Volver al Indice

crónicas del siglo pasado

REVISTERO

LEONARDO FAVIO LE DEDICO SU PELÍCULA "JUAN MOREIRA", Y AHORA ESTA POR FILMAR LA NOVELA DE JUAN CARLOS CHIAPPE "NAZARENO CRUZ Y EL LOBO". CHIAPPE ES UN HOMBRE DESCONOCIDO Y CONOCIDO: SU VERDADERA HISTORIA ESTA MAS ALLÁ DE LAS 700 NOVELAS QUE ESCRIBIÓ PARA RADIOTEATRO. PORQUE SU VIDA ES UNA NOVELA. AQUÍ, EL MISMO LA CUENTA.
chiappe2.jpg (19590 bytes)
El Colonial de Avellaneda
Un lugar donde Chiappe logró sus más grandes éxitos

 

 

 

Todo lo que tengo de importante es mi propia vida. Con errores, con fracasos, con algunos éxitos. Tal vez sea todo lo que he vivido el mejor argumento que todavía tengo sin escribir.
Admiro y envidio sanamente el talento ajeno. No podría dar una imagen de mi mismo. Pienso que la mejor imagen de mi, la más fiel, es la que puede dar la gente que me trató, que me trata, que me escucha, que está cerca de mi: los amigos, mis hermanos, la gente de mi pueblo.
Todo yo soy un himno de fe en el género humano. Cuando ya no haya nada ni nadie en quien creer, yo seguiré creyendo. Soy una planta de ternura. Rebroto a cada golpe, en cada desencanto. Tal vez me los fabrico para reverdecer. Aunque tampoco sé si soy lo que dice la gente. Lo que yo sé, porque lo siento, es que soy auténtico.
Cuando Juan Carlos Chiappe se sentó a su máquina y repicó estas líneas iniciales, yo ya estaba por irme con mi entrevista concluida. Sabía que había nacido el 28 de julio de 1914. Que había dirigido radioteatro desde los 24 años. Que había encabezado como actor y autor su propia compañía del 55 al 69. Y que por año, en las giras al interior del país, recorría sus 70 mil kilómetros. En definitiva, que había interpretado y escrito 700 obras. ¿Era esto un record? ¿Por eso lo había venido a ver? Cuando salí de su departamento de la calle Arcos recordé mi infancia. La fascinación que Chiappe ejerció en mi adolescencia. Las corridas que me daba a la salida del colegio para estar sobre el filo del mediodía, con la oreja, la cabeza, el cuerpo todo pendiente del horror y las aventuras. Audiciones que sembraron mi vida de novelería, que hicieron de alguna manera que yo fuera el que se sienta frente a Juan Carlos Chiappe y lo oiga y lo vea por primera vez.
Ahora vivo aquí. Tengo este departamento no sé cómo. Es muy grande para mi solo. Pero chico para guardar todos los recuerdos. Estrecho para las 70 cuadras que caminaba por no tener centavos para el tranvía.
De Rivadavia al 8800 hasta Estados Unidos. Ida y vuelta. Ahí estaba Radio del Pueblo. El hogar donde me hice y el nido donde siempre vuelvo. Un departamento muy chico para volar en aeróstato. Fue en Parque Patricios. Ganaba 2 pesos por cantar y bailar durante todo el día en una kermesse del parque. Unos franceses habían traído un globo más grande que "El Pampero" y me pagaron 25 pesos para que subiera a la canastilla. Tenía que cantar con un micrófono a 50 metros de altura. ¡Y todo para atraer gente!

—¿Por qué hizo todo eso?

—Porque necesitaba comer.

—¿Cómo fue su infancia?

—Mis padres murieron muy jóvenes. Cuando murió mamá yo tenía 11 años y cuatro hermanos menores que yo. A los 16 años un ómnibus atropello a uno de ellos.

—¿De qué trabajaba su padre?

—Tuvo un puesto en el mercado Alcobendas de Juan B. Alberdi y avenida La Plata. Mis padres eran argentinos hijos de italianos. Mi madre era menudita, le decían "Chica". Era muy alegre. En aquellos tiempos en mi casa no había motivos para ninguna alegría. En Buenos Aires hubo ollas populares. Nosotros fuimos muy pobres. Pero mi madre sabía arreglárselas para no perder su genio.

