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crónicas del siglo pasado

REVISTERO

Balbín-Alfonsín
¿Qué quieren los radicales?

La puja entre los sectores que aspiran a la conducción de la UCR trasciende el marco partidario e 
influirá en la marcha del proceso político argentino. Un intrincado juego de alianzas, al mismo tiempo, 
reactualiza el peso de los caudillos de comité.
Revista Siete Días Ilustrados
mayo 1974

 


 

"Raúl por aquí, Raúl por allá, vamos a ver en esta interna, vamos a ver cómo te va". Al margen de las disonancias rítmicas, la desafiante consigna propuesta por el Movimiento Juvenil Línea Nacional, uno de los brazos del balbinismo, pretende augurar la derrota de Raúl Alfonsín en las próximas elecciones internas de la Unión Cívica Radical. La alternativa comicial comenzará el domingo 12 en la mayor parte de los distritos, seguirán el domingo 19, en la Capital Federal y Santiago del Estero, y culminarán recién en junio, con la votación de los salteños. Así, seguramente en la tercera semana del mes que viene, se reunirá el nuevo Comité Nacional y comenzarán a operar las flamantes autoridades electas en todas las secciones.
Muy pocos dudan que Ricardo Balbín superará, en número de votos, a su adversario, pero resulta esencial prever el margen de esa victoria: para ser reelecto como presidente del máximo organismo de la UCR deberá reunir dos tercios de los elegidos. Curiosa característica: los radicales siempre pugnaron por la vigencia del voto directo en las elecciones nacionales, pero en su manejo interno continúan rigiéndose por el sistema de delegados; es decir, por un mecanismo indirecto, que no tiene en cuenta el total de votos. Para alcanzar ese ambicioso objetivo es imprescindible concertar el mayor número de alianzas posible. Y ahí entran a tallar los punteros.

