectoral mientras se guarda la Revolución en la congeladora. Esto es simplemente absurdo, aunque sea por el solo motivo de que las tensiones sociales estallarán en toda nuestra geografía. Ello no quiere decir que estemos en contra de las elecciones, que deben darse en el curso de un proceso de integración y construcción nacionales. De lo contrario, volveremos a caer en el ciclo de inestabilidad caracterizado por la falta de representatividad, la marginación del pueblo y la frustración de la comunidad. La continuidad del estancamiento induce, por otra parte, a la dictadura, una de cuyas facetas es indudablemente el contubernio.

—¿Cree que los monopolios han ganado terreno en la estructura argentina?

——El proceso de desnacionalizaciones en la industria, el campo y la banca demuestra que así ocurre. La consolidación de la Argentina productora de alimentos baratos y estancada en sus industrias de base lo corrobora. El capital externo no viene ya para invertirse en los sectores dinámicos fijados por la dirección nacional, sino para comprar nuestras empresas nacionales a vil precio. Ello es posible por la política económica aplicada y no rectificada durante estos cinco años, que desprotegió a la industria permitiendo la entrada indiscriminada del producto importado, la agobió con impuestos, le negó créditos y generalizó sus condiciones de indefensión que se manifiestan en los déficit de infraestructura y de industria de base.

—¿Usted no mantiene contactos con el actual gobierno?

—Al gobierno le decimos todo lo necesario públicamente, a través de nuestro órgano doctrinario y de las declaraciones de nuestros militantes. Nunca hemos rehuido el diálogo, fueren cuales fueren las condiciones del país.

—¿Sus prolongados silencios significan que Frondizi se reserva como futuro líder providencial para una solución política?

—Arturo Frondizi es un soldado de la Revolución Nacional que ha hecho públicas sus opiniones en documentos orgánicos cada vez que el proceso lo ha hecho necesario. No hay un solo problema acerca del cual no hayamos emitido opinión y esas opiniones nunca han dependido de la contingencia política, sino que están articuladas en tomo de una profunda reflexión sobre el país y el destino que se le niega. Este reportaje prueba que Arturo Frondizi no guarda silencio en estos momentos.

—¿Qué piensa hacer: reestructurará el MID, formará partido o es el momento de constituir el "movimiento nacional" que usted propugna? Y en este último caso, ¿cómo y con quién?

—En la instancia que se abre nuestros militantes se organizan como núcleo para el Frente Nacional. Con revolución profundizada o con salida electoral no renunciaremos a la lucha por trasformar el país. Esa lucha tiene que ser protagonizada por la comunidad en su conjunto. Incluso las Fuerzas Armadas.

 

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