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crónicas del siglo pasado

REVISTERO

Fangio - Gálvez
Revista Mundo Infantil
1955

 

 

 

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Nombre: JUAN MANUEL FANGIO.
Nació en: Balcarce, provincia de Buenos Aires.
Cumple años: el 24 de junio.
Estudios: Cursó hasta sexto grado.
Trabajos: Se Inició como mecánico de automóviles.

Juan Manuel Fangio
Ejemplo de disciplina y caballerosidad deportivas

¿Te emociona la sola proximidad de Fangio? Lo mismo nos pasó a nosotros. Fuimos a verlo para ti, porque sabíamos que estaría encantado de dedicarte esta fotografía y de decirte dos palabras que sintetizaran su mejor consejo. Y no pudimos evitar el cohibirnos un poco ante el hombre dos veces campeón mundial de automovilismo, que ese mismo día había compartido la cabecera de la mesa en un almuerzo con el general Perón.
Nos recibió como él sabe hacerlo: ¡Con cordialidad y afecto ! Con la sencillez innata que lo ha convertido en el embajador de la corrección deportiva argentina en el exterior. Nos animó su modestia, y pronto estuvimos acosándolo a preguntas sobre su vida y su carrera, sin que se sintiera molesto por nuestra insistencia. Muy al contrario, ya que nos contó algunas cosas poco conocidas, pero encantadoras, que te relataremos en seguida.
—Cuando era chico jugaba al fútbol —nos dijo a medida que iba haciendo memoria—. Me gustaba gambetear, y no dormía cuando estaba por llegar algún equipo de la Capital a Balcarce. Antes había corrido carreritas en bicicleta, y seguí haciéndolo porque sentía que en la velocidad estaba mi fuerte. En cuanto pude empecé a trabajar, y como era lógico, entré en un taller mecánico para aprender el oficio, con un pensamiento fijo que me obsesionaba.
—¿Emular a los campeones de automovilismo de entonces?
—¿Se dieron cuenta? Así fue, pero mi vocación no era pasajera ni fácil de satisfacer. Yo quería aprender a fondo mecánica para correr seguro de mí mismo. Mi aspiración era aprender primero, no llegar a ser astro por obra y gracia de un momento de suerte. Seguí adelante sin apremios, resuelto a no dejarme vencer por mi impaciencia. No tardé en participar en mi primera carrera, que resultó mi mayor emoción, sólo comparable a la que experimenté al conquistar triunfos mundiales.
En efecto, Fangio corrió a los dieciocho años por primera vez, desde Coronel Vidal a Guido, cuando todavía no había asfalto. Obtuvo un segundo puesto, clasificación que aumentó su entusiasmo, decidiéndolo a perseverar sin desmayos. El triunfo grande tardó en llegar, pero cuando ocurrió, fue en sorprendente seguidilla, que ahora, enumeradas las victorias a través de los años, resultan empresas de un hombre excepcional.
Nos dio un consejo para ti.
—Se triunfa, no sólo en automovilismo, sino en cualquier otra actividad, con mucho entusiasmo, constancia y sacrificio. Quien quiera ser médico, atleta o ingeniero —además de destacarse— debe tener gran sentido de la responsabilidad y mucha moral; saber reconocer los errores y enmendarlos constantemente. No creer en la mala suerte, porque a ésta se la vence cuando se tiene un ánimo entusiasta y una voluntad de hierro.
Te transmitimos el consejo, que vale oro, por aquello de predicar con el ejemplo. En Fangio se reconoce al verdadero campeón mundial de un deporte, que ha cosechado trofeos y afectos, como lo comprobamos al leer la cantidad de telegramas que recibió después de sus dos últimos triunfos en Buenos Aires. Se le quiere aquí y en Europa, y se le admira en todas partes. ¿Es o no digno de seguirse el consejo?
Nos enteramos de otra cosa muy linda, que le sucedió después de la última prueba. Al salir del autódromo "17 de Octubre" se le acercó un chico que quiso hablarle. Tenía el ademán decidido y la carita llena de la picardía del que hace una proeza y quiere mostrarla. Pero cuando se acercó al Campeón y pudo tocarle las manos y palmearle el brazo, se transformó: se puso pálido de la emoción, y antes de que pudieran evitarlo, se echó a llorar en brazos de Fangio, incapaz de articular palabra. El extraordinario automovilista sintió empañarse sus ojos al presenciar tanto cariño y admiración en un pequeño de tu misma edad. Sin embargo, aquellos mismos ojos apenas habían pestañeado bajo la tremenda responsabilidad de la prueba recién terminada.
Éstos son los recuerdos que más aprecia Fangio. Los únicos valederos, según él mismo, que perfuman como flores su dura carrera de deportista.

revistas mundo infantil febrero 1955

Nombre: OSCAR ALFREDO GÁLVEZ.
Nació: en la Capital Federal.
Cumple años: el 17 de agosto.
Estudios: cursó los grados primarios.
Trabaja: en mecánica de automóviles, desde aprendiz.

