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crónicas del siglo pasado

REVISTERO

El debate de las carnes

(continuación)

Oscar A. Troncoso
Revista Panorama
abril 1971

 

 

 

TODO EN ORDEN. La designación de la Comisión Investigadora en el mes de setiembre del año anterior se había realizado en medio de la indiferencia pública, pero los hechos que se sucedieron a partir de entonces despertaron la atención popular. Las revelaciones que iban saliendo a luz y la actitud arrogante y despectiva de los frigoríficos encresparon los ánimos. Cuando el debate estaba en su apogeo Lisandro de la Torre recibía millares de cartas, los diarios daban con grandes titulares, las partes principales de sus discursos; se editaban folletos y panfletos y en todas las tribunas públicas se hacía mención a sus argumentos y acusaciones.
"¡Por fin, señor presidente, nos va a tocar hablar a nosotros!... -dijo el ministro de Hacienda cuando De la Torre finalizó su exposición-. Como mi colega, el señor ministro de Agricultura tiene derecho legítimo a hablar antes que yo, he de devorar todavía algunos días la impaciencia que tengo."
En la sesión siguiente inició su alegato Duhau que se extendió por cinco reuniones del Senado. En la cuarta y hallándose en el uso de la palabra se hizo moción de levantar la sesión, cuando eran las seis de la tarde, porque sólo había tres senadores en el recinto, uno de los cuales era De la Torre.
En su discurso calificó a los 48 puntos del despacho de la minoría de inexactos y sofísticos; defendió su posición en la distribución de la cuota del pacto Roca-Runciman; impugnó los costos establecidos por los contadores de la Comisión y ridiculizó los "argumentos de un cajón de corned beef encontrado en el fondo oscuro del Norman Star".
No bien Pinedo pronunció sus palabras iniciales se advirtió que daría otra tónica al debate por la agresividad y violencia de sus afirmaciones. Como lo había anticipado Duhau, se encargó de responder las acusaciones de favoritismo a los frigoríficos en el impuesto a los réditos y en el control de cambios. Sostuvo que las empresas extranjeras habían sido controladas, que pagaban los impuestos y estaba "todo en completo orden"; con relación al control de cambios se detuvo largamente en demostrar que el frigorífico Gualeguaychú y Grondona y Cía. -dos exportadores argentinos- se habían beneficiado subrepticiamente en las negociaciones de cambio.

EL CRIMEN. En su contrarréplica De la Torre señaló: "No olvide el Senado que me encuentro solo enfrente de un gobierno cuya mediocridad entristece. Ha visto en qué condiciones se ha desarrollado el debate. Planteado alrededor de cuestiones vitales del comercio de las carnes, se mantuvo en este terreno hasta que hicieron uso de la palabra los ministros del Poder Ejecutivo. Desde sus primeras sílabas pudo verse que no los traía un propósito de colaboración. La mayoría entró en el plan que podría llamar mordaza: el puñetazo sobre el pupitre de un senador, la apresurada protesta de otro senador y las vociferaciones destempladas del ministro de Hacienda exhibieron claramente el propósito de no permitirme aclarar la menor imputación del ministro de Agricultura".
Acusó luego al ministro de ser beneficiario directo de los frigoríficos del monopolio -Jacinto Oddone en La burguesía terrateniente argentina adjudica a la familia Duhau la propiedad de 113.334 hectáreas en 1929-, porque en sus ventas personales de ganado saltaba a la vista "la desproporción entre los precios obtenidos por el ministro de Agricultura con los precios corrientes, alejando la suposición de que pudiera no haberse dado cuenta de la situación privilegiada que le hacía el frigorífico".
Así se llegó a la sesión del 23 de julio, en la que De la Torre se ocupó nuevamente de la cuota del pacto Roca-Runciman. En medio de un clima caldeado de agresiones personales, Duhau acusó al senador demócrata progresista de haber ocultado una planilla. Este explicó lo falso de la imputación y manifestó que era "por gusto de inventar una mentira...".

Ministro de Agricultura (golpeando la mesa): -¡'No permito eso, señor presidente!

Presidente (Bruchman): -Ruego al señor senador que guarde estilo en sus expresiones.

De la Torre: -Y a lo que no es cierto, ¿cómo se le llama?

Presidente (Bruchman): -Inexacto.

Ministro de Hacienda: -Se llama De la Torre.

