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VITULLO nació en Buenos Aires, el 6
de setiembre de 1899, fue el primero de catorce hijos de un matrimonio inmigrante que se
afincó por el Abasto, amó a esta tierra y dejó en ella su sudor, su alegría y su
descendencia.
No hay en la infancia de Vitullo apreturas ni desazones. Tal vez algunas
estrecheces, pero también mucho amor, tolerancia y bullicio. Fuimos catorce hermanos
-dice Aldo- en el Abasto vivimos la prosapia bohemia de principios de siglo. Sesostris
pasaba horas enteras en el café Paulista de Corrientes y Pueyrredón. Allí conoció a
Gardel, con quien se volvió a encontrar en París en 1924. Nosotros, los menores,
admirábamos su manera de vivir, faltándole el respeto a la rutina, sus amigos, casi
todos envueltos en "la noche", y su fuerza vital.
Dice Clorinda: Su pasión por el tango lo convirtió en excelente bailarín. En uno
de sus arranques quiso formar un conjunto con mis hermanos para viajar a París. Papá
logró disuadirlo. Después se fue solo a Francia.
Dice Sesostris Vitullo en su autobiografía: Me matriculé en la Escuela de Bellas
Artes de la calle AIsina. Frecuenté constantemente el Museo del Retiro y su biblioteca.
Visitaba los Salones Anuales de la calle Arenales.
Salía agobiado de inacción; yo quería tallar, quería esculpir la materia, pero
no encontraba ni el lugar ni el momento apropiado para realizarme.
Ese barrio del Abasto y aquél Buenos Aires eran su sede y su tormento. Allí
leía, charlaba, pasaba largas horas en los cafés. Era hermoso, metódico, deportista,
amiguero y creador. Pero no podía tallar. Su hermana Clorinda es quien mejor resume esos
años: Leía con avidez todo lo que llegaba a sus manos. Se encontraba sometido a mis
padres, por respeto, por cariño y por su severa disciplina. No era capaz de romper esos
lazos. Era, también, muy bohemio. En casa se reunían pintores y escritores como
Eichelbaum, Jacobo Spilimbergo, alternaban charla con café y mate. Sesostris era un gran
matero. Después se iban a recorrer Buenos Aires, a estudiar monumentos. Al fin recalaban
en el Tortoni. Creo que Belloro fue el primero en incitarlo a viajar.
Dice Sesostris: Abandoné la Escuela de Bellas Artes. Ruptura total con mis padres.
Vida en soledad. Situación de incomprendido; viviendo la noche, huyendo del día. en un
mundo hostil a la ensoñación y al arte. Recorrí entonces todas las capillas del
momento. Frecuenté escritores, poetas, dramaturgos. Para ellos yo era un escultor, aunque
todavía no había realizado ni una sola obra.
Pero yo no era un hombre del centro solamente. Durante meses la pasión por nuestra
tierra nos llevaba a las afueras, con los troperos y los gauchos, tras sus carretas,
bueyes y picanas; mateábamos y churrasqueábamos; bailábamos gatos, malambos y oíamos
acongojados estilos, lamentos y milongas.
Buenos Aires era, entonces, una incómoda mirilla para espiar París. Vitullo lo
alcanza a intuir en la fuerza de El pensador de Rodin que llega a Buenos Aires y conmueve
todo el mundillo porteño.
Dice Vitullo: la figura de Augusto Rodin se erguía ante nosotros como la
revelación más auténtica del siglo. He visto hombres mudos de perplejidad, asombro y
respeto. Fue entonces cuando me ungí con el signo de la cruz y desde ese día consagré
mi vida a la escultura. Años después llegaba a Buenos Aires el monumento al General
Alvear de Bourdelle. Este escultor desconcertó en gran parte a todos los hombres que
habían reservado a Rodin un lugar en sus corazones hasta el fin de sus días. Pero pronto
comprendí que nuestro desconcierto se debía al amor por la rutina.
Trabajaba como modelo de Bigatti y estimulado por él decide hacer el ansiado
viaje. Sus compañeros colaboran rifando obras y así juntan el dinero del pasaje. Sus
padres aceptan esta ruptura y también facilitan la partida del hijo mayor. Viajó por
España, Francia e Italia durante un año y medio y luego regresó a Buenos Aires. Acá
decidió que su destino estaba en Francia. Se fue a París.
Dice Vitullo: Sentí, sin poder expresarlo de entrada, que se había producido en
mi un empezar, una toma de posición, que lo primero era situarse y después comenzar el
camino. Visité el Museo Rodin intensamente, hasta agotar el conocimiento de todo lo que
me pudo inquietar en la vida de ese hombre-escultor. Escuché la palabra cálida y
sustancial de Bourdelle que se presentó ante mi como el hombre mejor informado de nuestro
tiempo y como el más capacitado para concebir el fundamento real de la escultura como
arte mayor.
