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crónicas del siglo pasado

REVISTERO

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Revista Humor
abril 1983

 

 

 

Osvaldo Bayer se fue del país en 1975, época en la que nadie sabía dónde estaba parado; tal vez porque había gente siniestra, encargada de mover el piso. Volvió en 1976, creyendo en las cercanas elecciones. Más que su visión política, lo perdió su esperanza. Tuvo que volver a Alemania meses después del golpe.
Como en algunos casos de argentinos exiliados, quizá sea necesario ubicar un poco al público en torno a su obra. Bayer es autor. entre otras cosas, de "Severino de Giovanni - El idealista de la violencia", "Los anarquistas expropiadores" y "Los vengadores de la Patagonia trágica", de cuyo libro cinematográfico -"La Patagonia rebelde", dirigida por Héctor Olivera- también fue responsable. Su obra, sus ensayos de historiador revulsivo, han caído, como corresponde, en el "index" de la censura.
Tuvo actividad gremial en el Sindicato de Prensa -secretario general desde 1959 al 63-. y en la tarea periodística fue secretario de Redacción de "Clarín" durante 15 años.
Nacido en Santa Fe, con 56 años a cuestas, habiendo estudiado historia y filosofía en Hamburgo y recorrido Alemania de punta a punta tras el doliente camino de las Madres de Plaza de Mayo, hoy tiene estas cosas para decir...

- ¿Por qué tuviste que exiliarte?

- Era octubre de 1974, cuando las 3 A ya dominaban la calle. A pocos días del asesinato de Silvio Frondizi recibí amenazas telefónicas y la visita de los conocidos desconocidos que se titulaban miembros del "Servicio de Informaciones de la Policía de la Provincia de Buenos Aires". Luego aparecí en una lista de las "tres A" que salió en los diarios pero que el jefe de la Policía Federal, el comisario Villar, calificó de apócrifa. No sé de dónde sabría Villar si era o no verdadera. Resolvimos que mi mujer se fuera con nuestros hijos a Alemania, nuestra segunda patria. Yo me quedé, no quería darles el gusto a los militares, no quería aceptar la injusticia. Pero no tenía detrás ninguna organización política o religiosa o de otro tipo que me asegurara un domicilio. Me fui con inmensa rabia en febrero de 1975. Regresé en febrero del 76 creyendo, ingenuo de mí, que el país iba a llegar a las elecciones de noviembre. Un mes después, el "putsch" de Videla. Un periodista muy informado me buscó por todos lados para decirme que yo estaba "en una lista". Al editor de mis libros le pusieron una bomba en la casa y se fue a México. Todo se hizo muy difícil. En junio de 1976 me sacó del país un miembro de una embajada amiga. Es decir, una historia común de aquellos días.

- ¿Desde cuándo desaparecieron tus libros de las librerías?

- Mis libros gozaron de una corta primavera. El "Severino Di Giovanni" fue ya prohibido en tiempos del peronismo, en un decreto que firmó Lastiri, el yerno de López Rega. Fue un decreto extraño. Se prohibía la "exportación". Es decir, la Argentina cuidaba a los países extranjeros de cualquier contaminación. Al revés de Franco, que permitía la edición de libros marxistas para la exportación pero los prohibía en el país. Así ganaba divisas para España. Pero nosotros los argentinos siempre somos originales. Claro, en realidad era una perversa forma de censura, Porque ¿quién iba a reeditar o vender libros que habían sido "prohibidos por decreto"? Lo cierto es que el "Severino" nunca más se volvió a editar. Eso no es importante, lo esencial es recordar aquí la fecha: estaba el peronismo en el poder. El "Severino" estuvo por ser filmado tres veces. Pero cada vez que el guión estaba listo, y hasta la música, se producía algún hecho que agravaba la situación. Luego le tocó el turno al filme "La Patagonia rebelde", cuyo guión fue aprobado por Gettino cuando estaba en el Ente (la censura) y por Mario Soffici (Instituto). Dos nombres para recordar con alegría.

- También eso fue el peronismo.