De la Torre: -¡El ministro de Hacienda dice eso porque es tan insolente como cobarde!

La situación se iba tomando cada vez más dramática por la intervención de otros senadores que aumentaban la confusión, hasta que Pinedo pidió la palabra "para poner al embustero De la Torre en su lugar. ¡Si la dignidad y la honra de una persona estuvieran expuestas a desaparecer y ser lastimadas por lo que digan irresponsables, podría ser que mi honra estuviera al alcance del señor senador!". De la Torre contestó indignado: "¡Ya le he dicho que es tan insolente como cobarde!", acompañando expresiones más severas.
Tras una desordenada sucesión de diálogos e insultos, se produjo un tumulto durante el cual se vio caer sentado a De la Torre empujado por Duhau. Al acercarse el senador electo por Santa Fe, Enzo Bordabehere, para ayudarlo a incorporarse, fue seguido por un individuo que se adelantó desde el estrado presidencial y que por la espalda le disparó a quemarropa varios balazos.
"En plena sesión del Senado sonaron cuatro tiros y cayó herido de muerte el doctor Bordabehere alcanzando una bala al ministro de Agricultura", anunció La Nación con folletinesco titular, informando luego en varias páginas que a las cinco y diez de la tarde fallecía en el hospital Ramos Mejía el senador electo, que Duhau había sido herido en una mano sufriendo además la fractura de tres costillas, y que el asesino, identificado como Ramón Valdez Cora, fue apresado cuando trataba de escapar del Congreso.
Esa noche el presidente Justo asistió, acompañado de su esposa, a una función en el teatro Colón.

EL DUELO. Pinedo gritó: "¡Insolencia y cobardía me atribuye! El señor senador por Santa Fe es capaz, señor presidente, de retarme a duelo, porque sabe que, por mis convicciones, yo no me bato". A la vez que De la Torre de pie le enrostraba: "... y usted es capaz de no batirse por cobardía!".

Este es el último diálogo que reprodujo el Diario de Sesiones previo al asesinato de Bordabehere y que llevó al duelo De la Torre-Pinedo.
El ministro de Hacienda planteó al día siguiente una cuestión de honor al senador demócrata progresista, designando como padrinos al presidente del Senado, Robustiano Patrón Costas, y al presidente de la Cámara de Diputados, Manuel A. Fresco, quienes le solicitaron una satisfacción o, en su defecto, la realización del duelo; por su parte De la Torre nombró como padrinos a Jorge A. Robirosa y Lucio F. López.
Los representantes de ambos determinaron que había lugar a un lance de honor y resolvieron que se batirían a pistola, a las 8 de la mañana del 25 de julio en terrenos del Colegio Militar, cerca de la estación El Palomar.
Dirigió el duelo el general Adolfo Arana. "A la voz de ¡fuego! -informó La Prensa- se volvieron, enfrentándose los dos adversarios, que realizaron la conversión con evidente simultaneidad, y las tres rápidas palmadas que siguieron marcaron el instante de los disparos. La pistola del doctor De la Torre disparó primero, cuando aún estaba dirigida hacia arriba. El arma del doctor Pinedo disparó milésimos de segundos después, cuando el brazo del duelista estaba extendido en apreciable aproximación a la horizontal, pero evidentemente desviado hacia su derecha".

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Arriba: Luis Duhau
Abajo: Samuel Yasky

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Arriba: Valdez Cora hacia el celular
Abajo: Mario Bravo

Reunidos nuevamente en el centro del campo, el general Arana los invitó a reconciliarse. De la Torre contestó: "Cómo me voy a reconciliar si nunca fui amigo de este tipo", y Pinedo expresó que se negaba "rotundamente a la reconciliación".

