|
Desarrollo sin tristeza "Nos hemos divertido tanto, mira goza Guillermo Longoni en
cuanto recuerda-; la cosa empezó a las 8 del viernes y terminó como a las 4 del sábado;
además había gente joven, gente vieja, estudiantes, generales y estaban todos
integrados, todos se sentían bien". Incluso, seguramente, Papo (Los Gatos), Black
(The Walkers} y Quique Blues, que pusieron la música; y hasta Sergio Sánchez Bruneta y
Roy Gerpe, que hicieron volar gallinas en un intento audiovisual. La mezcla no
representaba, sin embargo, un insólito intento participacionista ni, mucho menos, una
inesperada reapertura del caducado Di Tella. Tampoco ocurrió en la galería del Este,
como sería normal, sino algunos kilómetros al oeste de Buenos Aires, en Ituzaingó.
La diversión se montó el viernes 2 en un salón que, bajo un frente de acrílico,
presentaba tejas, cañerías, vigas e instalaciones eléctricas impúdicamente desnudadas
(y pintadas de anaranjado) ante la vista de los concurrentes. De cualquier manera no se
trataba de un olvido de los constructores; tampoco de falta de tiempo en la terminación
del edificio. "En realidad quisimos mostrar un nuevo tipo de arquitectura, sin
maquillajes, con otro espíritu", proclama el eufórico Longoni. Y existen razones:
allí funciona desde principios de mes Longoni propiedades, una firma imaginada por
Guillermo, su madre la doctora Haydée Longoni y Alberto Petrina, un
compañero de estudios en la Facultad de Arquitectura. La empresa piensa cubrir
exhaustivamente la zona de Ituzaingó para inyectarle un nuevo concepto edilicio y de
planificación urbana, algo que los responsables llaman racionalizar la edificación.
LOS SERES QUERIDOS
A mediados de 1967, una hepatitis
aguda convertía al saxofonista John Coltrane en el capítulo final de una necrofílica
saga, que cuenta de jazzmen aniquilados por una búsqueda interminable, que Bix
Beiderbecke inauguró justo en los años de la depresión y Charlie Parker fortaleció un
cuarto de siglo más tarde. Coltrane era famoso por muchas cosas, su hermoso y
originalísimo sonido, su endiablada fertilidad inventiva, que habitualmente lo arrastraba
a improvisaciones ininterrumpidas de más de media hora, una apasionada adhesión a las
soluciones propuestas para su gente por, Martín Luther King y un perpetuo inconformismo,
aun con sus propios hallazgos.
Curiosamente, un innovador de su calibre, motivo de estudios, reediciones y
homenajes innumerables, no había merecido, hasta ahora, ninguna dedicatoria
discográfíca. La omisión quedó cubierta en el lugar más inesperado, la Argentina, a
fines del mes pasado, cuando el sello Trova publicó su long play con la Suite Trane, una
obra en 5 movimientos que su compositor, Alberto Favero, había estrenado en el Teatro del
Globo de Buenos Aires, hace poco más de un año.
Dos semanas atrás, con un liviano chaleco de hilo tejido de extraño diseño,
Favero parecía querer solamente 3 cosas: contradecir el descolorido hábito indumentario
de los jazzistas locales, pescar un resfrío y hablar de su primer trabajo autoral
publicado; en la conversación se produjeron, además, algunas de las declaraciones menos
complacientes que se hayan emitido jamás sobre el jazz doméstico.
A los 25 años. Favero es un curtido pianista de jam sessions y conciertos, en su
La Plata natal donde se estrenó en una orquesta típica infantil organizada por su
padre- y también en la Capital; es seguro que ha acompañado, o por lo menos escuchado, a
todos los compatriotas que operan en la improvisación sincopada, por eso importa cuando
afirma: "No me interesa ningún músico de jazz argentino", lo que después
explica: "Para elaborar y desarrollar ciertos motivos temáticos, no basta con tener
media docena de clichés que se repiten en diferentes tonalidades sino que hay que poseer
un sentido bien claro de lo que se quiere hacer. Aquí los músicos son muy dúctiles y
hay solistas que son buenos cuando saben lo que tienen que hacer, lo que casi nunca
ocurre, por eso el resultado de lo que tocan es cualquier cosa".
