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Y, efectivamente, nunca lo vi más,
salvo, como tantos otros argentinos, a través de la pantalla de la televisión. Pero
finalmente Perón pudo realizar esos dos sueños que yo intuía alentaban en su espíritu.
Volvió a su Patria y vistió su uniforme militar. Y los hombres y mujeres que lo amaban
sintieron que sus vidas se enriquecían y se hacían plenas por el solo hecho de tenerlo
aquí, cerca de ellos...
Por mi parte, muchas veces tuve ganas de completar aquella entrevista de 1969 para
preguntarle todo lo que me faltaba saber de éstos, sus últimos años, los de su triunfo,
los de su justificación histórica. No lo intenté siquiera. Pero ahora puedo permitirme
este reportaje con las preguntas que pude plantearle y las respuestas que en otras
oportunidades dijo a otra gente. Porque muchos le preguntaron lo mismo que podría haber
preguntado yo y otras veces Perón se adelantó a responder a interrogantes que nunca se
le formularon.
Imagino, entonces, a Perón como en aquel Día de Reyes de 1969, en el escritorio
de su casa madrileña. Atrás, la niebla invernal se levanta entre los pinares. Frente a
mi, Perón, su sonrisa, su cordialidad, su habilidad política, su antigua sabiduría. Y
una charla sin apuro, pausada, fluyendo entre el jefe justicialista y un argentino
preocupado por su país.
HISTORIA
-Si no tiene inconveniente,
General, empecemos hablando de historia. ¿Cómo se ubica usted dentro del proceso
histórico argentino?
-Vea, hay dos líneas históricas
en el país, con referencia a los hombres de gobierno: la línea hispánica y la línea
anglosajona. Eso se ve desde el primer gobierno patrio en adelante. Todos los que
presidieron el país en nombre de la línea anglosajona son masones, desde Posadas, primer
director supremo, Alvear, etc. Sólo hay tres que no fueron masones: Juan Manuel de Rosas,
Hipólito Yrigoyen y Juan Perón. Es decir que la línea hispánica, que es la línea
nacional (porque la otra es la línea colonial) está representada también por Yrigoyen,
que es un hombre de mi línea.
-Pero usted, siendo capitán,
participó de la revolución que volteó a Yrigoyen en 1930...
-Yo estuve en la revolución del
30 contra Yrigoyen; era oficial de la Escuela de Guerra y, ¡claro!, era una revolución
militar y había que obedecer. Pero Yrigoyen era un grande hombre: un hombre
independiente, un paisano de convicciones firmes, honesto, de esos que a uno le dan la
mano y es como si firmaran un contrato... En la revolución del 30, como militar, había
que estar... Además, la precedió una campaña que engañó a todo el mundo, lo mismo que
pasó en el 55. Es la misma revolución, con la misma saña: al pobre Yrigoyen lo mataron,
y a todo el que tenga la desgracia de caer en esta lucha le pasará lo mismo, le harán la
misma leyenda que a Yrigoyen o que a mí...
-Usted mencionó también a
Rosas. . .
-Ya que hemos hablado de Rosas,
recuerdo que durante mi gobierno hubo una iniciativa para repatriar sus restos. Yo la
hubiera auspiciado con toda decisión. Si hubiera sabido que iba a caer en el 55, lo
hago... Nosotros estábamos en un trabajo de revisión histórica, pero yo pensaba que
había que prepararlo bien antes de repatriar esos restos. Preparar bien todo, explicarlo
todo y recién después traerlo. Pero apoteóticamente, no vergonzantemente como se lo
quería traer. Esto era lo que yo sostenía. Ahora, si hubiera sabido que el 55 caía del
gobierno, hubiera llevado a cabo ese acto mucho antes. Me parecía que todavía no estaba
maduro, que había que preparar todo eso.
-Y ahora, hábleme de su propia
historia, general...
