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crónicas del siglo pasado

REVISTERO
DE ACÁ

Cuchi Leguizamón
Dejando cantar a la vida

Salteño corajudo y loco, el Cuchi Leguizamón ha estado sacando a nuestro folklore de su letargo a fuerza de armonías atrevidas y composiciones asombrosas. Pero él dice que lo aprende todo, oyendo el canto de los sapos de su tierra.

Revista Expreso Imaginario
febrero 1981

 

 


 

Gustavo "Cuchi" Leguizamón es una de las personalidades más fascinantes que pueblan la música argentina. "Cuchi" quiere decir "chancho" y un encuentro con él o simplemente la observación de una fotografía obviará cualquier explicación sobre los motivos de semejante apodo.
Pero vamos a lo que importa. El Cuchi anda por los sesenta y su asombrosa capacidad creativa ha brindado muchas de las mejores composiciones a la canción folklórica. "Balderrama", "La Pomeña" "Zamba de Juan Panadero", "Zamba de Anta", "Zamba de Lozano", "La arenosa", "Chacarera del expediente", "Chacarera del duende", e infinidad de títulos para los cuales no alcanzarían las páginas de esta revista.
Se lo puede considerar como un músico de avanzada que logra conjugar la fidelidad a la raíz con una fuerte dosis de atrevimiento. Sus temas resultan sumamente difíciles de cantar porque, como considera a la voz el más formidable instrumento, exige lo máximo del cantante. Así, no son muchos los que han logrado versiones felices de sus creaciones: Los Fronterizos, Mercedes Sosa, Zamba Quipildor, Dúo Herencia, Dúo Salteño.
El Dúo Salteño precisamente, que marcó un estilo y una variante sumamente particular, debe su formación al Cuchi, quien eligió voces que pudieran acomodarse a sus concepciones: de tal manera logró las disonancias y combinaciones que convirtieron al Dúo en una sorprendente conjunción que aún hoy suena adelantado para la época y para el estado en que se halla la música folklórica.
Partidario de la atonalidad, el Cuchi ha estudiado música de grande. Cansado de componer y no poder participar en los concursos, se compró una teoría y solfeo siendo estudiante de abogacía en La Plata. Posteriormente estudió armonía, contrapunto y composición con los maestros necesarios. Pero su aprendizaje vivo y concreto se debe a su prodigioso oído orientado hacia todos los sonidos, especialmente los de la naturaleza. El Cuchi hace cantar a los pájaros - no es verso, hay testigos- y a los sapos, y hasta les cambia el canto con sus exigencias.
Esta capacidad lo ha llevado a intentar osadías increíbles: logró afinar las campanas de Salta para que al sonar tocaran "La López Pereyra", la zamba que es algo así como el "himno" salteño. Otra vez, con ocho locomotoras "de ésas que pitan lindo" armó una chacarera. Y mil proyectos semejantes encienden la fecunda imaginación del Cuchi.
En uno de esos proyectos, que se llamará "La opería del duende" o "La opería salteña", intenta una ópera folklórica donde la orquesta hasta dice malas palabras, musicalmente, buscando cifrar los diferentes matices y leyendas que conforman al duende popular que anida en el alma salteña.
Abogado, Gustavo Leguizamón es profesor de Historia en el Colegio Nacional de Salta, para gozo de sus alumnos. Enemigo de las formalidades y los almidonamientos, mentiroso descomunal (dicen que tiene toda una filosofía acerca de la relatividad de la verdad y el valor de las mentiras), gran cocinero, amantísimo padre, el Cuchi Leguizamón es la imagen viva del talento que no reconoce límites porque sabe bien donde pisa.
Héctor Ariel Olmos


¿Cómo se inició en la música?
Mi papá, para que jugara, me compró una flauta, y como a mi me gustaba escuchar música y mi tata tenía grabado "El barbero de Sevilla", antes de curarme del sarampión ya había aprendido a tocarlo íntegro en la flauta.
Yo tenía un problema que en Salta era muy difícil de resolver: era corto de vista y nunca tuve anteojos para poder ver una partitura. Eso me impidió escribir y estudiar música. Pero no me impidió oír la buena música, la "gran música".

¿Quiénes son los exponentes de esa gran música?
¡Ay, hijo mío! ¡Son tantos! Ahora estoy escuchando mucho a Alban Berg...