—¿Cuándo debutó en la radio?

—El 28 de febrero de 1928 canté en Radio Patria. Había tenido que olvidar los potreros. ¡Fui un wing insuperable! Me había fogueado en los andurriales de Villa Progreso, en el partido de San Martín, y en Floresta con sus calles de tierra.

HICE DE MI VIDA UNA ESCALERA

El departamento de Chiappe tiene muchas plantas y muebles de colores. Sillones verdes, amarillos. Un colorido diverso, atractivo. Como para dejar un rato la máquina de escribir, tomarse unos mates amargos que ceba Chiappe y oír su historia candorosa:

—Vengo de barrios bravos. A los dieciséis años jugando en la calle vi el primer tiroteo. Nadie en esa época anduvo con vueltas. Recuerdo aquella maestra de tercer grado que me puso a estudiar en serio. Por ella dejé de hacerme la rabona. "¿A quién querés más, a la calle o a mí?", fue todo lo que me dijo Ana Mercedes Zoya. Después me dio clases particulares. Di quinto grado libre. Quería entrar en el industrial. Ella me animaba. Pero ya había muerto mamá y eso fue imposible. A fines del año 30 me desmayé en la calle atacado de peritonitis. Cuando abrí los ojos en el Piñeiro lo primero que vi fue a mi maestrita.

—¿Cómo comenzó a escribir radioteatros?

—Antes había sido obrero gráfico. Después trabajé de lustrabotas, de oficinista y de cantante. Por el 38 hubo un concurso donde presenté un escrito mío. Veía el mundo hermoso aunque yo estaba muy triste. Tenía ganas de luchar. Una vitalidad heredada de mi madre, de aquella mujercita que pasaba hambre con una sonrisa. Cuando gané el concurso comencé a trabajar en radio. Al tiempo me proponen para dirigir una compañía. Tenía 24 años. Trabajaba en "Radio del Pueblo". Arsenio Mármol, Ismael Aguilar, Martinelli Maza, Héctor P. Blomberg tenían otros compromisos y no pudieron aceptar el cargo. Era una compañía con 33 actores. Yo escribía y trabajaba como actor. Mi primera novela con ambientación rosista, gustó a toda la gente del elenco. Pero notaba algo raro en el ambiente. Por fin lo supe. Yo no era nadie. Era un muchachito. No tenía autoridad, según los empresarios, para firmar ni dirigir nada. Entonces un escritor conocido en aquella época firmó con su nombre todo lo que escribía Juan Carlos Chiappe. ¡Qué vueltas tenia la vida! ¡Yo nunca seria nada!

—¿En qué momento puede firmar |o que hace?

—En Corrientes y Talcahuano un día escuché a dos hombres que señalaban a otro. Era el Malevo Muñoz. Fue un instante decisivo. Me iluminé por dentro. Era ferviente lector de Carlos de la Púa o del Malevo Muñoz, algunos de los seudónimos que utilizaba en "Critica". Fui a hablar con él. Con mucho temor le pedí que escuchara mis desdichas. El Malevo era grandote y socarrón. Hizo un gesto como de estar esgunfiado pero me dejó hablar. A la media hora me había llevado a su departamento en la esquina de Cangallo. Después me hizo socio de Argentores. Y me dio una idea para escribir. La leyenda de un pájaro, tema central de "Sangre en el río". Obra que escribimos juntos. En los teatros de barrios teníamos que volver hasta diez veces con los hermanos Antonio y Gerónimo Sureda. Ellos habían puesto letra y música a las canciones. Había hecho de mi vida una escalera y ya subía los primeros peldaños.

—¿Qué le enseñó Carlos de la Púa?

—A ser tolerante. A no juzgar apresuradamente. A tener justificativos para los errores ajenos. A transitar con amor entre la gente. El logró que dejaran de explotarme. Que fuera alguien. Mi situación humillante, mi pasión juvenil, habían despertado su simpatía hacia mí. "Yo te entibié las alas. Ahora volá solo". Con esa frase el Malevo quería decir que desde ese momento podía firmar con mi nombre todo lo que escribía.

