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crónicas del siglo pasado

REVISTERO
DE ACÁ

16 de septiembre de 1955

Perspectiva de una de las etapas más críticas por las que atravesó el país en las últimas décadas. La interpretación que Perón realizó tiempo después sobre los acontecimientos que provocaron su derrocamiento. Qué episodios extrapolíticos enmarcaron la sublevación militar. Cuál era la situación económica que exhibía la República tras el alejamiento del líder. A dos décadas de aquel
pronunciamiento, se rescatan sus momentos decisivos como un aporte a la comprensión del pasado inmediato de los argentinos

Revista Siete Días Ilustrados
septiembre 1975

 



 

vida cotidiana y revolución: de la aparición de "crónicas marcianas" al nacimiento de los gorilas
El día, bastante frío para la temperada, amaneció oscuro. Densos nubarrones amenazaban, en cualquier momento, con precipitar sobre Buenos Aires una de esas copiosas lluvias de primavera. Era el 16 de setiembre de 1955 y pocos, casi nadie, se preocupaba por las condiciones climáticas. La población, que oficialmente se había enterado de los hechos a las 8.15 de la mañana a través de un escueto comunicado propalado por la cadena oficial, permanecía al lado de sus receptores a la espera de nuevas noticias sobre el desarrollo de los acontecimientos.
Pero no bien se enteró de la dimensión del alzamiento militar —no por boca del gobierno, por supuesto, ya que los once comunicados trasmitidos durante la jornada por la Secretaria de Prensa de la Presidencia restaban importancia a los hechos—, Buenos Aires sufrió los primeros coletazos de la crisis. Las mujeres que atendían sus hogares se lanzaron, como de costumbre, a fiambrerías y almacenes para acopiar el necesario stock de víveres, "porque esto —pensaban— va para largo y van a faltar cosas". Los bancos, frente a cuyas puertas habían comenzado a agolparse un número importante de personas con el propósito de retirar sus fondos, cerraron sus puertas, al igual que la Bolsa de Comercio y el Mercado de Valores. Los Tribunales también suspendieron sus actividades y en las oficinas públicas, a medida que avanzaba la tarde, por propia decisión numerosos contingentes de empleados abandonaban sus ocupaciones.
Así, mientras algunos sectores de la Capital comenzaban a perturbarse por el clima de desconcierto e incertidumbre reinante, otros grupos —quizás desinteresados de la situación— desarrollaban sus actividades con total normalidad. Tal el caso de la comunidad de residentes mexicanos que, en horas de la tarde, se congregó en la Plaza San Martín para conmemorar el 145° aniversario de su independencia, mientras que en los templos israelitas del país comenzaban los actos celebratorios de la Pascua Hebrea.
Los diarios del día siguiente dieron escasas noticias sobre el estallido insurgente, y dedicaban sus mejores columnas al descubrimiento de un nuevo contrabando en la Aduana porteña, por un millón doscientos mil pesos. También, mediante un cable fechado en Estados Unidos, se informaba de un importante triunfo para el deporte argentino: era el del tenista Enrique Morea, que en tres sets había vencido al australiano Neale Fraser, obteniendo así la Copa Nueva York. Asimismo, se trascribía un comunicado —el último de los emitidos el día anterior— de la Secretaría de Prensa: "Se tiene conocimiento de que el jefe de la sedición es el general Dalmiro Videla Balaguer", expresaba. El error, sin embargo, encerraba un dato exacto, pues Videla Balaguer se había plegado a la conspiración, no obstante haber merecido, cuatro años antes, la Medalla de la Lealtad por su actuación durante el alzamiento del 28 de setiembre de 1951 comandado por el general Benjamín Menéndez.
Refiriéndose al hecho, el matutino Clarín informaba que cuando el presidente Perón se enteró de la noticia dijo a sus colaboradores más inmediatos: "¡No! ¿Que Videlita conspira? Es como decir que yo mismo lo hiciera". Y agregaba la crónica del mencionado diario: "A consecuencia del hecho, en las últimas horas del día, en las calles de Buenos Aires comenzó a escucharse el siguiente estribillo: Videlita, Videlita / devolvé la medallita"
Al mismo tiempo que la opinión pública se enteraba de estos hechos, desde los medios oficiales se intentaba impartir tranquilidad a la población. Según esas fuentes, los efectivos sublevados en Curuzú-Cuatiá "habían sido dominados, al igual que los insurrectos de la Escuela Naval Militar de Río Santiago". El panorama brindado oficialmente era tan apacible que ya algunos pensaban qué aburrido podía llegar a ser el fin de semana sin la realización de ninguna actividad deportiva —habían sido suspendidas— y sin poder concurrir a las funciones nocturnas de los cinematógrafos que, a consecuencia del toque de queda, sólo cumplían sesiones vespertinas.
El domingo 18, a causa del feriado, prácticamente no hubo actividades. La población, ávida de noticias, ansiosamente cuchicheaba las versiones difundidas por las radios uruguayas, que para entonces ocupaban casi todos sus programas con informes referidos a la situación argentina. Los cines, ante la falta de público, casi no trabajaron, excepto el Luxor, que ante el interés suscitado por la proyección del film Un día en el juzgado, protagonizado por A. Sordi y W. Chiari, preparó una sesión especial en horas del mediodía.
Finalmente, el lunes 19, mientras las afamadas sastrerías Albion House y La Mondiale iniciaban una de sus habituales liquidaciones y las librerías porteñas ponían a la venta la primera edición del libro Crónicas Marcianas de Ray Bradbury, el hasta entonces confuso panorama político-militar comenzaba a esclarecerse. Perón, en un mensaje dirigido al Ejército y al pueblo, presentaba un ofrecimiento de renuncia. El hecho, por su importancia, se convirtió en tema obligado para los argentinos: nadie reparó que en el Torneo de Suecia, el argentino Oscar Panno y el ruso Boris Spassky acababan de obtener el título de grandes maestros de ajedrez; o el triunfo del boxeador Rocky Marciano en el Yankee Stadium de Nueva York, contra su desafiante Archie Moore, frustrando las aspiraciones de un exponente de la categoría medio pesado por escarcear el título máximo del peso superior.
Perón comenzaba su exilio y los antiperonistas, triunfantes, se identificaban con el nombre de gorilas, mote extraído de un programa cómico radial —La Revista Dislocada— en el que se repetía un difundido cantito: "Deben ser los gorilas, deben ser, que andarán por ahí ...".

