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crónicas del siglo pasado

REVISTERO

Sergio Renán y su grupo teatral
Del rey abajo ninguno

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Más que un elenco parece una familia de actores donde impera la más estricta igualdad: no hay estrellas ni posturas vedettistas y gracias a ello el trabajo en equipo es una tangible realidad. Fruto de ese nuevo estilo es el insólito ciclo que -a través de Canal 7 de buenos Aires- difunde las obras maestras de la literatura universal.

Revista Siete Días Ilustrados
1970

 

 

 

Si hay que buscar una causa, basta con echar una ojeada a la programación de los cuatro canales de televisión de buenos Aires: la mediocridad campea por esos reinos con absoluto desparpajo. Por eso, porque -entre otras cosas- el público porteño también supo burlar con sus exigencias los tropezones del dios rating, la televisión argentina no tuvo más remedio que provocar una apertura y -todavía de mala gana, reticente- permitir la irrupción en los hasta ahora herméticos sets capitalinos de un nuevo tipo de actividad, una nueva mentalidad en materia televisiva: la de los grupos de teatro, dispuestos a partir del éxito de Cosa Juzgada a barrer con las comedietas de mal gusto, con los burdos intentos de hacer teatro en televisión (Viernes de Pacheco, Domingos de teatro cómico, Esto es teatro). No vacilaron en alinearse en ese frente renovador los grupos y personas más heterogéneos: Los Seis, productores del programa Uno entre nosotros; el Grupo de Autores, que el año próximo aportará por Canal 9 el ciclo Las fiestas; el impertérrito Hugo Moser, padre de El principio y el fin, una ingenua intentona con la que Canal 13 pretende sumarse a esta avant-garde televisiva.
Si Gente de Teatro resucitó la idea (que ya había florecido durante la época de oro de canal 7, cuando la emisora estatal difundía el ciclo Historias de Jóvenes), le cabe también a otro grupo el mérito de haberla consolidado, con menores recursos, casi en silencio, sin publicidad: el que lidera Sergio Renán y que semana a semana le devuelve a Canal 7 los esplendores del pasado con Las Grandes Novelas. Un gigantesco esfuerzo que compromete a 27 actores y 6 adaptadores en la minuciosa tarea de teatralizar a los monstruos sagrados de la literatura mundial: Chejov, Balzac, Dostoyevski, Dickens, Flaubert, Collins, Maupassan, Tolstoi, Zola, Stendhal, Henry James, Oscar Wilde son algunos de los autores que Renán recuperó para el público argentino. La intención ("Hacer teatro para servir a la comunidad", se engola S.R.) no hubiera fructificado sin el aporte de un elenco que aceptó las reglas del juego: "Nadie es estrella, nadie es vedette. Dejé de lado el criterio del cartel -se inflama el director-, tanto en lo que respecta a la selección como a la entrega de los papeles protagonices. Desde el primer momento quedó claro que se formaba un grupo de gente en la que yo confiaba totalmente. No existe el actor principal o la actriz de reparto sino el intérprete. En nuestro grupo no hace Madame Bovary la más famosa, sino aquella que encaja mejor dentro del personaje".
El método de trabajo, la humildad de los integrantes del elenco, la pericia reconocida de los escritores dedicados a la adaptación televisiva de obras maestras de la literatura (Crimen y castigo, Rojo y Negro, Teresa Raquin, El retrato de Dorian Gray, Madame Bovary entre muchas otras) posibilitaron que SIETE DÍAS realizara un reportaje inusual, al grupo en su totalidad, ya que ni el líder Renán aceptó el diálogo a solas. Las preguntas de SIETE DÍAS fueron contestadas, alternativamente, por diversos integrantes del equipo: actores, actrices, adaptadores y director intervinieron espontáneamente en la discusión.

-¿Cómo se formó el grupo?

RENÁN: La emisora estatal nos dio la oportunidad durante la dirección de Tedín Uriburu. Seleccioné un grupo apto de actores, y aquí estamos.

-Sí se le ofreciese a este mismo elenco hacer el programa en otro canal, ¿aceptarían?

CIPE LINCOVSKY: No. Es la primera vez en mucho tiempo que tenemos la posibilidad de hacer lo que nos gusta, y eso es más importante que cualquier otra cosa. Es decir, que ni siquiera aceptaríamos aunque los cachets fueran mayores.

SUSANA LANTERI: Se podría aceptar un cambio de canal si no nos exigieran cambios a nosotros.

-¿Qué cambios?

