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¿Por qué lo mataron?
Hay preguntas cortas que exigen respuestas largas, como explicaba el papa Pío XII.
Mataron al padre Mugica porque sabían que su muerte provocaría una conmoción, y
apostaban al caos que se cierne como una tormenta sobre la inmensa mayoría de los
argentinos, que ya se quedaron afónicos reclamando paz y libertad para trabajar.
Creíamos que habíamos perdido la capacidad de asombro ante nuestro purgatorio
cotidiano de bombas, secuestros, torturas, asesinatos.
La lista no toleraba excepciones. Incluso fueron asesinadas mujeres y secuestrados
niños.
Pero algo faltaba:
NUNCA SE HABÍA ASESINADO A UN SACERDOTE.
¿Por qué conmovió tanto su
muerte? El padre Mugica tenía "ángel" o carisma. Se hacia querer. Incluso por
sus enemigos. Era de temperamento apasionado, "calentón", como se dice en la
calle, del que se embala rápidamente. Pero embestía de frente. A cara limpia. Sin más
armas que su crucifijo y su manera combativa de entender su sacerdocio. Fue muchas veces
arbitrario, injusto. Lo reconoció. Tan rápido para la equivocación como para la
rectificación. Pero en todos los casos de buena fe, sin mala conciencia, sin especular.
Seguía siendo "Carlitos".
El que en lugar de defender a los pobres vivía a su lado, predicaba con el
ejemplo. Se habló mucho de su dormitorio en un dúplex de la calle Gelly y Obes, en casa
de sus padres, pero era más fácil encontrarlo a cualquier hora del día y de la noche en
su capilla del barrio Comunicaciones, detrás de Retiro, con sus "villeros".
Incluso lo asesinaron en Mataderos, al salir de misa, y cuando el padre Jorge Vernazza le
dio la extremaunción las últimas palabras del sacerdote asesinado fueron:
"NUNCA MAS QUE AHORA DEBEMOS ESTAR UNIDOS
JUNTO AL PUEBLO"
¿Era un político o un
sacerdote? Un sacerdote. Y por eso lo mataron. Cuando se le planteó la disyuntiva de
optar entre la política y su sacerdocio, siempre eligió los hábitos. Por eso rechazó
la candidatura a diputado que le ofreció el FREJULI. El libro que publicó el año pasado
se titulaba "Peronismo y Cristianismo", pero aunque su toma de posición
política fue clara en todo momento, también fue igualmente clara su decisión de
mantenerse como sacerdote. Alguna vez estuvo preso, pero nunca fue sancionado por la
jerarquía religiosa.
NO LO MATARON POR RAZONES POLÍTICAS SINO QUE
FUSILARON A UN SACERDOTE
¿Cómo nos sentimos ahora?
Hay momentos, como explicaba el poeta peruano César Vallejo, en que "el dolor
crece en el mundo a 60 minutos por segundo". Los relojes, como el almanaque, retratan
toda su impotencia en algunos instantes. La sensación de estupor primero y de angustia
después, no pudo ser apresada por el tiempo. Lo cierto es que el despertar del domingo no
tuvo gusto a medialunas calientes con el desayuno en la cama sino un enchastre de luto que
se contagió en las lloviznas de la tarde. Y el lunes, un lunes interminable, con las
piernas que parecían clavadas en la pena; inmovilizadas por esta ciénaga incomprensible.
Más allá de hacer puntería sobre la sotana de Mugica los asesinos buscaban esto:
HACERNOS SENTIR IMPOTENTES
¿Y todo por el padre Mugica?
No. La vida y obra del sacerdote asesinado, por importante que sea, es menos
trascendente que el fenómeno que acaba de producirse en el país. Las diez mil personas
que acompañaron sus restos son la parte visible de un pesar más profundo, Como en los
icebergs, lo más importante está oculto bajo las aguas.
Hasta la noche del sábado nadie podía creer, sensatamente, que el sacerdote
estuviera en la lista de ningún atentado en marcha.
No se podían hacer aquí acusaciones de "burocracia sindical" ni de
"desviacionismo", de "infiltración" o de complicidad en negocios o
imperialismos de turno. Si un arma le disparó lo hacia para buscar otro impacto.
HAY 25 MILLONES DE ARGENTINOS EN LA MIRA DE
LOS ASESINOS
¿Sus opiniones pueden ser causa
del asesinato?
