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Para algunos seres, el tiempo no es el tiempo. Frente al dolor humano, la injusticia, la destrucción inútil del hombre por el
hombre, Alicia Moreau de Justo le ha sido dado "el combate" y "el claro consuelo".
Con sus 98 años accedió a charlar con QUIERO SER. En su historia personal el respeto por la vida es lo más importante.
Pudimos ver en sus pupilas una galería de generaciones que aún no ha concluido, porque ella está para contarnos nuestra
historia.
—¿Cuándo usted se propone estudiar medicina?, seguramente era muy difícil para una mujer, en esa época.
—Sí. Sin embargo, cuando entré en la Facultad de Medicina, estuvo cerrada durante un año a causa de una huelga que
habían hecho los estudiantes, que ya habían "aprendido a protestar", y cuando se reabrió nos inscribimos seis mujeres.
—¿En qué año era eso?
—En el año 1901, 1902.
— ¿Tuvo que luchar contra muchos prejuicios?
—Evidentemente. Pero estoy segura de que si yo hiciera en este momento cualquier cosa equivalente en cuanto a luchar contra
los prejuicios sociales, me encontraría con las mismas dificultades. No es fácil —y ustedes lo saben—, hacer dentro de una
sociedad aquello que no es habitual.
—Hay gente que piensa en conservar las cosas tal como están.
—Si, y no lo piensan porque sean malos, sino porque no pueden pensar de otro modo. Por ejemplo, cuando en una familia el
padre o la madre se oponen a que el hijo estudie tal cosa o realice tal trabajo, ¿se oponen porque no quieren al hijo? No,
porque ellos, al contrario, creen que así le demuestran todo su afecto, toda su capacidad de protección y a veces, le tuercen la
vida.
—Por no tomarlo en cuenta...
—Claro. Porque no son capaces de pensar de otro modo. Nadie es absolutamente dueño de su capacidad de pensamiento, si
no todos seríamos célebres sabios, como tampoco uno maneja su físico, si no seríamos ejemplos de belleza.
—Cuando usted se recibe, ¿le resulta difícil trabajar?
—Sí, por supuesto. Era muy difícil pensar que un hombre viniera a consultar a una médica. Tal vez por un resfrío o un dolor de
cabeza en donde no entraba el examen médico. Antes el médico tenía mayores barreras para acceder al conocimiento del
enfermo. Ahora, en cambio, hay más tecnología y no hay rincón del cuerpo que escape al examen médico, y esto es producto
del desarrollo de la ciencia.
—¿Y su militancia política, cuándo empieza?
—Creo que mi militancia política se debió en gran parte a la influencia de mi padre. Era un hombre de ideas muy abiertas.
Había sufrido mucho. Era francés y en su juventud se había producido la guerra de Prusia contra Francia. El, muchacho como
era, fue movilizado como soldado y se vio llevado a cosas que no le gustaban: agachar la cabeza y aprender la subordinación.
La sociedad en ese momento estaba en un profundo proceso de transformación política. El "mandamás" era Napoleón III,
sobrino de Napoleón I, que no tenía ni su capacidad ni el talento militar de aquél, pero tenía la fuerza y la organización política y
civil. Había continuamente movimientos de revueltas políticas. Mi padre tenía un temperamento especial, no era de los que se
inclinaban ante quienes le pegaban.
—¿Y usted?
— En mi época la militancia era difícil. Yo era más bien una curiosa; iba a ver, asistía a las conferencias políticas, e iba siempre
con mi padre, porque todos esos movimientos se hacían al anochecer o en plena noche y en esa época ninguna muchacha salía
sola a esas horas. Después de esas reuniones venía la discusión, la conversación con mi padre, y yo después tenía todos sus
libros a mi disposición. Era la época de grandes escritores franceses: Emilio Zola, por ejemplo, que ha sido un gran crítico social
de su época y un crítico que no ocultaba sus ideas y como él muchos otros. Era un momento de gran capacidad de creación en
la literatura, no sólo francesa sino europea. La aparición de ideas nuevas es difícil siempre. El que tiene esas ideas tiene que
luchar contra lo existente para imponerlas, pero lo más difícil es que tiene que luchar contra los propios beneficiarios de esas
ideas, ya que muchas veces se oponen por ignorancia.