ELENA TASISTO: El hecho que de pronto incluyan una "estrella" para los papeles protagónicos es un cambio negativo. Y es muy probable que otro canal pretenda eso. El clima maravilloso que vivimos ahora y el amor con que trabajamos tiene mucho que ver con la "igualdad" reinante.

HÉCTOR ALTERIO: Yo no aceptaría irme a ningún otro canal.

-¿Ni aunque les tripliquen el cachet?

LINCOVSKY: Nos costó demasiado llegar a este entendimiento. Para nosotros es importantísimo lo que hacemos. Pero más importante es cómo lo hacemos.

WALTER VIDARTE: Mientras yo tenga plata para cigarrillos no voy a renunciar a esto ni a aceptar cambios que nos puedan hacer mal. Este programa es uno de los dos mejores de la televisión argentina. O el mejor.

RENÁN: Pero acaban de reducirnos el presupuesto.

-¿Cómo definirían el programa?

ELENA TRITEK: No podríamos decir nada del programa porque empezaríamos a elogiarnos, y eso no puede ser.

-¿De qué se envanecen tanto?

ALTERIO: Por los textos, los libretos, la dirección, el trabajo consecutivo. Son demasiadas cosas buenas juntas.

-¿Hacen algún tipo de terapia de grupo?

ALDO BARBERO: No, algunos se analizan por su cuenta.

TRITEK: Independientemente del grupo.

LINCOVSKY: No. Este trabajo nos alcanza como terapia.

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BARBERO: Encontrar un grupo como el nuestro en el ambiente televisivo argentino es algo prácticamente imposible. Este grupo es único. Somos amigos, nos ayudamos... el tipo de relación que hemos establecido hace absolutamente innecesario el psicoanálisis.

-Se les reprocha que olvidan la realidad nacional al realizar obras que no solo no son argentinas sino, además, del siglo XIX.

RENAN: Los grandes problemas del hombre no dejan de ser argentinos.

ALTERIO: Evidentemente, no estamos dentro de una línea populachera. Y creo que no haríamos el menor esfuerzo para entrar en ella. Además, para el año que viene, hay programadas varias obras argentinas. Lo necesitamos. Hablar en nuestro idioma es muy importante para nosotros.

LINCOVSKY: Me importa muy poco que se me critique por estetizante y decadente. No puedo avergonzarme de amar a Balzac o a Mozart.

-¿Qué dificultades enfrentaron a lo largo del ciclo?

ALTERIO: Una fundamental, los cambios de horario. Este canal cumple con su función de trasmitir programas culturales, pero lo hace -a veces- a una hora realmente vergonzosa. Antes que nos pasaran a los martes (21.30 horas) salíamos al aire a las 23.30.

LANTERI: Nos cambiaron siete veces el horario de emisión en el trascurso de un año.

VIDARTE: Es lógico. Al canal le conviene mandar Pinochadas en un horario preferencial porque le deja un millón de pesos de publicidad.

TASISTO: Otro de los problemas que encontramos fue el de la lucha contra ese famoso invento que le dicen rating. Para mí no debería correr, claro, pero una siempre termina enloqueciéndose con las cifras.

-¿Renán es buen actor o buen director?

RENÁN: Esa la contesto yo solo. Cuando dirijo y veo lo que hacen los demás quisiera hacer todos los papeles... no porque los demás lo hagan mal sino porque no lo hacen como yo, cuando actúo, en realidad, no sé qué es lo que hago mejor. Estoy demasiado entusiasmado con la dirección.

-¿Por qué hay dos adaptadores para cada obra?

PABLO PALANT (adaptador) Cuatro ojos ven mejor que dos.

VÍCTOR PRONCET (adaptador) Uno de los dos tiene una idea que le gusta mucho, pero ocurre que una idea siempre es mejorable, y ahí aparece la función del segundo autor.

PALANT: Del intercambio surgen los elementos que enriquecen el trabajo. No resulta fácil adaptar una obra. No basta con utilizar sólo la parte de folletín de la novela. Hay que respetar la esencia del pensamiento del autor.

LUIS ORDAZ (adaptador): Indudablemente, la tarea no es nada fácil. En un texto escrito para ser leído, un autor puede hacerle decir a su personaje infinidad de cosas a través de infinidad de páginas. Pero el lenguaje televisivo no soporta 40 minutos de recitados frente a las cámaras.

FRANCISCO URONDO (adaptador) : No existe el lenguaje televisivo. Eso es producto de una burocracia más. De todas maneras hay que decir que las grandes novelas se constituyó en una transgresión de entrada: a nadie se le ocurre hacer novelas del siglo XIX por televisión. Se necesitaba un tipo como Renán, con una óptica menos circunscripta y burocrática que la habitual.

 

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