Aunque se empecine en negarlo, para la grabación de la suite. Favero no eligió
excepto en el caso del admirable trombonista Christian Kellens los mejores
improvisadores locales, pero su manía clarificadora ha producido ponderables rendimientos
del trompetista Gustavo Bergalli, del saxofonista Bernardo Baraj y hasta del temible tenor
de Horacio Borraro; no queda más remedio que darle la razón cuando afirma: "No hay
en el país una placa con solos de la calidad de los del primer movimiento de la Suite
Trane", pero hay que recordar que "El grito", una lejana obra de Jorge
López Ruiz, es la única grabación existente para asistir al cotejo.
Nacha día y noche: Para
sus más recalcitrantes colegas. Favero es un renegado desde hace justamente 2 años,
cuando hizo su primera prueba pública como acompañante de la devastadora mezzo Nacha
Guevara, una relación que, precisamente, la suite para Coltrane ayudó a establecer:
"En la época en que la estrenamos, Nacha no estaba conforme con el acompañamiento
que tenía; le habían hablado de mí para un espectáculo, que lógicamente no se llegó
a hacer, junto a Susana Rinaldi y Marikena Monti, y vino a escucharme. Ella detesta el
jazz, sin embargo, le interesó trabajar conmigo y preparamos 'Hay que meter la pata'
". |
Desde entonces
están juntos, y no solamente en los cafés-concert en los que actúan. Si se descartan
los desordenados balbuceos con que Enrique Villegas suele prolongar sus ejecuciones,
Favero es el único músico de jazz local que se haya atrevido a incorporar la variante
humorística en sus recitales. En los conciertos que dio en el Centro de Artes y Ciencias
de Buenos Aires, el mes pasado interrumpía la música para esbozar una especie de
conferencia sobre el matrimonio que proponía las soluciones menos lógicas; después
seguía el programa, con una compleja armonización del vals La loca de amor. "En la
gente de jazz de aquí falta el sentido del humor, por eso los conciertos son tan
aburridos y apenas si juntan 40 personas; yo siempre lo tuve, aunque soy medio japonés y
me río de chistes que no le causan gracia a nadie (se ríe). Por eso creo que lo que hace
Nacha -eso de usar el humor de manera no gratuita no está reñido con lo que
siempre quise conseguir".
De todos los trabajos de composición que Favero tiene terminados una
'Fantasía en forma de fuga', para cuerdas y metales, un homenaje a Federico García
Lorca, construido para metales y trompeta solista y la obra sobre 'Tres poemas de
Ungaretti' para coro y percusión- la Suite Trane es el primero que conoce el público:
"Es una obra que está marcada por la rapidez, la grabé en una semana y la había
compuesto en dos meses. En realidad yo estaba escribiendo esa pieza desde hacía mucho
tiempo, tenía listos 3 movimientos y, de pronto, me di cuenta de la importancia que
Coltrane había tenido en mi formación como músico, por eso pensé que podía servir sin
ninguna vergüenza como homenaje".
Es difícil que los seguidores de la carrera del artista negro en los últimos
tramos de su vida reconozcan en esta partitura para 23 instrumentistas un retrato
valedero; a propósito. Favero evitó mencionar la inmersión de Trane en el free jazz,
una modalidad que rechaza en sus manifestaciones locales ("Aquí el asunto del free
es un desenchufe parecido al de los hippies, ése es un estilo que nace del clima de
violencia que se vive en Estados Unidos, pero en la Argentina todavía no te acuchillan
por andar en subte de noche") y no acepta como posibilidad estética: "A mí
siempre me preocupó un lenguaje claro y comprensible, por una cuestión de sensibilidad
me rechaza todo lo que signifique caos o desorden".
La visión de Coltrane que resulta de los 36 minutos que dura la suite que Favero
le compuso y que se grabó con una prolijidad inédita en el país para discos de jazz, es
la lírica grandiosidad de aquellos blues espiraloides que creaba a principios de la
década pasada. El autor acepta que ese era su propósito y de paso, aclara que "con
el mismo ímpetu que compuse esa obra estoy trabajando en los arreglos para el próximo
álbum de Nacha", que significará la primera escaramuza de la cantante y su
epigramático pianista con una grabadora importante, en este caso Music Hall. |