El 18 de septiembre, el general Perón envió una nota a su ministro de Ejército, en la que ofrecía, como alternativa, que el arma asumiera el control del proceso. La carta fue interpretada por los generales como una renuncia, a pesar de que el jefe del Justicialismo no tardó en aclarar que no era ése su carácter, y que sólo constituía un elemento de negociación
LA "RENUNCIA" DEL LÍDER
A continuación se reproduce el texto de la misiva que el general Perón envió a su ministro de Ejército, general de división Franklin Lucero:
Hemos llegado a los actuales acontecimientos guiados sólo por el cumplimiento del deber. Hemos tratado por todos los medios de respetar y hacer respetar la constitución y la ley. Hemos servido y obedecido sólo los intereses del Pueblo y su voluntad.
Sin embargo, ni la Constitución ni la Ley pueden ser superiores a la Nación misma y sus sagrados intereses.
Si hemos enfrentado la lucha ha sido en contra de nuestra voluntad y obligados por la reacción que preparó y la desencadenó.
La responsabilidad cae exclusivamente sobre ellos desde que nosotros hemos cumplido el mandato de nuestro irrenunciable deber.
Hace pocos días intenté alejarme del gobierno si ello era una solución para los actuales problemas políticos. Las circunstancias públicamente conocidas me lo impidieron, aunque sigo pensando e insisto en mi actitud de ofrecer esta solución.
La decisión del vicepresidente y legisladores de seguir mi decisión con las suyas impide en cierta manera la solución constitucional directa. Por otra parte, pienso que es menester una intervención un tanto desapasionada y ecuánime para encarar el problema y resolverlo.
No existe un hombre en el país con suficiente predicamento para lograrlo, lo que me impulsa a pensar en que lo realice una institución que ha sido, es y será una garantía de honradez y patriotismo: el ejército.
El ejército puede hacerse cargo de la situación, el orden y el gobierno, para construir una pacificación entre los argentinos, empleando para ello la forma más adecuada y más ecuánime.
Creo que ello se impone para defender los intereses superiores de la Nación. Estoy persuadido de que el Pueblo y el Ejército aplastarán el levantamiento, pero el precio será demasiado cruento y perjudicial para sus intereses permanentes.
Yo, que amo profundamente al Pueblo, sufro un tremendo desgarramiento en mi alma presenciando su lucha y su martirio. No quisiera morir sin hacer el último intento por su tranquilidad y felicidad.
Si mi espíritu de luchador me impulsa a la pelea, mi patriotismo y mi honradez ciudadana me inclinan a todo renunciamiento personal en holocausto a la Patria y al Pueblo.
Ante la amenaza de bombardeos a los bienes inestimables de la Nación y sus pobladores inocentes, creo que nadie puede dejar de deponer otros intereses o pasiones.
Creo firmemente que ésta debe ser mi conducta y no trepido en seguir ese camino. La historia dirá si había razón de hacerlo.
Juan Perón