-Mi padre era hijo de don Tomás
L. Perón, médico y doctor en química. La vida de ese abuelo está sembrada de honores:
fue senador nacional (mitrista) por la provincia de Buenos Aires, presidente del
Departamento Nacional de Higiene, que él mismo había creado, y practicante mayor del
Ejército, en la guerra del Paraguay. La madre de mi padre era uruguaya, oriunda de
Paysandú, hija de vascos franceses que provenían de Bayona. Los apellidos de mis abuelos
maternos eran Toledo y Sosa: hasta donde llega mi conocimiento, todos los antepasados de
esa rama fueron argentinos y fundadores del fortín que era Lobos en tiempos de la
conquista. Mi madre nació allí, en Lobos, entre esa gente humilde y trabajadora del
campo. Mi padre, Mario Tomás Perón, creció en el seno de una familia acomodada. A la
muerte de mi abuelo siguió estudiando medicina, una carrera que había empezado para
satisfacer los deseos paternos, pero luego se cansó y agarró para el campo, que era lo
que realmente le tiraba. Había heredado unas tierras en Lobos y allí se instaló como
estanciero. En Lobos nací yo, cuando mi hermano Mario ya tenía cuatro años.
-¿Pertenecía a algún partido
su padre?
-Mi padre era estanciero en la
provincia de Buenos Aires... ¡y si no hubiera sido conservador no hubiera sido estanciero
allí! Me acuerdo que el primer amigo que tuve allí fue un domador que se llamaba Sixto
Magallanes, domador de la estancia de mi padre -cuando yo era muy chico, porque yo estuve
muy poco en Lobos; enseguida nos fuimos a la Patagonia-, y este paisano andaba siempre de
boina colorada, que era como la divisa conservadora...
-Usted estuvo cinco años en la
Patagonia...
-Creo que toda la familia
recibió en la Patagonia una lección de carácter. Yo doy gracias a Dios por eso: he
comprendido que esos cinco años en los que se formó mi subconsciente ejercieron una
influencia favorable sobre el resto de mi vida. En 1904, mi padre, hombre austero y buen
conocedor del campo, compró dos o tres leguas de terreno en Comodoro Rivadavia, al pie de
la famosa meseta basáltica, en el centro de Chubut. Nos mudamos allá a fines de 1905,
pero casi enseguida me enviaron a Buenos Aires a seguir mis estudios. El cambio fue
tremendo: de la libertad absoluta, en medio de la cual le agradaba vivir a mi padre, pasé
a una disciplina escolástica que debía transformarme y transformar mi vida. Al principio
eso fue muy duro, pero resultó ser una gran escuela para la formación de mi carácter,
forjado en las duras condiciones de la vida patagónica, donde sólo la lucha contra el
frío representaba un esfuerzo casi sobrehumano. Ahora no era el frío lo que tenía que
vencer sino las exigencias estudiantiles, que eran mucho más engorrosas y difíciles para
mí.
CONDUCCIÓN
-En 1911, usted, general, ingresa
en el Colegio Militar. ¿Qué significó para usted la carrera militar?
-La profesión militar, como
todas las profesiones, tiene dos aspectos: por un lado, el troupier, que cumple el oficio
militar, y por el otro, el conductor, que dedica su vida a cultivar el arte superior de la
milicia. El primero impone el esfuerzo de un oficio oscuro e intrascendente; el segundo
obliga a cultivarse. No hablo de méritos, porque en ambos aspectos los hay por partes
iguales, sino de actividades que presuponen distintos destinos. Si el troupier gasta su
vida en las duras tareas del cuartel, el que se prepara para ser conductor quema sus horas
en el estudio. Cada día se convence de que no sabe nada, que debe dedicarse a estudiar,
porque la profesión militar encaminada al arte de la conducción impone conocimientos
extraordinarios. Quien aprende a conducir puede hacerlo tanto con un ejército como con
una nación. Su éxito estará en relación directa con la cantidad de ""óleo
de Samuel" que recibió al nacer. Porque un conductor no se hace: nace. Decía el
mariscal de Sajonia que su mula, que durante treinta años había hecho campañas con él,
no sabia nada de estrategia... En cambio, Clausewitz, el gran filósofo de la guerra, que
ha escrito la teoría más maravillosa sobre la filosofía de la misma, nunca estuvo en
una campaña, ni siquiera en una batalla... En la conducción política ocurre lo mismo.
No se conoce, no se aprende: se comprende.
-Pero la conducción no es un fin
en si mismo...
