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crónicas del siglo pasado

REVISTERO

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Jorge Luis Borges
1974

 

 

 

AÑOS DE MADUREZ

-En la década del 40 usted ya había optado por el cuento, como manera de expresión literaria, y había alcanzado madurez estilística. Ya había publicado cuentos que podrían considerarse perfectos.
-Bueno, es usted demasiado generoso, no estoy de acuerdo con usted. Además, esos cuentos pasaron más o menos inadvertidos.
-¿Usted tenia conciencia de que su obra era un aporte importante para nuestra cultura?
-Bueno, jamás pensé eso. Y no se si puedo pensar en eso ahora tampoco.
-¿Que notaba usted en sus amigos, en la gente que frecuentaba?
-Noté que todos teníamos cierta nostalgia por el pasado inmediato. Y muchos, incluso, por un pasado inmediato que no habían conocido. Por ejemplo, yo no sé, en qué año exactamente surge la leyenda de la confitería de "Hansen". Yo nunca he estado allí, pero un tío mío, que la frecuentó mucho, me dijo que era un lugar de esparcimiento para familias. La única muerte que ocurrió fue la de un muchacho cuyo nombre no recuerdo, al que mató un rufián. Pero eso no fue en lo de "Hansen", fue en un lugar bastante distinto, que se llamaba "El Tambito". Inexplicablemente lo de "Hansen" se convirtió en un lugar terrible. En todos los tangos figura, ¿no? Yo he notado que los argentinos, cuando no están en el país sienten nostalgia por una época que no han conocido directamente. Viven añorando un pasado de patoteros que no han ejercido nunca. Un muchacho me dijo a mi en Nueva York que venía de una reunión en la que no se había cantado ni un solo tango. Yo le respondí: "Bueno, usted se sentirá como en Buenos Aires. Yo jamás he asistido a reuniones en Buenos Aires en donde se canten tangos".
-Durante la década del 50, Borges, su nombre, en virtud de su obra escrita, había empezado a alcanzar trascendencia internacional. ¿Cómo recibió usted ese repentino renombre?
-Con alegría, desde luego. Pero al mismo tiempo con el temor a que se descubriera que yo no merecía realmente ese renombre, con el temor de haberme convertido en un impostor, si, en una mezcla de impostor y de chapucero. Algo así como un impostor y un chambón. Ahora yo hice lo posible para que no ocurriera eso, imagínese. Creo que tengo ganada una reputación, pero esa reputación es un poco como la de la confitería de "Hansen". Un poco falsa, ¿no?
-Por supuesto, jamás podría estar de acuerdo con eso.
-Pero fíjese una cosa: los otros días me encontré con un señor acá a la vuelta de casa, eran las 11 de la noche, me detuvo, me besó la mano -yo me quedé atónito, no tenía ganas de enojarme con él-, y me dijo: "Pero encontrarme con usted, maestro, aquí, esta noche es inolvidable para mi..." Yo le dije: "Dígame: de lo que yo he escrito, ¿qué es lo que más le ha llamado la atención?" "Francamente", me dice, "no he leído una sola línea suya". Entonces le dije: "Bueno, mire, le aconsejo que no lea nada mío si quiere persistir en ese culto. De modo que me parece que usted ha obrado de un modo prudente".
-Borges. ¿Cómo veía usted al país de esos años, me refiero a la década del 50? Estoy hablando de sus amigos, de la biblioteca...
-Es una pregunta demasiado general para mí. Además, yo tengo muy pocos amigos; frecuentaré una media docena de personas... En cuanto a mi vida pública..., he ido a congresos literarios, me han invitado a universidades norteamericanas y europeas, pero eso es circunstancial. Actualmente pertenezco a la Academia Argentina de Letras, pero no voy casi nunca, de modo que en cuanto a grupos o movimientos, yo puedo hablarle muy poco.
-De acuerdo...
-A mí me incluyen siempre en el grupo "Martín Fierro", y la verdad es que, como le dije, yo sentía escasa simpatía por aquello: eran personas que querían llamar la atención. En eso me parezco a mi padre. Recuerdo que cuando me regaló "El hombre invisible", de Wells, esa admirable novela, me dijo: "Yo quisiera ser el hombre invisible. Y además lo soy".