LO QUE PASO, SEGÚN PERÓN
En su libro 'La fuerza es el derecho de las bestias', Juan Domingo Perón analizó los movimientos militares inmediatamente precedentes a la rebelión de septiembre. El apartado V del capitulo titulado 'La traición al pueblo' comienza con una prolija descripción de la distribución de las fuerzas militares en el territorio argentino en el momento del golpe y luego se interna en el detalle de los movimientos armados que inauguraron la crisis. "El día; 16 de septiembre de 1955, a primera hora —historia ese texto—, se tuvo conocimiento de que en el interior se habían producido algunos levantamientos".
Minuciosamente, en las líneas siguientes se recuerdan los levantamientos de las escuelas de Artillería y Militar de Aviación, en la provincia de Córdoba, y Naval de Río Santiago. Unidades de esta última habían pretendido abandonar la base y atacar la ciudad Eva Perón, pero fueron contenidas por la policía provincial de Buenos Aires. Hubo otros movimientos durante ese mismo día: en Curuzú Cuatiá, Corrientes, un intento de rebelión originado en la Escuela de Blindados fue rápidamente conjurado, mientras en Buenos Aires se recibían noticias de que la Aviación Naval se había puesto en movimiento.
Recuerda Perón que tanto el ministro de Ejército, general Franklin Lucero, como el comandante en Jefe del arma, general José Domingo Molina, compartían la opinión de que la sublevación sería rápidamente aplastada, ya que en los focos de lucha, las fuerzas leales combatían en condiciones ventajosas. El optimismo se mantenía al día siguiente, pues los nuevos movimientos no alcanzaban a desequilibrar la relación de fuerzas. Los partes registraban la puesta en marcha de la escuadra rebelde, desde su apostadero de Puerto Madryn, y algunos encontronazos verificados en Bahía Blanca entre fuerzas de la Marina y población civil.
Según el general Perón, el triunfo leal hubiera sido cuestión de tiempo: "La enorme superioridad de fuerzas —escribió el ex presidente— no deja lugar a dudas". La subversión parecía estar controlada o a punto de serlo en Río Santiago, Bahía Blanca y Mar del Plata. Pero la noche del 18 de septiembre trajo una amenaza inesperada: la escuadra sublevada estaría dispuesta a bombardear la ciudad de Buenos Aires y la destilería de La Plata, entonces llamada Eva Perón. "Lo primero era de una monstruosidad sin precedentes —anota Perón—, y lo segundo, la destrucción de diez años de trabajo y la pérdida de cuatrocientos millones de dólares".
Las horas que siguieron fueron de nerviosas cavilaciones. "Influenciaba también mi espíritu la idea de una posible guerra civil de amplia destrucción —memoró el líder justicialista— y recordaba el panorama de una pobre España devastada que presencié en 1939". Muchos de sus colaboradores, sin embargo, le aconsejaban presentar combate; una opción que, finalmente, el entonces primer mandatario decidió rechazar: "En nuestra doctrina habíamos establecido claramente que la escala de valores justicialista era: primero, la Patria; luego el movimiento y después los hombres. Se trataba simplemente de cumplirla".
De inmediato, la determinación del general Perón se plasmó en una nota remitida al ministro de Ejército, por la que ofrecía su alejamiento y proponía que el arma se hiciera cargo de la situación. "Es menester evitar la masacre y la destrucción —explicó a su colaborador—. Yo no deseo ser factor para que un salvajismo semejante se desate sobre la ciudad inocente". Al día siguiente, una Junta de Generales convocada por el ministro Lucero interpretó que la nota presidencial era una renuncia formal y decidió aceptarla luego de autoconstituirse en gobierno. No fue escuchada entonces la aclaración de Perón acerca de que esa carta no era sino un ofrecimiento, destinado a ser usado en las negociaciones con los sublevados. "La revolución quedaba con el país en sus manos—escribió el ex presidente—. Me temo que no sepa qué hacer con él".

