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Panorama: ¿Cree que ha
fracasado la "empresa nacional de desarrollo" que usted propugnó en junio de
1966 como tarea de las Fuerzas Armadas?
Frondizi: Lo que yo he
propugnado es la unidad nacional para el cambio. Construir las bases materiales de la
soberanía implica enfrentar a los intereses externos que se nutren de la sumisión y el
estancamiento. En esa batalla de ninguna manera indolora las Fuerzas Armadas
deben ocupar su puesto de combate junto al pueblo. En julio de 1966 la Revolución
Argentina proclamó su intención de modernizar las estructuras económicas y sociales del
país. El sector castrense reaccionaba así contra la disgregación de nuestra vida
institucional, producto del subdesarrollo, que se expresaba en la extrema fragmentación
de los partidos políticos, en la falta de un proyecto nacional compartido, en la abulia
en que se había caído con respecto a los asuntos públicos. La propuesta concreta de las
FF. AA. era liderar el proceso de cambio. De ahí el amplio consenso que el gobierno
revolucionario obtuvo en sus primeros momentos. Paradójicamente, la revolución fue
copada por la contrarrevolución. Esta última se expandió desde el Ministerio de
Economía, donde se aplicó una política llamada a sí misma monetarista, que planteaba
una primera etapa ordenadora y estabilizadora, postergando para después el desarrollo.
Era la negación de una política revolucionaria y por eso agredió a todos los sectores
nacionales de nuestra sociedad. La economía se desnacionalizó, las empresas quebraron,
los trabajadores vieron su salario bruscamente comprimido. Fue necesaria la explosión
social del "cordobazo" para que se advirtiera la gravedad de un proyecto
claramente inspirado por el interés antinacional. Y que ni siquiera pudo preservar el
valor del signo monetario. Esa política ha seguido operando en todos los tramos de la
Revolución Argentina y, matiz más, matiz menos, es la que se mantiene. Por eso cabe
afirmar que la Revolución no ha sido cumplida y las Fuerzas Armadas se hallan en deuda
con el país. Lo que ha fracasado no es entonces la "empresa nacional de
desarrollo". El Movimiento Nacional habrá de cumplirla inexorablemente y por
cualquier medio. Han fracasado, concretamente, los conductores de la Revolución
Argentina, comprometiendo gravemente el prestigio de las Fuerzas Armadas.
¿La apertura electoral que
propicia la tercera etapa de la Revolución Argentina, a su juicio, representa la
frustración de la empresa revolucionaria militar?
Objetivamente, esta llamada
apertura electoral, que es en realidad un intento acuerdista para eludir la voluntad del
pueblo y perpetuar el estancamiento, significa la renuncia a hacer la Revolución. Pero la
historia marcha por caminos distintos del deseo subjetivo de sus protagonistas. En la
Argentina no habrá democracia plena sin antes operar el cambio de estructuras. El
subdesarrollo engendra disgregación e inautenticidad. Ello se vio claro en 1966 y se
verá cada vez más nítidamente a medida que se desenvuelve este proceso. No se puede
poner el carro delante de los caballos. Los problemas de los sectores sociales, el
conjunto de los cuales constituye la cuestión nacional no resuelta, no se alivian con una
promesa electoral. Surgirán en primer plano con la misma fuerza con que lo han hecho
hasta ahora.
Marque las diferencias que
a su criterio existen entre los distintos períodos de la Revolución Argentina.
No hay diferencias. La
política económica aplicada no tuvo solución de continuidad a pesar de que exhibiera
distintos rostros. La línea seguida significa el acatamiento a la penetración
neocolonialista. La retórica del nacionalismo de medios no altera nada en un panorama
caracterizado por la renuncia a hacer el desarrollo. Es la teoría del Gattopardo: cambiar
algo para que no cambie nada.
¿Una eventual salida
nacional requeriría un nuevo pacto Frondizi-Perón?
La salida nacional
que ha de darse en cualquier terreno requiere la alianza de sectores sociales
contra el enemigo externo y sus aliados internos. Esa fue la coincidencia que se logró en
1958 y que nos permitió hacer el autoabastecimiento de petróleo en pocos meses,
quintuplicar la producción de acero y de cemento, retomar la construcción vial, comenzar
la racionalización de los ferrocarriles y de la administración pública, instalar la
industria automovilística, resolver el problema eléctrico del Gran Buenos Aires y
plantear decisivamente la construcción de El Chocón-Cerros Colorados para la Patagonia.
Todo ello con una valoración del sector del trabajo, al cual se le aumentaron los
salarios reales y se le brindó ocupación plena, devolviéndosele la CGT y los
sindicatos. Ahora se trata como se comprende fácilmente de algo muy
diferente; lo que Yrigoyen llamó el "contubernio": un acuerdo en la cúpula que
deja afuera al pueblo y que, en las circunstancias presentes, deja también afuera al
país.
¿Considera que nuestro
país es de izquierda pero tiene soluciones de derecha, tal como lo afirmara recientemente
el señor ministro de Bienestar Social?
Ni nuestro país es
izquierda ni tiene soluciones de derecha. Este es el país de mayores posibilidades del
área, con la población más preparada y homogénea, con tradiciones de
autodeterminación y vocación de grandeza, pero sujeto a la más despiadada explotación
por los grandes consorcios internacionales que comercian en el exterior las materias
primas de nuestro agro y nos venden los insumos industriales que podríamos producir
localmente. Quienes demoran o frustran nuestra Revolución Nacional son frecuentemente
empleados de los monopolios, agentes del exterior, o los eternos bien intencionados
"útiles".
¿Cree que para Argentina
es válido el estilo de la revolución peruana, o prefiere el frente electoral como se
hizo en Chile, y asoma en Uruguay?