-Recuerdo que leyendo las
criticas de Napoleón observé una vez que un general criticaba la famosa proclama de la
Cornisa de Génova, de Napoleón, porque ofrecía a sus soldados hambrientos la abundancia
de alimentos que estaban tras los Alpes. Criticó que Napoleón hubiera puesto en una
proclama los apetitos materiales que ofrecía a sus hombres. Para mi, el que hizo esa
crítica no sabia nada de conducción. Lo que Napoleón tenía que hacer era llevar sus
hombres al otro lado de los Alpes y vencer allí. El conductor conduce: y si para conducir
tiene que echar mano a ciertos recursos, debe hacerlo: lo que él debe hacer es llevar su
tropa a la victoria.
-Usted, sin duda, ha sabido
llevar sus tropas a la victoria. Pero, ¿para qué? ¿Qué tipo de país quiere construir?
-El objetivo de esta generación
de argentinos es uno e insoslayable: liberar definitivamente a la Patria de toda
dependencia y colocarla a la vanguardia de los pueblos que luchan y trabajan por un orden
más justo y humano, frente a la prepotencia de los imperialismos. Para que esta
liberación sea posible, debemos iniciar ya mismo la dura tarea de la reconstrucción
nacional, un esfuerzo que exige, como condición fundamental, un auténtico y genuino
acuerdo del que participen los sectores políticos y sociales mayoritarios y
representativos. Si el pueblo no aporta voluntariamente su esfuerzo y su fe nadie podrá
concretar la reconstrucción nacional ni ofrecerle al país una solución institucional
sólida y estable. Por eso no sirven de nada los enjuagues electoralistas o los arreglos
realizados a espaldas del pueblo. Tampoco sirven para nada los inventos para obtener
falsas mayorías numéricas, mediante oposiciones tramposas y fraudulentas. O el pueblo
está realmente representado por quienes gobiernan a la Argentina o se condena
irremisiblemente a un futuro de anarquía, inestabilidad y violencia.
IZQUIERDAS, DERECHAS
-En un país tan complejo como la
Argentina, General, las etiquetas clásicas tienen poca importancia. Pero de todos modos
es importante saber cómo se define usted respecto de la derecha y la izquierda.
-Si hay una derecha y una
izquierda, ello implica que existe una posibilidad de equilibrio. Todo a su medida y
armoniosamente. Soy socialista, pero no socialista alocado. Vea, le voy a decir una cosa.
Con el comunismo yo tengo una experiencia extraordinaria. Cuando me eligieron a mí por
primera vez, en el país votaron 170.000 comunistas. En la segunda elección, cuando fui
presidente por segunda vez, en 1951, votaron 70.000. Y en el ano 53, cuando se hicieron
las elecciones para la renovación del Congreso, el total de los votos comunistas en el
país no alcanzaron a 30.000. Si nosotros nos quedamos tres o cuatro años más, se acaba
el comunismo allá. Eso se lo puedo garantizar. Porque al comunismo no hay que combatirlo
poniéndolo fuera de la ley. A una doctrina como la comunista solamente se la puede
combatir y vencer con otra doctrina mejor, que es lo que pensamos y hacíamos nosotros.
-¿En cuanto al modelo de país?
-No se puede decir en este
momento, ni siquiera con tres años de gobierno por delante, cuál es la estructura final
a la que nosotros aspiramos, por la simple razón de que éste es un país que ha de ser
gobernado de emergencia. Este país está en un estado de emergencia y tendrá que ser un
gobierno de emergencia.
-En el plano de lo material, lo
cotidiano, ¿cómo ve usted al país?
-El país es como un gran
negocio. Es un negocio individual amplificado. Los buenos negocios enriquecen, y con los
malos uno se funde. Eso también cuenta para el país y para el Estado, especialmente. Lo
que tratamos de hacer es trabajar para crear. No dar pasos más largos que los que nos
permiten los pantalones, pero tampoco quedarnos sentados...
-¿Es, acaso, un problema de
organización?
-Nuestra filosofía inicial habla
de una comunidad organizada. Yo entiendo que la verdadera organización de la comunidad es
la que sirve a los intereses directos de la grandeza de la Nación y de la felicidad de su
pueblo.