LOS DUEÑOS DE LOS VOTOS
"La verdad es que nos estamos moviendo a media máquina; don Ricardo gana seguro y, además, en esta elección no se discuten concejalías ni otros cargos públicos, como en los comicios nacionales. En esos casos sobran argumentos para entusiasmar a los afiliados". Guiñada cómplice de por medio, un
caudillejo porteño resumía a Siete Días el comportamiento de los punteros tradicionales —es decir, los "dueños de los votos" en cada sección o parroquia— ante la puja que se avecina.
Esa bonhomía, sin embargo, no impidió que los distintos jeques de la Capital Federal motorizaran en las últimas semanas febriles reuniones, a la búsqueda de acuerdos. Los restaurantes Claudio —en Sarmiento al 1500— y Chiezza —enclavado en Entre Ríos y Chile— fueron escenario de arduos semblanteaos, de común sazonados con buen vino; entre plato y plato se barajaban nombres y perspectivas. Así se selló, por ejemplo, el pacto entre Juan Trilla y Arturo Mathov con Francisco Pancho Rabanal (ex intendente de la city) y su hijo, el diputado Rubén Rabanal, inscriptos en el balbinismo. El buffet de estos últimos —en Diagonal Norte al 800— había cobijado antes los infructuosos intentos del Movimiento Renovación y Cambio, de Alfonsín, por presentar una lista única con los dueños de casa.
Es que el alfonsinismo porteño es débil y, para colmo, se partió por mitades: por un lado quedó la Junta Metropolitana del MRC y por otro la Comisión Interparroquial. Al cierre de esta edición, el propio Raúl Alfonsín intentaba soldar esa fractura; pero aún cuando lo logre, sus partidarios no tienen posibilidades de ubicarse entre los cuatro delegados que la Capital —igual que las restantes provincias— envía el Comité Nacional. Como se sabe, cada distrito consagra tres representantes por la lista triunfante y uno por la perdidosa, siempre que ésta alcance el 25 por ciento de los votos. Caso contrario, los vencedores consagran sus cuatro aspirantes.
"Esta vez mis adversarios no lucharán contra mí, sino contra la hepatitis". Entre burlón y resignado, Julián Sancerni Jiménez musitó a Siete Días su preocupación: desde el 2 de enero no sale de su casa, postrado por una dolencia hepática. Y el viejo caudillo —a quienes sus enemigos apodan Don Corleone— ha sido durante largos años el invariable ganador de los comicios porteños, lo que equivale a decir que es el "propietario" de la vieja Casa Radical de Tucumán al 1600, sede central de la UCR. Su prolongada ausencia en las distintas parroquias le resta parte de poderío: su lugarteniente, el senador nacional Raúl Zarriello, carece del carisma de Don Julián.
"Los hilos no sé si los muevo —relativizó Sancerni ante Siete Días—, pero por lo menos los miro. Los ojos, por suerte, no los tengo cerrados". Así, se augura una dura lucha entre las dos fracciones balbinistas porteñas: la intransigencia popular de los Rabanal, con cierto matiz centroizquierdista, frente al unionismo, más conservador, de Sancerni Jiménez. El perdedor se asegurará, de todas maneras, un representante ante el Comité Nacional, ya que —se descarta— obtendrá más del 25 por ciento del total de votos.
Otro distrito clave es el de Buenos Aires: allí, el alfonsinismo computa a favor su triunfo en los recientes comicios juveniles. No obstante, se asegura que la entente de Balbín con César García Puente, jefe del Comité Provincial, tiene asegurada la victoria: de allí saldrán tres delegados balbinistas y sólo un renovador. Pero no todas son rosas para el oficialismo partidario: en la tercera sección de la ciudad de La Plata, baluarte de Balbín, un grupo de correligionarios acusó a los dirigentes veteranos de "restar posibilidades a la juventud", e intentó formar lista conjunta con los alfonsinistas. El hecho adquiere un sabor especial si se tiene en cuenta que los "rebeldes" están comandados por Ricardo y Patricia Ferrer, nietos del Chino. Éso sí: la propuesta aliancista —que no prosperó— fue sólo para los comicios de la sección; en el orden nacional nunca dudaron en apoyar al abuelo.
Pero las sorpresas corren por partida doble: el médico Juan Naím, caudillo del partido de San Martín y con notoria influencia sobre algunos miles de sufragios, viró en redondo: en las anteriores elecciones había apoyado a Raúl Alfonsín y en esta oportunidad será uno de los candidatos de la Línea Nacional.