Pero la vida de Vitullo en París era de una pobreza absoluta y las anécdotas que
lo imaginan gigolo. bailarín y hasta cafisho no parecen ser ciertas. Urgía el envío de
yerba para "tirar" y necesitando, como necesitaba, trabajar con Bourdelle no
podía ingresar a su estudio porque el maestro cobraba muy caras sus lecciones. La hermosa
planta de Vitullo le permitió ser modelo en ese taller y allí aprendió, como le escribe
a un amigo, "la cocina del arte".
Trabajaba como pedrero en las canteras, compartía los bloques logrados con sudor
con otros escultores menos afortunados, posaba para Fioravanto, frecuentaba argentinos
bohemios como Spilimbergo, su viejo amigo a quien le presentó la que luego habría de ser
su compañera; Horacio Butier, Basaldúa. En esa época se casa con una joven francesa y
manda a sus padres una foto de los novios. "Caro papá -escribe en el dorso- un
fuerte abrazo de mi señora y de tu hijo que siempre te recuerda desde la lejana y dulce
Francia".
París es todavía un mundo bohemio y seductor. Vitullo se reencuentra con Gardel
que le regala el rebenque que usa en Luces de Buenos Aires, frecuenta surrealistas, es
amigo de Antonine Artaud, comparte mateadas con Héctor Sgarbi, agregado cultural de la
Embajada del Uruguay con quien, seguramente mantendría esa dura polémica rioplatense
sobre la yerba con palo o sin palo. Vitullo empieza a ser un verdadero escultor. Ingresa a
la Cofradía de los Talladores de Piedra, de origen medioeval.
Dice Vitullo: Fueron maestros indiscutidos para mi, que llegaba de un país nuevo
donde hombres de esa calidad sólo se encuentran entre los gauchos de nuestras pampas.
Todos esos amigos me hablaban en el idioma de los maestros que en su juventud habían
escuchado, trabajando con ellos en las humildes tareas de las canteras. Lo más formidable
de esos hombres es que sus juicios, formulados con enorme sensibilidad, no se cerraban
jamás, ni siquiera ante el absurdo; por analogía siempre llegaban a otorgar vitalidad a
una forma.
Francia ya no es sólo bohemia, artesana, museos y amigos. Está en guerra y
Vitullo, que siempre quiso volver a su patria, no lo intenta en ese momento. No se ama
sólo en la alegría. Y él amaba París. Fue maquí, fue preso, fue más pobre aún. Fue
amigo de sus amigos, franceses a la criolla. Cediendo carbón o compartiendo polenta.
Pero, además, fue desdichado.
Terminó la guerra. Vitullo ya había logrado su idioma y cada escultura era una
obra cumplida. Siempre quiso volver a la Argentina -dice su hermana Clorinda-. Tal vez si
hubiera admitido regresar solo hubiera podido hacerlo. Pero no quería abandonar sus
obras. ¡Cincuenta esculturas en mármol y granito! Había que comprar toda la capacidad
de bodega de un barco. No se podía.
Los argentinos vuelven a Francia. Se reencuentra con viejos amigos pero vive en su
barrio, con la gente de la cuadra, retraído, tenaz, obsesivo. Los trabajos que termina
quedan cubiertos con telas blancas, no quiere que las obras cumplidas influyan en su
trabajo. Su taller es frecuentado por críticos y marchands europeos. Pero no se concreta
una exposición de sus obras por las dificultades de trasladar y ubicar los grandes
bloques.
En el diario íntimo de Libero Badii, asombrosamente escrupuloso en fechas y
nombres, consigna: "He dormido fuerte esta mañana y después de almorzar en lo de
Audivert fui a lo de Vitullo. Pude admirar las últimas obras.
Por ese camino se puede llegar lejos. ¿Será cierto lo que se dice de él? Me
parece que es fuerte y sano de espíritu. La piedra en granito rojo que está trabajando
logra provocar una intensa emoción estética. Es de interés desde todo punto de
vista". La anotación está fechada jueves 18 de marzo de 1948. |
"La mano de Dios"
monumento a Eva Perón
En 1950 Salvador
María del Carril, por entonces encargado de negocios de la Argentina en Francia,
consultó con Ignacio Pirovano sobre la posibilidad de encargarle a Sesostris Vitullo un
monumento a Eva Perón. Según el consejo de Pirovano no había argentino mas capaz para
la tarea.
Al recibir el pedido Vitullo comprendió que no podía afrontar el trabajo sin
conocer algo más a Eva Perón. Le pidió, pues a su amigo Pirovano que le informe sobre
Evita. Luego de cambiar varias cartas Vitullo creyó conocer lo necesario para intentar la
obra.
"He comprendido todo. Eva Perón arquetipo símbolo. Libertadora de las razas
oprimidas de América. La veo como un mascarón de proa rodeada de laureles." Este
párrafo de una carta que Vitullo envió a Pirovano sintetiza lo que habría de ser su
criterio frente al monumento.
La obra fue terminada en 1952. Es piedra, dos caras rodeadas de laureles: un perfil
es de Evita y el otro un perfil casi indio. No hay regodeos, ni complacencias, ni
demagogias. El artista resume en esos trazos severos y bellísimos lo que había
comprendido sobre Eva Perón y por eso su obra se llama Arquetipo símbolo.