-Interpreto, entonces, que la
reconstrucción saldrá como resultante de la organización de la comunidad, en sus
diversos sectores. ¿Cómo ve usted, General, el papel de la mujer en esa organización?
-Si nosotros no somos capaces de
incorporar a la mujer al rendimiento activo del país, estamos renunciando a la mitad de
las posibilidades que tenemos para nuestra grandeza futura. Hay un ejemplo que está
latente y viviente: China. La sabiduría del sistema instaurado en la República
Democrática China dio lugar a la mujer, y hoy ella rinde a la par del hombre. Ese país,
donde anualmente se moría de hambre un sector de gran importancia, no solamente ha
satisfecho sus necesidades sino que ha alcanzado su desarrollo en todos los órganos, y
hoy en día se da el lujo de exportar comida. Eso en gran parte se debe a la acción de la
mujer china, que ha tomado en serio la tarea de colaborar y trabajar.
-La organización sindical, por
supuesto...
-En los últimos años he
recorrido el mundo entero y me he preocupado en observar y tomar conocimiento de las
organizaciones sindicales que he visitado. Sin embargo, no he encontrado ninguna que tenga
la solidez, que mantenga la solidaridad y la unidad que mantienen nuestras organizaciones
sindicales. Esto es lo que las transforma en un factor de poder. Los trabajadores no
pueden tener la intención de imponerse a la comunidad, pero deben tener la precaución de
organizarse en forma de que ninguno de los integrantes de la comunidad se imponga sobre
ellos.
-¿Qué papel deben desempeñar
las Fuerzas Armadas?
-Las Fuerzas Armadas deberán ser
custodios del proceso de liberación y fuera de ellas no deben existir organismos
paramilitares que desarrollen actividades armadas.
VIOLENCIA
-Esto nos lleva, General, a un
tema que a todos nos preocupa: la violencia, la guerrilla.
-La guerrilla me preocupa menos
de lo que creen muchos argentinos. Conozco sus orígenes, sus objetivos y sus métodos.
Conozco los propósitos de algunos marxistas, quienes sabiendo que no pueden medrar en el
marco de las leyes, intentan conseguir el poder con la violencia. De todas maneras, estoy
seguro de que domaremos a la guerrilla. Chile ha enseñado muchas cosas. Los guerrilleros
dejarán de perturbar la vida del país o los obligaremos a hacerlo con los medios de que
disponemos, los cuales, créanme, no son pocos.
-Se dice que la violencia es una
nota del mundo contemporáneo. .
-Todo ese infantilismo
revolucionario que estamos sufriendo también lo sufre el resto del mundo. ¿Por qué?
Porque estamos en la transición, estamos en el cambio. Nos están provocando para que
tomemos una acción violenta y lleguemos a la guerra civil, pero ahí no nos van a llevar.
Tenemos los ejemplos cercanos de las guerras civiles y qué es lo que ha pasado.
-¿Se refiere, General, a la
guerra civil española?
-Yo estuve en España seis meses,
poco después de haber terminado la guerra civil, y tomé lenguas de toda naturaleza:
hablé con los nacionales y los republicanos, recorrí poblaciones y llevé una sensación
perfecta de lo que había ocurrido en España. Y me di cuenta de que en España no había
ocurrido nada distinto de lo que pasaba en el resto de Europa. ¡Sólo que en España
habían hecho las cosas a la española! Pero el fenómeno era e| mismo. Por eso, en 1955
yo no caí del gobierno. Me fui del gobierno para evitar al país una guerra civil. Jamás
hubiera querido que la República Argentina pasara lo que pasó España, porque en estos
treinta años los españoles no han hecho otra cosa que reconstruir lo que destruyeron en
tres años de guerra... |
-En suma, usted ve el proceso de
liberación como algo que puede desenvolverse pacíficamente...
-La liberación no es un problema
de que está en el país y menos aun de recurrir al robo, al secuestro o al asesinato para
resolver problemas, porque éstos se resuelven con buena voluntad, en paz y con
tranquilidad, si se sabe proceder inteligentemente. En el movimiento peronista ésta ha
sido la norma; siempre hemos procedido dentro de estos lineamientos.
-Pero el movimiento peronista es
heterogéneo. ¿Esa circunstancia no puede esterilizar su acción?