EL DUELO EN EL INTERIOR
"En el radicalismo hay balbinistas, alfonsinistas y cordobeses". Socarronamente, un viejo afiliado aludía a una realidad tangible que el octogenario radicalismo exhibe casi desde su fundación. Es que, si bien un ex candidato a gobernador por la provincia mediterránea, Víctor Martínez, y el ex presidente Arturo Illia se acercan a los postulados del Movimiento de Renovación y Cambio, ambos son cordobeses y tiene su propia estrategia, teñida, además, de una ancestral rivalidad con los dirigentes bonaerenses. Por eso, salvo Conrado Storani —compañero de fórmula de Alfonsín en las primarias del radicalismo y, junto a los anteriores, firme caudillo a delegado por la provincia— es imprevisible la postura de los representantes de Córdoba. Al respecto se tejen varias hipótesis. La más sólida propone que, en caso de que Balbín no llegue a conseguir los dos tercios que necesita para su reelección, es posible que los cordobeses le otorguen sus votos. Claro que eso tendría un precio político: se rumorea que a cambio exigirían la vicepresidencia primera del Comité Nacional (para Víctor Martínez) y la presidencia de la decisiva Comisión de Acción Política (para Arturo lllia).
Otra variante: en caso de que el alfonsinismo destruya los pronósticos electorales y cuente con los votos suficientes para obstaculizar la reelección de RB, Córdoba propondría a Illia como sucesor. Se sabe que el alfonsinismo apoyaría esa nominación.
En política, como en ciencia-ficción, todos los devaneos son posibles. Pero, eso sí, suelen pagarse muy caros si la realidad se encarga de demolerlos con su implacable tozudez.
En otras regiones los balbinistas han logrado capitalizar el apoyo de distritos otrora opositores: en Santa Fe, por ejemplo, la anterior elección había otorgado a los renovadores tres representantes contra uno del balbinismo. En el próximo Comité Nacional la relación será inversa: el pope alfonsinista Aldo Tessio aceptó integrar una lista única junto a tres balbinistas.
Parecido fue el desenlace en Formosa, donde el hacendado renovador Maglietti culminó un acuerdo con la Línea Nacional: no habrá puja interna y se repartirán dos delegados por fracción.
E1 alfonsinismo, en consecuencia, sólo tiene asegurado el triunfo en un puñado de secciones (Misiones, quizás Río Negro y Chubut) y necesitará sumar 32 de los 95 delegados al Comité Nacional para bloquear la reelección de Balbín. Un sondeo efectivizado por Siete Días entre los diversos sectores permite entrever que Balbín alcanzará los 64 representantes que necesita, con un mínimo de 60 y un tope que puede sobrepasar los 70.
En el cuartel general del alfonsinismo —Maipú y Rivadavia— y en los bares vecinos, los timoneles del Movimiento Renovación y Cambio reconocían estar "en las peores condiciones posibles" para el enfrentamiento. "Cuando nosotros surgimos como corriente interna —confió a Siete Días un alto dirigente— éramos la sangre joven, los portadores de nuevos vientos, estábamos a la ofensiva. Hoy, en cambio, no tenemos más remedio que mantenernos a la defensiva: nos acusan de comunistas, de ser contrarios a la unidad nacional y de un montón de cosas más que tenemos que retrucar." No obstante, confían en adueñarse del partido dentro de un par de años: "Balbín es apoyado —insisten— por los grupos que no tienen, entre sí, nada en común. Y llegará el momento en que esos grupos se dispersen. Entonces habrá sonado nuestra hora".