Eso seria dejarse llevar por una pista falsa. Como esas pistas que los asesinos
dejan para engañar a los investigadores. Insistimos. Al padre Mugica no lo mataron por
pensar como pensaba sino que buscaron un sacerdote cuya muerte tuviera la repercusión
más espectacular posible. Y eligieron bien. En política importan más los hechos que las
palabras, y a través de su misión sacerdotal en las villas el padre Mugica se había
hecho conocer en medios no politizados, entre personas que muchas veces podían disentir
con las ideas del religioso en el plano temporal pero no por eso dejaban de respetar su
coraje para defenderlas en la práctica.
LO MATARON PORQUE ERA POPULAR
¿Por quién doblan las campanas?
Es la pregunta que se hizo Carlos Floria, uno de los más lúcidos analistas políticos,
en el diario "El Cronista Comercial", del lunes. Y respondió: "Tal vez el
asesino fuese un mercenario, quizá un alienado ideológico. Quizá haya matado enviado
por otros, autores intelectuales del hecho. Tal vez lo haya hecho en nombre de grandes
palabras: la patria, el deber, la clase, el partido, la justicia o la libertad. No se
sabe. No se sabe si lo sabremos. Pero en todo caso conviene estar en claro acerca de algo
que se nos presenta junto a cada tragedia como la presente: que no existen apenas ejemplos
en la historia de doctrinas que hayan predicado el empleo sistemático de la violencia, o
de mentalidades que la hayan usado de manera también sistemática, de que UNA VEZ
ALCANZADO EL PODER, NO HAYAN INSTAURADO UN RÉGIMEN DE TERROR".
¿Hasta cuándo habrá asesinatos
impunes?
Es la pregunta que brota cuando se secan las lágrimas y la indignación se hace
reflexión amarga. ¿Por qué nunca se descubren estas muertes? ¿Quién es cómplice de
los criminales? Porque nada logró saberse para condenar ni a los asesinos del obrero
Vallese ni del empresario Sallustro, ni del sindicalista Rucci ni del general Aramburu, ni
del interminable catálogo de muertes que se engrosa todos los días. Se ha instalado como
una costumbre la aplicación de la pena de muerte. En algún lugar del país una
conspiración de desconocidos aplica un concepto muy particular de su justicia. |
AYER RUCCI, HOY MUGICA, ¿MAÑANA?
¿Qué defensa hay contra los
asesinos? Ninguna. Por eso matan. Porque es fácil. Es cuestión de elegir la víctima y
apretar el gatillo. De nada sirven la ley ni las instituciones. Estamos al arbitrio de los
encapuchados, los dueños de la libertad y la muerte. Por momentos es un ping-pong
trágico entre activistas de ultras de un lado y de otro. Pero casi siempre prefieren los
del medio. En eso los extremos se tocan. "Como ya lo hemos afirmado en dos ocasiones
anteriores (30 de setiembre y 23 de enero último), hoy los hechos de violencia,
realizados por individuos o grupos, no pueden, en manera alguna, pretender la menor
justificación política, ni mucho menos moral", explicaron los sacerdotes para el
Tercer Mundo en un documento dado a conocer hace un par de semanas.
LA VIOLENCIA NO TIENE JUSTIFICACIÓN POLÍTICA
MORAL.
¿Quién carga las armas?
E| demonio, como previene un refrán popular. El papa Benedicto, que murió al par
de semanas de iniciarse la Primera Guerra Mundial, rechazó indignado a quien le pidió
que dijera su bendición ante un envío de armamentos: "Nunca bendeciré la
guerra". En la Argentina se ha jugado mucho sin tener presente la sabia advertencia
de que "el demonio carga las armas". Y en esta hora del desarme no faltan
quienes se agarren de sus bombas o metralletas como de sus argumentos de mayor peso. En un
debate de ideas las queremos terminar a balazos. Como la vida del padre Mugica, que no
tenía más "ferretería" que el signo de la cruz, del hombre que al
sacrificarse por la humanidad provocó el cambio más trascendente sin más fuerza que el
amor.
LAS ARMAS LAS CARGA EL DEMONIO.
¿Por qué se habla tanto de
violencia? Está de moda. Es fácil. No exige pensar. Estamos en la cómoda. En una
actitud nihilista más propia de chicos malcriados y neuróticos que de adultos
comprometidos con la grandeza que debemos al país. La conversación de todos los días
está infectada de términos bélicos, de disposiciones tácticas o estratégicas, de un
lenguaje más propio de militares que de civiles. Es la sofisticación de la guerra. Que
siempre es menos difícil y ardua que la paz. Preferimos los mártires. Adoramos el luto.