-Nosotros no somos un partido
político sino un gran movimiento nacional, y, como tal, hay en él hombres de distinta.
extracción. Por mi parte, siempre cuento una anécdota de algo que me sucedió en la
etapa inicial de nuestro movimiento. Cuando empecé a organizarlo había hombres que
tenían una proveniencia de la derecha y en realidad eran de la reacción de la derecha...
Del otro lado, había algunos de izquierda y hasta un poquito pasados a la izquierda...
Pues bien: un día vino un señor de la derecha y me dijo: "General, usted está
metiendo a todos los comunistas". "No se aflija -le respondí-: yo pongo a ésos
para compensarlos con usted, que es reaccionario..." Los movimientos populares y
masivos como el nuestro no pueden ser sectarios. El sectarismo es un factor de
eliminación y es poco productivo cuando un movimiento de masas comienza a eliminar
prematuramente a aquellos que no piensan como el que lo forma. Vale decir, resulta
necesario ver esa enorme amplitud sin ningún sectarismo. Los sectarismos son para los
partidos políticos pero no para los movimientos nacionales, como el nuestro.
-Entonces, ¿la juventud
peronista?
-Yo siempre he propugnado que la
juventud tenga su propia organización y esto es una cosa que me ha enseñado la
experiencia. A los muchachos hay que dejarles que desarrollen sus alas y vuelen: no hay
que cortárselas, dado que ya el tiempo se va a encargar de arreglarles esas alas... Es
necesario hacer un trasvasamiento generacional para mantener joven al Movimiento
Justicialista, pero, claro, esto no puede arreglarse tirando un viejo por la ventana todos
los días... Todavía no es el turno de la juventud por que el país está en un estado de
destrucción: no le entreguemos algo destruido. Hemos dicho que hay un gobierno de
emergencia que durará tres años: de acá a tres años, los muchachos tendrán la
manija...
-Alguna vez, General, tuvo
problemas con la Iglesia.
-La Iglesia sostiene un reino que
no es de este mundo. Yo sigo pensando que debe seguir luchando por ese reino. Cuando desde
el púlpito se ataca abiertamente al Estado, ese sacerdote no está cumpliendo con su
deber de sacerdote ni de ciudadano. Porque el sacerdote que grita en la plaza debe
quitarse los hábitos que lo pueden proteger. Yo creo que en eso nosotros no tenemos nada
que observar. Alguna vez la Iglesia nos ha dado a nosotros. Otras veces les ha dado a los
demás... ¡Estamos a mano!
-General, usted ha inaugurado
desde 1973 un "nuevo trato" respecto de los partidos políticos opositores.
¿Qué proyección tiene esa modalidad con las minorías?
-Cuando comencemos a respetar a
las minorías, entonces también las minorías comenzarán a respetar a las mayorías.
Porque éste ha sido otro factor: que las minorías se tiraban a muerte contra las
mayorías. ¿Qué se construye con eso? Los peronistas ya hemos cambiado nuestro apotegma
de que para un peronista no hay nada mejor que otro peronista, y ahora decimos que para un
argentino no debe haber nada mejor que otro argentino. Tenemos, por otra parte, que
defender un poco a los políticos. En todo el mundo, y especialmente en el ámbito
latinoamericano, se ha vivido denigrando a los políticos. Y convengamos que los
políticos hemos sido los que más hemos colaborado con esas tendencias, criticándonos y
calumniándonos entre nosotros.
AMÉRICA, EL MUNDO
-General, usted me ha hablado de
las izquierdas y las derechas, de la organización de la comunidad, del papel de la mujer,
el movimiento sindical, las Fuerzas Armadas, el movimiento peronista, la juventud y la
Iglesia, así como sobre los partidos políticos. La Argentina compuesta por esos factores
y en marcha hacia su reconstrucción y liberación, ¿cómo se inserta en el panorama
continental?
-No queremos una Argentina
potencia para luchar contra nadie. Queremos una Argentina potencia para defendernos de
todos. Queremos ser amigos de todo el mundo, no queremos tener enemigos, porque creemos
sinceramente que los problemas del mundo se van a arreglar a través de la amistad y no
del odio ni de la lucha.
