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crónicas del siglo pasado

REVISTERO
DE ACÁ

Horacio De Dios habla del secuestro de Aramburu

No intentes reportear al doctor Eugenio Aramburu ... Si lo ves, filmalo sin acercarle el micrófono... Esta madrugada fue él quien tuvo que reconocer como pertenecientes a su padre el llavero, los bolígrafos, el reloj... Hay que respetar su silencio ...

Revista Semana Gráfica
Junio 1970

 

 

 

Así. . . de golpe .. . como si fuera otra persona la que hablara en mi nombre, me encontraba diciéndole a un compañero de la televisión que era preferible perderse la nota a causar más dolor a una familia. Lo hacía por teléfono desde el estudio, de manera directa, en lugar de apelar a otro medio más discreto. No quería que fuera un secreto. Deseaba que el público comprendiera que los cronistas también somos seres humanos y no sólo profesionales de la frialdad informativa. Era mediodía del jueves 11. Después de medianoche, en un sobre, habían aparecido esos pocos objetos de uso personal que llevaba el teniente general Pedro Eugenio Aramburu al desaparecer de su casa 12 días antes. Esa mañana, después de casi 2 semanas de incertidumbre, de informaciones pesimistas y rumores optimistas, yo había visto salir de misa a doña Sara Herrera de Aramburu. Todos los periodistas que cubrían la información frente a Montevideo 1053 conocían el comunicado número 5 de los supuestos Montoneros pero nadie se acercó siquiera a su habitual comitiva para preguntar nada. Se formó un pasillo de cámaras y los micrófonos y grabadores quedaron off (fuera). La escena habitual de la ida y el regreso de la capilla del Colegio Champagnat cobraba un tremendo sentido dramático. Apenas un día antes la señora había dado a través del discreto Joaquín Sampietro (secretario particular del ex presidente provisional) un mensaje de puño y letra que hacía presumir que el secuestrado estuviera vivo. En esa mañana de jueves, de un gris de llovizna, los que llevábamos casi 300 horas de insomnio ininterrumpido palpamos —por primera vez— la posibilidad del asesinato de Aramburu como la hipótesis más lógica. Así como el enfermo de cáncer, aun conociendo su diagnóstico mortal a corto plazo, se niega a aceptarlo, y lo mismo le ocurre incluso al médico que mira una radiografía propia con el tumor o el informe de una biopsia, todos los que rodeaban ese 8° piso de luz permanentemente encendida insistían en que el comunicado Nº 4 que había anunciado el asesinato días antes era falso y que Aramburu vivía.
Hasta el jueves 11 el secuestro ocupaba la primera página de todos los diarios. Incluso en plena deposición del teniente general Onganía. Desde esa noche, cuando por el portero eléctrico se pidió que no subieran visitas y se supo que el doctor Eugenio Aramburu había informado a su madre ese atardecer lo que todos sabían desde que amanecía, cambió el clima de la calle. Parecía un velatorio con el agravante de la feroz incertidumbre. Era como un velatorio donde sólo faltaba el muerto.
Me toca escribir esta Crónica Informal, un poco más larga que de costumbre, cuando es medianoche de domingo. Vi por televisión (vía satélite) los 4 goles de Brasil frente a Perú, pasé por el Italpark lleno de chicos, tomé sol en las barrancas de la plaza San Martín, le hice perder a mi hijo el miedo a la bruja Cachavacha mostrándosela personalmente para que viera que era