LA VERDADERA OPOSICIÓN
El domingo 28 de abril, la Línea Nacional realizó un acto proselitista en la Sociedad Italiana de Socorros Mutuos Roma, de Avellaneda. En la puerta de acceso, una placa anunciaba, en buen italiano: "Questo teatro consacrava all'arte". Aunque la concurrencia era por demás módica —un centenar y medio de entusiastas adherentes— algunas muchachas ornaban primorosamente la sala con banderas y gallardetes. Mientras atronaba el ambiente una aggiornada versión de la marcha partidaria en tiempo beat, un afiliado-locutor de aterciopelada voz emitía: "Dentro de pocos minutos va a hablar aquí, Ricardo 'Pacificadoooor' Balbín".
El calificativo, en verdad, resume la propuesta del líder radical a su masa partidaria. En un diálogo con Siete Días, el veterano dirigente justificó indirectamente ese mote y expuso sus principales postulados, que se sintetizan a continuación:
• "El diálogo es imprescindible. Yo dialogo en el más alto nivel porque, como el maestro, quiero dar el ejemplo."
• "Antes, en una tribuna, hubiera dicho otras cosas. Pero no sirve. El país comprobó que no sirve. Porque cuando el pueblo se divide, es pasto de los intereses que lo explotan."
• "El diálogo con Perón no es solo institucional; también enseña, de arriba para abajo, a convivir en paz. Por eso busco ese camino para el radicalismo, porque tiene autoridad moral para emprenderlo."
• "El Gobierno cometió algunos errores, pero no se puede arreglar todo en un día, porque estamos pagando los errores del pasado."
• "Yo no voy al diálogo buscando una conveniencia. Pero que quede bien aclarado: tampoco a mí me llevan a conversar para buscar conveniencias."
Lo que la Línea Nacional propone a sus adherentes es, en esencia, mantener el acuerdo Perón-Balbín como eje fundamental de la política argentina. Si ese diálogo se rompiese —suponen los defensores de esta postura— el país podría deslizarse hacia un escabroso sendero en cuyo final ellos esbozan el fantasma de la guerra civil.
Y ese acuerdo con el Gobierno es, precisamente, el nudo gordiano sobre el que centra su ataque el
Raúl Alfonsín sintetiza así su pensamiento:
• "No podemos los radicales seguir confundiéndonos con un Gobierno que no ha puesto en marcha el proceso de liberación reclamado por la mayoría del pueblo. No es cuestión de que nuestro partido silencie críticas o las formule sobre aspectos secundarios, aduciendo argumentaciones tremendistas que en última instancia pretenden insinuar que la democracia conspira contra las instituciones."
• "No se trata de hacer una oposición más dura o menos dura, se trata de ser auténticamente radical, recobrando la aspiración mayoritaria que debe tener nuestro partido."
• "En caso que el radicalismo no cambie su estrategia, la democracia en Argentina correrá serios riesgos. Desde Uriburu hasta Onganía, la UCR ha impedido, por su sola presencia, la instauración de sistemas autocráticos."
De alguna manera, la crítica de RA empalmaba con los rumores que volvieron a aflorar la semana pasada y que sugerían la formación de un gobierno de coalición, en el cual los radicales regentearían tres ministerios. Quizás por eso Alfonsín señaló a Siete Días que "dentro del radicalismo, hay quienes hablan de una emergencia nacional, colocándonos a todos en una falsa alternativa de hierro, uno de cuyos extremos sería la claudicación y otro el golpe". Pero el diputado nacional Rubén Rabanal se encargó de desvirtuar los rumores: "No hay ninguna oferta oficial y, aunque la hubiese, el radicalismo debe mantener su individualidad partidaria". En verdad, la incorporación a los ministerios es una vieja idea de Hidalgo Solá, un dirigente que sueña con la conjunción, incluso orgánica, de peronistas y radicales. Recientemente, sus seguidores sostenían que el radicalismo podía acceder a los ministerios de Educación, Justicia y Relaciones Exteriores, e incluso ocupar algunas subsecretarías. Aunque la especie no resulta verosímil, los más fervorosos creyeron vislumbrar una posibilidad, días atrás, cuando se comentó que el ministro de Justicia, Antonio Benítez, habría solicitado el reajuste de su jubilación para un futuro próximo.
No termina allí el intríngulis: según los renovadores, las 62 Organizaciones habrían ofrecido a Balbín la colaboración de su aparato sindical en aquellas regiones del país donde le "hiciera falta una ayuda". La versión, por supuesto, es interesada, pero no se ignora que César García Puente mantiene excelentes relaciones con el gremialismo oficial. No en vano su sobrino, Daniel Cecherini —quien comparte su línea política—, recomendó en un reciente acto: "Hay que acercarse y dialogar con las organizaciones que nuclean a los trabajadores agremiados".
Como contrapartida, los balbinistas sostienen que algunos núcleos que responden a Alfonsín reciben apoyo extrapartidario; especialmente, de la Juventud Peronista promontonera. La acusación está dirigida, fundamentalmente, contra la Junta Coordinadora de la Juventud Radical, cuyo secretario general, Luis 'Changui' Cáceres, desestimó la versión.
En semejante maremágnum, la elección radical tendrá, como se advierte, implicancias nacionales. Si Balbín conserva su liderazgo —como se pronostica—, la UCR seguirá siendo uno de los soportes del plan que articula Juan Domingo Perón, al tiempo que podrá oficiar, de moderador entre los distintos sectores del justicialísmo. En caso que Arturo Illia trepase a la cumbre del partido, el radicalismo tomaría distancias del Poder Ejecutivo, practicando una especie de "apoyo crítico". Y si Alfonsín diese el batacazo y emergiera triunfante de la puja, el espectro político argentino sufriría un sacudón que lo volcaría a la izquierda. Porque no resultaría extraño que el líder del MRC aglutinara tras de sí a la franja de ciudadanos que sufragaron por Oscar Alende en los comicios generales del 11 de marzo de 1973.
De todos modos, la figura del presidente de la Nación, con su aplastante peso político, incidirá decisivamente en los comicios internos de un partido cuya base mayoritaria valora la necesidad de mantener un acuerdo de fondo con Perón. 

 

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