"Y AHORA SOLO ME QUEDAN LA VAGA LUZ, LA INEXTRICABLE SOMBRA"

-¿En qué medida, Borges, su progresiva ceguera influyó en su vida y en su obra?
-Bueno, no quiero jactarme, pero creo que ha sido benéfica para mi, al menos para mi literatura. No benéfica, digamos, personalmente... Porque yo hubiera preferido llevar la vida de antes, me hubiera gustado seguir leyendo... Pero, en el ario 55, cuando me nombraron director de la Biblioteca Nacional, bueno, ya en ese año comprobé que apenas podía descifrar lo que ahora no puedo descifrar: las carátulas de los libros, los títulos impresos en los lomos... Pero eso me ayudó a ejercer una actividad literaria más continua. Desde luego, yo sentía un gran placer en la lectura y la extraño mucho. Es muy distinto leer uno a que le lean a uno. Me gustaba hojear un libro, empezar un párrafo, dejarlo, volver una página, buscar otro..., nunca he sido estudioso, digamos, metódicamente. Todas mis lecturas han sido un poco azarosas, un poco imperfectas, aun tratándose de los escritores que yo más quiero. Hay otros escritores que no conozco y que no tengo ganas de conocer tampoco. Bien, yo pierdo la vista, entonces pierdo la capacidad de leer. Luego, yo he tenido el vicio o el placer de las largas caminatas, sobre todo por las afueras de Buenos Aires. Desde el centro he llegado hasta la Chacarita; una vez fui hasta Puente AIsina y he llegado hasta el bajo Saavedra. Por Barracas he caminado mucho, también. Bueno, yo me vi privado de esos dos placeres: el de la lectura y el de las andanzas por las orillas de Buenos Aires. Entonces, a mi no me quedó sino escribir. Al mismo tiempo, para escribir tenia que dictar. Pero yo he escrito mucho más después de la ceguera que antes. Porque ahora, ¿qué otra cosa puedo hacer sino imaginar cuentos y dictarlos después? Supongo que la ceguera total es terrible. Pero una ceguera como ésta, como la que yo tengo, por ejemplo, que me permite ver una mancha blanca, que es el papel que usted tiene, que me permite ver dos claridades, que son' esas dos ventanas, que, me permite ver una agitación más allá, que es el fotógrafo. .. Y todo eso en una especie de neblina entre verde y azulada y gris no es realmente doloroso. Ahora, posiblemente, estar en tinieblas, sí. Eso es distinto. Bueno, como yo cada día veo un poco menos, todo el asunto se hizo muy lento, no ha habido ningún memento trágico. Por ejemplo, una persona que de pronto pierde la vista puede pensar en el suicidio. Pero una persona que empieza a perder la vista desde el momento que comienza a ver, desde la niñez, bueno, viene a ser como una especie de muy lento crepúsculo. Mis 75 años han sido un lento crepúsculo. De modo que la angustia de la ceguera ha estado como difundida...
-Diluida, de alguna manera...
-Si, diluida, sí...
-Escúcheme, Borges, ¿qué espera de los años que le quedan por vivir? ¿Tiene algún tipo de expectativa?
-Sí. Ahora estoy esperando que se publiquen mis obras completas. Yo sé que va a ser una gran emoción para mi. Debo eso a la generosidad de la Editorial Emecé. Yo les dije que no lo hicieran porque no iban a vender un solo ejemplar. Pero ellos me dijeron que si, que creían que podía ser una buena especulación comercial. Y yo les dije que bueno, pero que si no vendían un solo libro que después no me echaran la culpa a mí. Después de todo, yo había hecho lo posible por que no lo hicieran. Pensé que vender un libro mío les iba a costar mucho. Pero, desde luego, como la venta de un libro es cuestión de propaganda, puede ser... Además, sé que voy a sentir un gran placer en ver reunida en un solo volumen la obra literaria de toda mi vida. Por otra parte, me he tomado el lujo de dejar caer dos o tres títulos, dos o tres volúmenes que no me gustan. Y he agregado muchas composiciones nuevas, también. Luego, tengo además, hasta ahora, nueve cuentos nuevos; me pidieron ocho para un libro, pero yo ya tengo nueve; habrá alguno muy breve, desde luego, y espero agregar otro. Formarán parte a fin de año o el año que viene de un libro de cuentos inéditos. Tengo eso. Me parece que con esas dos esperanzas uno puede seguir viviendo, ¿no? Desde luego, en este momento mi madre está muy grave; ya ha cumplido 98 años el día del Cabildo Abierto, el 22 de mayo...