un muñeco y que era un ser maligno que siempre perdía (¿al revés que en la vida real?), pasé por las colas de siempre para la primera función de los cines de la noche comprendí el revanchismo de café de los boquenses luego de la racha fatal frente a River, etc. Atravesé el domingo como un domingo habitual. Pero era distinto. A mediodía, frente a Montevideo 1053, ya no quedaba un solo periodista. El único testimonio de toda la expectativa era un practicable, una tarima que un canal de TV había usado para sus cámaras y se había olvidado cuando levantó el camión de exteriores. El diario La Prensa, que era el único que la familia recibía todos los días, había pasado la información a la página 11: "No hubo novedades en tomo a la desaparición del teniente general Aramburu". Para La Razón el título de primera página en letras catástrofe era Ganó Boca y recién en páginas interiores: "Se viven horas de angustia por la suerte de Aramburu". Crónica, después de puntualizar que no existía ninguna pista, en página 4 titulaba: "Aramburu: a fojas cero". El padre Iñaki de Azpiazu pedía que se diera fin a una situación enfermiza, de versiones y contraversiones, pidiendo a los secuestradores que de una vez por todas demostraran la verdad sobre la vida o la muerte del secuestrado. Esa noche, la conmoción de la eliminación de Inglaterra del mundial, o de Rusia, confirmando las posibilidades de Brasil o Uruguay, nos parecían hacer creer que todo es fútbol.
¿Se terminó el caso Aramburu?
Pasará lo mismo que con la muerte de Satanowsky, o Vandor, o Vallese, o Norma Mírtha Penjerek. No es fácil descubrir un hecho así. Como en el atentado contra el líder metalúrgico, en el secuestro de Aramburu parecieron actuar profesionales alquilados. De esos que parecen siempre igualitos en los identi-kit: flacos, de bigotitos y peinados a la gomina como los hombres de antes. Mientras en las paredes la lluvia del viernes deshojó los murales con los supuestos rostros implicados o hacia que llamaran más la atención las piernas de una chica cowboy (mejor dicho cow-girl) que estaba en un cartel de propaganda de medias, una señora me decía:
—Este flaquito (por el identi-kit) está en todas ...
Lo real es que hay muchas cosas que averiguar. Es cierto que el general Aramburu abría muchas veces él mismo la puerta de su casa o le disgustaba la custodia personal. Pero también hay una versión de que al igual que en el escritorio de Vandor tenía en su casa una alarma múltiple (varios timbres que suenan ante cualquier maniobra sospechosa) que no se usó. Es lógico, además, que no recibiera a nadie en su casa sin que mediara, previamente, un llamado presentación. Y de ser militares, que la visita fuera anunciada por un general o por lo menos un coronel de su confianza. ¿Quién lo llamó? Porque no es natural que en días como los que se vivían, después que habían trascendido los términos del enfrentamiento entre el presidente Onganía y los generales (Olivos, miércoles 27 de mayo), Aramburu, que era la cabeza más publicitada del liberalismo opositor, no se cuidara de un atentado. Algunos, muy pocos, podrían pensar que la supresión de la escena de un político militar, candidato de una salida transaccional (ya había cumplido una vez con aquello de "ni un minuto antes, ni uno después"), era conveniente. Todo esto es una conjetura más porque no hay buena información. Pero también ya pasó casi un año desde el asesinato de Augusto Lobo Vandor —indiscutible líder de los gremios— y siguen las conjeturas. En investigación policial —y esto es un hecho policial con implicancias políticas— siempre se sospecha de quien se beneficia de un hecho. A partir de esa hipótesis comienza a trabajarse.
El secuestro de Aramburu perjudicó a todos. Por empezar, al propio Onganía, cuya preocupación fue —-aunque no siempre lo lograra— mantener el orden y la seguridad. Después a los grupos peronistas que desmintieron —y repudiaron— toda vinculación con este tipo de operaciones terroristas. Desde el propio Perón pasando por todas las agrupaciones políticas de derecha o izquierda, los únicos que se podrían beneficiar son minorías de minorías, de extrema derecha o extrema izquierda en sus formas más fanatizadas, que hacen de la violencia un credo. Olvidando que la mayoría del país, esa mayoría silenciosa de que muchos hablan y pocos escuchan, prefiere el diálogo al grito, la prevención a la represión, la paz a la guerra.