Estamos enceguecidos por el negro.
DECLARAMOS LA GUERRA A LOS QUE HABLAN DE
GUERRA.
¿Qué dijo Mugica en los
últimos días? El viernes, a última hora, entregó en la redacción del diario "La
Opinión" un artículo para reafirmar el liderazgo de Perón y explicar la apelación
de los sacerdotes del Tercer Mundo, para que la juventud no se apartara del proceso
justicialista. El padre Mugica pidió que no se postergara la publicación de ese
articulo. Estas palabras fueron el último testimonio periodístico de la posición del
sacerdote:
"Con la doctrina de la Iglesia hemos sostenido que la violencia aneja a la
insurrección revolucionaria puede, en algunas circunstancias y bajo precisas condiciones,
ser legitima. Hoy son precisamente las circunstancias las que han variado
fundamentalmente: el pueblo se ha podido expresar libremente, se ha dado sus legítimas
autoridades, que van dando los pasos necesarios para la total institucionalización del
país". "LA JUVENTUD ESTA EN UNA ENCRUCIJADA: OPTAR POR LA REVOLUCIÓN NACIONAL,
QUE SE NUTRE DE NUESTRA ESENCIA CRISTIANA Y POPULAR..., U OPTAR POR EL SOCIALISMO
DOGMÁTICO..."
¿Lo mataron por motivos
ideológicos? No. Pero es útil saber cómo opinaba últimamente el sacerdote asesinado.
Conviene conocer el pensamiento actualizado de Mugica, un sacerdote que como siempre
lo dijo acató el pensamiento del Tercer Mundo "en comunión con los
obispos". Pero, se insiste, no es un asesinato ideológico. En estos momentos, tanto
la víctima como los sectores a quienes se pretenda endosar el asesinato son igualmente
destinatarios de una violencia que los trasciende y que está más allá de los intereses
mayoritarios y nacionales.
LAS IDEAS NO SE MATAN.
Y ahora ¿qué?
A trabajar, como siempre. A mantener la cabeza fría mientras las circunstancias
hierven. A no hacer lo que nuestros enemigos nos quieren empujar a realizar. Este rosario
de muertes para provocar tiene que tener un sentido totalmente inverso al que pretenden.
Por encima de nuestros muertos, de cualquier bando, tenemos que estar unidos para respetar
no sólo el mandato de hermandad de todas las religiones sino el explícito
pronunciamiento de las urnas en marzo y setiembre de 1973.
E| pueblo votó por la paz.
El pueblo está haciendo lo imposible para conservar la paz.
Se necesita mucho coraje para no perder la calma y dejarse llevar por la bronca,
arrasando lo que está delante nuestro. Pero sería un blanco equivocado. Actuaríamos
como proyectiles involuntarios de los asesinos. Destruiríamos lo nuestro.
Porque es muy fácil hablar de guerra civil, de violencia, de la sangre como
partera de la historia.
Pero nada es más cruel que la guerra entre hermanos.
Mugica lo comprendió. Y después de haber levantado muchas veces la voz para
proclamar la fuerza de sus ideas políticas, sus reflexiones lo mostraron buscando un
camino pacífico para llevarlas a la realidad.
Hubo oportunidades en que Mugica les dio armas a sus propios enemigos, en que
alimentó la intolerancia con su propia precipitación de padre "Carlitos", pero
en última instancia no era más que la violencia de las ideas.
Nunca cruzó el límite. Quiso ser fermento pero no coágulo de sangre helada.
Su polenta juvenil pudo haberle traído adversarios pero nunca enemigos. A veces
predicó con la irritación del Evangelio ante la injusticia, pero no perdió de vista la
trascendencia de su ministerio como palabra de Dios en la Tierra.
En la tribuna de fútbol, donde su simpatía por Racing le hizo perder muchas veces
la calma, cuando terminaba el partido se iba dialogando con los que en el tablón pudieron
tener fanatismo por el otro cuadro. Porque quería contagiar su pasión. Así en la Tierra
como en el Cielo. Por eso fue popular en la cancha, en la villa, en la capilla Cristo
Obrero. Por eso lo mataron.
AMEN.
HORACIO DE DIOS
Revista Gente y la actualidad
Mayo 1974 |