- Exactamente, pero el otro, el de Cámpora. Cuando el filme estuvo listo el presidente era ya Perón. Y no se pudo estrenar. Desde abril hasta el 12 de junio estuvo en la congeladora. La censura no lo aprobaba. Ese día se estrenó porque el mismo Perón dio vía libre, en un episodio digno de la más genuina picaresca criolla. Pero se pudo exhibir sólo hasta el 12 de octubre. El señor Tato (nombre para recordar con ira), censor durante varias dictaduras y también durante el peronismo, ejerció presión para que el filme se retirara "para toda la eternidad". La cosa estaba clara, si no se retiraba intervenían "los muchachos" de López Rega. Repito: octubre de 1974, con el peronismo en el gobierno, con el Congreso en actividad. Realidades de la democracia argentina.

- ¿Y los tomos sobre la Patagonia?

- De la misma manera como no se prohibió el filme pero hubo que retirarlo, el mismo método se aplicó con los libros. Ya estaba Videla y sus generales. El método ya no era el decreto, sino el mismo que se aplicó con los seres humanos: se los iba a buscar y desaparecían. La campaña contra los libros la hizo el ejército mismo. Recorrían librerías céntricas y expurgaban las mesas y anaqueles. Camiones con oficiales y soldados. Recuerdo uno de esos episodios, que fue presenciado por centenares de personas, pocos días después del golpe de Videla. Estaba yo con un periodista de "Clarín" en "El Molino", de Callao y Rivadavia. Enfrente, por Callao, había un gran local de librería, un salón con mesas donde se apilaban libros nuevos y usados. Allí paró un camión militar y comenzó el ritual macabro. Fuimos a ver; esas cosas no me las pierdo. Quería ver todos los detalles, las caras de los verdugos de la cultura. Un teniente marcaba con un movimiento del dedo índice y los soldados cargaban los libros y los arrojaban al voleo a la caja del camión. El gesto del oficial me pareció similar a los cuatro dedos que levantaba el teniente coronel Varela para fusilar a los obreros patagónicos, símbolo de "cuatro tiros". Los libros al caer hacían un ruido sordo. La gente guardaba silencio. Como los niños secuestrados, los libros no tenían voz para defenderse. Tuve pena por los soldados. "Aquí se aprende a defender a la Patria", se lee en los cuarteles. La "limpieza" de libros fue una acción de las que llaman de "inteligencia". En Córdoba, el general Menéndez se dio el gusto de hacer lo de la Plaza de la Opera de Berlín el 31 de enero de 1933: la hoguera de libros. Hay un documento firmado por el teniente coronel Corleri (nombre para recordar) donde ordena "incinerar" los libros de la "antipatria". Pero cuando Hitler y Franco quemaron libros en la plaza pública, ese menester fue hecho por sus partidarios. En la Argentina lo hizo el ejército. Un ejército que quema libros jamás puede ganar la guerra. El día de la requisa de libros, Videla nombró embajador ante la UNESCO al señor Víctor Massouh, autor del libro "La libertad y la violencia". Los argentinos nos distinguimos por las bromas macabras.

- Es decir, que la requisa militar fue tu muerte civil como autor.

- El método era que, al enterarse los demás libreros de las expurgaciones, se curaran en salud haciendo ellos mismos su propia censura. Pero hubo libreros gauchos que siempre tuvieron libros "para los amigos". Mi última experiencia en la Argentina como autor fue el libro cinematográfico Tiernas hojas de almendro, que juega en el Buenos Aires de la Segunda Guerra Mundial. Pero el comodoro Bellio, a cargo de la censura, lo rechazó por "disolvente". Tal cual. Al documento lo guardo porque tal vez dentro de algunos años se estudie como una curiosidad la jerga militar de la década del setenta.

- Me gustaría que me cuentes cómo hiciste "Los vengadores de la Patagonia trágica", cómo trabajaste en los archivos, en los testimonios. En fin, la historia de esos cuatro tomos.