¿Y en Sudamérica?
Bueno, por ejemplo Villalobos. Todos los brasileros. Ellos están 100 años más adelantados a nosotros, cualquier lustrabotas de Brasil es capaz de tocar la guitarra mejor que el mejor concertista argentino. Allí hay un fenómeno muy importante: la gran cultura aporta a la cultura popular y la cultura popular aporta a la gran cultura. Hay grandes músicos que hacen canciones populares. Hacer una canción es más difícil que hacer una sinfonía. Una sinfonía es un cargamento perceptivo que se cumple, una idea musical que se desarrolla, pero no es fácil poner el juego del alma en una canción de ocho compases. En esos ocho compases hay que decir todo, no hay tiempo para el bla-bla y el macaneo.
Nuestra música popular fue hecha por gente que no sabia música. En el 90% de los casos se hace con desconocimiento total de la técnica musical. ¿Cómo han surgido los conjuntos? ¿Han tenido alguien que los armonice? Ellos mismos hacen sus pequeñas armonizaciones. ¿Pero, quién ha armonizado los quintetos, los sextetos, las orquestas? En los grandes músicos de jazz el aporte de la música culta es fabuloso. Todos ellos tenían amplios conocimientos musicales. En nuestro país, en cambio, eso no sucede. No hay muchos que hagan de eslabón entre la música culta y la popular.
¿Qué tenemos que hacer si queremos encontrar algún sentido de "lo argentino"? Si te remontas hacia atrás vas a encontrar que nuestra cultura tiene profundas influencias francesas. Si ustedes agarran a cualquier pintor argentino, de los viejos, de los clásicos, se van a encontrar con las técnicas de la cultura francesa detrás de ellos. El movimiento plástico de México es mucho más importante, porque trataron de sujetar todo como una expresión nacional. Eso se logra en pintura, pero en música es más difícil, porque acá no se conoce una música tradicional americana. Por ejemplo, la música quichua es fabulosa, pero la injuriamos, reventamos el paisaje, esclavizamos a los que la cantaban, ¿qué queda?, ¿el recuerdo de lo que cantaba esa gente?, ¿no somos nosotros sus herederos? ¿No podemos dejar que evolucione entre nosotros ese sentido?
El otro día un señor decía que el olor más importante que tiene la patria, es el olor de los tallarines de "las cuartetas" y de la masas, porque eso se identifica como el olor de la calle Corrientes, calle donde transita mucho la gente. Bueno, si eso llega a ser respetable, si todavía no somos más que una suma de individualidades y no hemos conseguido construir las bases de un arte y de una cultura que pretenda traducir el sentir nacional general, ¿qué vamos a ser? Estamos todavía en una gran olla hervida sin protección, abierta, y nos vamos a despersonalizar tanto que... me da miedo decir lo que vamos a ser... Cuando yo veo que hay planes de cretinización... ¿Qué te parece eso de que se pare un badulaque y le diga a un chico hermoso de una provincia, que está acostumbrado a ver pájaros, agua, viento, canarios, bichos, rococos (sapos de gran tamaño), tormentas: "¿Qué gusto tiene la sal?" Y el chico, como un autómata, le conteste "Salado". ¡Y le dan un premio al que se parezca más al animal ése! ¿No es eso un proceso de cretinización? Entonces, ¿qué podes esperar de este pueblo? ¿Sabes cuáles son los enemigos de ese señor? Los artistas, que pueden revelar un país lleno de misterios, de asombro, de jerarquía estética, mientras él pretende convertir a un niño en la expresión de la cretinidad colectiva.
El otro día estuve conversando con egresados de la Universidad Nacional, y no conocían quiénes son los Premios Nacionales de Poesía de este país. Entonces me di cuenta de que las Universidades que hay en el Norte tienen menos trascendencia que un taller de costura y que a la gente no se le enseña nada.
¿Es posible sintonizar una radio argentina de la que se pueda escuchar algo con dignidad? ¿Es posible ver un programa de televisión que tenga algún fin educacional serio? No. Yo tengo mucho miedo, se me ocurre que estamos perdidos, porque si no aparece una maestra de primer grado que nos de un azote y nos haga ir a aprender a leer y escribir, y sentir un gran deseo de ser cultos, no la cuidan más a la cultura popular, se va a enojar el duende y no va a aparecer más, y el día que eso ocurra vamos a quedar tan despersonalizados que nos va a conquistar un aire musical que venga de una radio, porque vamos a creer que ese es el invento más importante de la humanidad.
Ustedes saben que este país es hermoso. Y sin embargo, aquí no se puede escuchar buena música. En este país, hoy, lo más importante es ser comerciante, en especial si sos usurero. Yo me acuerdo que cuando era muchacho, y andaba en aquello de la gimnasia y de la esgrima, del sable y de la espada, no podías plantearle un duelo caballeresco a un usurero, porque era un hombre al margen de la sociedad, un hombre de conducta denigrante. ¡Qué te parece cómo ha cambiado el país, ahora si no sos usurero no podes ocupar ningún cargo!
Esa es la mentalidad española en algún aspecto. Esa mentalidad que poco a poco ha ido amasándose con la mentalidad indígena para convertirse en la mentalidad americana, el 90% de los artistas está pensando en lo que van a ganar, mientras Van Gogh pinta el cuadro más célebre de su vida, lo vende por dos chelines, y al salir del lugar se los regala a una pordiosera. ¿Querés explicarme la conexión entre el alma de ese extraordinario artista y un chantapufí de la TV "discovisiva", como se dice ahora?