-La rivalidad de Brasil con
nuestro país parece ser, sin embargo, un lugar común...
-Creo sinceramente que las
insinuaciones corrientes sobre un supuesto imperialismo brasileño forman parte de una
campaña de provocaciones muy bien preparada, para desunir a los pueblos latinoamericanos.
El principio que inspiro tradicionalmente la política anglosajona fue siempre el de
dividir para reinar. Brasil es el primero en reconocer que la política de integración
continental es un imperativo del fatalismo histórico. El mayor país del continente no
tiene interés alguno en aislarse. Por el contrario, tiene el mayor interés posible en
unirse con los otros y sacará todas las ventajas del mundo en una acción conjunta, en un
frente único, formando una gran comunidad latinoamericana.
-Por otra parte, General lo
latinoamericano no puede desvincularse del factor que significan los Estados Unidos...
-Dicen que Sudamérica es un
piano tocado por los yanquis. No es agradable ser una tecla..., pero no queremos asesores
yanquis, como otros países. Aquí mandamos nosotros. ¿La "granja de
Norteamérica"? Bien, pues por eso deseamos establecer relaciones con Europa, que
necesita esa finca. Para el año 2000, Latinoamérica estará dominada o unificada. Debo
señalar que, en mi opinión, América latina tiene considerables reservas de todos los
recursos que escasean en otros países. La historia demuestra que cuando las grandes
potencias comienzan a padecer la escasez de materias primas y alimentos, saben adonde
tienen que dirigirse para procurárselos. Consecuentemente, América latina tiene que
crear un fuerte mecanismo de defensa.
PERÓN
-General, hace cinco años tuvo
usted la generosidad de recibirme y en esa oportunidad formé mi propio juicio sobre su
personalidad. Ahora, pasado un lustro, desearía que usted me dijera cómo ve Perón a
Perón.
-Yo quiero ofrecer los últimos
años de mi vida a un logro que es toda mi ambición. Sólo necesito que los argentinos
nos crean y nos ayuden a cumplir. Yo ya estoy amortizado en el sentido político y creo
que tengo derecho a que mis compatriotas escuchen cómo pienso, cómo siento y cuál será
la colaboración que han de prestar al Gobierno de la Nación. Llego casi desencarnado.
Nada puede perturbar mi espíritu porque retorno sin rencores ni pasiones, como no sea la
que animó toda mi vida: servir lealmente a la Patria.
-¿Y después de Perón?
-Después de Perón, una
institución. Una institución o una disociación peligrosa, que es lo que tenemos que
evitar.
-Una última palabra, General.
Sobre la señora María Estela Martínez de Perón.
-La he educado durante muchos
años y le he enseñado lo que es preciso hacer. Creo que es perfectamente capaz de actuar
por si misma.
Trato de sustraerme a la magia de
este diálogo imposible. Perón ha muerto y nunca podrá formalizarse. Frente al hecho
irreversible de su ausencia sólo corresponde un enorme respeto. Más bien, dos respetos.
Uno, por el dolor profundo de su pueblo. Otro, por el sacrificio personal que él mismo se
impuso, en sus altos años, para contribuir a la unidad de los argentinos, a su
entendimiento, a la liberación arduamente buscada, pero conquistada pacíficamente para
toda la Nación.
Se diluye la imagen recordada de
aquel Perón que conocí hace un lustro, en el retiro de su casa madrileña. Y sin
embargo, ¡qué extraño!, no se borra del todo. Sigue, permanece, se niega a partir.
Está, como ha estado siempre, como estuvo durante treinta años en la vida del país, en
nuestras propias vidas, como un punto de referencia insoslayable. En mi espíritu sigue
Perón, ¡qué importa la muerte!, como si mi memoria individual no fuera más que una
parte minúscula de la poderosa, la formidable memoria colectiva de mis compatriotas.
NOTA DE LA REDACCIÓN: Todas las
respuestas del Teniente General Perón a las imaginarias preguntas formuladas por el
redactor son transcripciones absolutamente textuales de declaraciones, documentos,
discursos y textos del ex presidente producidos en 1973 y 1974, así como fragmentos de
los recuerdos que relató a Félix Luna, transcriptos en su libro "El 45".
revista gente julio 1974 |