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Si hay que buscar una causa, basta
con echar una ojeada a la programación de los cuatro canales de televisión de buenos
Aires: la mediocridad campea por esos reinos con absoluto desparpajo. Por eso, porque
-entre otras cosas- el público porteño también supo burlar con sus exigencias los
tropezones del dios rating, la televisión argentina no tuvo más remedio que provocar una
apertura y -todavía de mala gana, reticente- permitir la irrupción en los hasta ahora
herméticos sets capitalinos de un nuevo tipo de actividad, una nueva mentalidad en
materia televisiva: la de los grupos de teatro, dispuestos a partir del éxito de Cosa
Juzgada a barrer con las comedietas de mal gusto, con los burdos intentos de hacer teatro
en televisión (Viernes de Pacheco, Domingos de teatro cómico, Esto es teatro). No
vacilaron en alinearse en ese frente renovador los grupos y personas más heterogéneos:
Los Seis, productores del programa Uno entre nosotros; el Grupo de Autores, que el año
próximo aportará por Canal 9 el ciclo Las fiestas; el impertérrito Hugo Moser, padre de
El principio y el fin, una ingenua intentona con la que Canal 13 pretende sumarse a esta
avant-garde televisiva.
Si Gente de Teatro resucitó la idea (que ya había florecido durante la época de
oro de canal 7, cuando la emisora estatal difundía el ciclo Historias de Jóvenes), le
cabe también a otro grupo el mérito de haberla consolidado, con menores recursos, casi
en silencio, sin publicidad: el que lidera Sergio Renán y que semana a semana le devuelve
a Canal 7 los esplendores del pasado con Las Grandes Novelas. Un gigantesco esfuerzo que
compromete a 27 actores y 6 adaptadores en la minuciosa tarea de teatralizar a los
monstruos sagrados de la literatura mundial: Chejov, Balzac, Dostoyevski, Dickens,
Flaubert, Collins, Maupassan, Tolstoi, Zola, Stendhal, Henry James, Oscar Wilde son
algunos de los autores que Renán recuperó para el público argentino. La intención
("Hacer teatro para servir a la comunidad", se engola S.R.) no hubiera
fructificado sin el aporte de un elenco que aceptó las reglas del juego: "Nadie es
estrella, nadie es vedette. Dejé de lado el criterio del cartel -se inflama el director-,
tanto en lo que respecta a la selección como a la entrega de los papeles protagonices.
Desde el primer momento quedó claro que se formaba un grupo de gente en la que yo
confiaba totalmente. No existe el actor principal o la actriz de reparto sino el
intérprete. En nuestro grupo no hace Madame Bovary la más famosa, sino aquella que
encaja mejor dentro del personaje".
El método de trabajo, la humildad de los integrantes del elenco, la pericia
reconocida de los escritores dedicados a la adaptación televisiva de obras maestras de la
literatura (Crimen y castigo, Rojo y Negro, Teresa Raquin, El retrato de Dorian Gray,
Madame Bovary entre muchas otras) posibilitaron que SIETE DÍAS realizara un reportaje
inusual, al grupo en su totalidad, ya que ni el líder Renán aceptó el diálogo a solas.
Las preguntas de SIETE DÍAS fueron contestadas, alternativamente, por diversos
integrantes del equipo: actores, actrices, adaptadores y director intervinieron
espontáneamente en la discusión.
-¿Cómo se formó el grupo?
RENÁN: La emisora estatal nos
dio la oportunidad durante la dirección de Tedín Uriburu. Seleccioné un grupo apto de
actores, y aquí estamos.
-Sí se le ofreciese a este mismo
elenco hacer el programa en otro canal, ¿aceptarían?
CIPE LINCOVSKY: No. Es la primera
vez en mucho tiempo que tenemos la posibilidad de hacer lo que nos gusta, y eso es más
importante que cualquier otra cosa. Es decir, que ni siquiera aceptaríamos aunque los
cachets fueran mayores.
SUSANA LANTERI: Se podría
aceptar un cambio de canal si no nos exigieran cambios a nosotros.
-¿Qué cambios?
ELENA TASISTO: El hecho que de
pronto incluyan una "estrella" para los papeles protagónicos es un cambio
negativo. Y es muy probable que otro canal pretenda eso. El clima maravilloso que vivimos
ahora y el amor con que trabajamos tiene mucho que ver con la "igualdad"
reinante.
HÉCTOR ALTERIO: Yo no aceptaría
irme a ningún otro canal.