—¿El socialismo en la Argentina ha sido el precursor de lo que luego se llamó la justicia social?
—Sí, porque los hombres argentinos que se acercaron a las ideas que nutrieron el nacimiento del socialismo, eran hombres con
ese temperamento. No estaban destinados a ser esclavos, sino a ser revoltosos, revolucionarios, como lo fueron los hombres
que hicieron el 25 de Mayo de 1810. Desde que nació ese proceso de emancipación de esta colonia, esos hombres, ¿de qué
se nutrieron? Se nutrieron de todo el movimiento que venía de otras partes, en especial de la Revolución Francesa, que tiene,
según mi modo de ver, la gran fuerza de haber creado un tipo de hombre distinto. Lo que nos vino de la edad media, de las
viejas civilizaciones era el siervo y el esclavo, y ¿quién creó el ciudadano?: La Revolución Francesa. Eso engendró en los
distintos países respuestas distintas. El himno argentino dice: "... el grito sagrado, Libertad, Libertad, Libertad." Eso se lo
enseñan a los chicos en la escuela y cuando llegan a grandes muchas veces se olvidan.
— ¿Qué diferencias ve en la educación de su época y la actual?
— Encuentro que la educación actual es muchísimo más abierta, más amplia que la que teníamos nosotros, los jóvenes de mi
época. Además, la educación no debe consistir en hacer pasar a todos los individuos por el mismo "tubo" para que al final salga
el mismo producto, sino que debe buscarse que cada uno "pase por el 'tubo que pueda". De esta manera la vida se hace mucho
más interesante. Si un joven no tiene ningún gusto por la matemática, ¿por qué lo obligan a cursar esa materia? Va a ser un mal
alumno. Pero puede ser un excelente alumno en otras materias.
— ¿No cree que ahora se tiende a lo fácil, a pasar el rato, a ganar dinero más que a otras cosas más importantes o
trascendentes?
—Sí, así es. Cuando se ve que con motivo de un partido de fútbol se cometen tantas barbaridades se ve también la
educación, que está lejos de ser como quisiéramos. Uno se pregunta: ¿el fútbol es algo tan importante que merezca que un
hombre pierda la vida? El fútbol es un buen ejercicio. Puede no ser más que eso. Sin embargo, en el mundo entero el deporte
se ha transformado en una gran maquinaria para comprimir la expansión que la juventud necesita. Esto es algo internacional.
Usted agarra un diario importante y serio y los días lunes tiene un suplemento especial, y no sólo eso, sino que en la primera
página hay titulares que hablan de un movimiento revolucionario en algún país y otros con la infaltable noticia deportiva con la
foto de los "héroes" de la jornada. De manera que un chico que ve esto, ¿qué va a creer? Que aquello que ha pasado en
nuestro país o cualquier otro (como la liberación de un pueblo, por ejemplo) vale tanto como un partido de fútbol en donde
Fulanito o Menganito han ganado.
—Eso también es educar.
—Es claro, por eso es que la educación está muy lejos de ser como quisiéramos.
— ¿Qué diferencias importantes existen entre la forma de vida de antes y la actual?
—Antes existía más vida de barrio. Actualmente la gente vive en departamentos uno al lado del otro y no se conocen, no
establecen relaciones, no hay lazo humano. Esto es un defecto comparando lo actual con lo anterior. Pero actualmente hay
condiciones superiores de vida, mayores comodidades, luz eléctrica, gas, mejores condiciones de higiene, y otros elementos
que por sus aplicaciones han modificado la vida doméstica. No hay comparación entre lo que hace una ama de casa que tiene
una máquina de lavar y mete toda la ropa adentro y las lavanderas que iban a entregar la ropa, que lavaban a mano, casa por
casa, con un enorme tacho, cargado con ropa, en la cabeza. Esta imagen que yo veía de chica me indignaba, me preguntaba
por qué esa mujer tenía que llevar ese paquete sobre la cabeza, someterse a esa humillación.
