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crónicas del siglo pasado

REVISTERO
DE ACÁ

Enrique Angelelli
Obispo de La Rioja

En una villa miseria que llaman "Córdoba Sur", celebró misa bajo un árbol. Una mesa como altar; un jarro de lata como objeto de culto. Había unas cien personas. Y al llegar el momento de la comunión les dijo: "Quisiera que tomásemos un vino ahora, pero como no tenemos ni siquiera agua, yo los invito a que nos demos un abrazo".
Es Monseñor Enrique Angelelli, Obispo de La Rioja. Nacido en Córdoba en 1923, fue ordenado sacerdote en Roma en 1949. Consagrado Obispo de Lista en 1961; luego Obispo Auxiliar del Arzobispado de Córdoba y desde 1968 Obispo Diocesano de La Rioja.
"Vos has parido un monstruo, Celina", dice a su madre comentando lo que de él afirman sus detractores.
He aquí su testimonio, recogido para crisis por Sergio Barbieri. Las fotos también son de Barbieri.

Revista Crisis
mayo 1974

 

 

 



 

Llevo cinco años en La Rioja y ha pasado mucha agua bajo los puentes. En estos momentos estoy acusado de ser un obispo rojo, marxista, de extrema izquierda. De llevar a la Iglesia —concretamente a la diócesis de La Rioja— por caminos tortuosos y no por los verdaderos caminos de la fe cristiana, del Evangelio.
Se me acusa de meter ideas, traer gente y armar organizaciones de tipo subversivo, so pretexto de la vida pastoral.
Trato de comprender a quienes, en este momento de tanta intransigencia, actúan así. Creo que la inmensa mayoría de ellos, por desconocimiento de su propia fe, desconocen la naturaleza de la Iglesia y la profundidad de los problemas que vive la comunidad riojana. Ignoran el contexto nacional, latinoamericano y mundial en que estamos viviendo. En el fondo, es el rechazo al cambio que se está operando en el mundo.
El Concilio dice en su documento "Gozo y Esperanza": "El cambio es profundo, es universal y es acelerado". Y dice también que ese cambio nos toca a todos.
Vemos mutaciones en el orden económico, social, político, cultural y hasta en los aspectos religiosos. No cambiamos en la plana de Dios; los cambios se notan en aquellas cosas que hemos hecho los hombres. Y el análisis de ese cambio demuestra que vivimos en el mundo un gran desequilibrio de todo tipo.
El Concilio dice que la razón de ese desequilibrio hay que buscarla en las causas profundas y que ellas se encuentran en el corazón del hombre, que está desequilibrado.
Para que no se produzcan los cambios están los intereses de por medio. Donde se juegan los grandes intereses egoístas y rastreros, se juega el todo por el todo. Y tratan de eliminar todo lo que se les pone en su camino, para que no se logren los cambios que deberían llevarse a cabo. No cambios alocados; los verdaderos cambios que es urgente que se lleven a cabo.
Los hombres de las grandes ciudades, de la sociedad de consumo, que todo lo manejamos por botones y definiciones perfectas y envasadas, somos nada más que piezas de un gran engranaje. Somos una gran sociedad anónima porque ya no nos distinguimos ni nos consideramos, y parecería ser ley aquello de: el hombre es lobo para el hombre y no su hermano. Y en esa sociedad aparece un tipo de hombre que vive medio sofisticado, no tiene paz y huye de sí mismo; le ha perdido el rumbo y el sentido a la vida. Corre todo el día, necesita velocidad, ruido, confort; necesita tocar botones de distintas clases. ¿Por qué? Porque no se soporta a sí mismo.
Y está este otro hombre, el riojano, cuya característica es el silencio. Habla poco y mastica mucho. Es el hombre que está rumiando las cosas, que tiene toda la riqueza de la humanidad.
No tiene dinero, por eso está marginado. No tiene vivienda, por eso está marginado. No tiene voz para opinar sobre las soluciones a los problemas de hoy; lo hemos marginado. Es el hombre sin voz.
El dice: lo que no me van a quitar es que yo siga guardando, alimentando, enriqueciendo eso que Dios me ha dado: la humanidad.
Aquí se encuentra el hombre latinoamericano, que no se encuentra en Buenos Aires, en Mendoza, en Córdoba, en Rosario. En la ciudad hay demasiado ruido y no se puede encontrar el sentido a la vida. Allí las cosas son más importantes que las personas; en cambio aquí las personas son más importantes que las cosas.
Al hombre de pueblo tampoco hay que idealizarlo creyendo que es perfecto. Es como nosotros, débil como la caña. Es frágil. Pero se aplica aquello de la Biblia: "Dios es celoso de su pueblo". Dios cuida lo frágil para que pueda guardarse como el núcleo de aquello que va a ser principio de vida, de liberación, de felicidad para todo el pueblo.
Dios elige al pobre como respuesta al hombre orgulloso que se ha endiosado y ha hecho de la técnica y de su yo los dioses que lo guían.
Entonces, ¿cuál es la gran misión de la Iglesia? Hacerse cada vez más este pueblo frágil y al mismo tiempo darle aquello que Dios ha entregado a la Iglesia para que ella lleve a los hombres. Hacer que la fe madure, que la esperanza madure, que la caridad madure, pero no aisladas de la vida, no para ser vividas dentro de un templo, sino para que ayuden al hombre a ir haciendo su historia; para dar una dimensión trascendente y un sentido a las cosas.
¿Dios qué hace? Se abaja de tal manera que al encarnarse toma la condición de marginado. Toma la condición del hombre, hasta donde fue llevado por el egoísmo; la del pobre, el marginado, el sin voz. Porque allí va a nacer todo el proceso para que el hombre logre su felicidad.
Y la Iglesia tiene que comprometerse. Ella no es para determinados hombres porque se llamen pobres y a los demás se los excluye, pero hay que recurrir a ver la óptica de Dios, el plan de Dios y los gestos de Dios.
El hombre al que llamamos rico económicamente, rico en poder y en influencias, no tiene paz, huye de sí mismo y ha perdido el sentido de la vida.
No le hago un juicio moral, no digo: peco, no peco. Eso es otra cosa. Pero su condición hace que otros hombres no vivan como hermanos sino como cosas.
En el documento "Gozo y Esperanza" del Concilio Vaticano Segundo se hacen estas tres preguntas fundamentales:
—¿Por qué vivimos? Qué es la vida.
—¿Por qué creemos? El sentido de la vida.
—¿Por qué esperamos? El sentido de caminar en la vida.