- Investigué el tema durante siete años. La leyenda decía que Borrero, el autor de La Patagonia trágica no pudo publicar nunca su segundo tomo. Había que partir de cero, llegar a las tumbas masivas de los obreros fusilados y no reparar en amenazas, zancadillas ni acusaciones. Así como de la represión de Videla, Viola y Galtieri hay miles de testigos -y por eso nadie podrá impedir que se levante la tapa de la olla por más que se sienten encima-, de la tragedia patagónica existían todavía decenas de protagonistas. Bastaba buscarlos, tomarles testimonios y luego enfrentar esos testimonios para comprobar puntos comunes. Por un lado, familiares y amigos de los asesinados, peones sobrevivientes, ex dirigentes obreros; por el otro, estancieros, policías, políticos, funcionarios, diputados, y -lo que era fundamental- los oficiales y soldados fusiladores. Luego, la documentación: archivos judiciales, provinciales, nacionales, sindicales y -muy importante- los particulares (de uno de ellos obtuve los telegramas cifrados). Luego, los archivos extranjeros: chilenos, ingleses, el social de Amsterdam. Por último, los diarios, publicaciones, volantes de la época. Amén, claro, de la documentación militar.

- La investigación en sí debe haber tenido aspectos novelescos.

- Sí, se podría escribir una nueva comedia humana, o mejor dicho, tragedia humana: los culpables tratando de explicar lo inexplicable, echándole la culpa al viento de los malentendidos, el ex gobernador Correa Falcón, ya muy viejo, hablándome de los peligros actuales del anarquismo; el coronel Viñas Ibarra repitiéndome una y otra vez que los "fusilados" en realidad habían huido a Chile (los de ahora, según Videla, se fueron a Europa). Los soldados -clase 1900- ya ancianos que lloraban al recordar el último gesto de los trabajadores fusilados, y maldiciendo haber sido utilizados así para favorecer a los estancieros ingleses. Y el general Anaya, mirándome fijo como para dejarme seco, amenazándome con un juicio por calumnias e injurias (que todavía estoy esperando y nunca llega, ojalá que lea estas declaraciones y se anime de una vez). Cuando me veía se le escapaba la mano como buscando su sable de caballería.

- ¿Por qué salió en Alemania el cuarto tomo de "Los vengadores"?

- En setiembre de 1974 se publicó el tercer tomo. La publicación del cuarto y último estaba planeada para febrero del 75 pero ya no era posible, Videla y Massera eran comandantes en jefe en el gobierno peronista y Harguindeguy su jefe de Policía Federal. Es el tomo más voluminoso y para el editor hubiera sido un riesgo muy grande. En el está el final de la polémica con el general Anaya que había comenzado a publicar "La Opinión".

Dejé los originales en Buenos Aires y un año después un extranjero, gran amigo de la Argentina, me los entregó en Alemania. Y para demostrar que no estaba vencido y que a mi libro no le iba a pasar lo mismo que al de Borrero, lo hice editar en Alemania. De los ejemplares que envié a la Argentina más de la mitad fueron requisados. Pero no importa, por lo menos la obra está completa en muchas bibliotecas y universidades europeas, norteamericanas y latinoamericanas..

- ¿En México se hizo una edición en un tomo?

- Sí, '"Nueva Imagen" hizo una edición resumen de los cuatro tomos en uno, con explicaciones para el público latinoamericano. Esa edición se llama "La Patagonia rebelde", igual que el filme

- ¿Se editará el cuarto volumen en la Argentina?

- No sé. Por lo menos no hay hasta el momento ninguna editorial dispuesta. Habrá que esperar que los uniformes desaparezcan de la vida política argentina.

-En el filme, ¿cuál fue tu participación?

- "La Patagonia rebelde" se basó en los dos primeros tomos de "Los vengadores de la Patagonia trágica". Hice también la mayor parte del guión que fue completado por Héctor Olivera y Fernando Ayala.que hicieron aportes muy positivos. Además, estuve presente en toda la filmación como asesor. Fue inolvidable todo aquello por el apoyo de la población santacruceña, en especial de las humildes peonadas. Es que por fin se venía a reivindicar a sus muertos, fusilados cobardemente, de quienes se habían olvidado todos. Ni siquiera los famosos curas salesianos se habían preocupado en medio siglo de poner una humilde cruz en las tumbas masivas.

- ¿En qué países se exhibe regularmente por televisión?