En ese año de 1952 Vitullo obtuvo un triunfo que sólo consiguieron muy pocos
artistas del mundo: una exposición de sus obras en el Museo de Arte Moderno de París, en
vida. En el catálogo figura A"Arqueología símbolo". Antes de llevarlo a la
sala de exposición donde habría de exhibirse al público francés, el artista quiso
hacer conocer su trabajo en la embajada argentina que auspiciaba la muestra. Personalmente
eligió el lugar para que instalaran el monumento a Evita, controló la luz, revisó los
detalles. Su última obra. Las autoridades diplomáticas ven el monumento, no hay
comentarios. Una extraña frialdad sorprende al artista. Pocos días después la piedra es
retirada del lugar elegido por Vitullo. Antes de que se inaugure la exposición en el
Museo es trasladada a un sótano.
La exposición se clausuró sin que Vitullo consiguiera que la Embajada remita al
Museo el trabajo titulado Arquetipo símbolo Nunca lo recuperó. Sesostris Vitullo murió
en mayo de 1953.
Esta es una crónica sin adjetivos. Pero muy dolorida. Un gran artista logró
reflejar en piedra su visión de Eva Perón. Es un monumento conmovedor y justiciero que
el país tiene derecho a conocer al margen del criterio estético de un embajador
circunstancial.
Mientras el monumento a Eva Perón esté perdido en un sótano francés los
argentinos tendremos una deuda doble: con Evita y con Vitullo.
Crisis propone que esta obra sea recuperada por los argentinos y exhibida en esta
tierra Es justicia.
junio 1973 |
Raquel Forner, que también lo veía en esa época dice: Su vida era realmente
austera. En su casa se comía sólo sopa y polenta, vestía ropas de trabajo, muy
modestas. En realidad esa casa se mantenía con lo que ganaba Francoise trabajando como
doméstica.
En 1950 Orlando Pierri, un viejo amigo que estaba en Buenos Aires, se entera de que
Ignacio Pirovano viajará a Francia y le ruega que le lleve a Vitullo, ropas, alimentos y,
sobre todo yerba. Pirovano era entonces Director del Museo Nacional de Arte Decorativo de
Buenos Aires. Al encontrar la obra del "argentino de alma" de que le hablara
Pierri en Buenos Aires, Pirovano comprende que está ante un artista genial.
Desde ese momento decide encarar la tarea de hacer conocer a Vitullo.
Inmediatamente se pone en contacto con el Embajador argentino en París, Héctor Madero,
con el director general de Museos de Francia, George Salles; con el director del Museo de
Arte Moderno de París, Bernard Dorival, y con el mismo Jean Cassou, convalesciente
después de una operación. Los lleva a todos a visitar el taller del escultor argentino
que, emocionado, apenas consigue mostrar sus obras. En ese mismo momento se concreta un
ofrecimiento consagratorio: una exposición retrospectiva de su obra en el Museo de Arte
Moderno de París.
El proyecto tarda dos años en concretarse y en 1952, auspiciada por la Dirección
de Asuntos Culturales del Ministerio de Relaciones Exteriores de Francia y por la Embajada
Argentina en París, con la colaboración de la Asociación Francesa de Acción
Artística, se presenta en el Museo de Arte Moderno de París una retrospectiva cuyo
catálogo incluye 45 obras.
La salud de Vitullo ya estaba dañada por el polvo de piedra y por la miseria. El
16 de mayo de 1953 fue internado en un hospital, allí murió el 17 de mayo a las 2 de la
mañana. Su mujer no podía pagar el entierro. La Embajada se desinteresó y transfirió
el problema a Buenos Aires. Sus amigos franceses, la gente del barrio, era tan pobre como
el mismo Vitullo. El cadáver estuvo en la morgue ocho días con sus noches.
Jean Cassou le escribió a Pirovano "indignado ante el silencio feroz de la
Embajada Argentina". Pero fueron sus vecinos los que recuperaron el cadáver y
organizaron el entierro. Para eso, con sus manos, clavaron un modesto cajón de madera
hecho con los envases que les dieron los comerciantes del barrio. El cortejo fúnebre de
Sesostris Vitullo fue ralo y patético: su mujer, pocos vecinos, la viuda de Bourdelle,
Derival, Sgarbi y, curiosamente, una delegación de la Embajada. También estuvieron
Raquel Forner y Alfredo Bigatti que de paso por París, buscaron al amigo y Alicia
Peñalva les comunicó su muerte. Dice Raquel Forner: Algunos amigos lograron realizar el
funeral. Era muy pobre. El más pobre que conozco. ¡Fuimos tan poquitos para el final!
Dice Sesostris Vitullo: Reconstruí mi país día tras día. Aun las regiones que
nunca conocí. Necesitaba su luz, su viento y su cordillera. Esto se ha vuelto alucinante
para mi. Toda mi escultura está concebida para enfrentar estos elementos esenciales de mi
país.
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