POR BARRIOS Y PUEBLOS

Así va surgiendo la figura de Juan Carlos Chiappe. El pibe que durmió muchas noches en los asientos de los autos estacionados. Chiappe, el mismo que hoy escribe para televisión "Las aventuras de Minguito Tinguitella". El que se desvive por llevar un colchón a una familia de las afueras, por conseguir medicamentos para la guardería de Retiro, o juntar alimentos para la hermana Celia, para Genaro Pippo. Juan Carlos Chiappe, el hombre que llenó las 2.000 plateas del Colonial de Avellaneda durante años.

—Salir a los barrios es una prueba de fuego. Ahí se sabe cuando a la gente le interesa lo que uno hace. Al teatro va un 10 por ciento del total de la audiencia. Mi primera obra llenó el teatro meses seguidos. Lo que significaba una audiencia real fabulosa. Después escribí durante 7 años para Audón López y Héctor Miranda.

—¿Qué temas escribía?

—Una mezcla de autobiografía y de sucesos del día.

—¿Sus influencias?

—Fui un admirador de los pioneros del radioteatro: Roberto Valenti y Adalberto Campos. Los autores de "El león de Francia" y de "Fachenzo, el maldito". Leía infatigablemente a Yamandú Rodríguez, a Javier de Viana, Horacio Quiroga, Erico Veríssimo, Ricardo Gutiérrez, y cuanto escritor campero hubo.

—¿Dónde escribía los radioteatros?

—Me iba al recreo "Laura", en el Delta. Por cábala, iniciaba allí los primeros capítulos. "Marinella, la novia del río", "Una rosa de sangre sobre la arena", "El gorrión de Buenos Aires", "El caserón de los Barrientos", y "Por las calles de Pompeya llora el tango y la Mireya" fueron algunos de mis éxitos.

—¿Cuánto duraba cada novela?

chiappe1.jpg (19360 bytes)chiappe3.jpg (11352 bytes)
1961 "Juan sin ropa"
1974 con Leonardo Favio

chiappe4.jpg (13436 bytes)
Un taller gráfico donde trabajó a los 16 años: "esta es mi querida patrona de entonces"

chiappe5.jpg (9665 bytes)
"el clan del aire"

—Lo que la gente quería. Si gustaba, yo no tenia otro remedio que hacer nacer hijos, nietos y tataranietos. Cuando no andaba, un radioteatro podía terminarse en un par de meses. Escribía una novela de ambiente campero, otra español, otra italiano y también del Buenos Aires de principios de siglo. Trabajábamos 15 días en la radio. Dejábamos grabado y nos íbamos 15 días de gira por los pueblos. Lo que se ganaba en la radio apenas nos alcanzaba para vivir. Cuando llegábamos a los pueblos teníamos una técnica que dio buenos resultados. Nunca mostrábamos a las actrices antes de que se hubieran arreglado y maquillado. Los viajes por lugares de campo cansan a las mujeres. Pero el público tiene que ver a una actriz, incluso antes de la función, muy bien arreglada. Hasta hace muy poco tiempo, en los pueblos anunciaban la llegada de la compañía con bombas de estruendo. Así a la gente de los alrededores no le quedaban dudas. Con lluvia o sin lluvia íbamos a dar nuestras obras.

—¿Qué recuerda de sus giras?

—Los viajes interminables en nuestro ómnibus. La necesidad de llevar desde sogas, hasta telón y faroles. La vida dura de la gente del interior y lo mucho que es para ellos una función teatral. Incluso, las más humildes como eran las nuestras. En una ocasión, en Eduardo Castex, fuimos a representar una obra. Hacia meses que no llovía. La sequía angustiaba al pueblo. Yo soy un hombre de fe. Perdí la vista dos veces en mi vida y la recuperé. Eduardo Castex era uno de los pueblos donde mas auditorio tenia. Como sentí muy adentro las dificultades del lugar, hice una promesa ante el público. Una promesa que me costaba mucho personalmente: no volveríamos a actuar allí en el caso de que no lloviera antes de tres días. Diluvió al segundo día. Desde entonces tengo el cariño de aquella gente. Me llaman el brujito.

NAZARENO CRUZ, LEONARDO FAVIO Y CHIAPPE

Movedizo. Inquieto. Sin parar un momento de hablar, sonriendo con su mirada y saltando de una cosa a otra, así es Chiappe. Un hombre que se desvive por los demás. Habla mucho. Sí. Pero siempre está hablando de los otros. Es difícil centrar la nota en su persona.