- Al obtener el Oso de Plata del Festival de Berlín de 1974, lo compraron de inmediato las televisoras de ambas Alemanias. La occidental la ha dado hasta ahora cuatro veces; la oriental, dos. También se dio en México, Venezuela, el Caribe y Estados Unidos. Pero como ya en octubre de 1974 no pudo salir ninguna copia más, España quedó sin verla, aunque le toca mucho porque gran parte de los huelguistas fueron españoles. Pero en enero de este año fui invitado a Barcelona al congreso de la central obrera libertaria, la C.N.T. y me llevé la cassette de video. Con el gran inconveniente de que estaba doblada al alemán. Imagínate los paisanos patagónicos hablando en alemán! Pero en una noche, la volvimos a doblar al castellano. Y así salió: fue todo un éxito, hubo emoción, principalmente entre los viejos luchadores de la Columna Durruti de la guerra civil española. Yo sueño que alguna vez pueda volver a verla en Buenos Aires, en pantalla grande. Ese día toda la recaudación tendrá que ser para las Madres de Plaza de Mayo.

- ¿Es posible ser historiador en la Argentina? O, para ser más claro: ¿historiador militante de una causa?

-Yo diría que se puede ser historiador y militante cuando esa militancia se llama verdad histórica. Todo historiador que no dice la verdad, que toma partido sólo por la verdad de unos contra otros tiene poca vida intelectual. Es decir, si yo, para demostrar mi tesis, falsifico un documento tergiversándolo o dándole una falsa interpretación, tengo poca vida en mi verdad porque, en historia, la mentira tiene patas cortas. Por supuesto que la historia es subjetiva y está sometida a la interpretación propia, a los valores propios del historiador. Pero me refiero a que esa interpretación hay que desarrollarla poniendo primero todas las cartas sobre la mesa. De manera que el lector, el estudioso, tenga la oportunidad él mismo de formarse su interpretación y discutir el parecer del autor. Decir: aquí estuvo flojo o allí lo traicionó su corazoncito.

- ¿El ejército nunca trató de rebatir su obra?

- Sí que lo intentó. La Escuela Superior de Guerra publicó un libro sobre el mismo tema con el evidente propósito de aplastar mi documentación, mis argumentos, mi interpretación. Para ello reunió a los historiadores más conspicuos del ejército y la armada: Picciuolo, Fued Nellar, De Stéfani y González Rubio. El libro, titulado "Bases para una investigación histórica sobre la campaña en Santa Cruz", es justamente la antítesis de una investigación histórica científica. Se basa en recortes de La Nación y La Prensa y de diarios patagónicos que representaban los intereses de los latifundios ingleses y locales, en discursos de políticos de extrema derecha, como Carlés, y en partes militares. Nada más. Todo lo otro no existe: ninguna referencia al archivo del Ministerio del Interior, de Relaciones Exteriores, a los telegramas cifrados, al del Juzgado Federal, a las federaciones obreras, y ni siquiera se analiza el debate parlamentario. Los obreros son calificados directamente de "bandidos" o "bandoleros" pagados por intereses foráneos (ese idioma ya lo conocemos). Hasta hay tres fotos falsas pertenecientes a una expedición militar muy diferente. Me quedé impresionado por la pobreza de todo el trabajo. Y me di cuenta una vez más de toda una mentalidad que va de la represión patagónica hasta la de nuestros días. No se quiere llegar a la verdad. Para ellos, historia es la historia que escribe "la autoridad". Y nada más. Es decir, la verdad la tiene quien tiene la manija. Recomiendo a los lectores que cuando lean mis libros tengan al lado el de la Escuela Superior de Guerra.

- Hablábamos del historiador militante.