LA HERENCIA ECONÓMICA
Durante su prolongado exilio, Juan Domingo Perón se preocupó por esclarecer el real estado de la economía argentina en el momento en que él abandonara el país: "Cuando en 1955 las fuerzas de ocupación usurparon el Gobierno —relata en su obra Del poder al exilio—, derrocando al Justicialismo que había sido elegido por una mayoría absoluta del setenta por ciento del electorado argentino, el estado financiero nacional arrojaba índices reveladores: a) teníamos una reserva financiera de 1.500 millones de dólares; b) no teníamos deuda externa; c) teníamos un saldo favorable en la balanza de pagos al exterior. Durante mi gobierno habíamos repatriado una deuda no inferior a los 3.500 millones de dólares que recibimos como herencia de los gobiernos anteriores. Todo esto pudimos hacerlo precisamente porque prescindimos del concurso de los Estados Unidos; no es un secreto para nadie que ese país, enemigo mortal de mi gobierno, nos bloqueó y saboteó de la manera más descarada y más cruel".

CRONOLOGÍA DEL DERRUMBE
La siguiente, es una apretada síntesis de los hechos que precedieron a la llamada Revolución Libertadora, que ocupó el poder el 21 de septiembre de 1955, y de las primeras medidas adoptadas por el general Eduardo Lonardi, presidente de facto. Todos estos datos han sido recogidos en los periódicos de la época y en archivos oficiales. La recapitulación parece necesaria para interpretar más cabalmente, a veinte años de distancia, un notable fenómeno político: enraizado en las corrientes populares, pocos suponían entonces que el peronismo retornaría alguna vez al poder, respaldado por una apabullante mayoría de argentinos.
21 de marzo: El gobierno suprime varias festividades religiosas.
22 de marzo: José Ber Gelbard habla en el Congreso de la Productividad. El mismo día lo hace el secretariado general de la GGT, Eduardo Vuletich: "Se habla de ausentismo —dice—. Es, indudablemente, un mal que debemos combatir".
25 de marzo: En Núñez, se abren las puertas de la UES (Unión de Estudiantes Secundarios).
3 de abril: El Estado declara que será el único comprador de uranio.
13 de abril: Antonio Cafiero, ministro de Comercio, presenta su renuncia.
1º de mayo: Perón inaugura el periodo legislativo. Refiriéndose a la proyectada separación entre la Iglesia y el Estado, dice: "El pueblo ha de decir su última palabra. Si el pueblo decide que se queden, se quedarán; si el pueblo decide que han de separarse, se separarán; y si el pueblo decide que han de irse, se irán".
20 de mayo: El Senado aprueba la reforma constitucional que separa a la Iglesia del Estado. El día anterior lo había hecho Diputados.
11 de junio: Manifestación católica y opositora con motivo de la celebración de Corpus. Aparece quemada una enseña nacional.
14 de junio: El gobierno exonera a monseñor Manuel Tato y a monseñor Ramón Novoa. Detenido en la Curia por los hechos de Corpus, el ministro de la Corte Suprema, Tomás D. Casares, va a ser enjuiciado por el gobierno. Paro general de la CGT entre las 9 y las 15, en desagravio a la bandera.
16 de junio: Movimiento sedicioso protagonizado por la Marina de Guerra. A mediodía, aviones navales bombardearon la Casa de Gobierno. Se registran numerosas víctimas entre el público que transita por la zona. Finalmente, los rebeldes deben rendirse. Por la noche, son quemadas parcialmente y saqueadas nueve iglesias céntricas y la Curia.
29 de junio: Se levanta el estado de sitio y cesa el Comando de Represión.
30 de junio - 4 de julio: Dimiten los ministros del interior, Ángel Borlenghi (lo reemplaza Oscar Albrieu); de Educación, A. Méndez San Martín (lo reemplaza Francisco Anglada); de Trasportes, Juan Maggi (lo reemplaza Alberto J. Iturbe) y el secretario de Prensa, Raúl Apold (lo reemplaza León Bouché). También renuncia el secretario de la CGT, Vuletich; interinamente, lo sucede Héctor Hugo Di Pietro.