A NINGUNA PARTE. El entierro de Enzo Bordabehere en la ciudad de Rosario fue imponente, una multitud de más de 70 mil personas formó el cortejo y llevó el féretro a pulso hasta el cementerio del Salvador. En ese lugar, el gobernador de la provincia de Santa Fe, Luciano F. Molinas, encabezando una larga lista de oradores, destacó la gravedad del crimen que tuvo por escenario el Senado, porque un episodio de esa naturaleza "no se conoció nunca en los recintos legislativos, ni en las horas más agitadas de nuestra organización política". Bosquejó la vida de Bordabehere, "ejemplo de militancia nacional no obstante ser de origen uruguayo", y advirtió que se infiltraba "en el alma de la República una cuota de profundo escepticismo, que nos hace mirar con recelo el porvenir".
Ese mismo día Ramón Valdez Cora en el Departamento de Policía confesó ser autor del crimen ante el juez Miguel Jantus, afirmando que "obró por impulso propio en un momento de ofuscación, en defensa de amigos políticos". Al mismo tiempo, el matutino Libertad, órgano del partido Socialista Independiente al que pertenecía Pinedo, inició una campaña para demostrar que Bordabehere había sido un provocador descontrolado, protagonista de hechos de violencia cuando quería salvar situaciones personales insostenibles.
El Senado designó una comisión integrada por Mario Bravo, Juan R. Vidal y Albero Arancibia Rodríguez para investigar los hechos. Tomó declaraciones a todo el personal de la Cámara, a la policía del servicio permanente, empleados de investigaciones y a las personas que presenciaron los sucesos, expidiendo el 2 de septiembre un dictamen que declaraba que "no era posible fijar responsabilidades de orden parlamentario". Mario Bravo aclaró, que fuera de toda duda, Valdez Cora era un matón de pésimos antecedentes, guardaespaldas y activo militante del partido Demócrata Nacional, concurriendo asiduamente al Congreso con una misión específica.
La discusión del despacho ocupó cuatro reuniones y en su oportunidad Lisandro de la Torre dijo que la conclusión que de él se desprendía, constituía una forma de lavarse las manos y de transferir las responsabilidades de la investigación a la justicia del crimen. Puntualizó las facilidades para desplazarse de que había disfrutado Valdez Cora; su amistad con el ministro de Agricultura; las visitas que hizo al domicilio de Duhau según el testimonio de vecinos; la actitud de Duggan, secretario privado del ministro, poco después del crimen, instando a los taquígrafos a que declararan que Bordabehere esgrimía un arma.
"En la forma en que se produjo el asesinato el esclarecimiento de los hechos pudo ser quizás cuestión de horas. Hoy, en el expediente nadie sabe nada -se lamentó-, nadie ha oído nada, nadie ha ordenado. Los testigos rehuyen las declaraciones temiendo persecuciones y venganzas, provenientes del gobierno. Es sin duda curioso que se haya formado el ambiente de que el gobierno no quiere que se sepa más de lo que se sabe".
"Para terminar, diré que sería absurdo pensar que el debate sobre la investigación del comercio de carnes pudiera continuar con mi intervención mientras subsistan en mi espíritu las dudas que mantengo acerca de que se trajo a este recinto un guardaespaldas, extraído de los bajos fondos, para gravitar sobre su resultado. Los indicios que existen son tan vehementes, que no es posible prescindir de ellos. Si lo hiciera, faltaría al respeto y al afecto que debo a la memoria del doctor Bordabehere, y autorizaría a cualquiera a poner en duda la sinceridad de mi indignación. El primero en lamentar que mi contrarréplica, que, por otra parte, estaba muy avanzada, quede inconclusa, soy yo, pero tengo la tranquilidad de haber producido tales pruebas y haber hecho tales demostraciones, que no necesito más para afirmar en la conciencia pública la razón de todo lo que he sostenido en este debate".
"Nada sería el daño que ha sufrido el prestigio del gobierno -concluyó- si en adelante pudiera evitarse que continúe el otro daño, que hiere de muerte a la fuente de riqueza más importante de la Nación, enfeudada conscientemente al interés del capitalismo extranjero".
Las deliberaciones sobre el comercio de las carnes prosiguieron en las sesiones del 12 y 13 de septiembre, hasta que se aprobaron los despachos de la mayoría.
El proceso judicial contra Valdez Cora también siguió su curso, esclareciendo muy poco en cuanto a los motivos del crimen porque el procesado se mantuvo en lo afirmado en su confesión. Finalmente se lo condenó a veinte años de prisión.
Un día antes de que finalizara ese dramático 1935 presentaron su dimisión Pinedo y Duhau. En agosto del año siguiente Lisandro de la Torre habla en el Senado. "He aquí bosquejada mi larga y estéril vida pública -recapitulaba. Ni las oligarquías, ni las dictaduras, ni el desorden demagógico, me han tenido a su servicio y por eso no he llegado a ninguna parte." Como resultado de todo el proceso renunció a su banca el 5 de enero de 1937. Exactamente dos años más tarde se pegó un tiro.

 

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