Oscar A. Gálvez
Un rayo de luz en las carreras

Quién dijo que la vida de un campeón es descansada? ¿Por aquello de "cría fama y échate a dormir"? Nada menos cierto. Que lo diga Oscar Gálvez, a quien, debimos hacerle esta nota cuando se desayunaba, para poder ganar tiempo. Hacía días que deseaba recibirnos, pero una carrera primero, luego otra, los preparativos preliminares y los arreglos posteriores después, no nos daban la oportunidad. Hasta que al fin nos encontramos frente a frente con uno de los deportistas más queridos y admirados de los últimos tiempos. Tuvimos ese honor, que compartimos contigo, lo que, sin duda, te agradará muchísimo.
Gálvez es igualito a como lo muestran las fotografías: alto, delgado, nervioso, dinámico y sonriente. Se presta en seguida para la nota, como todos los ases que te presentamos, y pronto escribe la dedicatoria para ti con una aclaración: "Disculpen la letra. Desde el colegio que la tuve mala y no puedo corregirla", que nos hace sonreír por su modestia, ya que en realidad es letra clara.
Responde a nuestras preguntas rápidamente. Así sabemos que a los cuatro años ya hacía carritos, que no tuvo más juegos que aquellos derivados de la mecánica y que en el taller de su padre construía autitos cuando apenas tenía cinco o seis. Siempre fue muy decidido, y sobre todo tuvo una seguridad absoluta sobre sus posibilidades y aspiraciones.
Ganó dos records: uno de velocidad y el otro de lentitud. El segundo, con 33 kms. de promedio, lo hizo en la primera carrera, que ganó corriendo bajo la lluvia y en pleno barro. Fue el único del pelotón que llegó a la meta. El otro es reciente, y llegó a marcar casi 220 Km., velocidad muy superior a la capacidad del coche. Sus mayores satisfacciones son el triunfo de 1948, cuando logró doblegar a los italianos, invencibles casi hasta aquel momento; el Premio Internacional de 1947 y el inmediato de 1948, que incluía tres países: Perú, Chile y la Argentina.
Aunque quisiéramos, no podríamos detallarte ni la mitad de las carreras que ha ganado. En la vitrina que vemos en su casa tiene docenas de copas, plaquetas, trofeos de los más raros tamaños, banderines y platos artísticos. Son tantos y algunos tan grandes, que ocupan toda una pared de la sala y todavía debe agregar los últimos, que piden a gritos una vitrina nueva.
Con la emoción imaginable, nos comenta que cuando era chico ahorraba hasta los diez centavos para el tranvía, con el fin de comprarse los elementos para dar rienda suelta a su vocación. Así consiguió reunir ciento cincuenta pesos para comprar su primer coche de verdad. "En este recuerdo está mi consejo para mis amiguitos deportistas —nos dice—: hay que dedicarse con garra y corazón a lo que se anhela. El que lo espera todo de los demás, no va a ninguna parte."
Otro recuerdo nos hace reír de buena gana a todos. Cuando se preparaba para correr en la primera competencia, fue a visitarlo su tío, enviado por los padres, para disuadirlo. Llegó compungido, invocando el nombre de la querida mamá y pidiéndole por favor que no se arriesgara. Oscar Gálvez lo dejó hablar, y luego empezó a explicarle cómo había preparado el coche y a darle detalles de sus planes para la carrera. ¡Y cuál no sería su sorpresa cuando el tío comenzó a alentarlo, agregando consejos que demostraban que ya se había convertido en "hincha" de su perseverante sobrino!
Conocemos otras anécdotas simpatiquísimas. Antes de la última carrera, cuando probaba su coche en la ruta, se acercó a un automovilista que tenía el suyo descompuesto. El desconocido respondió a su ofrecimiento de componerlo: "¿Conoce algo de mecánica?" "Y..., ¡algo sé!", contestó Gálvez mientras manipulaba diestramente en el motor. Cuando el señor lo identificó, rióse de buena gana de su error. Pero no termina aquí el episodio. Días después, ya en plena carrera, fue él quien le proporcionó un caballo para que pudiera salir del lugar barroso donde se había estancado.
Los chicos son sus mejores amigos y lo rodean en todas partes. Lástima que, como él mismo lo confiesa, a veces deba intervenir para recordarles a algunos que para ser un gran automovilista no es necesario dejar los estudios, sino intensificarlos. Y si lo afirma el recordman sudamericano de velocidad en la especialidad turismo de carretera, habrá que creerlo.
Le decimos adiós a Gálvez, emocionándonos un poquito de que él, todo un campeón, nos haya conducido en su coche por las calles de Buenos Aires hasta la redacción de MUNDO INFANTIL, recuerdo que guardaremos para nuestras anónimas memorias.

revistas mundo infantil abril1955

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