Las personas que en este momento reaccionan ante los cambios de la Iglesia, que se les hace un lío la política, que el mundo se les hace un merengue, que dicen: mejor no vivir porque antes era mucho mejor, es porque no saben contestarse estas tres preguntas fundamentales.
Le Iglesia en el Concilio, después de dos mil años de existencia peregrina como comunidad visible se hizo dos preguntas que hay que seguir repitiendo:
—¿Iglesia, qué dices de ti misma?
—¿Cuál es tu misión hoy?
Y para contestarse estas preguntas se remontó a su origen y fue a redescubrir su identidad.
La Iglesia nace del corazón trinitario, no es una simple organización externa. Nuestra cuna —la cuna de los hombres y de este cuerpo de Dios y pueblo de Dios, que es la Iglesia—, es la trinidad: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. En la trinidad descubrimos la plenitud.
La iglesia vuelve a su fuente teológica, al discurso, al lenguaje de Dios. Y lo ahonda racionalmente y con una actitud contemplativa.
Volcó la mirada a su origen, echó una mirada a su caminar de veinte siglos, tratando de redescubrir todas las luces y sombras que los hombres tenemos y vamos a seguir teniendo; por eso somos peregrinos.
La Iglesia quiere quitar el polvo del camino; todas esas manchas y arrugas que se han ido adquiriendo a través de los siglos. Toda esa historia, esa vida, esa tradición que se ha hecho en la cruz, en los circos romanos, en las catacumbas, en las grandes universidades. La vida que se ha hecho en el encuentro con las grandes civilizaciones, la Edad Media, el Renacimiento. El hombre que va edificando su mundo y construyendo su propia cultura; que ha ido respondiendo a los tiempos, tanto en Oriente como en Occidente.
Es la Iglesia que se encuentra con un positivismo, un racionalismo, un materialismo, con una revolución francesa. Y se encuentran también los hombres de la Iglesia en la tentación de dejarse arrastrar, de no ser el signo vivo de Dios vivo, de Jesucristo.
La Iglesia tiene que ir a redescubrir las grandes figuras que llenan su tiempo y a la vez se proyectan hasta hoy. La Iglesia se encuentra con un San Francisco de Asís.
Cuando llego a La Rioja me hago las mismas preguntas del Concilio. Iglesia riojana, ¿qué dices de ti misma? Iglesia riojana, ¿cuál es tu misión?
Para contestar la primera pregunta vamos profundizando el propio ser; bebiendo en las fuentes: El Evangelio y la sabiduría de veinte siglos de Iglesia hecha documento: el Concilio. Y al mismo tiempo tratamos de descubrir lo que el Dios vivo está hablando misteriosamente al corazón de cada hombre y por tanto ponemos un oído hacia el pueblo.
Entonces, ¿quiénes somos aquí los cristianos? Nos hemos ido revisando y somos éstos: los que escriben en "El Sol", los que están sacrificándose junto a un enfermo, los que se están destruyendo en un obraje. Somos éstos.
A la segunda pregunta vimos que es necesario responder con la gran respuesta del Padre y con la gran respuesta de Cristo a todos los problemas de todos los hombres de La Rioja. Fuimos a ver el hombre concreto de hoy y su historia y tradición.
Y el hombre concreto de hoy es el que no tiene casa y entonces quiere emigrar, es el que padece de Chagas, el que no le alcanzan los pesos para vivir y el que no tiene más trabajo que el empleo público. Es el hombre que no tiene tierra por la estructura del mini minifundio y el maxifundio, el que ve que la poca agua está mal administrada y mal repartida. Somos menos de ciento cincuenta mil habitantes en noventa y cuatro mil kilómetros cuadrados.
Es el chico que tiene que ir a clase haciendo kilómetros en burro, o el que no da más porque tiene hambre. Es el porcentaje alarmante de mortalidad infantil y de problemas de salud.
Ese es el hombre concreto y yo no le puedo ir a predicar la resignación. Dios no quiere hombres resignados.
Y entonces encontramos hermanos nuestros en la fe que creen que la misión de la Iglesia es celebrar misas de difuntos, pero no acordarse de los vivos. Olvidan que la historia de la salvación no comienza en la muerte. Ellos están vivos en la eternidad, pero aquí tenemos que pulmonear la eternidad. La conquistamos y la tejemos de la misma forma que vamos tejiendo la historia. Nuestra historia es la historia de la salvación porque Dios va caminando con nosotros desde la encarnación. Su propia historia es nuestra historia.
Aquí, en La Rioja, la historia la va tejiendo el hombre llanisto, con el hombre del oeste, el de la costa con el de la ciudad, con todos los medios concretos que tiene.
Si la Iglesia quiere ser fiel al Evangelio, al Concilio Ecuménico Vaticano Segunde a Medellín, a San Miguel hay que jugarse hasta las últimas consecuencias. Y nos da el ejemplo. No creo que el camino de él ha sido un camino de rosas. A él lo matan en nombre del orden establecido y de una tradición mal entendida.
Fácilmente se dice: la Iglesia tiene que reducirse a lo que ella es. Metida en el templo, celebrando ceremonias pero no metida en la vida. Es el mismo principio de la moral individual: yo en mi fuero interno creo en Dios, pero afuera no me importa si este marido es infiel a su mujer o viceversa; no importa si vengo aquí a golpearme el pecho delante de Dios y voy allá, hago el gran negocio y dejo muertos de hambre a veinte o treinta hermanos míos.
Yo me siento feliz de vivir en la época en que vivo. Me parece importante vivir en esta época de cambios profundos, acelerados y universales.
Me siento igual que todos, débil como todos y al mismo tiempo me siento solidario con todos los hombres. Porque se nos ha dado en este momento histórico la posibilidad de construir algo nuevo.
Nosotros no podemos y no debemos discutir si al nuevo edificio lo vamos a pintan de verde o amarillo. A nosotros se nos ha llamado simplemente a echar piedra y cemento en unos cimientos de algo nuevo y no debemos tener siquiera la ambición de ver el edificio terminado. Y depende de los cimientos el edificio que se construirá para las generaciones futuras
Me siento feliz en este momento lleno de esperanzas, siendo consciente de la tensión en que vivimos, de la dramática situación en que vivimos. Pero echando a la balanza lo negativo y lo positivo, supera el platillo de lo positivo.
Si la Iglesia quiere seguir siendo fiel debe seguir siendo pueblo. Y la respuesta del pueblo riojano es ésta: el pueblo se hace Iglesia, aquí en la ciudad y en la provincia.