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Borges y Bioy Casares

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Leonor Acevedo de Borges, madre de Jorge Luis Borges

 

INFLUENCIAS

-Usted habló en muchas ocasiones de la influencia que Groussac ejerció sobre usted...
-Si, creo que ha influido mucho en mí. Pero, sobre todo, en el sentido negativo, en el sentido de enseñarme a prescindir del lujoso estilo de Lugones. Usted ve, hay cuentos, "Las ruinas circulares", por ejemplo, que escribiría ahora de un modo más sencillo. En aquel tiempo yo escribía bajo el influjo de Chesterton, que era, como yo, un escritor barroco. Ahora creo que Groussac escribía mejor prosa que Lugones y pensaba mucho mejor que Lugones. desde luego. Pero Groussac ha tenido esa desdicha de ser desconocido en Francia y de ser considerado aquí un francés intruso.
-El siempre se sintió algo así como exiliado...
-Si, eso se ve en la dedicatoria de un libro que dice: "A mis hijos, a quienes dio patria mi destierro". Luego intentó explicar que destierro no significaba destierro sino estar lejos de su tierra... Cómo no va a saber él la connotación de la palabra destierro.
-Y aparte de Groussac y de Macedonio Fernández, ¿qué otra influencia decisiva reconoce en su obra?
-Bueno, Stevenson y el Rudyard Kipling de los cuentos. Por ejemplo, en los cuentos de "El informe de Brodie" hay un relato que yo creo es el mejor cuento mío, "La intrusa". Ese cuento lo escribí después de releer algunas ficciones que Kipling escribió cuando muchacho. Yo pensé entonces que lo que un muchacho de genio puede escribir a los veinte años, quizá pudiera escribirlo un viejo hombre de letras que, desde luego, sabe que no tiene genio. Es decir, una historia muy densa y muy apretada al mismo tiempo; una historia que contenga, como contienen tantos cuentos de Kipling, la densidad de una novela en unas pocas páginas.
-Hablemos de literatura francesa... ¿En qué medida influyó en usted la literatura francesa del siglo XIX? Me refiero, por ejemplo, a Baudelaire o a Rimbaud...
-No, yo elegiría otros autores. Sobre todo está Hugo, y luego hay un escritor que tiene que haber influido en mi por lo mucho que lo he leído y releído y por el afecto casi personal que le tengo: Flaubert. En cuanto a Baudelaire, yo fui muy devoto de él, todavía puedo repetirle muchas "flores del mal", pero eso era cuando yo tenia 21 años; actualmente no, no me gusta, me parece un poeta muy torpe, muy inferior a su maestro, Poe, que tampoco me interesa como poeta. Poe, fíjese qué caso curioso: yo veo a Poe como un hombre de genio, pero como un hombre de genio que está en casi toda su obra pero que resulta difícil encontrar en alguna página suelta. Lo más importante de Poe es la imagen que él deja. Si uno analiza una página suya, uno ve, bueno, que hay muchos ripios, muchas decoraciones, balines que ha gastado... Por ejemplo, creo que "El cuervo" es uno de los peores poemas que se hayan escrito. Sin embargo, él lo cree muy bueno. Pero actualmente ese tema, ese cuervo, esa muchacha que los ángeles llaman Leonor, todo eso, yo no puedo conmoverme con eso, hago lo posible, pero la verdad es que me siento definitivamente escéptico. Y lo mismo me pasa con las poesías de Baudelaire.
-¿Y Rimbaud? ¿No ha dejado ninguna huella en usted, aunque más no sea lateral o superficial?
-No, Rimbaud no. Yo supe de memoria algún libro suyo, luego intenté fortuna con otros escritos, pero la fortuna fue escasa. Como persona no me interesó tampoco. Ahora Verlaine, si. Fue uno de los grandes poetas, no sólo de Francia sino de todo el mundo. Hay una inocencia en Verlaine, una espontaneidad... Será, posiblemente, que uno admira en otros escritores lo que uno no puede tener. Porque yo sé que si logro algo bueno será a fuerza de trabajo. Entonces admiro a poetas como Verlaine o Words-worth, que pueden escribir con inocencia. Creo que el mismo Shakespeare escribió con inocencia, a pesar de lo barroco de su estilo. Ese barroco era algo orgánico en él, algo natural. Ahora Verlaine, yo creo que es un gran poeta; desde luego, eso es un lugar común. Luego hay otro poeta -yo voy a deshonrarme nombrándoselo a usted-. Leconte de Lisle. No los poemas descriptivos, creo que la poesía descriptiva es un error, pero si aquellos poemas en los que él expresa su pesimismo. Me parece que son admirables.

 

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