Creo que cada nación tiene
su camino propio para la Revolución Nacional. El ejemplo peruano es relevante porque las
Fuerzas Armadas como institución son la punta de lanza del proyecto de cambio. Allí se
define correctamente la defensa nacional como puesta al servicio del bienestar de las
poblaciones. Pero Perú se encuentra en una etapa histórica distinta de la argentina.Un
problema peruano es integrar al mercado a las comunidades indígenas, proporcionándoles
educación y tecnología para las labores agrarias. Un problema argentino es hacer la
industria pesada como basamento de la industria de bienes finales, e integrar todas las
regiones del territorio, especialmente la Patagonia. El socialismo chileno es una
reacción contra los desniveles sociales que se canalizó por vía electoral. Pero el
problema de fondo en todos nuestros países es económico. Nuestras economías sirvieron
primero al proyecto colonial. Ahora están siendo reconvertidas según los intereses de
las grandes corporaciones, uno de los cuales es contar con mercados amplios para la
colocación de sus productos (la famosa integración latinoamericana) e impedir la
integración nacional previa. No necesitamos importar modelos sino realizar, con decisión
y ritmo revolucionarios, las tareas concretas que hacen falta para modernizar y dinamizar
nuestra economía.
¿Podría afirmar que el
desarrollismo como doctrina política tiene influencia en el pensamiento de los cuadros
medios de las Fuerzas Armadas? |
El desarrollismo tiene
influencia sobre toda la comunidad porque es la doctrina que expresa sus necesidades y
abre un camino hacia un futuro con justicia distributiva, poder de decisión propio y peso
en la comunidad internacional. No es la expresión de un partido, ni la de una ideología.
Es el planteamiento descarnado de la cuestión nacional y la voluntad práctica de
resolverla apelando a los medios idóneos.
¿Cuál es su opinión
sobre el movimiento "La Hora del Pueblo"?
Políticamente, es un
acuerdo de dirigentes que ignora a las bases. La doctrina económica que sustenta es el
nacionalismo de medios cuya eficacia paralizante surge de su propia práctica a través de
la política económica que se está siguiendo actualmente.
¿Y sobre el llamado
"Encuentro de los Argentinos"?
Es un planteo clasista que,
por sus propias características, resulta contradictorio con los problemas reales de la
Argentina en 1971.
¿Cómo ve usted la
gestión de los núcleos que propician la insurrección armada en nuestro país? ')
Significan un repudio
global del sistema, que apela a la violencia indiscriminada. En tal sentido no aportan
soluciones. Pero el hecho de que recluten a una parte de nuestra juventud es algo que no
debe dejarnos de ninguna manera indiferentes. Tenemos responsabilidad por lo que está
ocurriendo. Es la violencia de arriba, que oprime a la comunidad y la frustra, lo que
provoca este tipo de respuestas.
¿Qué piensa de la
decisión del gobierno de establecer un plazo de tres años para cumplir los objetivos de
esta etapa de la Revolución Argentina?
El país no aguantará tres
años de diversión preelectoral mientras se guarda la Revolución en la congeladora. Esto
es simplemente absurdo, aunque sea por el solo motivo de que las tensiones sociales
estallarán en toda nuestra geografía. Ello no quiere decir que estemos en contra de las
elecciones, que deben darse en el curso de un proceso de integración y construcción
nacionales. De lo contrario, volveremos a caer en el ciclo de inestabilidad caracterizado
por la falta de representatividad, la marginación del pueblo y la frustración de la
comunidad. La continuidad del estancamiento induce, por otra parte, a la dictadura, una de
cuyas facetas es indudablemente el contubernio.
¿Cree que los monopolios
han ganado terreno en la estructura argentina?
El proceso de
desnacionalizaciones en la industria, el campo y la banca demuestra que así ocurre. La
consolidación de la Argentina productora de alimentos baratos y estancada en sus
industrias de base lo corrobora. El capital externo no viene ya para invertirse en los
sectores dinámicos fijados por la dirección nacional, sino para comprar nuestras
empresas nacionales a vil precio. Ello es posible por la política económica aplicada y
no rectificada durante estos cinco años, que desprotegió a la industria permitiendo la
entrada indiscriminada del producto importado, la agobió con impuestos, le negó
créditos y generalizó sus condiciones de indefensión que se manifiestan en los déficit
de infraestructura y de industria de base.
¿Usted no mantiene
contactos con el actual gobierno?
Al gobierno le decimos todo
lo necesario públicamente, a través de nuestro órgano doctrinario y de las
declaraciones de nuestros militantes. Nunca hemos rehuido el diálogo, fueren cuales
fueren las condiciones del país.
¿Sus prolongados silencios
significan que Frondizi se reserva como futuro líder providencial para una solución
política?
Arturo Frondizi es un
soldado de la Revolución Nacional que ha hecho públicas sus opiniones en documentos
orgánicos cada vez que el proceso lo ha hecho necesario. No hay un solo problema acerca
del cual no hayamos emitido opinión y esas opiniones nunca han dependido de la
contingencia política, sino que están articuladas en tomo de una profunda reflexión
sobre el país y el destino que se le niega. Este reportaje prueba que Arturo Frondizi no
guarda silencio en estos momentos.
¿Qué piensa hacer:
reestructurará el MID, formará partido o es el momento de constituir el "movimiento
nacional" que usted propugna? Y en este último caso, ¿cómo y con quién?
En la instancia que se abre
nuestros militantes se organizan como núcleo para el Frente Nacional. Con revolución
profundizada o con salida electoral no renunciaremos a la lucha por trasformar el país.
Esa lucha tiene que ser protagonizada por la comunidad en su conjunto. Incluso las Fuerzas
Armadas. |