codetral
"Famoso tema donde tanto se critica a la Iglesia. Desde los distintos gobiernos de la «revolución argentina», éste era el gran cuco. Las noventa y cuatro familias de Aminga hacían trastabillar al país.
"¿Y qué es Codetral? Un día Caritas —una organización de la Iglesia para dar respuesta a las necesidades promocionales de los hombres en cada lugar— y el movimiento de acción católica —o sea la gente campesina que busca crecer— deciden crear una cooperativa en el latifundio de Azalini.
"Se solicita esto con todas las leyes y papeles; que se expropie el latifundio para formar una cooperativa de trabajo. Bajo un signo: el Evangelio.
"Pero no, eso es ser marxista, subversivo, foráneo, tupamaro; eso es hacer política; la Iglesia se mete donde no le corresponde.
"¿Cuál era la finalidad? Que las familias más pobres de la comunidad no se vean obligadas a ir a una villa miseria de Buenos Aires o Córdoba, sino que se queden en su tierra, y que esa tierra produzca y sirva de ejemplo, de aliciente. ¿Para qué? ¿Para la lucha de clases? ¿Para enfrentar a los ricos?
"Aquí no es donde se propicia la lucha de clases. El gran desequilibrio existe en la realidad.
"Existen unos que no tienen voz, que son marginados y explotados y existen otros que tienen privilegios y explotan a los demás. ¿Eso lo quiere Dios? No.
"Yo no puedo rezar el Padre Nuestro así, ninguno podría rezar así, cuando existen hombres a quienes se les niega hasta su razón de existir."