El periodista Santiago Pineta le preguntó al capitán de navio Aldo Luis Molinari (ex jefe de Policía de Aramburu) qué parecido podía encontrar con este hecho y la película Z, y tuvo esta respuesta:
—No podría contestarle. No he visto esa película ...
El teniente general Juan Carlos Onganía que, por una paradoja común a la mayoría de los presidentes destituidos, es ahora aplaudido por algunos de los que más lo criticaron y silbado —también ahora— por algunos de los que más lo defendieron cuando era gobierno, tuvo el último sábado una experiencia inédita para él. Fue a Ezeiza a despedir a su hijo Jorge Enrique que partía en luna de miel y no había un solo fotógrafo ni camarógrafo de TV. Los empleados del aeropuerto, vistas de aduana, etc., apelaron a maquinitas particulares para tener una imagen de un valor periodístico formidable porque todos se la habían perdido después de cubrir la boda del viernes en la basílica del Santísimo Sacramento. El ex presidente pudo salir del recinto reservado a personalidades importantes (los VIP'S, Very Importants Peoples) que donó la Pepsi-Cola al aeropuerto internacional y caminar solo con su esposa hacia la pista para darle un abrazo de despedida a su hijo, sin que la custodia le desalojara los curiosos (o los posibles peligros). Incluso escuchó los aplausos cercanos de los que estaban en la terraza y sonrió sorprendido sin la muralla policial.
Muy cerca de allí, a la misma hora, los tres comandantes en jefe almorzaban en CIPRA (Centro de Información Profesional de Aeronáutica) rodeados del cordón de seguridad que hasta hacía horas era común a Onganía. Mientras él volvía a Buenos Aires y pasaba como un particular más por el lugar donde la pirámide militar de la Revolución Argentina elegía su sucesor, un helicóptero descendía en CIPRA (al lado del Mangrullo) procedente de Ezeiza. Era posible que en él viajara el general Roberto Marcelo Levingston, nuevo presidente. Momentos antes había llegado de Washington. Como si fueran varios films distintos, también podrán serlo los monólogos interiores de cada una de estas personalidades, pero seguramente todos querían lo mismo que la inmensa mayoría del país: que el Caso Aramburu sea investigado a fondo. Sus autores quisieron dividir a los argentinos cuando la unidad es imprescindible para construir un país digno de los argentinos. Y especularon con un cuerpo. Cuando los vivos, como los muertos, deben ser sagrados.
Ese mismo sábado, mientras los comandantes deliberaban, Onganía despedía a su hijo, el flamante presidente Levingston regresaba en avión, otra movilización periodística sacudía a Ezeiza. Los mismos fotógrafos que se perdieron las tres notas iban detrás de un rumor: en el vuelo 979 de Braniff que llegaba de los Estados Unidos previa escala en Chile, venía Aramburu. A las 5 de la tarde, al bajar el último pasajero, la versión parecía un chiste de humor negro o un eslabón más de una guerrilla psicológica que no sólo le destrozó los nervios a los que tuvimos que cubrir durante 300 horas o más esta información, sino del público que llegó a sentirse tan planchado por la tensión nerviosa como nosotros mismos. Ojerosos, mal dormidos, de peor humor, no encontrábamos la manera de explicarle a los peatones que nos veían en guardia permanente que no había nada nuevo. El hombre común y corriente sabe que tiene que haber novedades. Nosotros esperamos lo mismo. 