Una vez usted dijo que había que hacer una música detergente.
Yo creo que habría que hacer una música que higienice a la gente, y a los primeros que hay que higienizar es a los directores de radio, para que terminen de usar la música como un elemento de tortura, y la usen como un elemento de cultura. Que sepan que no es posible que se nos atormente con un batuque infernal, creyendo que la música es un montón de ruidos, aunque con un montón de ruidos pueda hacerse música.
Nuestra crisis es muy grave, porque sigue imperando aquel dicho de: "el que sabe sabe, y el que no sabe es jefe". Si ustedes consultan a un director de cultura del más alto nivel, no van a conseguir un consejo mejor que el del almacenero de la esquina. Porque el almacenero por lo menos tiene un poco de pueblo, de donde va sacando su cordura o su mediano juicio entendible. Pertenece a una comunidad humilde sin muchas pretensiones. Lo terrible es que siguen saliendo doctores que no saben leer, doctores en literatura que no conocen la literatura del país, ni a sus grandes escritores.

¿Qué opina del tango?
Es una hermosura. Yo siempre he sido un compositor, cantor y bailarín de tango. El tango fue un milagro de ciertos suburbios, porteños y provincianos. De esa época y esos suburbios surgió una filosofía, una manera de ver las cosas a lo tango. En esa filosofía colaboraron grandes poetas, gente como Homero Manzi, y también señores músicos, gente con muy pocos conocimientos técnicos pero con el fuerte deseo de dar a luz un mensaje, con un deseo de asombro.

¿Y el folklore?
Un gringo que es embajador en Bolivia me decía: "¡Qué pena que el folklore sea tan puro y tan bueno solamente en los países subdesarrollados!". Son los países donde un chico todavía puede escuchar la lluvia, los pájaros, el viento...

¿Usted está experimentando en folklore atonal? 
Es muy difícil saber la tonalidad del agua, de los pájaros, de los animales, de nuestros gritos humanos. Quizás sería más fácil si no hubiésemos tenido todas esas perniciosas escuelas que nos enseñan a hacer todo mal. Yo estoy convencido de que los rococos tienen una cultura coral. En la próxima lluvia los invito a que nos paremos abajo de un puente y yo le voy a cantar a esos sapos y ellos van a cantar a la par. Estoy convencido de que los rococos tienen cultura coral. (Se calla). Tienen una absoluta disciplina para observar silencios, tuttis, y para terminar el canto. Yo no sé a qué batuta obedecen, yo no sé cuál es su comunicación orquestal, pero es realmente muy curioso.

¿Quién es capaz de escribir ese canto, o el de los pájaros? 
Yo una vez escribí una baguala para orquesta, y puse como indicación: "Desafinando para arriba", para que entendieran lo que quería. A veces me tomo el trabajo de saber si el teléfono suena en "sol", o cómo suenan los llamados de radio internacionales, o una alarma. Creo que es un lenguaje más natural y universal el del atonalismo, que nuestra vieja convención de la tonalidad.

Hace poco los salteños sufrimos una pérdida grande, Don Manuel Castilla, que era un gran amigo suyo...
Un hermano, que vivía nada más que para nutrir su asombro.
¡Qué lástima que un testigo de su categoría se haya perdido, un testigo de todo lo que veía, de todo lo que aprendía, de todo lo que transformaba, de todo lo que creaba!. Pero así es la ley de la vida, ya debe estar incorporado a algún ritmo...

Su apodo "Cuchi", quiere decir chancho, ¿no es cierto?
Si. Yo nací en el Valle de Lerma, donde la gente se enferma de sólo andar por las calles. Nací en Salta capital, y a los dos días de nacido me llevaron a Cerrillos. Allí unos tipos se presentaron a vender unos chanchitos que estaban muy flacos. Yo también estaba muy flaco, y mi abuelo dijo, señalándome: "Ve pues, si está igual a los cuchis". De ahí me quedó el apodo.

¿Usted tiene probabilidades de grabar?
Sí, estoy en vía de hacer un buen negocio, y cuando lo haga grabaré mis discos y se los regalaré a mis amigos. Es tan sucio el negocio discográfico, se hace con tan bajo fin, que a uno le da vergüenza pensar que tiene que entrar a grabar sus cosas en un lugar así.

Nicolás Alvarez 
José Epifanio

 

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