dos monjitas
"Hacerse monja en esta época merece la consideración de los demás. Una mujer joven, bien formada, capacitada para muchas opciones, elige en la vida servir a los demás.
"Dos monjitas, después de estar durante dos años en La Rioja, buscan ser más consecuentes con la gente que sufre y se van a vivir a "Los Cardenales", un rancho con lona, donde tienen una piecita para dormir, una letrina lejos —como todos— y un pico de agua común.
"Y estas dos monjitas, que son profesoras, trabajan de sirvientas. ¿Con el fin de hacer demagogia y política? No. Con el fin de poder hacerse carne con aquel que más sufre, para ayudar a estas mujeres que son tiradas, despreciadas y usadas. Para que la sociedad las ponga en el lugar que les corresponde.
"Entonces las monjitas ayudaron a formar el sindicato de empleadas domésticas que ya estaba en gestación. Y son ciento cincuenta afiliadas, incluidas las monjitas, por supuesto.
"Porque la Iglesia tiene un papel supletorio cuando las cosas no las hacen los hombres o las instituciones: ayudar a que los hombres concreten obras que los hagan felices."


Iglesia eterna y peregrina
"Una Iglesia anquilosada, cerrada sobre sí misma; una Iglesia que en nombre de una falsa tradición permanece marginada del mundo y de la vida; una Iglesia que es puramente ritualista, pero que va perdiendo su contenido; una Iglesia que ya no dice nada al hombre de hoy con sus profundos interrogantes, es una Iglesia infiel porque no responde a su cuna.
"La Iglesia es, por esencia, misionera. Es esencialmente dinámica y comprometida, como es comprometido el Hijo de Dios que se encarna y toma nuestra carne.
"La Iglesia es esencialmente eterna por un lado, pero es al mismo tiempo peregrina. Es respuesta de Dios a los problemas de cada tiempo de la historia."

la violencia
"Nadie quiere matar a otro hombre por matar a otro hombre, eso no está en la naturaleza humana. Por eso, cuando nos encontramos con una juventud casi comenzando a vivir, que no está mezclada con los intereses, las trenzas y los juegos de los adultos, que es capaz de derramar su propia sangre —aunque se pueda discutir si el método que usa es equivocado— ésa es una sangre que hay que respetar para poder escuchar la voz que tiene dentro. La voz dice que algo no camina en esta sociedad.
"No nos rasguemos las vestiduras. No condenemos. Vayamos a las causas."

 

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