LAS MIL Y UNA MUERTES DEL GENERAL
Sábado 30 de mayo: 16.000 efectivos de la Policía Federal intervienen en el operativo Aramburu. La Policía de la provincia —4.000 efectivos y 72 vehículos— se pliega. Hay procedimientos en Vicente López, Don Torcuato, Bella Vista y General Pacheco. Resultado: negativo.
Domingo 31 de mayo: Tres helicópteros de la 7ª Brigada Aérea apoyan la movilización. La policía provincial efectúa allanamientos en el Gran Buenos Aires e islas del Delta. Resultado: negativo.
Lunes 1 de junio: Helicópteros, lanchas, vehículos, perros y todo el personal afectado realizan cuidadosa inspección de la zona costera. El club Náutico San Isidro se convierte en cuartel general. Sus jardines son campo de aterrizaje y sus muelles base marítima. Se agregan cinco helicópteros. Hay versiones de que en la isla La Paloma hay un hombre herido de bala. Paralelamente se controlan los accesos a la Capital. Se allana una casa en Villa Crespo. Resultado: negativo.
Martes 2 de junio: 40 vehículos apoyan la limpieza de la zona oeste del Gran Buenos Aires. Casa por casa se identifica a sus ocupantes. Similar procedimiento se efectúa a lo largo del río Reconquista. Trasportados en helicópteros, el cuerpo Guardia de Infantería realiza un operativo monstruo entre Zarate y Campana. Continúa el rastreo de la isla La Paloma, presumible refugio de guerrilleros. Cerca de la costa uruguaya —en el río Guazú-Guazucito— se detiene a 7 contrabandistas. En la localidad de Francisco Solano se busca un automóvil abandonado con un hombre en su interior. Resultado: negativo.
Miércoles 3 de junio: Se realizan 500 procedimientos en la provincia de Buenos Aires. Intervienen 1.951 hombres, 390 vehículos y 2 helicópteros. Al anochecer los efectivos sumaban 5.000 hombres y 700 vehículos. Se limpia casa por casa las zonas de San Isidro,
San Martín, San Fernando y Tigre. El último operativo se realiza por la noche: 150 hombres y 20 vehículos revisan Beccar. Resultado: negativo.
Jueves 4 de junio: La seccional 36ª en pleno, y los bomberos del cuartel Flores inspeccionan el panteón naval del cementerio local, a raíz de una denuncia telefónica. La policía provincial efectúa 1.206 procedimientos en el área metropolitana. Por la tarde, 600 pesquisantes y 300 hombres de la Dirección de Seguridad revisan prolijamente la ciudad de Magdalena. Resultado: negativo.
Viernes 5 de junio: Una versión proveniente de Mendoza indica que Aramburu aparecerá en Montevideo. La cocinera y la mucama de Aramburu son interrogadas en Coordinación Federal. En la provincia se revisan todos los cementerios. Resultado: negativo.
Sábado 6 de junio: Se examinan 60 fincas en Escobar. Se encuentran 197 cartuchos de distinto calibre. Hay otros 28 procedimientos en Berazategui, Quilmes, Bernal y General Pacheco. Se revisan 59 talleres y garajes. Resultado: negativo.
Domingo 7 de junio: En la Boca se revisó un monoblock —Necochea 283—. Durante 2 horas, 83 departamentos. En la calle French 3036 se allanó una reunión juvenil: eran jóvenes del MEN (Movimiento Estudiantil Nacionalista, de tendencia anticomunista), que celebraban una fiesta. En la provincia continuaban los procedimientos. Resultado: negativo.
Lunes 8 de junio: 51 procedimientos en la zona, de Lanús. Intervienen 22 vehículos y 80 hombres. Asimismo, se requisan 55 quintas y 44 viviendas en la provincia. Resultado: negativo.
Martes 9 de junio: En Castelar, durante 20 horas, se inspeccionan 20 manzanas. Similares actividades se desarrollan en Olivos, Dolores y Mariano Acosta. Resultado: negativo.
Miércoles 10 de junio: La Policía Federal distribuye fotografías de dos hombres y una mujer. En la provincia prosiguen las movilizaciones. Resultado: negativo.
Jueves 11 de junio: Hay febril actividad en Coordinación Federal. Se informa que continúan intensamente los procedimientos y que la investigación avanza. Resultado: negativo.
Viernes 12 de junio: Se presenta ante el juez De los Santos el matrimonio Zapatero, que según la policía estaría implicado con el secuestro. Siete horas después sale en libertad luego de ser presentados a los testigos. La movilización policial continúa. Resultado: negativo.
Sábado 13 de junio: Desde Chile llega la versión de que en el vuelo 979 de Braniff arribaría a Ezeiza el general Aramburu. Gran movilización periodística en Santiago de Chile y en Ezeiza. Se trataba de un pasajero físicamente parecido al secuestrado. Resultado: negativo.

 

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