-¿Ni aunque les tripliquen el
cachet?
LINCOVSKY: Nos costó demasiado
llegar a este entendimiento. Para nosotros es importantísimo lo que hacemos. Pero más
importante es cómo lo hacemos.
WALTER VIDARTE: Mientras yo tenga
plata para cigarrillos no voy a renunciar a esto ni a aceptar cambios que nos puedan hacer
mal. Este programa es uno de los dos mejores de la televisión argentina. O el mejor.
RENÁN: Pero acaban de reducirnos
el presupuesto.
-¿Cómo definirían el programa?
ELENA TRITEK: No podríamos decir
nada del programa porque empezaríamos a elogiarnos, y eso no puede ser.
-¿De qué se envanecen tanto?
ALTERIO: Por los textos, los
libretos, la dirección, el trabajo consecutivo. Son demasiadas cosas buenas juntas.
-¿Hacen algún tipo de terapia
de grupo?
ALDO BARBERO: No, algunos se
analizan por su cuenta.
TRITEK: Independientemente del
grupo.
LINCOVSKY: No. Este trabajo nos
alcanza como terapia. |
BARBERO: Encontrar un grupo como el nuestro en
el ambiente televisivo argentino es algo prácticamente imposible. Este grupo es único.
Somos amigos, nos ayudamos... el tipo de relación que hemos establecido hace
absolutamente innecesario el psicoanálisis.
-Se les reprocha que olvidan la
realidad nacional al realizar obras que no solo no son argentinas sino, además, del siglo
XIX.
RENAN: Los grandes problemas del
hombre no dejan de ser argentinos.
ALTERIO: Evidentemente, no
estamos dentro de una línea populachera. Y creo que no haríamos el menor esfuerzo para
entrar en ella. Además, para el año que viene, hay programadas varias obras argentinas.
Lo necesitamos. Hablar en nuestro idioma es muy importante para nosotros.
LINCOVSKY: Me importa muy poco
que se me critique por estetizante y decadente. No puedo avergonzarme de amar a Balzac o a
Mozart.
-¿Qué dificultades enfrentaron
a lo largo del ciclo?
ALTERIO: Una fundamental, los
cambios de horario. Este canal cumple con su función de trasmitir programas culturales,
pero lo hace -a veces- a una hora realmente vergonzosa. Antes que nos pasaran a los martes
(21.30 horas) salíamos al aire a las 23.30.
LANTERI: Nos cambiaron siete
veces el horario de emisión en el trascurso de un año.
VIDARTE: Es lógico. Al canal le
conviene mandar Pinochadas en un horario preferencial porque le deja un millón de pesos
de publicidad.
TASISTO: Otro de los problemas
que encontramos fue el de la lucha contra ese famoso invento que le dicen rating. Para mí
no debería correr, claro, pero una siempre termina enloqueciéndose con las cifras.
-¿Renán es buen actor o buen
director?
RENÁN: Esa la contesto yo solo.
Cuando dirijo y veo lo que hacen los demás quisiera hacer todos los papeles... no porque
los demás lo hagan mal sino porque no lo hacen como yo, cuando actúo, en realidad, no
sé qué es lo que hago mejor. Estoy demasiado entusiasmado con la dirección.
-¿Por qué hay dos adaptadores
para cada obra?
PABLO PALANT (adaptador) Cuatro
ojos ven mejor que dos.
VÍCTOR PRONCET (adaptador) Uno
de los dos tiene una idea que le gusta mucho, pero ocurre que una idea siempre es
mejorable, y ahí aparece la función del segundo autor.
PALANT: Del intercambio surgen
los elementos que enriquecen el trabajo. No resulta fácil adaptar una obra. No basta con
utilizar sólo la parte de folletín de la novela. Hay que respetar la esencia del
pensamiento del autor.
LUIS ORDAZ (adaptador):
Indudablemente, la tarea no es nada fácil. En un texto escrito para ser leído, un autor
puede hacerle decir a su personaje infinidad de cosas a través de infinidad de páginas.
Pero el lenguaje televisivo no soporta 40 minutos de recitados frente a las cámaras.
FRANCISCO URONDO (adaptador) : No
existe el lenguaje televisivo. Eso es producto de una burocracia más. De todas maneras
hay que decir que las grandes novelas se constituyó en una transgresión de entrada: a
nadie se le ocurre hacer novelas del siglo XIX por televisión. Se necesitaba un tipo como
Renán, con una óptica menos circunscripta y burocrática que la habitual. |