5 de julio: Perón formula un llamado conciliatorio dirigido a la oposición.
27 de julio: La Cámara de Diputados elige presidente del cuerpo a Alberto Rocamora. Nuevo titular del Partido Peronista es el doctor Alejandro Leloir. Se autoriza a hablar por radio Belgrano y su cadena de emisoras al titular del Comité Nacional de la UCR, Arturo Frondizi. Más tarde también hablarán por radio el jefe del partido Conservador, Vicente Solano Lima, y el presidente de la democracia progresista, Luciano Molinas. Todos formulan críticas al gobierno. Impiden la propalación del discurso de Palacios.
10 de agosto: En Diputados, la oposición denuncia que naves de una potencia extranjera vigilan las maniobras que realiza la flota argentina en el Atlántico.
15 de agosto: El gobierno denuncia la existencia de un complot destinado a asesinar al primer mandatario.
19 de agosto: El peronismo da por terminada la tregua política. Leloir anuncia que se procederá enérgicamente contra la oposición.
25 de agosto: Jerónimo Remorino declina el cargo de canciller; lo reemplaza Ildefonso Cavagna Martínez.
31 de agosto: Perón renuncia a la presidencia de la Nación. La CGT declara un paro general y exige que la renuncia sea rechazada. Durante un acto en Plaza de Mayo, Perón acepta permanecer en el cargo y lanza un durísimo ataque contra la oposición
1° de setiembre: Se restablece el estado de sitio en la Capital Federal.
8 de setiembre: El gobierno produce cambios en algunos mandos militares El Ejército informa a la CGT que el ofrecimiento de formar milicias obreras será considerado en el momento oportuno.
16 de setiembre: Estallan levantamientos militares en Córdoba, Curuzú Cuatiá, Río Santiago y Puerto Belgrano. Jefe del movimiento es el general retirado Eduardo Lonardi.
20 de setiembre: Una Junta Militar interpreta que Perón ha renunciado.
21 de setiembre: La Junta llega a un acuerdo con los rebeldes y anuncia que Lonardi se hará cargo de la presidencia. Perón se asila en una cañonera paraguaya surta en Puerto Nuevo.
22 de setiembre: Córdoba es declarada capital provisional de la República. Se decide la disolución de ambas cámaras del Parlamento.
23 de setiembre: Lonardi jura el cargo de presidente provisional.
24 de setiembre: Isaac Rojas asume la vicepresidencia y presta juramento el primer gabinete revolucionario: Eduardo Busso (Interior y Justicia); general León Justo Bengoa (Ejército); contraalmirante Teodoro Hartung (Marina); vicecomodoro Ramón Abrahin (Aeronáutica); César Bunge (Comercio); José A. Paladino (Obras Públicas); general Juan José Uranga (Trasportes); Atilio Dell'Oro Maini (Educación); Ernesto Rottjer (Asistencia Social y Salud Pública); Eugenio J. Folcini (Hacienda y Finanzas). Posteriormente, el 1º de octubre, jurarían cuatro nuevos ministros: Luis B. Cerruti Costa (Trabajo); Luís M. Ygartúa (Comunicaciones), Horacio Morixe (Industria) y Alberto Mercier (Agricultura).
3 de octubre: Perón viaja al Paraguay en un hidroavión.
8 de octubre: Raúl Prebisch presenta al nuevo gobierno un plan económico.
28 de octubre: Se crea la Junta Consultiva. La integran: Oscar Alende, Horacio Thedy, Américo Ghioldi, Miguel Ángel Zavala Ortiz, Alicia Moreau de Justo, Nicolás Repetto, Julio A. Noble, Luciano Molinas, Ramón Muñiz, José Aguirre Cámara, Enrique Ariotti, Rodolfo Coraminas Segura, Juan José Díaz Arana, Juan O. Gauna, Oscar López Serrot, Rodolfo Martínez (h), Adolfo Mugica, Manuel V. Ordóñez, Reynaldo S. Pastor y Horacio Storni.
30 de octubre: Un tribunal militar prohíbe a Perón el uso del grado y uniforme.

 

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