—¿Cuál es su método de trabajo?

—Me levanto a las cinco y media. Escribo "humor". Después voy a la radio. Vuelvo a las tres y media de la tarde. Trabajo hasta las once. Escribo sin comer. Necesito sentir languidez, hambre. Eso me inspira y me hace pensar diferente. Cuando me pongo a escribir me olvido de todo. Hablo, discuto, grito. Soy pasional. Escribiendo se me va la vida. Yo soy todo lo que escribo. Cada novela mía está hecha con cachitos de mi vida. ¿Me la crees?

¡Pero claro, Chiappe! ¡Claro que le creo! ¿O acaso en 1973 no escribió diez programas simultáneos? "Malena muchacha de mi pueblo" (El Mundo), "Inocencio" (Mitre), "El humor de El clan del aire" (Mitre), "Lito, el diariero de la esquina" (Splendid), "Beba, la de la feria" (Argentina y 28 emisoras), "Marta y yo" (Excelsior), "De buen humor" y "Cosas que viví y las cuento" (LU 13 Necochea), un radioteatro (Del Pueblo) y también "Inocencio", para televisión. Sí, Chiappe. Le creo. Y tampoco me olvido que Favio le dedicó su película "Juan Moreira".

—Cuando supe que Favio dijo eso quedé muy emocionado. Era algo inexplicable. Después decidió filmar "Nazareno Cruz y el lobo", un radioteatro mío del 51. Desde entonces la gente trata de comprender más objetivamente mis trabajos.

—¿Cómo escribió "Nazareno Cruz y el lobo"?

—Fue en Bahía Blanca. Después de una función. El intendente nos invitó a toda la compañía a pasar la noche en su estancia. Se llama "El Fachinal". Era muy pequeña. De noche el lugar era tétrico. El viento aullaba entre los árboles. Ahí se me ocurrió recrear el lugar y vincularlo a la leyenda del séptimo hijo varón que se convierte en lobo. El terrorífico "lobizón", Rafael Jijona Sánchez escribió un ensayo donde rastrea la leyenda por todo el mundo. Pero lo que va a filmar Favio es algo muy distinto de lo mío. Uno tiene un hijo. Lo cría. Sabe cómo es. Pero son los demás quienes descubren siempre su riqueza. Eso es lo que ocurre en este caso. La película es fundamentalmente una obra poética mágica.

—Chiappe, usted que trabajó tanto tiempo en un medio masivo como la radio y que siempre presenta personajes populares, ¿qué opina sobre cultura popular?

—Principalmente hacer cosas con temática cotidiana es hacer cosas populares. Con lo que ocurre cerca nuestro. Hablar del dolor de la gente y sus ganas de salir adelante. Una vida cotidiana embellecida. Aunque muchas veces el escapismo de las novelas saque a la gente de la realidad, haga confundir los problemas más urgentes. El hombre también necesita olvidar. Soñar.

No sé hasta qué punto esta nota, estas fotos, dan cierta imagen del hombre que es Juan Carlos Chiappe. Del que amó a los cirqueros (Antonio Gordiano, del circo "Facio"), a los actores de raigambre popular (Totón Podestá y Atilio Suparo). Gente, poquita gente, de todos los nombres que surgen del delirio vital, palabrero, evocador nostálgico, sentimental y veraz de Chiappe. ¡Cómo transcribir: "Hubo un tiempo en que robaba radicheta y me la comía cruda y sucia del hambre que pasaba"! Y cómo dejar de ver a este hombre que llora en una tarde de invierno en la calle Moreto, que ya no es la de su infancia ni donde murió su madre, sino tan sólo una calle de tristeza fulera. Volvamos, Chiappe. Dele que está de gira por Pigüé, Coronel Pringles, o vaya a saber por dónde. Y Juan Carlos Chiappe pasa ahora conmigo por Parque Avellaneda. Mira la arboleda de su infancia y me dice: "Los caballos se desbocaban cuando aparecía el fantasma entre los eucaliptus".
Alberto Perrone
fotos Eduardo Forte

revista Gente y la actualidad
julio 1974

 

Google
Web www.magicasruinas.com.ar