- Para responderte voy a personalizar. Hay un caso que se encuadra perfectamente: el de Rodolfo Walsh. Rodolfo es un intelectual que, por buscar la verdad, combate. Hay tres obras maestras de ese nuevo estilo periodístico-histórico-investigativo-literario-poético de Rodolfo, armas novelísticas para esclarecer y allanar aún más los sucesos reales: El caso Satanowsky, Quién mató a Rosendo y Operación Masacre. Ahí está todo. Ahí está toda la verdadera historia argentina de los últimos años, la realidad argentina, los males nuestros en tres de sus aspectos: el poder de los servicios de informaciones, la burocracia sindical y por último la violencia primigenia: la de arriba. Cómo, por ejemplo, el general Quaranta o el coronel Fernández Suárez eran dueños y señores de la vida de todos, los patrones de estancia de la vida humana. Quien escriba en el futuro la historia científica de esos años argentinos deberá leer los libros de Walsh porque sólo en ellos encontrará la precisa ambientación de la sordidez de estos tres aspectos, que siguen primando en la vida de hoy. Me interesa mucho explicarme a mí mismo la desesperación política de Rodolfo. Y creo que si logro darme esa explicación podría ayudar a comprender a toda una generación hija de la violencia de arriba, que no es otra cosa que mantenimiento de los privilegios económicos mediante la represión militar.

- ¿Qué habría que hacer para asegurar el desarrollo de la historiografía en el próximo gobierno constitucional? Porque aquí está en juego la memoria de un país, de una sociedad...

- Se han perdido muchos años valiosos. Mucho ha sido llevado por coleccionistas y universidades extranjeras. Mucho se ha destruido, robado. Dos cosas son fundamentales: fondos para nuestros archivos y bibliotecas y gente idónea al frente de ellos, con consejos consultivos de investigadores y catedráticos. El ladrón de bibliotecas, y archivos, los funcionarios desleales y los que destruyan papeles públicos para encubrir culpas propias tienen que ser castigados por el Código Penal. Hay que cambiar toda una mentalidad, Pero, festejamos como delirantes el impacto de un Exocet y no podemos terminar el edificio de la Biblioteca Nacional. La banalidad de lo perverso, para parafrasear a Hanna Arendt.

- ¿Qué es el pasado que los historiadores desentierran, respecto del futuro? Me refiero a tu caso: ¿sirvió para algo tu denuncia?

- Bueno, aquí podríamos caer en una larga discusión entre optimistas y pesimistas, entre los que creen en el factor pedagógico y los que hablan del eterno retorno. En lo que a mí respecta me considero un cronista, un periodista histórico si cabe el concepto. Es un humildísimo trabajo de desenterrar verdades guardadas con el cerrojo de los intereses creados, y exponerlos en un lenguaje claro, como el del hombre de la calle. Me he propuesto no tener piedad con los despiadados. Mi falta de piedad con los asesinos, con los verdugos que actúan desde el poder se reduce a descubrirlos, dejarlos desnudos ante la historia y la sociedad y reivindicar de alguna manera a los de abajo, a los humillados y ofendidos, a los que en todas las épocas salieron a la calle a dar sus gritos de protesta y fueron masacrados, tratados como delincuentes, torturados, robados, tirados en alguna fosa común.

- En todos los sectores de la sociedad hay despiadados.

- Sí, no sólo en los cuarteles ni en la Casa Rosada, también en los directorios de los Bancos y de las transnacionales, en las fábricas de armas. O por ejemplo, si estudiamos la posición de la Iglesia en estos últimos siete años. Para mí son despiadados los príncipes de la Iglesia argentina que no han recordado ni una vez a ese mártir de la solidaridad que se llamó monseñor Angelelli. La Iglesia salvadoreña reverencia a monseñor Romero y el Papa se postra ante su tumba. Nuestro obispo Angelelli es el monseñor Romero argentino. Pero ha sido totalmente olvidado y se ha silenciado su nombre. Es típico de nuestro desgraciado país, nuestros grandes hombres siempre tuvieron que sufrir el olvido y la injusticia.

- Hablame de las líneas de trabajo sobre la historia que te parecen más representativas en la Argentina.

-Voy a responderte en dos palabras, porque el tema y la polémica consiguiente dan para un libro. Los argentinos tenemos por fin desde hace unos años al historiador que con sabiduría ha sabido cosechar el grano entre tanta paja de la historia oficial y las diversas interpretaciones del revisionismo. Me refiero a Tulio Halperin Donghi. Hay que leer, por ejemplo, su Revolución y guerra, amén de su Historia argentina. Son bases serias para una interpretación histórica, ésa que nos hace falta como punto de partida para mirar adelante sabiendo lo que verdaderamente fuimos.

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