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crónicas del siglo pasado

REVISTERO

Rubén Juarez
de canillita a cantor
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Es dueño de una voz grave y recia. Desde chico la había usado para pregonar la aparición cotidiana de los diarios. Ahora, a los 24 años, el tango parece ser su exitoso futuro

 

 

 

 

Para muchos tangueros, la visita a Caño 14, el nocturno sótano de la calle Talcahuano, en Buenos Aires, entraña algo más que la posibilidad de admirar el talento cromático de Aníbal Troilo o la versificación inigualable del Polaco Goyeneche. Es que una lluvia de aplausos suele premiar a un joven de pelo negro y voz grave y recia que noche a noche viene afirmándose desde el escenario al influjo de una premonición que anticipara hace poco Goyeneche: "De acá a un año, este pibe va a dar que hablar; dentro de dos, nos corta la cabeza a todos".
El caso de Rubén Juárez (24), bandoneonista y cantor, significa, empero, algo más que la escalada hacia el éxito masivo. Es un poco un premio a la constancia, desde aquellos tiempos de su infancia en que se escapaba de la casa para vender diarios en las esquinas, vocearlos en los tranvías y cantar con los amigos. Claro que ello le trajo como consecuencia el haber dejado de estudiar a los 11 años, para salir a recorrer el país, hasta que -en la localidad de Teodolina, provincia de Santa Fe- un promotor lo invitó a grabar un disco. Fue una puerta abierta para que Troilo lo llamara un día a cantar con su orquesta.
Nacido en Ballesteros (Córdoba)., RJ vivió siempre en Sarandí, provincia de Buenos Aires. Para ganarse la vida, desempeñó variados oficios, pero finalmente logró imponer su pasión -el canto- como norma de su vida. De todo esto, la semana pasada, Juárez charló con un redactor de Siete Días. El siguiente es un resumen de esa entrevista:
-¿Cuándo supiste que ibas a terminar cantor?
-Lo supe siempre. Yo estudie bandoneón desde los 16 años, pero mi ilusión fue constantemente la de llegar a cantor. No sabía muy bien de qué ritmo, porque como me acompañaba -ahora también canto acompañándome yo mismo- hacía cualquier tipo de música. A los 9 años integré la primera orquesta, en una embajada juvenil del Club Independiente. Y después aprendí a tocar guitarra y formé un conjunto beat. Pero era mi vieja la que me decía: "Ya que no quisiste estudiar, por lo menos canta tangos".
-¿Y cómo fue que te decidiste por el dos por cuatro?
-Fue cuando murió Julio Sosa. Por él yo sentía la mayor admiración. Pensé que a lo mejor, podía ser que yo llegara... Mientras tanto, era cadete en una fábrica; después fui secretario, cobrador, vendedor de libros y cada tanto me acercaba a los canillas de Sarandí para vocear con ellos. Entonces me pedían que les cantara algo y no me podía negar...
-¿Cómo es tu relación con los canillitas?
-Con ellos. Individual y gremialmente, me une un tango que yo grabé para ellos -Para vos, canilla-, que fue el primer simple que grabé (ahora ya tengo dos longplays) y el que más se vendió. Les doné todos los derechos, para demostrarles el afecto que siento por ellos, porque son lo que yo siempre quise ser. Son gente bárbara. Ellos me llevaron a los canales de televisión y son fanas míos. Me invitan a todas sus fiestas. Y lo que pasa es que el tango mismo es hermoso, porque los evoca debidamente: "Manos laburantes moldearon tu arcilla / mezcla milagrera de obrero y gorrión / quien nace diarero morirá canilla / cumpliendo en su vida la ley del pregón".
-¿Y después, qué pasó?
-Bueno, después... en el 69 dejé de trabajar en oficinas, con el primer disco. Tuve que perfeccionarme, estudiar canto, mejorar mucho, siempre como solista. Pero ocurrió que Troilo escuchó Para vos, canilla y quiso conocerme para que cantara con él. No pude porque yo tenía contrato con la grabadora como solista. Pero me sirvió para actuar en Caño 14, pues Pichuco se ofreció para ser mi padrino artístico, un honor.

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Goyeneche, Juarez, Troilo

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Y muchas veces sucede que falta Goyeneche, o el Gordo está inspirado, y me dice: "¿Queres hacer un tanguito, pibe?", y te juro, la primera vez que me invitó, cuando terminé me fui al camarín y me puse a llorar como un loco. Cuando canto con él siento que me tiemblan las piernas, no sé... Es que sus matices son increíbles; Troilo no dice nada, simplemente toca y uno se siente dirigido. Antes de actuar, me dice: "Pibe, cuando cantes, no apretés mucho el fuelle. Porque si te embalas con el instrumento no te vas a definir cantando. Y vos tenes que llegar al público con tu voz".
-¿Y llegaste ya?
-Estoy llegando. Viajé por todo el país, por el Uruguay, y estuve tres veces en Caracas, donde me conocen bastante. Allá, el Club Sandrista (admiradores de Sandro) me regaló una plaqueta por mis actuaciones. Mi temática, por otra parte, constituye mi fuerte. Hago temas de Eladia Blázquez, de Danny Martín, de Cátulo Castillo y de Pontier. A los clásicos los dejé para el Caño 14.
-¿Y qué planes tenes?
-El año que viene me voy a Japón, una idea que me tiene loco porque los nipones parece que saben muchísimo de tango. Además, estoy preparando una película -aunque todavía no se ha confirmado la realización- que se llamará Gardel 70. Yo seré el protagonista, y encarará todos los problemas de un nuevo cantor de tangos, desde las drogas hasta la política.
Cuando terminó la entrevista, RJ miró la redacción con cara de sorpresa, de niño asombrado. Y musitó la parte final de su tango predilecto. Para vos, canilla: "Sos el estribillo de un tango que arranca / allá entre las teclas de una redacción".
revista siete días ilustrados
1972

 

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