—¿Qué rol cree usted debe tener la mujer en nuestra sociedad?
—Si se cree que lo que la mujer debe ser es una buena ama de casa nada más, se la instruirá para ello dándole lecciones de
cocina, enseñándole a bordar, a tejer, etc. Si se cree que la mujer puede hacer esas cosas, pero también otras más, la cosa
debe ser distinta. Ha habido y sigue habiendo mujeres escritoras, artistas, trabajadoras. Esto se da en el mundo entero y en
parte se debe a la utilización de mano de obra femenina durante las guerras. Esa es una lección que recibí directamente después
de la Primera y Segunda Guerras Mundiales que intenté seguir tan de cerca como pude. Vi aparecer a la mujer trabajando en la
industria. Eso ha servido mucho para que la mujer quiera ser ciudadana y luche para obtener los derechos políticos.
— ¿Qué les diría a los jóvenes que están buscando un futuro profesional y laboral?
—Que observen qué es lo que pasa en sus propias familias. En esas elecciones los hijos reciben mucho la influencia familiar. De
modo que, según creo, es necesario que esa elección sea abierta, conversada, tener en cuenta las conveniencias y las
capacidades. También creo que es muy importante la gran influencia que puede tener la escuela. Espero que algún día, la
televisión y los medios de comunicación, y sobre todo la imagen, la proyección, la fotografía, los medios audiovisuales, sean
empleados en la enseñanza para ampliar el campo de la imaginación de los jóvenes, y así la enseñanza sería infinitamente
superior. El hombre es un animal que da a la visión una gran importancia.
—Lo difícil es descubrir qué es lo que a uno realmente le gusta para saber dónde ubicarse.
—Por eso es que el método de enseñanza tiene tanta influencia. Cuando se enseña algo hay que tratar de penetrar por todas las
vías: vista, oído, tacto. En definitiva no cerrar ninguna puerta por donde el exterior pueda entrar hacia el interior. Abrir la
mayor cantidad de posibilidades. Muchas veces pienso que sería mucho más útil en lugar de hablarles a los alumnos de lo que
fue el 25 de Mayo, proyectar una película. Recuerdo que hace algunos años tuve que hacer un viaje por la cordillera, y tuve que
hacerlo en una caravana porque los caminos estaban interrumpidos por las nevadas. El animal que me servía como medio de
transporte la mula, metía las patas en la nieve y caminaba con mucha dificultad. Ahí comprendí verdaderamente la hazaña del
cruce de los Andes por San Martín. Pensé en los hombres que con él hicieron el cruce, en los que iban a pie transportando los
fusiles, los equipos. Ahí tuve noción del esfuerzo humano que encerraba ese hecho histórico y los miles de hombres
anónimos que fueron protagonistas. ¿Quién pensó en ese momento en los pobres diablos que hundían sus pies en el barro y en la nieve y
que iban a liberar a los hermanos chilenos y peruanos? Para mí esta experiencia fue una revelación profunda, que me hizo
entender la dimensión histórica de este suceso. Si la escuela mostrara en una película qué significado tuvo este hecho con las
dificultades que tenía, como tantos otros hechos importantes, no sería necesario hacer tantos discursos "patrióticos". La vivencia
estaría incorporada en cada uno. Además, la humanidad sería una cosa muy distinta. Nos daríamos cuenta de que los
hombres no son diferentes por estar a un lado u otro de la frontera. Cada uno tendrá sus defectos o cualidades pero en esencia
son iguales. ¿Qué diferencia hay entre un chileno, un boliviano, un argentino? Es como los que se crían en un mismo barrio. El
día en que la humanidad entera lo comprenda no habrá más guerras, las fronteras serán un instrumento administrativo. Hacia esa
humanidad tenemos que ir. |